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INP. Casi comprometido.

—Imposible a Nuestro Pesar, señal transmitida por el OC, de la Nave de Asalto de la República Intrépido, al recibir la petición de retirarse de Skuumaa y abortar la extracción de los Batallones Sarlacc.

El factor de sensación térmica en la bahía abierta de una fragata de combate LAAT/c volando a 500 kilómetros por hora era preocupante, pero también lo era el rugido ensordecedor del aire y las barridas y movimientos en picada durante el vuelo, que tenía que hacer el piloto para esquivar los disparos de las baterías anti-aéreas de tierra y poder aterrizar.

Etain se dio cuenta del por qué era buena idea tener trajes de cuerpo completo y las armaduras selladas de los soldados. Sólo tenía su túnica Jedi y la precaución sensata de contar con placas de armadura en la parte superior de su cuerpo, que hacían poco para aislarla. Se sumergió en la Fuerza para ayudarse a resistir las ráfagas heladas y se aseguró que su línea de seguridad estuviera bien enganchada al riel.

—Va a estar en el dwang cuando vuelva al CG, General, —dijo el sargento clon con una sonrisa. Se puso el casco y lo selló. Su apodo era Clanky. Había hecho bien el haberle preguntado.

—Yo realmente no veo la señal, —dijo ella con cuidado—. O al menos la miré un poco demasiado tarde.

La voz anónima del sargento surgió ahora de la unidad de proyección del casco.

—Fue muy gracioso, señalizando a la INP…

—¿Gracioso?, Oh …

Hubo una fría pausa.

—Es la forma en que se rechaza una invitación social, ¿un SPC. Solicitó el Placer de su Compañía? Imposible a Nuestro Pesar.

Sí, de hecho ella estaba en el dwang, como él decía. No estaba completamente al día con la masa de siglas y jerga que había estallado en el último año. Apenas podía mantenerse al día con la inventiva de los soldados clon, su extraordinaria capacidad de apropiarse del lenguaje y de los hábitos, para dar forma a sus necesidades, habían dado lugar a subculturas de identidad clon en todas partes. Casi sentía que necesitaba un droide de protocolo.

Pero ella sabía lo que era una larty. Darman le había dicho que era la LAAT/i o en este caso, la variante más grande para carga, era la fragata más imaginablemente hermosa, cuando necesitabas un ascensor urgente para salir de los problemas. Sin duda se sentía como ahora.

INP si como no. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Así que los soldados pensaban que era una boca-floja como Fi, blandiendo un poco de bravata. En cambio, era simplemente ignorante de la rápida evolución de la jerga e idiosincrasia y la utilizaba sin cuidado.

—Estoy segura de que me perdonará si sacamos esto adelante, sargento.

Su voz fue ahogada por los rugidos exteriores, y notó la caída de las unidades V-19, como si fueran dos boxeadores enzarzados en combate, los cuales se perdieron en la distancia. Se dirigían para suavizar las posiciones droides que se interponían entre el terreno boscoso, donde ambos Batallones Sarlacc estaban inmovilizados y donde había una estrecha franja de costa formando un delta donde los pilotos podrían aterrizar. Los droides, como Darman había señalado en alguna ocasión, eran basura en los bosques densos.

Etain esperaba que así fuera.

La fragata de combate cayó de pronto, al nivel de la copa de los árboles y la imagen borrosa de follaje verde le demostró lo rápido que volaban. Otra larty apareció a babor. Había treinta y cuatro fragatas de combate en algún lugar cerca, ensartadas en una floja formación, en dirección a la zona de extracción.

—Tres minutos, General, —dijo la cabina del piloto a través del intercomunicador. Hubo un chasquido y después llamaradas de una explosión de algo a estribor.

—Conseguimos un poco de atención triple A por parte de los tinnies, por lo que vamos a bajar un poco más. Agárrense fuerte.

Esto solo provoco un ligero retroceso en ella, ya que había alcanzado el nivel de saturación de adrenalina, donde estaba claramente consciente de todos los peligros, donde no solo se ejecuta automáticamente la razón a un nivel primitivo, sino también sin miedo al pánico, tal y como uno de los soldados clon había descrito.

Tres minutos se convirtieron en tres horas convirtiéndose en tres segundos.

Disparos laser rojos de los droides iluminaron la línea de árboles, cuando la larty entró en el descenso en espiral. Etain no pensaba y tampoco sentía, simplemente saltó los últimos diez metros desde la cubierta expuesta durante el rápido descenso, descolgándose a rapel cuatro soldados clon de los escuadrones junto con el sargento, que tenía adornos de color verde. Las habilidades en la Fuerza eran muy útiles en los momentos más inesperados. Ella aterrizó frente al escuadrón y tomó el rifle de concusión con una mano puesta en el gatillo, con la la otra en el cilindro de agarre para barrer el borde del bosque en frente de ella.

Podría sentir otras fragatas aterrizando a su alrededor, levantando polvo y hojas del suelo, pero sólo vio lo que había frente a ella, aproximadamente dos pelotones de hombres Sarlacc, intercambiando fuego con super droides de batalla en el borde del claro del bosque, con su escuadrón a ambos lados de ella.

Un conjunto de diez granadas de PEM salieron del escuadrón y una ración del rifle de concusión, llevaron a su fin a la mitad de los super droides de batalla. Era en momentos como este que ella anhelaba la conveniencia de contar con comunicación a través de un casco, en vez de uno atado a su brazo en el lugar equivocado, la Fuerza era corta en casos específicos, como contra una fuerza de cien unidades de SDB, acercándose por el green veinte. Y había tanto caos y dolor en la Fuerza en ese momento, que no podía aprovecharla para enfocarse.

Así que hizo lo que le habían mandado a hacer sin pensarlo, desde que tenía cuatro años de edad. Luchar.

Corrió, el escuadrón se acopló a su paso, disparando paquetes energéticos de color azul, hacia la línea de droides en extraño silencio, hasta que Clanky activó su proyector de voz y le oyó decir:

—Se están cerrando a lo largo de la costa. ¡Perdón, General! Grandes agujeros ahora en las líneas de droides.

