16

Mhi solus tome

Mhi solus dar’totne

Mhi me dinui an

Mhi bajuri verde

Somos uno cuando estamos juntos.

Somos uno cuando estamos separados.

Compartiremos todo.

Nos levantaremos como guerreros.

—Ceremonia y contrato matrimonial tradicional mandaloriano, en su totalidad.

CENTRO LOGÍSTICO DEL GER, CG DEL COMANDO DE CORUSCANT, 2340 HORAS, 384 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS

Había mucho que decir del traje negro mate del ejército.

Proporcionaba una cantidad razonable de protección contra blasters y armas de proyectiles, y era poco visible por la noche, a diferencia de la armadura de soldado ARC. Ordo buscaba algo en los bolsillos de la chaqueta, que le llegaba hasta la rodilla, de color gris oscuro que Vau le había prestado y se sintió obligado a inhalar el aroma familiar de su portador, jabón antiséptico, aceite lubricante para armas, y una masculinidad que no era la suya. Pero disfrazaba el traje ceñido que traía. Eso era todo lo que tenía que hacer.

También disimulaba la pistola verpine junto con su funda.

—¿Qué te hace pensar que ella continuara con su turno de trabajo? —dijo Etain, mirando un poco más allá de él, con su cabeza casi tocando la suya. Estaban sentados en la cabina cerrada de un speeder estacionado a un centenar de metros del centro logístico, donde pudieran ver las puertas. Para que nadie pudiera verlos, eran solo una joven pareja más en un speeder estacionado a altas horas de la noche, al igual que miles de otras parejas en ese momento.

—Por el hecho de que ella se molestó en volver a trabajar. Eso significa que quiere que su rutina parezca normal de nuevo.

Etain se limitó a asentir. Parecía tener dificultades para mantener una conversación. Ordo podía oler a Darman en ella, lo que le fascinaba, Darman parecía capaz de ir más allá de la comunidad de hermanos y no sentirse a la deriva, al igual que lo podían hacer sus hermanos Null. Pero para Ordo esto resultaba inquietante, y a Fi también le parecía así.

Ordo no estaba seguro de si alguna vez volvería a confiar en una mujer, no después de que la jefa científica Ko Sai se plantó por encima de él, gris, fría e insensible. Se preguntó si el tener una madre humana lo habría hecho más fácil.

Etain cerró los ojos de nuevo. Se estremeció.

—No está haciendo frío, —dijo Ordo.

—¿Hay Jedis trabajando allí?

—Por supuesto. Los Jedi hacen grandes trabajadores.

—Voy a tomar eso como un no.

—Es un no definitivo. ¿Por qué lo preguntas?

—Sentí a alguien en la Fuerza, muy débilmente.

—Fierfek. ¿Zey?, ¿Jusik siendo útil?, ¿estoy cerca?

—Ahora desapareció.

Regresó a la contemplación silenciosa de algo más allá de él.

—¿Tu laser PEM está completamente cargado?

—Sí, Ordo.

—Muy ruidoso y visible. El último recurso.

—Igual que una ronda de la verpine.

—Tengo la cámara cargada en dos y uno —dijo Ordo.

—¿Qué?

—Dos proyectiles marcadores entre cada munición real, y otra munición real lista en la cámara, como la carga tan acertadamente Kal’buir.

—¿Y puedes…?

—¿Contar? Creo que sí.

—Me parece que te ofendí sin querer. Me doy cuenta de que tienes un intelecto sorprendente.

No era que su mente fuera tan notable que valía la pena hacer comentarios, pero que la de ella y la de otros no lo era. Sintió la necesidad de explicarlo.

—En una emergencia, es mejor que en primer lugar, seas capaz de disparar un tiro mortal sin necesidad de descargar dos rondas no letales. —La miró a los ojos, eran de color verde claro, salpicado de color ámbar. A excepción de Skirata, los únicos ojos diferentes a los suyos que había estudiado a esta distancia, habían sido de algún alienígena, poco antes de matar a su propietario—. De cualquier manera, puedo ejecutar una triple pulsación con una verpine. Es algo de rutina…

—¿Triple pulsación? He escuchado a Dar hablar sobre una doble…

—Tres rondas en una rápida sucesión. Algunas especies necesitan un poco más de potencia para frenarlas.

—Oh.

—El láser PEM puede aturdir a la mayoría de los humanoides.

—¿Y si no lo hace?

Ordo simplemente tocó la verpine debajo de su chaqueta.

Esperaron. Tal vez ellos realmente parecían una pareja teniendo un momento privado. La gente juntada por azar hacía cosas extrañas.

Una o dos personas del staff, e incluso grupos, empezaron a entrar en el edificio para el turno de noche.

Pronto…

Un movimiento detrás de las puertas de transpariacero le hizo enfocar y comprobar su crono: 1155. El personal salía antes de tiempo.

—Prepárate, —dijo en voz baja.

Etain se volvió muy lentamente lejos de él en su asiento, lista para abrir la escotilla del speeder para deslizarse hacia fuera.

Salieron diez u once trabajadores. Ordo y Etain se deslizaron del speeder y fingieron deambular en una conversación. Todavía había tráfico peatonal frecuente alrededor del centro.

Alrededor de las 0005 el ir y venir del personal había disminuido, y no había ninguna señal de Vinna Jiss.

—Tiene que salir por ese acceso.

—¿Estás seguro-oh?, de acuerdo, Ordo.

Esperaron. Se preguntó por cuánto tiempo cuál de los dos pasaría inadvertido.

