12
Definitivamente ese no es uno de nuestros speeders, Kal. Mira, yo sé por qué piensas que no necesito saber lo que tus chicos están haciendo. Pero alguien va a notar que volaste a su gente. Y si son de las FSC. ¿Qué quieres que les diga?
—Capitán Jailer Obrim a Kal Skirata
—¿Están seguros de que nadie los siguió? —dijo en voz baja Skirata.
El equipo de ataque, menos Ordo, se reunió en la sala principal, sentados donde podían. Por un momento Skirata estaba distraído por el modo en que Darman y Etain se acomodaron. Eso le decía algo, pero en estos momentos tenía asuntos más urgentes.
Él también se había tranquilizado. El observador rojo estaba de vuelta sano y salvo. Jusik, como era previsible, estaba tomando su papel como un hombre.
—Estoy seguro, Kal. Lo sentí.
—No te hagas el místico conmigo. ¿Aplicaste los procedimientos? Dame datos tangibles.
—No regrese a través de una ruta directa. Me regrese sobre mis pasos varias veces. Nada.
No tenía sentido gritarles. Skirata sabía que probablemente habría hecho lo mismo. Hubiera estado bien hablar sobre una esmerada vigilancia y una planificación meticulosa antes de resolver una amenaza, pero cuando un objetivo verdaderamente fétido caminaba delante de tú vista, él habría hecho lo mismo.
Y simplemente estaba aliviado de que habían regresado en una sola pieza.
—Está bien, la vigilancia se suspende por hoy. Cambiaremos los vehículos, vamos a iniciar los relojes de defensa, solo en caso de que la Fuerza haya engañado a Bard’ika y tengamos ahora a un montón de chicos malos dentro de nuestro caso. Enacca está localizando una segunda ubicación, para poder trasladarnos de nuevo si este lugar se ve comprometido.
Jusik parecía derrotado.
—Lo siento, Kal.
—Tú no estabas al mando. Me había cerciorado de que estabas listo para esto —Skirata volteo hacía Fi y Sev. Fi se veía cabizbajo; Sev estaba en blanco, en una completa insolencia—. ¿Y qué tienen usted dos que decir en su defensa?
—No va a suceder de nuevo, Kal. —Fi miró a Jusik—. Y fuimos Sev y yo los que decidimos ir por ellos. Si Bardan no hubiera hecho un vuelo inteligente, todos estaríamos muertos ahora y la operación hubiera terminado.
—¿Y tú, Sev?
Sev volvió la cabeza de una manera deliberadamente lenta.
—Lo que él dijo.
—Hijo, sé que piensas que eres un caso difícil porque sobreviviste a Walon Vau, y probablemente lo eres. Pero las operaciones antiterroristas son más acerca de esto. —Skirata se acercó a él y le golpeó la cabeza con tanta fuerza con los nudillos, que el golpe seco sobre el hueso fue audible. Sev parpadeó pero no movió ni un músculo—. Si hubieran pensado en ello durante dos minutos, podrían haber transmitido la identificación hacía aquí y podríamos haber planeado algo de vigilancia inteligente. Pero ahora tenemos otro preso, más un montón de chicos muertos, y tenemos que explicar por qué una empleada del GER no va a volver pronto a la oficina. Porque si ella no estaba trabajando sola, entonces, algunos di’kut van a notar que está ausente. ¿He dejado algo sin decir?
Niner, con los brazos cruzados, levantó la vista.
—Sí, ¿quién ayudara a Vau ahora? Él debe tener las manos ocupadas.
—Enacca. Los wookies son buenos pareciendo como una multitud.
Boss había estado notablemente callado durante los últimos diez días. Había trabajado sus rondas sin queja y no había mostrado nada de la confianza arrogante por la que los chicos Delta eran conocidos. Ahora estaba paseandose arriba y abajo a través de toda la ventana, lenta y deliberadamente, echando un vistazo de vez en cuando hacía Niner. Skirata se preguntaba si era el movimiento que el papel debía tener un sargento que le estaba llegando.
El poder también puede provocar una ebullición.
—¿Quieres decir algo, Boss?
—Con todo respeto, Kal, tenemos diferentes enfoques, ¿no es así?
—Escúpelo.
—Los Delta hacen neutralizaciones rápidas. Los Omega hace las cosas más consideradas. ¿Por qué no nos asignas las tareas de esa manera?
Por una vez, la roca sólida que era Niner mordió el anzuelo.
—Sí, ustedes explotan todo sin comprobar y nosotros pensamos primero. Desde luego que estoy de acuerdo con tú análisis, ner vod.
