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Para: OC de las OE, CG Coruscant: CC: OC de la Flota del Grupo de Protección

De: OC del Majestuoso, en las afueras de Kelara: 367 días después de Geonosis

Lamento informarles que hemos recuperado los restos de la NPT Z590/1, así como el cuerpo del piloto CT-1127/549. El CTP reporta que el carguero civil de la República Nova Crystal, registró en su bitácora que disparó contra una nave que describió como «pirata», la cual atacó su convoy para desalojarlos de su nave. Lamento también que, debido a las restricciones de seguridad, no estoy en condiciones de decirle al CTP —que el carguero mató a un piloto de las fuerzas especiales en servicio activo—, por lo que el CTP consideró al capitán del Nova Crystal como una especie de héroe.

CG flota de Operaciones, Coruscant 0600 horas, 368 días después de Geonosis: el primer aniversario de la batalla

Skirata salió del vestíbulo del cuartel de la flota de operaciones, para encontrarse con una mañana fresca y húmeda sin esperar esta bienvenida.

Había acabado por el momento. Los Omega habían sobrevivido y estaban regresando a casa. Necesitaban un descanso por el despliegue continuo en el espacio, estando seguro de que los necesitaba allí. Las FSC no podían manejar una gran operación terrorista en la capital del sistema, ni siquiera con Obrim alrededor.

La cuestión era cómo trabajar con lo que había dicho en el pasado Arligan Zey. El Jedi se mostró reacio en delegar en sus hombres, lo que él consideraba como un trabajo de seguridad en un momento como este.

Pero esto era ideal para Ordo y para el resto de los Null… y estaría mejor si tuvieran algunos comandos para desplegarlos.

Skirata se detuvo durante algunos unos minutos para inhalar aire fresco, los ojos le ardían por la fatiga, peinándose pasando sus dedos por su pelo a manera de cepillo. Ahora podría dormir. Los Omega estaban a salvo; Ordo estaba allí con él y sus cinco hermanos estaban bien y seguros.

Mereel estaba en Kamino. Si a Zey se le oyó murmurar que los Nulls eran el ejército privado de Skirata, no estaba del todo equivocado.

Todavía quedaban en servicio activo, noventa de los hombres que Skirata había entrenado desde pequeños, y también se preocupaba por ellos. Pero los Omega se habían convertido en lo más cercano a su familia, tal y como lo eran los ARC’s Null. Si fuera necesario se movería por toda la galaxia por ellos.

Le llamo la atención la fuente de mármol veteado de oro en el centro de la plaza. Se detuvo cuando pasó junto a ella y simplemente se inclinó y hundió su cabeza en el agua helada, mantuvo esta posición durante un refrescante pero breve y doloroso momento, antes de ponerse de pie y sacudirse el agua como si fuera un mott.

Un par de peatones tempraneros lo miraron y les devolvió la mirada, hasta que ellos miraron hacia otro lado. Era raro que alguien siquiera se fijase en él; se había hecho el hábito de ser discreto. Pero hoy no le importaba. ¿Tenían alguna idea de lo que estaba pasando alrededor de la galaxia en los cientos de campos de batalla? Se resistió al impulso de sujetarlos, zarandearlos y hacerlos escuchar lo que estaba sucediendo por su causa.

Era el primer aniversario de Geonosis y nadie parecía haberse dado cuenta de ello.

Ordo caminaba detrás de él.

—Kal‘buir. Deberías descansar un poco.

—Dormiré cuando tú duermas.

—Traigo buenas noticias.

—Puedo lidiar con ellas.

—El perfil de explosivos de Darman. La lectura en los prisioneros coincide con las características de fabricación, de por lo menos una cuarta parte de los dispositivos que han detonado hasta ahora. Tenemos una pista.