Y entonces vio el cabello ondulado color jengibre y la túnica beige que había visto antes. Jiss. La vio a lo largo del pasillo, caminando por la rampa hacia la banqueta que conecta el complejo, con el distrito de negocios de los alrededores; entonces él hizo su jugada.

Etain caminó rápidamente a su lado y le cogió la mano.

—¡Por el amor de dios!, Ordo, trata de que parezcamos una pareja.

Ordo no le hizo mucha gracia, pero la misión era lo primero.

Siguieron veinte metros detrás de Jiss, sin lugar donde esconderse por la falta de multitudes de oficinistas a esas horas de la noche. Quizás deberían haber esperado hasta tener luz de día. Pero nadie sabía cuánto tiempo podrían tener para actuar. Era ahora o nunca.

Etain hizo que un movimiento de cabeza de lado a lado, como si estuviera tratando de oír algo.

—Está bien… gente detrás de nosotros, pero parece que sus mentes están más ocupadas en otras cosas que en nosotros…

—¿Cómo sabes eso?

—Ningún sentimiento está enfocado en mi o en ti.

—Muy práctico, —dijo Ordo, pero retiro la chaqueta y enganchó el pulgar en su cinturón para estar listo para tomar la verp.

Habían seguido a Jiss por alrededor de medio kilómetro a lo largo de los aceras delimitadas con arbustos de las oficinas, cuando los pocos peatones se convirtieron en ninguno, no tenían cubierta entre ellos. Jiss giró a la derecha en un callejón lateral y Ordo acelero, sacando su arma y manteniéndolo tan discretamente como pudo contra su pecho.

—¿Dónde se ha ido?

—Al callejón —Ordo silbó—. ¿Estás ciega?

—No, quiero decir que se ha ido. Desaparecido. No puedo sentir a nadie allí.

Ordo ladeó la verp y comprobó el indicador de estado. Podría ser que necesite esa munición real después de todo. Frenó en la esquina y se congeló por un segundo antes de entrar con la pistola levantada, sujetada con las dos manos.

Estaba mirando la espalda de un hombre a unos cincuenta metros más adelante. No había señales de Jiss. Tal vez realmente era un clawdite.

—Oh mi… —dijo Etain.

Ordo estaba a punto de descargar el tiro letal en los contenedores de los arbustos y probar con una bala trazadora, pero el hombre parecía agacharse en cámara lenta. Hubo una reverberación, una fracción de segundo hubo un fulgor, algo metálico, una arma de aleación.

Disparó instintivamente.

El disparo silencioso golpeó algo produciendo un sssputt húmedo y quienquiera que fuera o lo que fuera, había tropezado golpeándose, rodando y salió corriendo hacia la izquierda por otro pasillo. Ordo echó a correr, Etain lo siguió después de él. Llegó al punto de impacto y vio un líquido —oscuro y aceitoso— antes de descargar los dos balas rastreadoras en los arbustos y alineando la siguiente munición letal. Este había salido mal. Él se había equivocado. Pero no podía dar marcha atrás, esto tenía que ser resuelto. Giró hacia la izquierda y había alguien tirado en el pavimento, retorciéndose, apuntándoles con la verpine.

—¡Check!, —grito Etain—. ¡Check!

Y en la fracción de segundo en la que él sé quedó paralizado, debido al comando de seguridad que había escuchado de Skirata, una onda de choque de aire y calor estalló junto a él, golpeando a la figura que estaba en el piso, mediante un cegador y ensordecedor rayo. Sin su visor se quedó sorprendido por un segundo. Pero se dejó caer sobre el cuerpo, sosteniendo libremente la verp y agarrando un brazo.

La extremidad se derritió en su mano.

Ese segundo fue eterno, con una imagen en capas.

Voy a estrangular a esa Jedi.

¿Qué fierfek he agarrado?

Es un clawdite.

Miró a Etain pero ella levantó de nuevo su blaster y se dio la vuelta. Hubo una segundo descarga del láser PEM, ensordecedora y cegadora.

Ordo mantuvo un férreo control de un pelaje pesado, negro y elegante que había dejado de moverse. Y eso era una cosa extraña aún para un clawdite herido.

—Que era un humanoide cuando no cambiaba de forma —en convertirse.

A pocos metros de Etain, una hembra humana yacía encogida en el pavimento, sin aliento. Era la supervisora Wennen, no Jiss. Ordo por instinto debido a entrenamiento abrió su comunicador.

—¿Bard’ika? Necesitamos urgentemente la extracción. Dos prisioneros, ambos lesionados. ¡Ahora!

Su instinto le decía que debía encontrar rápido una cubierta de protección. El láser PEM traería a alguien corriendo en poco tiempo. Arrastró a la criatura cualquiera que fuera, a la que le había disparado, hacía un hueco y le indicó con furia a Etain que hiciera lo mismo con Wennen. Era increíble como un pequeño Jedi podía arrastrar algo tan pesado.

Pero él quería golpearla, y duro.

—Tú di’kut, —dijo entre dientes—. Podría haber muerto. Nunca uses ese comando. ¿Me oyes? ¡Nunca! Si lo intenta de nuevo, te pego un tiro.

Etain abrió los ojos mirándolo con furia o sorpresa. No le importaba.

—¡Pensé que ibas a acabar con él! —Se arrodilló al lado de la negra criatura y puso sus manos sobre él—. Está vivo. Tengo que mantenerlo vivo. No deberías haber disparado.

—Eso es lo que hago.