—Y tenemos una trayectoria ininterrumpida de misiones exitosas.
—Como nosotros no lo creo.
—Si tú lo dices.
Skirata no fue lo suficientemente rápido para cruzar la habitación y Niner había aplastado fuertemente a Boss contra la pared sin ningún tipo de advertencia. Si Skirata no hubiera gritado.
—¡Check! —Niner hubiera estrellado su puño sobre el rostro de Boss. Los dos hombres estaban casi nariz a nariz, enzarzados en un punto muerto.
—Esto se detiene en este momento —ladró Skirata—. ¿Me escuchan? ¡Cálmense!
Nunca había visto reaccionar a Niner así. Los soldados entraban en broncas todo el tiempo; era una parte inevitable de ser animado a luchar. A veces se pegaban un par de veces entre sí, pero rara vez era grave, no era más que un poco de valentía. Pero no sus chicos, y ciertamente menos Niner.
En algún lugar se había manifestado un cambio en todos los hombres, no importa cuán profundamente enterrados estaban, estos cambios podían salir proyectados.
—Nunca has perdido hermanos. —A regañadientes Niner dio un paso hacia atrás de Boss—. Nunca. No tienes ni idea.
—¿Alguna vez te preguntaste por qué? —dijo Boss.
—Suficiente. —Skirata puso un brazo entre ellos—. El siguiente en abrir la boca conseguirá un golpe de mí, ¿de acuerdo?
Este era el breve momento en que la pelea iba a estallar o desaparecer, y Skirata estaba secretamente incierto, si tenía lo necesario para separar a dos hombres más grandes, más jóvenes y más en forma. Pero Niner murmuró:
—Sí, sargento, —y se sentó en una silla al otro lado de la habitación, con el rostro blanco por la ira. Boss hizo una pausa, y luego lo siguió para sostener una mano apaciguadora.
—Disculpas, ner vod.
Niner simplemente lo miró, sin pestañear. Luego tomó la mano de Boss y la sacudió, pero su mente estaba claramente en otro lugar, y Skirata sabía exactamente dónde. Algunas cosas no desaparecen con el tiempo. Niner había perdido a otro Sev, además de DD y 0-Cuatro, en Geonosis; y durante el entrenamiento había perdido a dos-ocho, los Comandos de la República nunca olvidan a los hermanos que crecieron en la misma vaina apretada desde el momento en que los decantan.
Pero los Delta todavía tenían su vaina intacta. El mundo era diferente para ellos. Ellos pensaban que eran invencibles; la muerte sólo les llega a otros.
—Creo que tenemos que dar un paso atrás, —dijo Skirata, sangrando por Niner. Había pensado que el escuadrón estaba tan cerca de ser una verdadera vaina, pero todavía les separaba sus pérdidas—. Delta, retírense y coman algo en la planta baja y repórtense de nuevo a las mil novecientas. Omega, ustedes se retiran cuando ellos regresen. Tal vez todos nos sentiremos mejor con el estómago lleno.
No tenía sentido convertir esto en un concurso entre los escuadrones. Pero mezclarlos no había ayudado mucho. Skirata observaba a las tropas Delta dirigirse hacia el turboascensor. Iba a tomar más que comida para distraerlos, aunque por lo general cumplía su cometido.
—¿Estamos todos de acuerdo?
Atin levantó la vista de un datapad que estaba canibalizando. El desmantelamiento de las cosas parecían mantenerlo feliz.
—Estamos bien, sarge. Lo siento. Yo sólo no me siento feliz de llamarlo Kal. Excepto en público, por supuesto.
—Está bien, hijo.
Skirata se sentó en un lugar donde podía ver a Darman y hacer una evaluación discreta. Había algo en la forma en que se volvió ligeramente hacia Etain, y ella tenía mucho más contacto visual con él de lo que tenía antes. Skirata se preguntó por qué no había visto esto antes, y también en lo que había sucedido.
Si tenía razón…
Era malo para la disciplina, permitir que un oficial y un soldado raso tuvieran una relación. Pero Etain no era un oficial, y Darman nunca había elegido alistarse. El riesgo estaba más en cómo lo manejaría Darman, y cómo dejaría a sus hermanos, que de ahora en adelante pudieran sentir que estaban en un mundo donde todo aquel que no llevaba una armadura era libre para amar.
Skirata se puso de pie y cojeó hacía Etain.
—Ven y explícame algunas de esas cosas Jedi, —dijo en voz baja—. Le preguntaría a Bard’ika, pero todavía está en desgracia en este momento. —Hizo un guiño a Jusik para indicarle que estaba bromeando: el chico a veces tomaba las cosas demasiado en serio—. Afuera.