—No hay enlace, —dijo ella, palabras superfluas que salieron de su mente. El rifle de concusión se estaba tornado pesado y empezaba a quedarse sin carga, el indicador de poder estaba llegando a cero. Dos andanadas más derribaron a tres SDB, así como a un árbol pequeño junto con ellos—. ¿Cuántos más?

—Control Aéreo de Avanzada dice que hay 200 SDB y tanques orientados a veinte grados con cuatro torretas en ese caso…

Más V-19 gritaban por encima de sus cabezas y una bola amarilla de fuego blanco iluminó el bosque, observándose en contraste de siluetas de repentinos árboles derribados y hombres corriendo. El comandante del grupo aéreo del Intrépido ciertamente tenía un control sobre la realidad de la situación. No es de extrañar que todo el mundo ame a los pilotos.

Clanky cayó pecho a tierra y comenzó a disparar ráfagas hacia los flujos de SBD, que se habían vuelto para dirigirse hacia la zona de aterrizaje de las fragatas. Etain lo siguió sin pensarlo. Estaba recibiendo los datos por medio del casco, a juzgar por su gesto enfático ocasional.

—Los Sarlacc’s está rompiendo a todo lo largo de la costa, General, y el Intrépido está dirigiendo el resto de los larties hacia el norte.

—¿Algunas palabras del General Vaas Ga?

Clanky se quedó en silencio por un momento, por lo menos hacia ella.

—Un klick al norte con el Comandante Gree, llamando a ataques aéreos.

Dos fragatas se acercaron lo suficiente para atrapar la visión periférica de Etain y puñados de hombres salieron de los árboles, algunos llevando entre ellos compañeros heridos. Etain esperaba que el único droide médico IM-6 en cada larti pudiera manejar el triage de docenas de hombres a la vez. Una fragata de combate se colocó en ángulo recto respecto a la línea de árboles, con la escotilla de estribor cerrada y recibiendo el fuego droide generándose chispas dispersas mientras practicaba el disparo laser sobre los SDB.

El artillero de estribor-horriblemente expuesto en la burbuja de transpariacero situado en el ala… prácticamente estaba rociando de laser a los droides a la altura de la cintura. Etain vio el movimiento de armaduras blancas corriendo detrás de la nave para después desaparecer, presumiblemente del lado de la escotilla de acceso hacia la bahía de tropas. El torrente de borrones de rayos laser era como una imagen congelada debido a su flujo continuo y constante.

Por un momento en cámara lenta, Etain razonó, usando el cañón delantero y desplegando el más desagradable y pesado armamento —como los misiles de ráfagas radiactivas— se podrían causar, en esa posición, muchas bajas en las tropas. Tenía la boca seca, el corazón le latía tan rápido que casi no podía distinguir sus latidos, y sin embargo pudo detener el tiempo para pensar en estas cosas extrañas.

Volvió a abrir fuego. Sostuvo sus dedos apretados al gatillo hasta que el rifle de concusión murió en sus manos.

—Whoa, los tinnies están rompiendo hacia acá.

Su enfoque se estrecho. Ya no veía a los cinco hombres a su alrededor, excepto por unas desdibujadas manchas blancas y vórtices brutos de energía en la Fuerza. El droide de batalla que iba a la cabeza invadió su posición y simplemente giró el rifle descargado en un arco dirigido por la Fuerza hacia el pecho del droide, rompiendo su aleación y enviando la cabeza del droide y parte del pecho a volar por los aires.

Pronto se dio cuenta de una energía azul detrás del siguiente droide, como un telón de fondo permanente, aunque se vio interrumpida por las ráfagas de fuego de los DC-15. Dejó caer el rifle y sacó su sable de luz, porque ya no le quedaba nada más.

La hoja de la luz azul surgió a la vida, sin recordar cómo alcanzar el control total. Movió su brazo en un limpio arco que llevó a la montaña de metal hacia abajo sin sus piernas, inclinado como un árbol talado a un lado de ella, cayendo de plano sobre su brazo con el que disparaba y temblando al descargar su arma contra sus compañeros desgarrándolos. La metralla caliente chisporroteaba en sus ropas y su piel, pero no sintió nada.

Estaba de pie ahora, sosteniendo el sable de luz con ambas manos, atacando a boca jarro al siguiente droide. Vio a dos de su escuadrón disparando desde una posición pecho tierra, mientras Clanky se revolvía sobre una rodilla para disparar una granada en el rango de avance de una docena de SDB.

Los droides siguieron avanzando. Lo mismo hicieron los soldados clon. Y así lo hizo también ella.

Todos somos iguales. Ninguno de nosotros está pensando. Sólo estamos reaccionando.

Ella se defendió de una andanada de fuego rojo, girando y agitando el sable de luz sin decisión consciente. Cada snazzz producto de la colisión con la energía del sable era a la vez la primera y la última; ella siguió y siguió y siguió bloqueando cada tiro como si nunca fueran a terminar. Y el próximo droide ya estaba sobre ella. Cortó, por lo que cables y fragmentos de aleación la bañaron. Un puño blanco enguantado agarró su hombro y tiró de ella sacando su cuerpo del camino.

—Apúrese, General, la larti está lista para despegar —Clanky casi tuvo que arrastrarla fuera de la pila de droides destruidos, empujándola rápidamente hacia la fragata—. Hemos hecho todo lo posible aquí y la bahía esta llena. ¡Vamos! ¡Corra!

Ella tomó el rifle de concusión mientras corría hacia atrás, volviendo sobre su línea de avance, ciega por la adrenalina. Pero en la plataforma de la fragata de combate, se detuvo de repente, con un pie en el borde de la barandilla, para mirar hacia atrás y contar a los hombres que pasaban a su lado. Uno-dos-tres-cuatro soldados y Clanky. Todos presentes. Dio un salto justo cuando una mano blindada se apoderó de ella, jalándola hacia el interior. No tenía ni idea de quién era el soldado. Pero ahora él era uno de los suyos.