—Le disparaste a un gurlanin.

Actualmente no hay gurlanins en Coruscant, así que como dice Zey.

—Ahórrate tu plática retrospectiva. —Gurlanin. Cambia-formas. Quiluriano. Espía. Nunca había visto uno antes—. Jusik, ¿puedes oírme? ¿Vau puede proporcionar primeros auxilios a un cambia formas?

La voz de Jusik sonaba sin aliento.

—Estamos contigo en diez minutos, Ordo, aguanta. ¿Dónde está tu speeder?

—Aquí no. Sólo apúrate, por favor.

Etain tenía sus dedos esparcidos sobre el abrigo negro de la criatura, con los ojos fuertemente cerrados.

—Puedo usar la Fuerza para controlar el sangrado.

—Está bien, has eso, Jedi. —Se puso en cuclillas sobre Wennen y comprobó su respiración con la verp apoyada sobre su cabeza—. Así que, supervisora, ¿por qué nos estaba siguiendo?

Wennen se veía en mal estado. Sus ojos parpadeaban y estaba hecha un ovillo, aferrada a su pecho. Etain había disparado el láser PEM a quemarropa.

—República… Auditoría… Me dispararon, amigo… Y están en graves problemas…

—¿Qué?

—¿Funcionario del Tesoro?

—Identifíquese, o usted será la que esté en problemas, señora.

Ella dejó escapar un suspiro de angustia y buscó a tientas su bolsillo. Ordo decidió ir a lo seguro y extraer el contenido por ella. Sí, era un identichip: División de Auditoría del Tesoro de la República.

—Casi ensucia una operación del GER, —dijo.

—Yo estaba siguiendo a Jiss.

—¿Por qué?

—Los suministros empezaron a desaparecer. También lo hizo ella. ¿Quién eres? —Ella apartó un poco su cabeza para centrarse en la mano desnuda sujetando la verp—. Bueno, eso me dice que no eres el soldado Corr.

—Obviamente.

—¿Eres el capitán que vino el otro día? Porque ciertamente me reconoces.

Eso era mucho para negar, esto circularía en todo el departamento del Tesoro en horas, si la dejaba levantarse y alejarse caminando —aunque no parecía estar en condiciones de hacerlo—. Debemos tener una pequeña charla.

—¿Y qué es eso? —Wennen inclinó la cabeza para mirar al gurlanin, tendido inerte mientras Etain luchaba para estabilizar su herida.

Etain abrió un poco los ojos.

—Esto, —dijo—, solía ser uno de nuestros aliados.

CASA DE OPERACIONES, CABAÑA DE QIBBU, 0045 HORAS, 385 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS.

Skirata armo un mapa improvisado a partir de tres grandes hojas de flimsi y las pegó a la pared.

Se trataba de una vieja tecnología, palabras reales sobre flimsi real, sin luces cambiantes y códigos. En este momento necesitaba esta tranquilidad sólida. Las cosas se estaban volviendo osikla.

Corr —asignado al equipo caprichoso de Skirata— estaba a su lado, ordenando obedientemente la ubicación de los objetivos y lugares visitados, etiquetando sospechosos en una hoja mientras Skirata llevaba la cuenta de que comando se había desplegado, y donde estarían todos ellos en las próximos doce horas estándar. Sin su armadura y sin mono de trabajo, Corr era un hombre muy joven con mecanismos de duracero, donde deberían haber estado sus manos reales, esto le rompía el corazón a Skirata.

Hijo, te están convirtiendo en lo que siempre pensaron que eras, un droide.

Skirata sacudió estos pensamientos fuera de él y se concentró en el flimsi. Odiaba los holomapas. Le gustaban las cosas sólidas que podía agarrarse, incluso si tenían sus limitaciones. Esto también mantenía sus manos ocupadas cuando estaba llegando al límite de su confianza. Tenía que mantenerse firme. Sus hombres tenían que verlo en control, tranquilizador, creyendo en ellos.

Creer en ellos era fácil. Tenía dudas sobre sí mismo. Miró por encima de su hombro.

—¿Esa cosa esta muerta?

—Lo siento Kal’buir, lo hice mal, —dijo Ordo. En algún lugar, no importaba cuánto consuelo le proporcionó Skirata, todavía parecía temer que no ser lo suficientemente bueno significaba una sentencia de muerte. Skirata odió a los kaminoanos con renovada pasión—. Debería haber sabido lo que era la criatura. Yo sabía que existían.

—Hijo, ninguno de nosotros sabía que algunos de ellos estaban en Coruscant. —Pero si estaban. Y eso cambiaba todo.

Etain y Jusik estaban arrodillados a ambos lados del gurlanin, con las manos apoyadas en sus flancos, en algún tipo de proceso de curación Jedi. Vau observaba con interés. Él era el experto en anatomía, a pesar de que era más hábil en separar cuerpos que repararlos. Darman y Niner parecían indispuestos para volver a dormir y se unieron a la audiencia.

Ellos habían estado muy cerca de un gurlanin en Qiilura. Debe haber sido muy difícil pensar en ellos ahora como posibles agentes de los separatistas.

Era un carnívoro de negro pelaje, de alrededor de un metro a la altura del hombro, con las piernas largas, cuatro colmillos de doble punta y ojos anaranjados implacables y duros. Ahora se veía exactamente como lo que era: un cambia formas depredador.

—Se está recuperando, —dijo Jusik.

—Bien, —dijo Vau—. Porque queremos tener una charla con él.