No fue sutil, pero Darman obviamente creía que nadie se había dado cuenta de lo que estaba pasando entre ellos. Probablemente pensó que Skirata quería discutir el lado desagradable del interrogatorio que ella había realizado.
Skirata se sentó junto a Etain en un banco desvencijado, que estaba apoyado contra la pared de la plataforma de aterrizaje. Caía la tarde y el aire olía a unidades deslizadoras calientes y al dulce aroma del polvo de una solitaria vid mayla, que había echado raíces en una grieta en la permacreto. Etain cruzó las manos sobre el regazo de su túnica azul pálido. Sin la túnica de un color marrón apagado no se parecía a un Jedi en absoluto.
—Tú y Darman, —dijo Skirata cuidadosamente.
Ella cerró los ojos por un segundo.
—Entonces, él te lo dijo. Supongo que te dice todo.
—Ni una sola palabra. Pero no soy estúpido. —Es increíble la facilidad con que la gente te dice cosas cuando ni siquiera les preguntas. Tal vez ella realmente quería que la gente lo supiera. Pero parecía que Darman no, y él tenía derecho a quedarse con la poca intimidad que tenía—. Escuché comentarios del escuadrón después de Qiilura.
—¿Me estás diciendo que me detenga?
—No, me estoy preguntando hacia donde se dirige todo esto.
—¿Vas a decirle a él que se detenga?
—No, si tú lo haces feliz. —Skirata pisó con cuidado, pero sabía que intereses debía poner en primer lugar, con o sin guerra—. Mira, yo sé mucho acerca de los Jedi. Sé que no puedes enamorarte.
—Se supone que no debemos. Pero a veces lo hacemos. Yo lo hice.
—Entonces, tus intenciones sobre él son serias.
—Nunca dejé de pensar en él después de Qiilura.
—¿Has pensando en lo que podría pasar?
—¿Que pueda sobrevivir sin él? Las mujeres sobreviven sin sus hombres todo el tiempo. ¿Que yo fuese expulsada de la Orden Jedi? Es un precio que bien vale la pena pagar.
—Etain, él es más vulnerable de lo que piensas. Es un hombre hecho y una máquina de matar, pero también es un niño. El que este llorando por su novia, puede ser una distracción muy peligrosa para él y para el equipo.
—Estoy consciente de eso.
—Detestaría ver que solo lo estás usando. Si vas a continuar con esto, será mejor que te atengas a las consecuencias. —Hizo una pausa para asegurarse de que ella entendía lo que estaba diciendo—. Tú sabes que lo protegeré pase lo que pase, ¿verdad?
Los labios de Etain estaban ligeramente separados y sus mejillas de repente se ruborizaron. Su mirada parpadeó ligeramente.
—Quiero que sea feliz, Kal. Yo nunca lo usaría.
—Me alegro de que estamos de acuerdo, —dijo.
Amenazar a un general Jedi era probablemente un delito para enviarlo a consejo de guerra. A Skirata no le importaba. Darman y sus hijos restantes llegaron antes que todo, antes de las necesidades de una joven y simpática Jedi, antes incluso de su propia vida, y ciertamente antes de los intereses políticos de la República.
Era una cuestión de honor, y de amor.
Pero Etain le daría a Darman un poco de consuelo y ternura en su vida, antes de que en los próximos día fuera arrastrado inevitablemente a una marea oscura, días que para él y sus hermanos ya estaban contados.
Skirata sólo tenía que mantener un ojo en la situación.
—Entones hazle feliz, ad’ika, —dijo—. Sólo hazlo feliz.
El rotulo arriba de los refrigeradores decía CLIENTES POR FAVOR RESPETEN LA REGLA DE NO ARMAS. Pero a pesar de que estaba escrito en cinco idiomas, así como en básico, la mayoría de los clientes no parecía entenderlo.
Ordo se deslizó entre el variado surtido de bebedores y jugadores, diluyéndose considerablemente por un mar de fatigados monos de color rojo oscuro del GER, confiando en que ninguna de las especies allí reunidas fueran sensibles a los olores. Ese era el problema con algunos explosivos. Tenían un olor característico. Ordo se había esforzado por desalinearse a sí mismo, transformándose también en los omnipresentes y fatigados monos rojos.
Laseema, la hembra twi’lek que había huido de la cocina cuando él la encontró acurrucada detrás de una mesa, le sonrió nerviosamente a través de la barra. En el momento que llegó a ella, ella ya tenía su jugo favorito de Muja esperándolo, aún y cuando no llevaba su distintiva armadura.