La fragata se levantó en una línea vertical, tan rápido que su estómago se desplomó de nuevo a nivel del suelo.

El bosque y la fértil llanura del delta de Dinlo, se redujeron por debajo de la nave oscureciéndose. Las escotillas de las bahías se deslizaron hacia delante y se cerraron de golpe. Ella estaba de pie en un almacén de armaduras quemadas y sucias, con un hedor a sangre y carne chamuscada. Su mecanismo primitivo de supervivencia le produjo un anticlímax de temblores.

Clanky se quitó el casco y se encontró con su mirada, fue un momento extraño ya que era casi como mirarse al espejo: ella sabía que los ojos desorbitados y sin parpadear de su rostro, era exactamente lo que él estaba viendo en ella. Instintivamente, los dos chocaron las placas de sus antebrazos y se quedaron pegados durante uno o dos segundos. Clanky también estaba temblando.

Luego de manera sincronizada se separaron y se alejaron.

Sí, Etain pensaba. Somos iguales, todos nosotros lo somos.

Fue muy, muy tranquilo una vez que bloqueo el repiqueteo de la fragata de combate que iba a 660 kilómetros por hora de regreso al Intrépido.

Y no, el droide MI-6 no pudo hacer frente a cuarenta hombres hacinados en una bahía modificada adaptada para treinta, incluso si solo un cuarto de ellos hubieran resultado heridos.

Entonces, cuando Etain escuchó con más atención y cuando su adrenalina había menguado, se dio cuenta de que la bahía no estaba tan tranquila como ella había pensado. Había respiraciones entrecortadas y gritos ahogados de dolor y lo peor, incoherentes gemidos que alcanzaban su punto máximo, en un crescendo de gritos ahogados para luego apagarse de nuevo.

Se abrió paso a través de la bahía, pasando por encima de los hombres que estaban en cuclillas o de rodillas. Apoyado contra el mamparo, un soldado clon permanecía sentado apoyado por uno de sus hermanos. Su casco y la armadura le fueron retirados y Etain no necesitaba a un droide médico, para proporcionarle un pronóstico sobre una herida en el pecho que produce sangre en los labios.

—¿Médico? —Se dio la vuelta—. ¡Médico! ¡Dele un poco de ayuda a este hombre, ahora!

El droide medico apareció como de la nada, tirando de golpe a un puñado de soldados donde obviamente estaba trabajando. Sus fotorreceptores gemelos se posaron en ella.

—¿General?

—¿Por qué este hombre no está siendo atendido?

—Triage X, —dijo el droide, dejándose caer de nuevo sobre la alfombra ininterrumpida de soldados para reanudar la aplicación de los primeros auxilios.

Etain debería haberlo sabido. El símbolo rojo de una X brillaba sobre su hombro. Esperaba que el hombre no hubiera oído eso, pero probablemente lo sabía de todos modos, porque esa era la forma insensible en que los kaminoanos lo nombraban durante el entrenamiento de los clones. Código Triage X, muy mal herido. No se espera que sobreviva a pesar de la atención. Concentrar los recursos en el código 3 y después en el código 5.

Ella tomó aire y se recordó a sí misma que era una Jedi, y había mucho más para un Jedi que solo empuñar un sable de luz. Se arrodilló a su lado y le cogió la mano. El apretón de él fue sorprendentemente fuerte para un hombre moribundo.

—Está bien —dijo.

Se sumergió en la Fuerza para hacerse una idea de la lesión, para darle forma en su mente, con la esperanza de frenar la hemorragia y mantener el tejido roto unido hasta que aterrizara la larti. Pero sabía que tan pronto como se formara una idea de la magnitud de los daños en su mente, esto no lo salvaría.

Había prometido que nunca volvería a utilizar su influencia mental sobre los clones sin su consentimiento, ella había aliviado el dolor de Atin y dado confianza a Niner cuando más lo necesitaban, sin que ellos se lo hubieran solicitado, pero desde entonces lo había evitado. De todos modos los clones no eran débiles mentales, como pensaba la gente. Pero este hombre se estaba muriendo y necesitaba ayuda.

—Soy Etain, —dijo. Se concentró en sus ojos, de alguna manera vio detrás de ellos un remolino incoloro y visualizó calma. Le tendió la mano al hombro del soldado que le servía de apoyo y gesticulo para que le diera un paquete de medicamentos. Ella sabía que llevaban jeringas desechables con un analgésico potente, Darman las había utilizado delante de ella más de una vez—. No hay nada que temer. ¿Cuál es tu apodo?

—Fi, —dijo, y se sorprendió brevemente, pero había muchos hombres llamados Fi en un ejército donde los nombres eran números. Su hermano dijo sin empacho que las jeringas se habían acabado, ya le habían bombeado por completo lo poco que tenían—. Gracias, Señora.

Si era capaz de influir en el pensamiento, podría influir en los sistemas de endorfinas. Puso todos los restos de su voluntad en él.

—El dolor se está yendo. La droga esta funcionando. ¿Puedes sentirlo? —Si la Fuerza tenía alguna validez, tenía que acudir en su ayuda ahora. Estudió su rostro y los músculos de su mandíbula se relajaron un poco—. ¿Qué tal?

—Mejor, gracias, señora.

—Aguanta, es probable que sientas un poco de sueño.

Su agarre aún era firme. Ella le devolvió el apretón. Se preguntó si él sabía que ella estaba mintiendo y sólo optó por creer la mentira para su propia comodidad. No dijo nada más, pero no gritó de nuevo y su rostro parecía tranquilo.

Ella apoyó la cabeza en su hombro, una mano entre su cabeza y el mamparo y la otro sin soltar la de él, mantuvo esa posición durante diez minutos, concentrándose en una imagen de un vacío frio y pálido. Luego empezó con una tos asfixiante. Su hermano tomó la otra mano, y Fi, un doloroso recordatorio de un amigo que ella no había visto desde hace meses y tal vez nunca lo volvería a ver… dijo:

—Estoy bien. —Su agarre se aflojó.