Etain miró con esa expresión severa que tendía a adoptar cuando estaba enfadada según su manera de ser.

—Yo vivía al lado de ellos. Nos prometimos que les devolveríamos su planeta y hasta ahora todo lo que hemos hecho es mover una guarnición militar y entrenar a los colonos humanos para cuidar de sí mismos.

Vau se paró ligeramente por delante de ella, enfrentando su cara.

—Creo que esa es una opinión bastante personal, General. Tanto de usted como de Zey. Y sólo estaban siguiendo órdenes. Eso es todo, ¿no es así? Siguiendo órdenes.

—Ya basta, —dijo Skirata. No quería que Darman se lanzara a defender a Etain. Los nervios de todos estaban a flor de piel, eran personas peligrosas al estar cansados y estresados, tenían que ser peligrosos para los enemigos, no entre sí.

—Ordo, ¿qué vamos a hacer con la supervisora Wennen?

Besany Wennen estaba apoyada en una silla, con los brazos cruzados con cautela a través de lo que debió ser un golpe muy doloroso en todo su pecho. Tuvo suerte de que el PEM disparado a tan corta distancia por Etain no la hubiera matado, pero ahora la mujer sólo era una complicación adicional que no necesitaban. Ordo estaba mirándola como si fuera una especie nueva.

Y si lo era. Había una zona cómoda de atractivo en las mujeres, y luego había un punto más allá del cual se hacían aún más atractivas. Las muy hermosas eran intimidantes e inoportunas. Wennen había pasado ese umbral y Skirata fue emboscado por su propia e inesperada hostilidad hacia ella.

—Usted probablemente ha adivinado lo que estamos haciendo, señora, —dijo Ordo.

—¿Operaciones anti-terroristas?

—Correcto.

—Lo siento. No tenía ni idea. —Pero no hubo gritos o amenazas que a su jefa le arrancarían las tripas sus jefes, la respuesta habitual de los burócratas. Ella sólo señaló al inconsciente gurlanin con su mano temblorosa—. ¿Dónde encaja el gurlanin en todo esto?

—Aparte de imitar a Jiss, no tenemos ni idea.

Wennen parecía estar tomando refugio en la investigación, sin dejar de hacer su trabajo a pesar de que sabía que estaba en una situación grave. Skirata respetaba eso.

—Así que si ustedes dos son Jedi, ¿por qué no detectaron a la criatura?

—Los gurlanins pueden ocultarse en la Fuerza y no permitir que los detectemos, —dijo Etain—. La primera vez que me topé con ellos incluso pensé que eran Jedi. Son telépatas, no podemos detectarlos, no sabemos cuántos hay, y parece que son capaces de imitar cualquier especie hasta del tamaño de un humanoide alto.

—Espías perfectos, —dijo Jusik—. Y depredadores perfectos.

—Y no honramos nuestro compromiso de ayudarlos, así que sospecho que se han quedado sin paciencia.

—Mira, sin faltarle el respeto a nuestro colegas del departamento del tesoro, niños y niñas, pero ¿podemos abstenernos de discutir información clasificada delante del agente Wennen? —djo Skirata—. Necesito hablar con las FSC. Corr, llama a los equipos de reconocimiento y verifica hasta qué punto de los lugares principales alcanzaron.

Skirata vagó hacia la plataforma de aterrizaje y aspiró el aire fresco de la noche. El strill estaba acurrucado debajo del banco en el que, fiel a su palabra, Vau había dormido cada noche. Probablemente pensó que estaba probando su punto de que él era un caso difícil, pero no había duda de que él adoraba ese apestoso animal y que la criatura lo amaba.

Atin va a tener problemas con él cuando esto termine. Lo sé. Bueno, me preocupare de ello cuando suceda…

Levantó su comunicador de muñeca hacia sus labios.

—¿Jailer?

Hubo una pausa y después se escuchó el gruñido de una mujer y el crujir de hojas. Por supuesto, Obrim tenía una esposa e hijos. Skirata a menudo se olvidaba de que otras personas tenían vidas más allá de sus puestos de trabajo.

—¿Sabes qué hora es, Kal?

—Solo un segundo. Oye, ¿cuál de tu gente estaba en la vigilancia en el Banco de la Core Plaza?

Hubo una larga, somnolienta e irritable pausa.

—¿Qué, hoy? Nadie de mi gente, te lo garantizo.

—¿De la UCO?

—Podría preguntar, pero guardan estas cosas cerca de sus pechos… Este secreto, podría llegar a ser una epidemia, ¿no es así?

—Te diré algo, —dijo Skirata, bajando la voz—. Hazles una visita a tus amigos de la UCO y diles que a cualquiera que vean en nuestros negocios que no sea uno de los nuestros, encajaría como una cuestión de rutina, ¿de acuerdo? ¿Crees que ellos puedan entender esto?

—Puede ser, pero tratare.

—Inténtalo con ganas, entonces. No quiero que ellos choquen como lo hizo esta noche la di’kutla del tesoro.

—¿En serio?

—Sí. Un oficial de auditoría fue enviado para supervisar al personal del GER sobre los desvíos de suministros. Pero eso no es mi mayor problema en este momento. —Sin mencionar al cambiaformas—. Bueno, aquí está mi oferta. Ahora tengo cuarenta y tres ubicaciones individuales que creemos que los separatistas están utilizando o visitando en la Ciudad Galáctica. Tenemos que concentrarnos en los objetivos de alto valor, y tú realmente no quieres saber lo que nosotros haremos allí, así que, ¿te parece si te damos una lista de los demás y escoges las ubicaciones que mejor te parezcan?