—¿Cómo sabes que soy yo?, —dijo perplejo—. Podría ser cualquier clon.
—La manera en cómo te paras. —Ella tenía una voz muy suave, y tuvo que esforzarse para oírla en el ruidoso bar—. Te paras como si todavía llevaras puesta esa falda.
—Kama, —dijo pacientemente—. Un cinturón-polaina. Se basa en un kama de caza tradicional mandaloriano. Fue diseñado para proteger las piernas. —Sí, la hombrera y la kama hacían que se irguiera más de lo habitual, con la espalda un poco arqueada. Tendría que verse como si quisiera pasar por un soldado clon ordinario—. Pero por ahora es suficiente.
—Ah, —dijo—. Ciertamente es muy llamativo.
Ordo estaba acostumbrando en llamar la atención de las hembras twi’lek, y más bien le gustaba.
—¿Qibbu te está tratando correctamente?
—Sí. Gracias. —Laseema sonaba como si realmente estuviera agradecida. Se inclinó un poco hacia delante. Todavía estaba desconcertado por el azul intenso de su piel, pero estaba más que dispuesto a acostumbrarse a él. Tenía una pequeña cicatriz en la punta de la barbilla que era turquesa y más bien decorativa—. ¿Tú amigo es un capitán?
Miró de reojo y Ordo siguió su mirada hacia Skirata y el Escuadrón Omega, que estaban comiendo algo no identificable y ocasionalmente levantaban un trozo de ello en un tenedor para inspeccionarlo entre todos con ceños preocupados.
—El de la cicatriz. Es agradable.
—Ese es Atin, —dijo Ordo arrastrando las palabras—. Él es… no es capitán. Es un soldado. —La gran mayoría del ejército se componía de soldados, esto no era información restringida. Atin levantó la vista con el sentido infalible de un soldado, al saber cuando alguien le estaba apuntando. Logró una sonrisa tímida—. Sí, es muy confiable.
—Tiene un montón de cicatrices. ¿Ha estado en muchas batallas?
Oh, de verdad que había estado estudiando cuidadosamente a Atin: aparte de la delgada cicatriz diagonal en su cara, el resto eran más difíciles de ver, sólo un par en las manos y una línea indicadora que era visible por encima del cuello de su túnica roja.
—Sí, —dijo Ordo—. Todos ellos han estado en unas cuantas batallas.
—Pobre Atin, —dijo, mirándolo fascinada—. Voy a traer tú comida en un momento.
Forzó una sonrisa como Kal’buir le había enseñado, cogió su vaso, y fue a reunirse a la mesa con los Omega.
—¿Qué te parece que es esto, Ordo? —Dijo Darman. Sosteniendo el tenedor para que Ordo pudiera inspeccionar el objeto ensartado en él—. Un tubo de algún tipo.
—Eso es lo que nos temíamos.
—Se trata de proteínas. —Ordo miró a Atin—. Laseema te ha tomado cariño, ner vod.
No hubo una gran alharaca, como Ordo había visto que otros hombres ordinarios hacían ante la mención de las mujeres. El equipo simplemente se sentó en silencio por un momento y luego reanudó su debate sobre el contenido anatómica del plato del día de Qibbu. Skirata se levantó y se movió a lo largo de la banca para sentarse a su lado.
—¿Tuviste éxito en tus compras?
—Tengo todo en lo que estaba en la lista. Disculpas por el retraso. Y traje algunos extras.
—¿Cómo que extras?
—Extras sorprendentes y también muy ruidosos.
Laseema se deslizó hasta la mesa y puso un plato delante de Ordo. Ella le sonrió a Atin antes de regresar a la barra. Ordo cogió el tenedor para comer, y el escuadrón estudió su plato con atención.
—Pero todos son vegetales, —dijo Niner acusadoramente.
—Por supuesto que sí, —dijo Ordo—. Mi puntaje de inteligencia es por lo menos treinta y cinco por ciento más que el suyo.
Esto era verdad. Skirata se rió. Ordo terminó con su plato lo más rápido que pudo y luego señalo hacia el turboascensor. Skirata lo siguió hasta sus habitaciones, donde el Escuadrón Delta limpiaba sus DC-17.
—Simplemente estamos quitando el polvo, —dijo Fixer, sutil como un bantha.
—Polvo de aburrimiento, —dijo Skirata—. Van a entrar en acción muy pronto. Así que, Ordo ¿qué conseguiste?
—Cien kilos de plastoide termal más cinco mil detonadores.