—Buen trabajo. Y bien por el viejo Dar. —Sonriéndole a Ordo, recordó una vez más lo buenos que habían salidos sus hijos—. Te diré algo, Ord’ika, me apetece desayunar, mientras que los de sistemas descomprimen esos datos. En el Kragget hacen un desayuno asquerosamente grasiento. No es el Skysitter, pero te prepara para pasar el día.

Ordo se encogió de hombros e inclinó la cabeza con una mirada visiblemente consciente de sí mismo hacia su armadura blanca impecable.

—De todos modos, no creo que seamos el tipo de clientes para el Skysitter.

Skirata no podía ver la expresión detrás de la visera, pero sabía que a Ordo le había hecho gracia. Era bueno que un hombre que había tenido una pesadilla inimaginable durante la infancia, pudiera encontrar todavía algo gracioso.

—Tienen servilletas. Y trataré de no salpicar salsa sobre ti. ¿De acuerdo? Sólo para celebrar el hecho de que los dos estamos todavía aquí después de un año.

Ordo empezó a caminar.

—¿Qué estabas haciendo hoy hace un año?

—Preguntándome a donde se habían ido todos mis muchachos.

—Lo siento, Kal’buir. Fue un despliegue muy rápido. Debería haberte despertado.

—Lo hiciste muy bien. Tenía que haberme despabilado y me di cuenta que tenían un trabajo que hacer.

—Sin duda, fuimos considerados por el número de posiciones enemigas, dijo Ordo.

—Nunca les dije adiós a los muchachos que no regresaron, eso es todo. Perdí nueve de mi lote.

—Pero la última vez que los viste, les hiciste sentirse seguros, respetados y amados. Eso es suficientemente valorado para cualquiera ‘Buir.

—Gracias, hijo. —¿Cómo le habrá hecho para crecer como un ser normal?—. Para variar, vamos a pasarla bien, ¿de acuerdo?

Durante unas breves horas, Skirata y Ordo hicieron lo que los civiles normales hacen, tomaron un paseo hacia los niveles inferiores de la ciudad, para tomar un desayuno peligrosamente insalubre pero reconfortante.

Skirata nunca había utilizado el transporte público junto con Ordo, y las reacciones de los otros pasajeros le fascinaban. Notó como les miraban de reojo. Probablemente las miradas se centraban en las fundas personalizadas de las pistolas gemelas de Ordo. La armadura del soldado ARC era espectacular, incluso en una ciudad hastiada por la presencia diaria de un millar de especies exóticas.

Skirata olvidaba con regularidad, cuán pocos de los civiles de la capital habían visto en su vida a un soldado clon cara a cara. Aparte del muy publicitado embarque masivo de batallones del GER, en los buques de asalto en el área de preparación militar de hace un año, la gran mayoría en Coruscant no tenía contacto alguno con ellos.

Y nunca sin sus cascos.

—Ord ‘Ika, —susurró—. Hazme un favor. Quítate el casco, ¿quieres?

Ordo hizo una pausa por un momento y luego levanto el sello del cuello y se quitó el casco. Skirata mantuvo un ojo en las reacciones de los otros pasajeros. Fue una revelación. Algunos miraban fijamente sorprendidos. Otros fueron un poco más lejos.

—¡Oh no, son humanos! —susurró un hombre—. ¡Y son tan jóvenes!

¿Alguno tendría idea de cuan joven era? Odiaba utilizar a Ordo así, pero era lo que había que hacer. El permanentemente cansado e irritable Skirata, se tragó su réplica y se convirtió en un diplomático por unos momentos.

—No señor, la guerra no es de droides combatiendo droides, —dijo—. ¿Puedo presentarles al capitán Ordo?

Ordo asintió cortésmente al hombre en el asiento del otro lado del pasillo, teniéndole la mano; Skirata les había enseñado a sus pequeños Null a actuar como buenos chicos cuando tuvieran que hacerlo. El hombre vaciló y luego se inclinó para estrechar la mano de Ordo, rodeando con sus suaves dedos pálidos de civil un guante negro. La expresión de su cara lo decía claramente, que no esperaba encontrar carne y hueso dentro de la cáscara droide, o recuperar su mano sin que hubiera sido triturada después.