—¿Cuándo?

—Cuando hayamos reconocido a los objetivos de alto valor, y tengamos la operación planificada, tu sabes, los tiempos precisos. De esa manera no se nos caerán una sobre la otra.

Obrim había estado bastante tranquilo.

—Puedo autorizar eso. Pero no tengo control alguno sobre la UCO.

—Entonces busca a alguien que lo haga. Lo digo en serio, Jailer. No estamos jugando bajo las reglas de las evidencias.

—Realmente te has vuelto un bandido, ¿no es así?

—¿De verdad quieres escuchar la respuesta a eso?

—Fierfek… mi problema de visión ahora ha afectado también a mi audición.

—Pensé que podría hacerlo. Estoy esperando una reunión en estos momentos y después de eso, voy a tener la lista para ti, una confiable. Sólo recuerda que si hay alguna charla sobre venta de explosivos de interés para las FSC, diles que se mantengan al margen hasta nuevo aviso.

—Yo sólo les voy a decir que es algo sobre inteligencia militar y que dejen las cosas así.

—Bien.

—Ve con cuidado, amigo. Y esos apresurados chicos tuyos. Especialmente Fi.

Skirata cerró el enlace y volvió a entrar en la sala principal. El gurlanin respiraba de manera más constante, aunque sus ojos seguían cerrados y los dos Jedi todavía estaban inclinados sobre él. Era de esa manera como habían detenido el sangrado. No había un médico en Coruscant que supiera algo acerca de la fisiología de un cambiaformas como éste.

Y Wennen observaba toda la escena con recelo. De acuerdo, aunque ella tuviera un identichip del departamento del tesoro. Skirata no confiaba en nadie, porque esta fuga de información seguía siendo en gran medida un trabajo interno. Por otro lado sabía que todo el mundo, excepto a su surtido grupo de soldados clon y los dos Jedi, —admitió—, eran un riesgo potencial.

—Señora, —dijo—. He oído que usted no aprueba la guerra. —Los civiles hacen cosas extrañas en el nombre de la paz—. ¿Cuánto no aprueba de la guerra? ¿Y por qué?

Wennen masticaba la cuestión de forma visible, y ambos Jusik y Etain se estremecieron con algo que Skirata no pudo ver. La expresión de Wennen cambió a la angustia. Se puso de pie con cierta dificultad, y Skirata notó que la mano de Ordo se dirigió inconscientemente a su blaster.

—Por esto, —dijo en voz baja—, es por esto que no me gusta la guerra. —Se dirigió hacia Corr, que todavía estaba recopilando datos a conciencia y escribiéndolos en el flimsi con una expresión de intensa concentración con el ceño fruncido—. Corr, muéstrame tus manos. ¿Por favor?

El soldado puso su lápiz a un lado y las tendió, con las palmas metálicas hacia arriba. Corr puso sus manos de modo que su posaron sobre las de ella por un momento y lo miró directamente a los ojos. Las manos con prótesis individuales —eficientes e imperceptibles— eran comunes; pero perder ambas manos parecía pasar más allá de un umbral de lo que era de carne y hueso.

—No es justo, —dijo ella—. No es justo que Corr y hombres como él deben terminar así. Me pregunto en qué tipo de gobierno estoy trabajando. Uno con un ejército de esclavos, eso es. ¿Sabes cómo me hace sentir eso? Disgustada. Traicionada. Enojada.

Skirata conocía ese sentimiento demasiado bien. Sólo que no había esperado oírlo de alguien que hacía un trabajo de oficina y podría apagar la Holored con sus imágenes heroicas y sanitizadas de la guerra, en cualquier momento en el que ella quisiera. Jusik cruzó miradas con él y asintió discretamente. Lo está diciendo de verdad, ella estába molesta.

Skirata le asintió a Jusik en reconocimiento con un parpadeo lento.

—Usted lo ha dicho, señora. —La tenía. Tenemos un aliado. Ella será útil algún día—. Créame cuando le digo que lo que estamos haciendo aquí, está dirigido para que lo que le ocurrió a Corr no le pase a los muchachos.

Wennen pareció satisfecha, si alguien molestó pudiera alcanzar ese estado de ánimo. Camino de regreso hacía su silla y le entregó su datapad a Skirata.

—Vamos.

—¿Qué?

—No sé qué datos podrían ser de utilidad para usted, y usted no va a discutir los detalles conmigo. Así que tome mi datapad y copie lo que te gusta.

—Es usted muy confiada. ¿Está segura de que somos quienes decimos que somos?

Wennen rió y se detuvo abruptamente. Eso tenía que herir sus costillas.

—Mire, yo sé lo que estoy viendo. Ahora, si pierdo contacto durante más de cuarenta y ocho horas, el tesoro se dará cuenta. Así que piense en lo que va a hacer conmigo.

Skirata sopesó el pequeño datapad en sus manos. Datos del tesoro, los códigos, los algoritmos de cifrado. Oh, mi muchacho Null estará encantado con esto.

—¿Y quién más va a notar que se ha ido?

—Nadie. Absolutamente nadie.

Skirata reflexionó sobre esa revelación por un rato, mientras observaba al inconsciente gurlanin. Jusik y Etain se arrodillaron sobre sus talones y se veían como si hubieran corrido una carrera muy agotadora.

—Pronto va a recuperar la conciencia, —dijo Etain—. Y todavía no tengo idea de cómo sujetarán a un cambiaformas.