—Oh, señora, —dijo su hermano.

Etain estaba consciente aunque de manera distante, que pasaría los próximos veinte minutos hablando con cada uno de los soldados de la bahía, preguntando sus nombres, quién se había perdido, y preguntándose por qué ellos empezaban a hablar a la altura de su pecho hasta llegar a su cara, aparentemente desconcertados.

Se llevó la mano a la mejilla. Se picó. Apartando un fragmento de aleación que cayó en su mano, junto con sangre fresca y luminosa. No había sentido la metralla hasta entonces. Encaminándose hacia un familiar parche verde dentro del bosque de armaduras blancas y sucias.

—Clanky, —dijo ella, adormecida—. Clanky, nunca te pregunté. ¿En dónde enterramos a nuestros hombres? ¿O los incineramos como los Jedis?

—Usualmente ninguna de las dos cosas, General, —dijo Clanky—. No se preocupe por eso ahora.

Miró su propia túnica de color beige y se dio cuenta de que estaba más allá de estar sucia: estaba salpicada de quemaduras, como si hubiera estado haciendo trabajos de soldadura sin cuidado, y había una mancha ovalada e irregular de sangre color rojo oscuro desde su hombro derecho hasta el cinturón, la cual se estaba secando presentando una rígida oscuridad.

—El Maestro Camas me va a freír, —dijo.

—Entonces también nos freirá a nosotros, —dijo Clanky.

Etain sabía que, en algún momento, ella pensaría como evadir hábilmente sus preguntas, pero en este instante su mente estaba en otra parte. Pensó en Darman, consciente de pronto de que algo andaba mal, pero siempre algo estaba mal en las misiones de los comandos, y la Fuerza era muy clara diciéndole que Darman todavía estaba vivo.

Pero el otro Fi —el soldado— no lo estaba. Etain se sentía avergonzada por sus temores personales y fue en busca de los hombres a los cuales aún podía ayudar.

ESCENA DEL CRIMEN DEPÓSITO BRAVO OCHO, MANARAI, CORUSCANT, 367 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS

Skirata tomó cada baja clon como una afrenta personal. Su frustración no apuntaba hacia Obrim, los dos hombres se respetaban mutuamente, en el sentido del tiempo que llevaban como profesionales y Ordo lo sabía. Sólo esperaba que Obrim supiera que no siempre las cosas bruscas que decía Kal’buir tenían significado.

—Así que ¿cuándo tú gente va a mover su shebse y nos dirá cómo el dispositivo entró aquí? —dijo Skirata.

—Muy pronto, —dijo Obrim—. La holocámara de seguridad fue proyectada por la explosión. Estamos esperando una copia de seguridad desde el satélite. No será tan clara, pero al menos la tenemos.

—Lo siento, Jailer, —dijo Skirata, todavía mascando y con los ojos fijos en los escombros—. Sin ánimo de ofender.

—Lo sé, camarada. No hay problema.

Esta era otra razón por la que Ordo adoraba a su sargento, era el arquetipo de un mando’ad. El ideal de un hombre mandaloriano era tener un padre amoroso pero firme, el hijo respetuoso aprendiendo de cada experiencia difícil, un guerrero leal a constantes principios personales, más que a siempre cambiantes gobiernos y banderas.

También sabía cuándo disculparse.

Y parecía agotado. Ordo se preguntaba cuándo iba a entender que nadie esperaba que se mantuviera pendiente de los jóvenes soldados.

—Puede dejarme esto a mí.

—Eres un buen muchacho, Ord’ika, pero tengo que hacer esto.

Ordo puso una mano sobre la espalda de Skirata y la otra sobre Obrim para dirigirlos a ambos un poco más allá de la escena destructiva, ansioso por no hacer evidente ante los aruetiise —los no mandalorianos, los extranjeros, incluso a veces traidores— que su sargento necesitaba consuelo. Esperar era lo peor para el estado de ánimo de Kal’buir.

El comunicador de Obrim gorjeó.

—Aquí vamos, —dijo—. Están transmitiendo la imagen. Vamos a reproducirla en el enlace de Ordo.

Las imágenes surgieron como un holograma aéreo de color azul granuloso, ascendiendo de la palma del guante de Ordo, repitiéndolo varias veces. Un transporte de mensajería se acercó a la barrera, agitándose la tierra del piso. Entonces la escena estalló en una bola de luz seguida por columnas de humo y una lluvia de escombros.

La explosión hizo estallar las paredes de granito y transpariacero del depósito de suministros Bravo Ocho quince veces, antes de que Ordo decidiera haber visto suficiente.

—Parece que el dispositivo venia dentro del transporte de mensajería, —dijo Obrim. Algunos de los restos reconocibles dispersos por todo el lugar de la explosión confirmaban que un transporte había quedado atrapado en al atentado.

—Nadie huye. Así que el piloto estaba dentro, y… —Se detuvo para mirar hacia abajo la descarga de datos en su propio datapad—. Estoy recibiendo la confirmación de que se trataba de una entrega de rutina y el piloto era un conductor civil regular. No hay nada que sugiera una misión suicida. Sólo una ronda rutinaria con algunos suministros adicionales no deseados.

—¿Podemos revisar las grabaciones de días anteriores? —dijo Ordo—. Sólo para ver si alguien estaba haciendo reconocimientos de naves y movimientos en el período previo a esto.

—Se archivan por diez días. No será mejor en términos de ángulo y claridad que esto.

—Aun así lo tomo.

Ordo miró a Skirata, quien estaba en silencio y visiblemente enfadado, pero claramente pensando mucho. Ordo sabía que el cálculo desenfocado lo hacia muy bien.

—Bueno, la mejor pista que tenemos ahora mismo es seguir hacia el otro extremo de la línea —desde donde se confirmo la explosión en las cadenas de suministros—, dijo Kal.

—Los Omegas están en una OPT comprobando eso en este momento, —dijo Ordo—. Podrían volver con algunos sospechosos para que Vau trabaje en ellos.