—El placer es mío, señor, dijo Ordo.

Después de eso el paseo se tornó inusualmente tranquilo. Por lo menos ellos se habían inscrito en la realidad. Skirata le dio un codazo a Ordo para bajarse cuando llegaran al nivel del Kragget, y el ARC volvía a colocarse el casco.

—Te gusta impresionar, dijo Ordo.

—Me gusta enseñar, —dijo Skirata—. Lo siento, hijo.

Paseando por Coruscant con un capitán ARC completamente blindado, era difícil mezclarse con la multitud, pero él conseguiría una buena mesa en el Kragget, lo que significaba que el droide de servicio la limpiaría efectivamente antes de sentarse. Un par de oficiales de las FSC los reconocieron. A los agentes de policía y de seguridad les gustaba comer allí, porque estaba justo en el borde de sus «dominios», como algunos de ellos le llamaban al territorio rudo en el que ejercían su oficio, era un lugar práctico para una rápida respuesta a una llamada, pero lo suficientemente lejos para ser un refugio.

Ordo se sacó de nuevo el casco, para tomar del plato unas rebanadas de nerf fritas y humeantes. Los huevos eran de algo que Skirata no pudo identificar y sabía que no quería hacerlo. Se concentró en la sensación seductora de la yema de grasa caliente y salada en la boca, lavando el sabor con varias tazas de café.

—No podemos dejar esto por más tiempo a los chicos de azul, —dijo Skirata. Los dos sabían de qué se trataba, sin ser específico por estar en un lugar público—. Están parados por tener que hacer las cosas según el manual y de todos modos, no sabemos si todos están jugando para nuestro equipo. Este es algo para nosotros. Voy a hacer que Zey entre en razón de ello. Una vez que todo el mundo está de vuelta en la ciudad, va a ser mucho más difícil para él decir que no.

—Si el droide criptógrafo extrajera algunos datos relevantes de la pequeña captura de Atin, esto podría ser aún más difícil.

—Lo que me recuerda. Aún no le he presentado mis respetos a Vau.

—Prométame que no le enterrará el cuchillo de nuevo.

—Me voy a comportar.

El droide camarero parecía haber sido sustituido por una camarera Twi’lek, que se veía que sus primeros bailes ya habían pasado, pero todavía distrajo a Skirata por un segundo o dos. Puso otro plato de tiras de nerf delante de Ordo, que —como todos los soldados clon que Skirata había conocido— comían cualquier cosa que se pusiera frente a ellos.

Sonrió deteniéndose. Ordo se congeló y le devolvió la sonrisa con el nerviosismo de un niño pequeño, después se entretuvo con el desayuno y la camarera se alejó.

Skirata reflexionó sobre el descuidado poder de la juventud y lo incompleto que había sido como profesor en las habilidades sociales.

—De alguna manera no creo que te haya confundido con un droide. —Ordo parecía extrañamente aturdido por un momento.

—Er… He estado evaluando nuestras necesidades. —Limpiando su plato de nuevo, deslizando Skirata los huevos que no quiso, en el plato del hombre y los vio desaparecer—. Los equipos serán un problema. Tenemos que discutir esto antes de ver a Zey. Esto va a tomar un poco de recursos, vehículos, casas de seguridad, equipo de vigilancia especial y ¿las municiones?

Skirata había estado haciendo los cálculos al mismo tiempo que Ordo.

Por lo menos, necesitarían de dos escuadrones y un par de Nulls. Sin embargo, dos escuadrones de Comandos de la República, con su corpulento distintivo de chicos malos, con el kit de la armadura Katarn Mark III, además de Ordo y Mereel con sus espectaculares armaduras de color rojo y azul, sin duda denotarían una actividad inusual.

Puede que tarde o temprano tengan que usar esas armadura, aunque podrían utilizar ropa de civil el resto del tiempo.