Ordo tomó uno de los rifles verpine, comprobando el nivel de carga y se colocó sobre el cuerpo negro inerte.

—Esto hará el trabajo, —dijo.

EQUIPO DE RECONOCIMIENTO, PUNTO DE OBSERVACIÓN, ÁREA RESIDENCIAL, ZONA DE NEGOCIOS 6, 0110 HORAS, 385 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS.

—Ojalá no hubiera comido esa salsa picante, —dijo Sev.

—Te lo dije. —Fi le tendió la mano para que le pasara la mira infrarroja.

—Mi turno.

Habían encontrado un lugar para esconderse, entre los dos techos de los apartamentos ubicados frente al edificio que estaban vigilando, una torre de seis departamentos con las persianas cerradas en todas las ventanas. Un acceso al sistema de climatización cerca del techo, les daba una visión ininterrumpida de un grupo muy tranquilo y privado de casas, alejadas de los carriles repulsores en un callejón sin salida.

Los pisos superiores se arqueaban en una cornisa de moda, sólo a siete metros del edificio de enfrente. No había tráfico pasando frente a ellos que pudiera molestarlos, ni siquiera un taxi, y el acceso posterior era inexistente, lo que dejaba sólo el techo para el acceso de un pequeño speeder verde. Era privado y un buen lugar para defenderse o quedar atrapados. A Fi no le gustaba esta última idea.

El espacio donde estaban se sentía como estar dentro de un cajón. Podrían arrastrarse a través de el en cuatro patas. Fi sabía que no habría disfrutado de servir en una compañía de tanques en absoluto.

—Gira sobre tu espalda un rato, —dijo amablemente Fi.

Sev vaciló y luego se entregó a la sugerencia con un gemido.

—¿Cuántos?

Fi hizo un barrido de derecha a izquierda con la mira.

—Bueno, creo que tenemos diez cuerpos allí dentro, a juzgar por la imagen del RPT[6], han estado allí desde hace una hora, y no se están moviendo mucho alrededor. Yo llamo a eso una base de operaciones. ¿Estás de acuerdo?

—Está bien. Vamos a activar la holo-cámara remota y salgamos de aquí.

—Teniendo en cuenta la disposición de ese lugar, vamos a tener muchas asignaciones cuando entremos.

—Me gusta que esté lleno, —dijo Sev.

—¿Tienes aun reportando a Scorch y a Fixer?

Sev recorrió su datapad con los ojos.

—Ahora, eso suena divertido.

—¿Qué?

—Scorch dice que han confirmado el tercer conjunto, es una pequeña zona de atraque comercial. CoruFresh distribuidores de frutas y verduras. Cargando naves espaciales de todos los tamaños.

—Sí, también esa es mi idea de diversión.

—Si pudiéramos conseguir que todos ellos se reunieran para tener un agradable paseo…

—Sigue soñando. Pero sin duda podríamos detenerlos al obligarlos a salir a toda prisa.

Fi salió del hueco donde estaba, empujándose a sí mismo sobre sus codos, con su DC-17 torcido en ambos brazos, colectando más polvo e insectos muertos sobre su traje. Se volvió hacia un lado, en un estrecho hoyo que daba a la habitación de mantenimiento del edificio, dejando caer su pierna izquierda en el hueco, en busca de un punto de apoyo con su bota, encontrando la cornisa y luchando para alcanzarla. Sev simplemente rodó y aterrizó con un ruido sordo al lado de él.

—Está bien, ¿hacía dónde?

Fi ladeó la cabeza.

—¿Quieres pasar y echar un vistazo más de cerca a la azotea? ¿Evaluarla para la entrada rápida?

—Tú si sabes cómo captar mi entusiasmo.

Fi proyectó los holoplanos del sistema contra incendios del edificio, que habían demostrado ser el mejor segmento de datos ilícitos que Ordo consiguió para la misión. No tenía sentido pedir a los bomberos que se los proporcionaran; sólo realizarían preguntas incómodas sobre por qué algunos chicos en armaduras blancas, querrían planos detallados de la mayoría de los edificios del planeta.

—Espero que los hayan actualizado. De acuerdo, a la izquierda por el pasillo; el acceso al techo está en el conjunto de puertas al final.

—Amo al cuerpo de bomberos.

—Son muy útiles. También tienen bonitos uniformes.

Se arrastraron a través de la cubierta plana, a un lado del cuarto de máquinas de aire acondicionado, sobre largas escalera de duracero colocadas sobre el impermeabilizante. Algunos edificios todavía tenían accesos hacia los espacios de mantenimiento. También había restos de una barbacoa. Se aplastaron detrás del parapeto para mirar a través de las grietas sobre el duracero en el tejado de enfrente.

—Ooh, un speeder destellante. —Susurró Fi.

—Ni siquiera lo pienses.

—Quiero decir que podríamos correr hacia él y ponerle unas cuantas sorpresas, no se darían cuenta.

—Espera, ¿qué significa la palabra reconocimiento, ner vod?

—Casi suena como naufragio.

—Me asustas, —dijo Sev—. Y eso es ya mucho decir.

—Es una oportunidad que probablemente ya no tengamos de nuevo.

—Así que tú vuelas, ¿verdad? ¿Quieres hacerla como Jango?