—Estoy haciéndome de la vista gorda en esto, ¿de acuerdo? —dijo Obrim, un hombre que daba la impresión de que hubiera dado mucho al regresar al frente de batalla en lugar de supervisar a otros—. Debido a que los sospechosos son parte con lo que tengo que tratar. Pero tengo este molesto problema de visión últimamente.

—¿Una enfermedad crónica? —preguntó Skirata, quitando a Ordo de su camino con una palmadita suave en el antebrazo.

—Tan permanente como quieras que sea Kal.

—Entonces que por el momento sea incurable.

Skirata se abrió paso entre el equipo forense, que seguía colocando holotarjetas marcadoras en varios puntos de los escombros, holos rojo en partes de cuerpos, azul para pruebas inorgánicas. Ordo se preguntó si los civiles que estaban boquiabiertos detrás de la barrera, verían algo sobre esto en el boletín de la HNE.

Skirata hizo una pausa y se inclinó sobre un técnico sullustano que estaba a gatas sosteniendo un sensor que escaneaba los escombros.

—¿Podría darme los registros de las armadura cuando los encuentre?

—¿Registros? —El sullustano se sentó sobre sus talones y lo miró con sus redondos ojos negro líquido—. Explíquese.

—El pequeño sensor que identifica a un soldado. Sobre las placas de la armadura a la altura del tórax. —Skirata separo el pulgar y el índice para indicar el tamaño—. Habrá unos quince por aquí en alguna parte.

—Podemos ordenar eso por ti, Kal, —dijo Obrim—. No te preocupes por eso.

—No, no es para contarlos. Quiero un pedazo de su armadura. Para presentar nuestros respetos, a la manera mando.

Ordo observó la expresión de desconcierto de Obrim.

—Los cuerpos son irrelevantes para nosotros. Realmente, eso esta igual de bien.

Obrim asintió con gravedad y dio paso detrás de otra pantalla de plastoide, donde el equipo de la OEDC estaba reuniendo y catalogando fragmentos de aleación y otros materiales apenas identificables en una mesa de trabajo.

—Si así lo desea puede hacerse cargo de todo esto.

Skirata le indicó a Ordo que fuera hacia la mesa.

—Es el área de Ordo, pero me alegro por tu gente que pueda procesarlo. Tengo fe en la diligencia sullustana.

Tal vez fue sólo la influencia trabajadora de Skirata, sobre los corazones y mentes inocentes. Pero parecía funcionar con el personal de la OEDC.

Uno de ellos levantó la vista.

—Es bueno saber que la inteligencia militar respeta a las FSC.

—Nunca antes me habían llamado de inteligencia militar, —dijo Skirata, como si no se hubiera dado cuenta de que era lo que había estado haciendo cada momento, cinco días después de Geonosis.

Ordo le tendió una mano al oficial más cercano de la escena del crimen y torcio un dedo hacia su datapad.

—Vas a necesitar esto, —dijo, y lo vinculo con su propio datapad—. Esta es nuestra última información sobre el AEI.

Sí, la unidad antiterrorista de las FSC y el equipo cercano a Skirata, se habían vuelto muy cercanos a partir del último año. El seguir los canales oficiales de la burocracia de la seguridad de la República era una pérdida de tiempo, y siempre existía la posibilidad de que sus funcionarios se comportaran como pequeños locos a través de la galaxia, identificando información como un alto secreto por sus propias razones y debido a sus tristes carreras. Ordo no tenía tiempo para eso.

Estaba comprobando que los datos se transfirieran limpiamente, cuando el holoenlace en la parte interna de su antebrazo se activo de nuevo y su mano se llenó de una pequeña escena de caos azul.

Por una fracción de segundo pensó que era una imagen en su HUD, pero era externo, y era el Escuadrón Omega.

—Omega Rojo Cero, Rojo Cero, Rojo Cero, cambio.

La holoimagen mostraba a los cuatro comandos presionados contra un mamparo, pasando en la imagen, de manera ocasional, un fragmento volando. Todos estaban con vida, al menos.

Skirata giró ante el sonido de la voz de Niner y el código temido por todos: Rojo Cero, solicitud de extracción inmediata.

Ordo cambió al instante e inconsoientemente pensó en los procedimientos de emergencia, capturo las coordenadas del mensaje y sosteniendo su datapad para que Skirata pudiera ver los números para abrir un canal de comunicación con la flota. Su forma de hablar había cambiado, su voz se hizo monótona y tranquila, deslizándose ambos en una conversación mínima y directa. El equipo de la OEDC se congeló para observar.

—Omega Repsit.

—Objetivo abordado. Descompresión no planificada, nuestro piloto y la nave están desaparecidos. No hay potencia, pero no hay bajas en el escuadrón.

—Flota, aquí Skirata, tenemos un Rojo Cero. Extracción rápida por favor en estas coordenadas. También, piloto caído, sin confirmación del lugar.

—Estén preparado Omega. Ahora estamos moviéndonos para conseguir la asistencia de la Flota. ¿Tiempo para volverse critico?

—Diez minutos si no conseguimos abrir la escotilla que esta de nuestro lado, si lo logramos tal vez tres horas.

Skirata se detuvo, con el comunicador aún en la boca. Obrim estaba mirando las figuritas holográficas azules, con la expresión de un hombre que se da cuenta de algo terrible.

Podríamos ver cuando ellos mueran.

—Continúen, —dijo Ordo.

—Tres sospechosos al otro lado de la escotilla, y ellos no pueden abrirla ahora, incluso si así lo quisieran. Dar la tiene que volar.

—¿En un espacio confinado?

—Tenemos la armadura.

Bueno, eso era cierto. Fi había resistido la explosión de una granada con la armadura Mark II.

—No tienen otra opción, ¿verdad?

—Hemos tenido peores días, —dijo Fi alegremente.

Ordo sabía que hablaba en serio. Podía sentir la otra parte de él, el Ord’ika que quería llorar por sus hermanos, pero estaba muy distante, como si fuera otra vida, solo era desapego absoluto y frío en el plano físico en el que se encontraba su mente ahora.