Skirata masticó el último pedazo de nerf exageradamente ahumado, dejando los pequeños trozos crujientes y deliciosos al último, abriéndose una solución como como si fuera su mandíbula trabajando.

Esconderse a plena vista.

Eran buenos en eso. Podrían llegar a ser tan mundanos —con el cabello despeinado y ropa desaliñada— serían casi invisibles. Y así sus muchachos, serían todo lo contrario.

Todo lo que tenían que hacer, era ser uno de una serie de clones deambulando por Coruscant con su armadura completa. Y si de vez en cuando se quitaran la armadura y anduvieran con monos de trabajo, ¿quién realmente podría reconocerlos como individuos?

Todos ellos tenían el mismo aspecto que la mayoría de las personas, solo algunos Jedis que se preocupaban por ellos como hombres, así como sus propios hermanos los podrían reconocer.

Skirata lo consideró un desayuno muy productivo.

Abrió su comunicador y tecleó una solicitud de reunión con el general Zey. Luego se inclinó sobre la mesa, tomando a Ordo con las dos manos por su Pauldron del hombro, y le dio un paternal, ruidos y exagerado beso en la parte superior de su cabeza.

—¡Arreglado! —dijo—. ¡A simple vista!

La camarera Twi’lek observaba, fascinada.

—Hey, ¿puedo probar eso también?

—Es sólo un niño, —dijo Skirata, y le dejó una propina muy generosa. Ordo se levantó para seguirlo, embolsándose un par de palitos de pan para más tarde—. Mi hijo.

HANGAR DE LA NAR INTRÉPIDO

—Dios mío, aquí viene la división acorazada, —dijo el Comandante Gett. Se dirigió hacia el buque neimoidiano. Su carcasa estaba manchada y salpicada por marcas de quemaduras—. Los CR parecen tanques, ¿no es así?

Los Comandos de la República se veían terriblemente voluminosos junto a los soldados clon. Los primeros cuatro en salir de la nave de la Federación de Comercio eran un derroche de color, con sus maltrechas armaduras embadurnadas de marcas de colores verde, amarillo, rojo y naranja.

El segundo equipo contaba con unas armaduras negro mate, completamente sombrías y sin rasgos distintivos. Pero Etain supo al instante quienes eran ellos y que hombre era cada cual. No necesitaba librar una batalla para distinguirlos, sus formas en la Fuerza eran casi como regueros de fosforescencia en un mar tropical y fueron inmediatamente familiares, viejos amigos al instante.

Sólo estuve con ellos durante unos días y no los he visto ni hablado con ellos durante meses. Pero es como si nunca hubiéramos estado separados.

Fi —oh sí, ella sabía que era Fi incluso antes de que él hablara— saludo, levantó su casco y le guiñó un ojo.

—Señora, pareces la parte trasera de un bantha, —dijo con simpatía—. ¿Te buscó después de que estés presentable?

—Fi. —Sabía que tenía que permanecer digna y distante, aunque había sentido camaradería con muchos soldados clon en los meses transcurridos desde entonces, pero su primera y reacia orden hacía los Omega la había cambiado absolutamente—. Fi, realmente te extrañe. ¿Qué le pasó a la armadura gris?

—Tú sabes cuánto se quejó Dar por ser demasiado visible en Qiilura. Bueno ya, él te trajo un regalo. —Hizo un gesto por encima de su hombro. Darman estaba ayudando a un grupo de soldados a desembarcar a los prisioneros fuera de la nave neimoidiana.

Gett los examinó.

—Están todos en una sola pieza. Han sido muy buenos chicos esta vez.

El escuadrón Delta simplemente había desaparecido. Cuando Etain miró a su alrededor, vio que se habían instalado en un nudo apretado en una esquina de la cubierta del hangar, con los cascos puestos, obviamente hablando con atención. Lo sabía por el lenguaje corporal. Ellos no se sentían igual que los Omega en la Fuerza, en absoluto. Eran como un pozo concentrado, una piscina sin fondo de algo inquebrantable y totalmente enredados unos con otros. La impresión general que ellos tenían en la Fuerza era la de unos triunfadores con humor.