—No tienes estilo. —Fi realmente quería colocar un detonador térmico en el speeder. Podría ser activado de forma remota, dándoles una opción adicional relativamente fácil para atacar a los seps, la cual podrían necesitar pronto. Pero también se moría de ganas de golpear un poco a Sev. El hombre pensaba que la galaxia era un regalo de aventuras. Así que si quería aventura, Fi se las mostraría, al estilo de los Omega.

También acaba de pasar a ser la forma más segura de cruzar la brecha de seis metros hasta el otro tejado, incluso más seguro que preguntarles a los seps que estaban al otro lado, si no les importaba que dos comandos echaran un vistazo a su techo.

Fi se apartó del borde y comenzó a colocar las secciones de extremo a extremo de la escalera. Los cuales estaban ranurados de manera ordenada. Luego se arrastró de nuevo al parapeto y echo un vistazo al abismo.

Miró al otro lado, luego hacia abajo seis pisos.

—Esto va a llegar.

—Si eso creo. Sev se inclinó hacía Fi. —Así que vas a atravesar gateando.

Fi tomó el final de la escalera y comenzó a moverse con cuidado para evitar sonidos fuertes de raspado. Sev tomó el otro extremo, equilibrándose longitudinalmente en el parapeto.

—No, voy a correr.

—Fi, dicen que alguien contamino mi contenedor. Pero creo que alguien realmente contamino el tuyo.

—¿Perdiste el temple?

—Di’kut.

—Si yo me desplomo heroicamente hacía mi destino, entonces tú puedes gatear para cruzar, ¿trato hecho?

—Odio cuando intentas provocarme para que te muestre cómo se hace.

—¿Cómo esto?

Fi tenía segundos. Tenían que cruzar la brecha e irse, antes de que alguien los viera. Se inclinó hacia abajo con fuerza en un extremo de la escalera, levantándose lo suficiente para hacerla girar en sentido horizontal, colocando el otro extremo en el parapeto de enfrente.

Treinta metros más adelante, la muerte esperaba. Y si no era la muerte, era una parálisis.

Se acercó al parapeto, probó el primer peldaño con su bota, y luego se enfocó en seguir en línea recta hacía el otro lado. Luego se echó a correr.

Todavía no tenía idea, de cómo su cuerpo calculaba los peldaños, pero golpeaba cada escalón cayendo al otro lado, cual largo era. Cuando se puso de rodillas, Sev lo miraba fijamente.

Fi le hizo señas, para animarlo.

Sev corrió sobre la escalera. Fi se movió de su posición de aterrizaje, saltando fuera del parapeto. Notó que Sev mantenía la mandíbula apretada con satisfacción.

—Fácil —masculló Fi.

Sev le dio una señal con la mano, uno de sus gestos especialmente elocuentes de desaprobación.

El techo tenía algunos escalones que bajaban hacia las puertas, que los holomapas mostraban como el acceso a la planta superior de la sala de estar y el turbo ascensor. Ellos no se fijaban en este tipo de detalles, pero los planos parecían ser exactos, siempre los actualizaban después de las remodelaciones. Una aplicación rápida de cinta térmica en las puertas, y sería fácil resbalar unas pocas granadas por el agujero, para ablandar a los residentes antes de entrar. Fi le dio a Sev su aprobación con el pulgar hacia arriba, tomando un detonador magnético de su cinturón. Lo deslizó dentro de la toma de aire del speeder escuchándose un débil tac.

Regreso, Fi gesticulo.

Fi se tambaleó en el parapeto y luego corrió a través de los peldaños de duracero de nuevo, sintiendo que se flexionaban bajo sus botas. Cuando volteo, Sev se alineaba también para el sprint. Fi lo alentó con señas. Sev fue por él.

Estaba a dos terceras partes del camino, cuando se resbaló. Se agarró de un peldaño, permaneciendo colgado con su mano derecha inmóvil. El intestino de Fi dio un salto mortal.

Si alguien mirara hacia aquí ahora.

La mayoría de la gente gritaría si ellos caían. Como un punto bueno para Sev, estaba en completo silencio. Pero sus ojos estaban muy abiertos y asustados. Trató de alcanzar la escalera con su brazo izquierdo, pero por alguna razón no parecía capaz de hacerlo. Fi se revolvió a través de la escalera sobre su vientre, agachándose y sosteniendo el brazo de Sev levantándolo. Fue una maniobra potencialmente letal en una escalera estrecha, pero Fi se las arregló para sujetar el cinturón de Sev y tirar de él a través de la escalera.

Sev solo estaba usando su brazo derecho. Fue sólo cuando Fi agarró el hombro izquierdo para tirar de él, para alinearlo sobre la escalera cuando escuchó un agudo grito ahogado, entendiendo por qué él no estaba usando ese brazo, y por qué no había sido capaz de lanzarse hasta obtener un control con su otra mano. Se había hecho mucho daño.

—Udesii, —susurró Fi—. Tómalo con calma.

Había dolor, también por lo que le habría pasado a Sev. Fi lo arrastró al otro lado de la escalera, de unos pocos centímetros a la vez, rodándolo sobre la seguridad del techo antes de jalar la escalera de nuevo. Cuando cayó cual largo era de nuevo, Sev estaba arrodillado hecho un ovillo, agarrándose el hombro izquierdo.

Fierfek, esto es mi culpa por provocarlo.

—¿Puedes caminar? —Fi susurró.

—Por supuesto que puedo caminar, di’kut. Es mi brazo.