—Hazlo, —dijo.

—El Rojo Cero ha sido transmitido a todas los naves GER en distancia de ataque, —dijo Skirata. Ordo no quería ver el holoenlace en caso de que las cosas no salieran según lo planeado, y se volvió de espaldas a él. Pero Skirata le dio la vuelta tomándolo por el brazo y dando un paso dentro del campo de visión del holoenlace para que todo el escuadrón pudiera verlos—. Estoy aquí, muchachos. Vuelvan a casa, ¿de acuerdo? Estén tranquilos.

Había una certeza sobre Skirata independientemente de lo imposible que sonaba en la garantía de la fría realidad. Pero Ordo podía sentir su absoluta impotencia, y la compartió, los Omega estaban a años luz del sistema Coruscant, mucho más allá de la capacidad del sargento para entrar en persona en la línea de fuego. Los dos soldados se volvieron juntos para proteger la holoimagen, y después, Obrim se acercó, bloqueando diplomáticamente la vista a su propio equipo.

—Tu chico Fi, —dijo—, mis muchachos todavía quieren que le compre ese trago.

Eran hombres de Obrim a los que Fi había salvado de la granada. Y esa fue probablemente la forma más abierta, sentimentalmente hablando de la que podía ser Jailer Obrim.

—En cinco, —dijo Darman—. Cuatro …

Al igual que un drama de la HoloRed cuyo presupuesto no había sido lo suficiente para rodarlo en un estudio decente, la imagen en la mano ahuecada de Ordo, mostró al escuadrón trenzarse a sí mismos contra el mamparo más alejado, aferrándose a los conductos para anclarse en la gravedad cero, con la cabeza metida en el pecho y hechos ovillo.

La imagen desapareció cuando Niner —cuyo guante obviamente era el que estaba transmitiendo la señal— enterró también la cabeza.

—Tres, dos, ¡ya!

La imagen estalló en una bola de luz azul y la explosión silenciosa parecía más como un holovideo de mala calidad cuya pista de audio había fallado.

La holoimagen se atenuó por un momento y luego los propulsores de las mochilas jet de los del escuadrón se encendieron, lanzándolos hacia delante en caída libre, con los rifles levantados, y las imágenes de vídeo se dividieron en salvajes movimientos al azar con dos nuevos destellos cegadores.

—Está bien, tres bandidos cayeron, sin que se les encajara algo o ranurados, pero tampoco lo hicieron de forma muy agradable, —dijo la voz Fi, claramente aliviado—. Y hay oxígeno.

—Buenísimo, Omega. —Skirata cerró los ojos por un momento. Se pellizcó el puente de la nariz lo suficientemente fuerte como para dejar temporalmente una marca blanca—. Ahora tómenlo con calma hasta que lleguemos con ustedes, ¿de acuerdo?

El rostro de Obrim estaba cenizo.

—Me gustaría que el público se diera cuenta de lo que estos chicos hacen, —dijo—. Algunas veces odio el chingado secretismo.

—Shabu’ droten[2] —murmuró Skirata, y se alejó. No, él no se preocupaba mucho por el público en absoluto.

—¿Qué significa eso? —preguntó Obrim.

—No quiere saberlo, —dijo Ordo, reflexionando sobre el tenue análisis de Jusik en la Fuerza alrededor de la escena de la explosión. El enemigo nunca estuvo aquí.

Así que… tal vez no había nadie observando.

No había nadie esperando precisamente el momento más dañino para detonar el dispositivo de cerca.

La detonación remota de un dispositivo móvil requiere una de dos cosas, ya sea una muy buena vista del objetivo, o bien, si el objetivo no era visible, una programación precisa para que el terrorista supiera exactamente dónde estaría el dispositivo en cualquier momento dado.

Y eso significaba, tener un muy buen conocimiento de la logística del GER, o, —si el terrorista quisiera ver toda la zona, no solo tendría acceso a las inmediaciones de la base— de la red de seguridad holográfica.

Ordo sintió una repentina y fresca claridad instalándose en su estómago, una sensación de satisfacción de haber aprendido algo nuevo y valioso.

—Caballeros, —dijo—. Creo que tenemos un topo.

NAR INTRÉPIDO: CUBIERTA DEL HANGAR

Clanky sujetó fuertemente la parte superior del brazo Etain, hasta que ella sintió la resistencia a la desaceleración y el ruido a través de las suelas de sus botas, cuando la fragata de combate atracó en el hangar del Intrépido.

Estando preocupada en alguna manera, al tiempo en que se tambaleaba al borde de la bahía para las tropas, en saltar hacia abajo una distancia de un metro, Gett la estaba esperando, con una expresión cuidadosamente neutra.

—El general tiene gusto por hacer metralla, —dijo Clanky de manera aprobatoria—. Usted es la muerte instantánea de los droides, ¿no es así, señora?

Con el casco fuera, bajó la voz mientras inclinaba la cabeza cerca de Gett, pero ella aún podía escucharlo. Oyó las palabras, mal momento.

—Será mejor que vaya a limpiarse, —dijo Gett—. Me temo que es la entrevista proverbial descafeinada de cuando volvemos a la flota.

El Comandante Gree, cojeando paso junto a ellos acompañando al General Vaas Ga, ambos llenos de hollín y agotados.

—Oh, yo no lo creo, —dijo Vaas Ga.

—Bien hecho. Gracias, Intrépido.

—Déjame caminar un poco por favor, Comandante. —Etain miró alrededor de la cubierta del hangar, ahora llena de hombres heridos que bajaban de las fragatas. Con equipos médicos moviéndose. El olor a pintura quemada y de aceite lubricante la distrajo—. ¿Alguien quiere darme los números?

Gett miró hacia abajo en el panel ubicado en su antebrazo izquierdo.

—De la compañía Improcco cuatro MEA, quince heridos, regresaron en total ciento cuarenta de ciento cuarenta y cuatro. Batallones Sarlacc A y B, retirados mil cincuenta y ocho, MEA noventa y cuatro, doscientos quince heridos. Ningún DEA. Veinte torretas desplegadas, mismo número que regresaron.