Niner y Atin se acercaron a ella y le estrecharon la mano. No sentían en absoluto que fuera inapropiado. Se veían cansados y ansiosos y ella quería hacer bien las cosas para ellos. Eran sus amigos.

—Apuesto a que les gustaría algo de comer, dijo.

—Por favor General ¿Hay alguna posibilidad de una ducha caliente y dormir unas pocas horas antes? —Niner se veía arrepentido y empujo suavemente a Fi por la espalda—. Yo primero. Estoy abusando del rango.

—No es realmente un sargento, General, —dijo Fi—. Él sólo les ayuda cuando están ocupados.

—¿Alguna noticia sobre nuestro piloto?, pregunto Niner.

—Sí. Lo siento mucho.

Esto nunca era fácil. Ella golpeó su datapad para que apareciera la copia de la señal que el Majestuoso había enviado a la flota, entregándole el pad. Niner lo miró, parpadeó y se lo pasó a Fi. Fi entreabrió los labios brevemente como si fuera a decir algo, y luego frunció ligeramente el ceño casi por el dolor. Se recompuso y sólo bajó la mirada hacia la cubierta.

—No es la primera vez, —dijo Fi, repentinamente sombrío, Etain nunca antes había visto ese aspecto en su superficie visible—. Y no será la última.

Etain los vio desaparecer a través de una escotilla en el mamparo de popa, detrás de un soldado. El Intrépido se estremeció ligeramente por debajo de las suelas de sus botas, tomando velocidad máxima para el regreso a Coruscant. Estaba esperando mientras Darman pasaba, lo que pareció un tiempo interminable sobre el alboroto del traspaso de la responsabilidad de los prisioneros. Se preguntó si él estaba reacio a hablar, después de elegir no permanecer en Qiilura con ella. Tal vez era sólo cuestión de asegurarse de que nada saliera mal.

Dejó de esperar y caminó con cuidado entre los soldados, los cuales todavía trataban de dormir un poco en la cubierta del hangar, acurrucados donde podían encontrar un espacio relativamente cómodo.

—Bien hecho —dijo ella, con la esperanza de que algunos estuvieran despiertos para escucharla.

Darman había cambiado.

Inclinó la cabeza para sacarse el casco, haciendo estallar el sello y luego sacudió su cabello y lo alisó con el guante. Y aunque sonreía, él no era el Darman con el que había compartido el infierno.

Parecía más viejo.

Los clones envejecen más rápido que los hombres normales. Tenía once años que representaban unos veintidós, pero parecía de cincuenta. Cuando lo vio por primera vez lo había percibido en la Fuerza como un niño, con su rostro cuadrado y los pómulos salientes, siendo al mismo tiempo de hombre y de niño, en esa etapa de la vida —si ella hubiera sido capaz de manipular el tiempo— el más leve empujón hacia atrás lo habría revelado como el niño que tan recientemente había sido. Pero ahora él era un hombre, hecho y derecho y sin ninguna traza del muchacho que había sido.

No era simplemente que hubiera envejecido dos años en uno. La mirada en sus ojos decía que era mucho, mucho más viejo, tan viejo como el campo de batalla, tal vez tan antiguo como la guerra misma. Ella había visto lo mismo en el rostro de cada soldado clon y comando y ARC que había estado bajo sus órdenes. Sabía que ella también tenía la misma mirada.

Pero de todos modos Darman sonrió, con una sonrisa tan amplia que hizo que el resto de la nave —incluida la galaxia—, fueran completamente irrelevantes para ella.

—Usted siempre corta muy bien, ¿verdad, señora?

—Es bueno verte, Dar. ¿Qué pasó con llamarme Etain?

—Ella se convirtió en un General y estamos en la cubierta del hangar.

—Tienes razón. Lo siento.