Incluso Scorch levantó la vista de su desmontado DC ante la mención de ello.
—Eso es un montón de artefactos para hacer desaparecer algo sin que nadie lo note, solo hay que almacenarlos.
—Los liberé en etapas de diferentes fuentes.
Skirata le tocó el brazo.
—Ahora explícame la sorpresa extra.
—El retraso se debió a que enriquecí todos los componentes, excepto uno o dos.
—¿Cómo?
—Un poco de refinamiento químico que los hará inestables si alguien intenta utilizarlos en otros dispositivos.
—¿Exactamente inestables en qué sentido? —Preguntó Skirata.
—Si no colocan un compuesto estabilizador en el plastoide, van a llevar su taller a órbita tan pronto como coloquen un detonador en el explosivo.
Scorch rió con aprecio.
—Sólo por precaución, —dijo Ordo—. Si terminamos usándolo para una operación encubierta y por alguna casualidad sale mal, entonces por lo menos quitaremos algunos huruunes en el proceso.
—Y también volaremos la mitad de la Ciudad Galáctica. —Sev gruñó para sí mismo y miró a través de su mira telescópica para calibrarla contra la vista de la ventana—. Ustedes niños asustadizos exageran a veces.
Skirata palmeó el brazo de Ordo.
—Buen trabajo, hijo. Ahora dime dónde lo tienes guardado.
—La mitad en la casa de seguridad y la otra mitad bajo la cama de Fixer. —Scorch soltó una carcajada. Boss le golpeó en el oído pero no le impidió que siguiera riendo—. Estoy compartiendo la habitación con Fixer, di’kut.
—Bueno, ni siquiera así lo despertarías si llegara a explotar.
Ordo aceptó que era un riesgo, pero los riesgos eran relativos. Y Skirata no había expresado interés en sus habilidades con artefactos avanzados, por lo que todavía podía mantener el regreso de Mereel como una sorpresa.
Él también iba a estar contento con la noticia de Mereel sobre Ko Sai.
—Así que todo lo que tenemos que hacer ahora es averiguar cómo logramos que ellos muerdan la carnada, —dijo Skirata—. Tal vez Vau está llegando a alguna parte con nuestra colega del GER.
Boss miró hacia arriba.
—¿Estás más interesado en el uso de artefactos para matarlos, rastrearlos, o hacerles pensar que todo va bien en el frente?
—Me quedo con las tres opciones.
—¿Se suele tomar todo este tiempo para llegar a ninguna parte?
Skirata rió.
—¿Todo este tiempo? Hijo, normalmente toma años hacer caer una red. Estamos a la velocidad del rayo. Todavía podría llevarnos años, y solo es una fracción de los problemas que se tienen haya fuera.
—Hace que te preguntes por qué nos molestamos.
—Porque no podemos no molestarnos, —dijo Skirata—. Y porque es para nosotros. —Se sentó en la silla en la esquina y puso sus botas sobre la mesa baja, cerrando los ojos y cruzando los brazos sobre su pecho—. Vau llamará en breve. Si no escuchó el comunicador, que alguien me despierte.
Ordo rara vez había visto que Skirata se durmiera antes que sus hombres. Y rara vez lo había visto usar una cama. Él siempre dormía en una silla si tenía la opción, y esto bien podría haber sido por la necesidad como mercenario de estar listo para despertar y luchar de inmediato, Ordo sospechaba que tenía mucho que ver con esa primera noche en Kamino. Su vida normal había cesado, y que permanecerá en espera hasta que haya logrado una escurridiza normalidad para sus tropas. Él siempre parecía estar esperando que los kaminoanos pasaran a través de la puerta.
Su respiración cambio al ritmo lento y poco profunda de un hombre dormido.
Scorch se puso a silbar, distraído por su tarea. Ordo se acercó por detrás de él y le apretó la mano con fuerza sobre su boca. Silencio. Silencio para Kal’buir.
Scorch captó la indirecta.
Ordo esperó, memorizando la descarga de Mereel hacia su datapad con un solo vistazo en cada pantalla.
Entonces el comunicador de muñeca de Skirata sonó. Abrió los ojos y levantó la mano cerca de su boca.
—Walon…
—Soy Jailer, —dijo una voz cansada.
Skirata se sentó de golpe. El escuadrón Delta se congeló.
—¿Dónde estás? —dijo Skirata.
—Barriendo un montón de tipos muertos con los colegas de la Unidad del Crimen Organizado.
—¿Perdón?
—Creo que tus muchachos iniciaron una guerra de pandillas. ¿Me podrías prestar a un Jedi, por favor?