—Eso es siete punto cinco por ciento de pérdidas, y la mayoría de ellos fueron durante el enfrentamiento en si en Dinlo. Así que yo diría que eso si es un resultado, General.

Para Etain eso sonaba como una gran cantidad de muertos. Así era. Pero la mayoría lo había logrado. Tuvo que conformarse con eso.

—Entonces de regreso a Triple Cero. —Originalmente lo había llamado Cero Cero Cero, de acuerdo al argot callejero, pero los soldados le habían dicho que eso era confuso, ya que no estaban claro si se refería a Coruscant o simplemente estaba utilizando el estándar militar de triple repetición de los datos importantes. Sin embargo de todos modos decidió le gustaba Triple Cero. La hacía sentirse parte de la cultura de los soldados—. Ya era hora.

—Muy bien General, —dijo Gett—. Avíseme cuando desee refrescarse y llamó a un camarero.

Etain no quería regresar a su camarote, no en estos momentos. Había un espejo en el mamparo sobre el pequeño lavabo, y todavía no le gustaba la idea de mirarse ella misma a los ojos. Deambulaba por el hangar lleno de gente.

Los tanques de bacta iban a estar totalmente ocupados durante el viaje a casa.

En tanto que los soldados clon de elite de la cuadragésima primera, estaban tratando de encontrar un lugar donde dormir unas cuantas horas, pareciendo una raza diferente a la de los cuatro niños, que le habían —de una manera no deseada— iniciar con una burda pero eficaz introducción al hecho de dar órdenes en Qiilura.

Los hombres cambian en un año, y estos soldados que la rodeaban eran hombres. Cualquiera que sea la pureza de su propósito… esta kote, esta gloria motivándolos cuando salieron de Kamino la última vez, había sido sobrescrita por amargas experiencias. Por lo que ellos habían visto, por lo que habían vivido, y por haber perdido hermanos, y por lo que hablaban y comparaban en sus notas. Ya no eran los mismos por más tiempo.

Bromeaban y charlaban, y evolucionaban en pequeñas subculturas, y también lloraban. Pero ellos nunca tendrían una vida más allá de la batalla. Y eso se sentía mal.

Etain podía sentirlo e incluso saborearlo, mientras caminaba por la cubierta del hangar, en busca de más soldados a los cuales poder ayudar. La sensación del niño que tanto la había desorientado cuando conoció a Darman en Qiilura estaba totalmente ausente. Había dos sombras de existencia tiñendo a la Fuerza en ese vasto hangar, resignación y una abrumadora sensación simultánea de individualismo y de comunidad.

Etain se sintió irrelevante. Los clones no la necesitaban. Ellos confiaban en sus propias capacidades, muy centrados en la identidad que habían desarrollado a pesar de la creencia kaminoana que eran unidades predecibles y estandarizadas, y con esto estaban unidos irrevocablemente entre sí.

Ella podía oír las conversaciones tranquilas. Allí estaba la palabra ocasional en mando ‘a, que algunos soldados ordinarios nunca se les había enseñado, pero que de alguna manera había fluido a través de sus filas a partir de fuentes como Skirata y Vau. Aferrándose a este conocimiento. Sabiendo lo que ella conocía sobre los mandalorianos, tenía mucho sentido.

Era la única razón que podría tener sentido, cuando estaban peleando por una causa en la que no tenían absolutamente algún interés. Era el amor propio de un mercenario, interno e inexpugnable, basado en sus habilidades y camaradería.

Pero a los mercenarios se les pagaba, y, finalmente iban a casa, donde quiera que estuviera.

Un soldado estaba esperando pacientemente por el médico. Tenía un destello de triage en la placa de su hombro con un número 5 y estaba de pie y herido. Había rastros de sangre a través de la armadura, por una herida de metralla en la cabeza, y estaba sosteniendo su casco en su regazo, tratando de limpiarlo con un pedazo de trapo. Etain se agachó y le dio unas palmaditas en el brazo.

—¿General? —dijo.

Ella había dejado de darse cuenta de que por unos segundos veía la cara de Darman en la de él. Eran idénticos, por supuesto, a excepción de los mil y un pequeños detalles que hacían que todos ellos fueran absolutamente excepcionales.

—¿Estás bien?

—Sí, señora.

—¿Cuál es tu nombre?, no tú número, ¿de acuerdo?

—Nye.

—Bueno, Nye, aquí tienes. —Le entregó su botella de agua. Aparte de los dos sables de luz-el propio y el de su Maestro muerto— el rifle de concusión y su comunicador, era lo único que llevaba. —No tengo nada más que pueda darte. No te puedo pagar, no puedo promoverte, no puedo darte un par de días para descansar y recuperarte, y ni siquiera puedo condecorarte por tu valentía. Verdaderamente lamento no poder hacerlo. Y estoy muy apenada porque estas siendo utilizado y me gustaría poder poner fin a esto y cambiar sus vidas para mejorar. Pero no puedo. Todo lo que puedo hacer es pedir perdón.

Nye parecía aturdido. Miró la botella y tomó un largo trago de ella, su expresión de repente presentó un relieve feliz.

—Es… está bien, General. Gracias.

Pronto se dio cuenta de que la cubierta del hangar había caído completamente en silencio —lo cual no es poca cosa dado el vasto espacio y el número de hombres que cabían dentro de ella— y todo el mundo estaba escuchando.

La inesperada audiencia hizo que su cara se sonrojara, y luego una pequeña oleada de aplausos pasó por las filas. No estaba segura de que eso significaba que estaban de acuerdo, o que sólo estaban apoyando a un oficial que —ahora que tenía un poco de penosa claridad en la mente— parecía una pesadilla andante y claramente estaba teniendo problemas para lidiar con las secuelas de la batalla.

—Tomé café y cámbiese de ropa, General, —dijo Gett, cerniéndose sobre ella de la nada—. Se sentirá mucho mejor después de dormir unas horas.