—¿Está confirmado definitivamente que volveremos a la base?

—A menos que quieras discutirlo con el oficial de guardia, creo que sí.

—Bien. Necesitamos un descanso. Probablemente sólo un día o dos.

El nunca pedía mucho. Ninguno de ellos lo hacía, se preguntó si ellos no sabían lo que el mundo tenía para ofrecerles, o si ellos se habían acostumbrado sólo a las necesidades básicas, demasiado abrumados para pensar más allá de la recuperación suficiente, para hacer el nuevo trabajo del día siguiente.

Le palmeó el hombro blindado y dejó su mano durante unos pocos segundos. Parecía como si de pronto hubiera recordado algo, avergonzándose de ello, de una manera en la que él lo disfrutó bastante.

—Debe ser agradable ser capaz de llegar a alguien a través de la Fuerza, —dijo Darman.

Así que él lo había sentido. Se alegró.

—Consíguete un «refrescador», dijo. —Ven a buscarme después si es que no estás muy cansado y te mostraré la nave.

—¿Todavía no conoces al sargento Kal?

—No. —Kal estaba siempre allí para Darman, en alguna parte, incluso en momentos como éste cuando ella quería decirle muchas cosas—. Cuando él llegue a la nave, tal vez podrías presentarme.

Darman sonrió claramente encantado.

—Oh, te va a gustar, General. De verdad que te va a caer bien.

Etain ciertamente esperaba eso. Y si no le caía bien, entonces trataría, por el bien de Darman.

CG DE LAS OE, CORUSCANT, 369 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS

El olor golpeó a Ordo mucho antes de llegar a la sala de reuniones. Era una mezcla familiar de lana mojada, moho y un almizcle aceitoso picante.

Skirata reaccionó visiblemente. Tensó su brazo derecho sobre su costado debido a una muy, pero muy vieja costumbre, dejando caer su cuchillo en su mano, solo tomó una fracción de segundo para que el mango tocara la palma de su mano, y de repente se lo arrebataron.

—Kal’buir, sería mejor si yo disparo, —dijo Ordo. Poniéndole una mano en el brazo de Skirata—. No voy a dejar que se acerque a ti.

—A menudo me pregunto si eres telépata hijo.

—Puedo oler al strill, tienes tu cuchillo preparado y nos reuniremos con el sargento Vau. Para saber esto no se requiere telepatía.

Ordo habría sido muy feliz en poderle disparar al strill sin pensarlo dos veces, ya que molestaba a Kal’buir. Pero no era culpa del strill apestar, o el tener a un amo que apreciaba la crueldad, o que por esto se había convertido en un animal salvaje. Había sido seleccionado por la naturaleza y entrenado por la gente para cazar por placer y no por comida, sin permitírsele que nada más cruzara por su mente.

Sintió un poco de lástima por el strill. Pero todavía lo mataría sin dudarlo un instante.

Las puertas se deslizaron hacia atrás. Ordo puso su mano derecha discretamente en la cacha de uno de sus blasters de repetición. Su atención instintivamente se fue hacia Vau, luego hacia el strill acostado en su regazo y luego al hecho de que tenía un tiro claro sobre ambos. Le tomo menos de un segundo procesar la información, para luego someter el impulso.

Detrás de la cabeza de Vau, las paredes de la sala de juntas del General Zey presentaban un hermoso y suave color aguamarina, pero no funcionaban. Skirata no se calmaba.

Y el Capitán Maze estaba sentado a la mesa junto a Zey, con los brazos cruzados sobre el pecho y tampoco estaba muy impresionado. Tenía una contusión púrpura en la punta de la barbilla, además de otra alrededor de un ojo y un corte en el puente de la nariz.

No pensé que lo hubiera golpeado tan fuerte, pensó Ordo. Lamentable.

Zey le hizo señas a Skirata para que entraran, indicándoles sus lugares en la mesa. Bardan Jusik se sentó a su lado, con las manos sobre la mesa en un intento de serenidad.