—La próxima vez voy a dejar que te caigas, ingrato chakaar. —Fi tiró de él en posición vertical y decidió correr el riesgo de tomar el turboascensor de servicio hasta el nivel del suelo. En el momento en que llegaron al final de la pasarela, estaba claro que Sev se había dislocado el hombro, manteniendo el brazo contra su pecho tolerando el dolor. No dijo nada, pero su ojos se hacían agua. Fi había utilizado durante mucho tiempo esa frase para indicar dolor extremo, pero era la primera vez que lo había visto de cerca, y no era divertido.

—Si me olvido de esta misión, voy a mostrarte un truco muy interesante, con un vibrocuchilla.

—Sev, tómalo con calma. —Fi siempre mantenía su botiquín en su cinturón. Buscó a tientas alcanzando el analgésico y apuñaló el tríceps de Sev—. Nos dará unas bofetadas de bacta hasta que lleguemos a la base.

—Sí, y tal vez eso también va a funcionar cuando te arranque la cabeza.

—Fue un accidente.

—Fue un truco estúpido. Nunca tuve accidentes con los Delta.

—Bueno, entonces ustedes sólo son los perfectos pequeños soldados de Vau, ¿no es así? Metemos la pata. Y luego te levantas y sigues.

—Tengo que completar esta misión.

—No, si no te sientes capaz de hacerlo. Mira, las lesiones ocurren. Quédate en la base y monitorea los comunicadores.

—No entiendes.

—¿De verdad? —Fi se devanaba los sesos para aplicarle los primeros auxilios.

—Es curioso, yo pensé que hacíamos el mismo trabajo. Mira, ponte aquí y déjame echar una mirada.

Se deslizaron en el vestíbulo de un edificio de oficinas, escondiéndose detrás de una columna. Fi separó las mangas del traje de Sev, desde la costura del hombro y echó un vistazo en las luces tenues de seguridad.

La línea del hombro tenía una apariencia cuadrada antinatural, ya que la cabeza del húmero se había desplazado fuera de la cuenca, empujando el músculo deltoides deformándolo. Esto iba a doler.

—De acuerdo, a la cuenta de cuatro, —dijo Fi. Tomando la muñeca de Sev con su mano derecha, estirando el brazo y apoyando su mano izquierda contra el pecho de Sev. Hizo una pausa y lo miró a los ojos con una mirada tranquilizadora que decía Sé-lo-qué-estoy-haciendo—. Mira, cuando tienes una dislocación como esta, tienes que hacer lo que los expertos llaman, redúcelo en cuatro.

Sev gritó. La junta hizo un sonido shhhlick húmedo, ya que se deslizó de nuevo en la articulación.

—Lo siento, ner vod. —Fi dobló el brazo de Sev contra su pecho, sosteniéndolo en esta posición, mientras luchaba con la manga de la armadura para que sirviera como apoyo. Casi podía sentir los ligamentos rotos y las fibras musculares gritando. El rostro de Sev estaba blanco, con los labios apretados—. Sin embargo, no hay nada peor para sujetarlo.

—¡Para ser un idiota, no eres un mal médico!

—Kal dice que si pudiéramos tener un cuerpo desarticulado, tenemos que aprender un poco más sobre cómo ponerlo de nuevo junto si fuera necesario.

—Fi, tengo que estar en condiciones para pelear.

—De acuerdo, de acuerdo. Bacta y bolsas de hielo. Como si no hubiera pasado nada.

—Vau me va a matar.

—¿Qué es esta cosa con Vau? —Fi empujo a Sev de nuevo, para sacarlo de la banqueta, corriendo de nuevo hacia el speeder, que estaba a una calle de distancia—. Yo sabía que tenía una reputación de patear severamente a sus alumnos, pero ¿por qué tú estás dispuesto a destripar a Atin?

—Atin juró que mataría a Vau.

Fi casi se detuvo en seco.

—¿Atin? El viejo ¿no-me-interrumpas-estoy-trabajando-en-un-circuito-muy-interesante? ¿Nuestra At’ika?

—¿Estás hablando en serio? —Preguntó Sev.

—Sí, a veces me pongo serio.

—De acuerdo. ¡La vaina de Atin era la única que nunca perdía hombres!

—Geonosis. ¿Arruinó el record perfecto de Vau?

—No es así de simple. Atin estaba teniendo esa cosa de culpa del sobreviviente cuando regresó, y Vau sólo le centró un poco.

Dato curioso: Skirata no había estado presente cuando Fi regresó de Geonosis. Pero él se preocuparía de eso más tarde.

—Eso explica la cicatriz en su cara.

—Ya entendiste.

—No explica el resto de las cicatrices que te estaba mostrando.

—Tú pregúntale sobre eso.

Sev estaba cerca de asustar a Fi, tal como él había visto a Sev. No podía imaginar tener miedo de Skirata. El hombre podía mantenerse firme cuando estaba enojado, pero nunca nadie en la compañía de Skirata, sintió que tenían que temerle. Era Kal’buir: prodigó a sus comandos de cuidados feroces, cuando los demás los excluyeron.

Pero Sev no quería que Vau se enterara, que se hubiera herido a sí mismo haciendo algo imprudente. Cualquiera que fuera la razón, Fi le debía a su hermano un poco de apoyo.

—Está bien, ¿no mencionamos el hombro? —Fi puso en marcha el speeder.

—Vamos a resolverlo nosotros mismos. Bard’ika puede hacer que la Fuerza te cure, si el bacta no hace su truco. Pero ¿Vau no necesita saber?

Por primera vez desde que había conocido a Sev. El hombre se suavizó visiblemente.

—Gracias, ner vod, —dijo—. Te debo una.