Gett era un comandante gracioso y un oficial naval perfectamente competente. El volaba la nave. Él era, a todos los efectos, el oficial al mando. Ella no lo era. Y si hubiera nacido en una familia o en Coruscant, Corellia o Alderaan, él habría tenido una brillante carrera. Pero había sido criado en un tanque en Kamino, y por eso su vida artificialmente reducida sería muy diferente por eso.

Cuando ella regresara, buscaría a Kal Skirata y le rogaría para que la ayudara a darle sentido a todo. Encontraría al Escuadrón Omega y les diría cara a cara, lo mucho que se preocupaba por ellos antes de que fuera demasiado tarde. Le diría a Darman que era el más importante de todos. Nunca dejó de pensar en él.

—¿Usted quiso decir lo que dijo, General?, —dijo Gett, dirigiendo su espalda hacia su camarote.

—Oh, sí. Lo hice.

—Me alegro. Pero usted se siente impotente, la solidaridad significa mucho para nosotros.

De repente, quería ver a Gett ir a casa a una casa llena de familiares y amigos, y se preguntó si lo quería para él o para ella misma.

—Una vez me enseñaron a ver con los ojos vendados, —dijo—. Fue una lección mucho más importante de lo que jamás me imagine. En ese momento pensé que era sólo una manera de enseñarme a golpear con mi sable de luz usando solo la Fuerza. Ahora sé qué propósito tenía la Fuerza. Veo más allá de los rostros.

—Pero no va a cambiar nada el culparse a si misma.

—No. Tienes razón. Pero tampoco voy a cambiar nada fingiendo que no tengo ninguna responsabilidad.

En estas alturas ella sabía con tanta seguridad, como siempre había sabido que la Fuerza la había elevado a una existencia, la cual había girado y llevado por otro camino. Que podría cambiar las cosas. No iba a cambiarlas de inmediato, y no podría cambiar las de los hombres allí reunidos, pero de alguna manera cambiaria el futuro de hombres como estos.

—Si le sirve de consuelo, General, yo no estoy seguro de lo que haríamos si no estuviéramos haciendo esto, —dijo Gett—. Y puedes llegar a escuchar un montón de buenos chistes.

Se llevó los dedos a la frente y la dejó en su camarote.

En realidad ellos encontraban cosas de las cuales reírse, aun estando rodeados por el dolor y la muerte. Gett tenía ese humor discreto, inventivo e irreverente, que parecía común en cualquiera de uniforme, si no puedes aceptar una broma, al parecer, no deberías de haberte enrolado. Ella había oído a los Omega citar estás líneas de Skirata más de una vez. Tenías que ser capaz de reírte de lo contrario las lágrimas te emboscarían.

Etain se quedó mirando la sangre seca en sus ropas, y, mientras que la memoria la consternaba, no se atrevió a borrar las huellas enjuagándolos los residuos. Empujó la prenda debajo del colchón de la litera, cerró los ojos, y después ni siquiera recuerdo el haberse acostado.

Se despertó con un sobresalto.

Se despertó, y luego la nave cambió de rumbo y aceleró, pudo sentirlo. Pero eso no la había despertado. Había sentido alguna perturbación en la Fuerza.

Darman.

Podía sentir la vibración muy leve, que le decía que los motores del Intrépido se esforzaban a toda máquina.

Se sentó y sacó las piernas por el borde de la cama, frotando un calambre doloroso de sus pantorrillas. Un conjunto de túnicas limpias colgaban de un gancho detrás de la puerta de la cabina. No tenía idea de donde la tripulación las había adquirido, pero se lavó la cara en el lavabo y por fin se miró en el pequeño espejo para ver el rostro cenizo y rasguñado, envejecido rápidamente como si fuera el de un extraño.

Pero por lo menos pudo reconocer sus propios ojos.

Se puso las ropas limpias, estaba guardando su sable de luz y el del Maestro Kast Fulier —que siempre llevaba consigo sin ningún sentimentalismo sino por pura y pragmática precaución— cuando-se oyeron ruidos de botas que venían del pasillo exterior. Alguien llamó a la escotilla. La abrió fácilmente usando la Fuerza. Era tranquilizador saber que no era necesario esforzarse demasiado para hacer eso.

—¿General? —dijo Gett. Le entregó una taza de café, estando muy relajado para ser un hombre, cuya nave esta dirigiéndose claramente a una nueva urgencia—. Siento molestarle tan pronto.

—Esto es muy amable de su parte, comandante. —Tomó el café y vio que sus manos temblaban—. Sentí algo. ¿Qué pasa?

—General, me tome la libertad. Espero que no se ofenda, pero hice caso omiso de sus órdenes.

No podía imaginarse estar alguna vez molesta. Una vez le había ordenado a Darman que hacer, si alguna vez sentía que ella estaba metiendo la pata. Los clones sabían su oficio mucho mejor de lo que ella nunca lo haría.

—Gett, ¿sabes que confío en ti implícitamente?

Gett esbozó una sonrisa desarmadora, no muy diferente a la de Fi, pero con menos de ese sentimiento de desesperación por tatar de alegrar a todo mundo.

—He desviado la nave al sector Tynna. Recibimos una llamada Rojo Cero y pensé que realmente quieren que respondamos. Un día más o menos no va a hacer ninguna diferencia en la tasa de supervivencia de las víctimas.

Rojo Cero. Una orden de emergencia para que todas las naves respondieran a algún tipo de desastre, algo muy grave. A pesar de la extracción de la Cuadragésima Primera esta nunca hubiera sido una señal Rojo Cero.

—Yo también siempre le daría prioridad a un Rojo Cero. Buena decisión, Gett.

—Pensé que podría hacerlo. —La vio vaciar la taza y le tendió la mano para tomarla—. Sobre todo porque viene del Escuadrón Omega. Están en un dwang muy profundo, General.

Darman, pensó. Después de todo, la Fuerza siempre se aseguraba de que ella tuviera la información más relevante. Dar.