—Bueno, —dijo Skirata, y se sentó. Pasando su mano por la lujosa superficie pulida de la mesa—. Esto es bueno. Espero que nunca escuche a alguien quejarse de los gastos del GER en armaduras y armas.

—Kal, —dijo Vau cortésmente—. Es bueno verte de nuevo.

Vau fue acomodado en una de las sillas tapizadas más profundas y escondidas de la sala, con la espalda del strill sobre su regazo, con sus seis patas flotando en una postura desgarbada e indigna mientras se rascaba la panza. Su boca era enorme con colmillos con la lengua floja colgando, con un hilo largo de baba que caía casi hasta el suelo. Su cuerpo era de un metro de largo, prolongado por un látigo a manera de cola cubierta de piel suelta.

Sin embargo el strill era todavía más bonito que Vau. El hombre tenía una cara larga marcada por líneas de expresión, con una mandíbula cuadrada que era todo hueso, con el pelo gris oscuro cortado brutalmente corto. Los rostros raras veces mienten sobre el alma que lleva uno dentro.

—Walon, —dijo Skirata, asintiendo.

Zey hizo un gesto hacia Ordo para que se sentara, pero él se quedó de pie y simplemente se quitó el casco. Transfiriendo el conector del comunicador del tamaño de una perla hacia su oído, contestándole a Zey sin mirarlo directamente.

Skirata levantó la vista.

—Siéntese, Capitán.

Ordo sólo obedecía órdenes de un solo hombre, y ese hombre era Kal’buir.

Zey fue visiblemente bateado de nuevo. Sin duda, todos los demás ARC’s y los comandos saltarían cuando él se los ordenara, pero él debería haber sabido que Ordo por ahora no lo obedecería. Maze ciertamente lo hizo. Estaba mirando a su hermano ARC, como si esperara un chasquido de los dedos de Zey para darle permiso para saltar y devolverle los golpes.

—Maze, tal vez te gustaría tomar un descanso, —dijo Zey—. Esto sólo va a ser un tedioso asunto administrativo.

Maze se detuvo un momento, sus ojos nunca se apartaron de los de Ordo.

—Sí, señor. —Cogió su casco de la mesa y se fue.

Zey esperó a que las puertas se cerraran detrás de él.

—Vamos a escuchar su plan, sargento.

—Quiero desplegar a los Delta y a los Omega en Coruscant para identificar y neutralizar la red separatista, porque ellos están aquí, —dijo Skirata—. Tienen que estarlo para poder atacarnos tan fácilmente. Y las FSC no tienen la experiencia ni el personal para hacerle frente a esto, incluso podría haber alguien dentro de las FSC que le pase información a los terroristas.

Los ojos de Zey estaban fijos en él.

—Los Comandos son un activo militar. No uno de inteligencia. No son policías. Tenemos escenarios de guerra a través.

—Yo no tengo la intención de arrestar a alguien. Esto es una política de tirar a matar.

—No era consciente de que tuviéramos una política de ese tipo.

—Usted no la tiene, así que será mejor que tengamos una rápido.

—No puedo pedir al Senado que autorice el uso de las fuerzas especiales contra los residentes de Coruscant.

—No les pregunte. —En momentos como este, Skirata se convertía en un témpano de hielo; Ordo lo observaba con atención, ansioso por aprender más matices de la parte del soldado que no requiere de armas, solo de nervios y la psicología—. ¿También el Consejo Jedi es aprensivo sobre este tipo de cosas?

—Sargento …

—Entonces, tampoco les pregunte. De hecho, nunca tuvimos esta conversación. Todo lo que ha hecho es decirme que no puede pedirle al Senado su bendición para realizar un cambio en los términos de referencia del GER.

—Pero yo sé lo que está sugiriendo, —dijo Zey.

Skirata estaba jugueteando con su cuchillo. Ordo podía verlo, era un pequeño movimiento, pero pudo detectar la flexión de los músculos del antebrazo a través de su chaqueta. Skirata tenía la punta de la hoja descansando sobre el dedo medio torcido y lo estaba presionando muy ligeramente hacia arriba y hacia abajo, una preparación para soltar y luego coger la empuñadura.

—El Consejo Jedi es bastante adaptable para hacerse de la vista gorda, —dijo Skirata—. Para una organización que sabía que estaba asumiendo el control de un ejército con capacidad para asesinar, están enviando señales contradictorias a los simples soldados como yo.

Vau estaba viendo el intercambio, como un hombre que estaba siendo ligeramente divertido por un holovideo. El strill bostezó con un fino y agudo gemido.

—Se verán las diferencias en el Senado —dijo Zey—, esto es Coruscant.

—General, los días en que las guerras se libraban en otra parte, mientras que los hogares estaban encendidos en las casas se han ido.

—Lo sé. Pero hay milicias, y hay… cazarrecompensas y asesinos. Y el Senado tendrá cuidado de cruzar esa línea en su propia casa.

—Bueno, eso es lo que suele suceder cuando se deja a un montón de… cazarrecompensas y asesinos entrenar a su ejército.

—No sabíamos que teníamos un ejército hasta hace un año.

—Tal vez, pero el hecho de que usted esté sentado aquí con el rango de General, significa que ha aceptado la responsabilidad por ello. Ustedes podrían haber objetado, colectiva o individualmente. Podría haber hecho preguntas. Pero no. Usted cogió el blaster que encontró en el suelo y sólo disparó para defenderse. Al final fue una emboscada conveniente para usted.

—Usted sabe que alternativa había.

—Mire, General, tengo que dejar en claro algunas cosas, sólo soy un simple asesino y eso es todo. Esto para mi responde a algunas preguntas.

Zey debía estar furioso porque un mero sargento lo trataba como si fuera un empleado pedante y molesto, en lugar de un General curtido en la batalla. Sin embargo el crédito de Skirata era, que parecía el más interesado en encontrar una solución. Ordo se preguntó dónde terminaría la conveniencia y donde comenzaría el pragmatismo.

—Muy bien, —dijo Zey.

—¿Desea detener los ataques contra objetivos vulnerables, que están empezando a poner en peligro la capacidad de despliegue del GER y están destruyendo la confianza del público, en la capacidad del Senado para defender la capital?

—Sí.

—¿Cree que es una buena idea que algunos de nuestros agotados muchachos de las fuerzas especiales, tengan un descanso sin precedentes en Coruscant, después de meses de estar en el campo de batalla?

Zey hizo una breve pausa.

—Sí.

—¿Es necesario pedir a alguien más su autorización para este asunto puramente administrativo?

—No. El General Jusik es responsable del departamento de bienestar del personal.

Ordo permaneció con el rostro completamente impasible. ¿Le daría licencia? Nunca hubo ningún tipo de licencia para el GER, o de sus comandantes Jedi en la línea del frente de batalla. De todos modos, tampoco sabrían qué hacer con el tiempo libre.

Jusik parecía inmovilizado.

—Creo que algunos días de descanso y recreación en realidad serían una buena idea. —Skirata le sonrió con calidez genuina. Jusik estaba en lo cierto, él era uno más de los chicos, todo desesperación y coraje por el deseo de pertenencia. Era difícil saber si estaba jugando el juego o simplemente era un oficial decente—. Voy a meterme en la propuesta.

—Y señor —dijo Skirata—, ¿es cierto que sabían desde el principio que yo era un completo chakaar, que nunca puedo cumplir órdenes, que me mantenían en las sombras, que trataba a sus escuadrones como a mí ejército privado, y en general que era un delincuente mando como Jango, igual que él resto de esa escoria mestiza?

Zey se reclinó en su asiento y se pellizcó la punta de la nariz brevemente, mirando fijamente a la mesa de piedra azul.

—Sargento, creo que se darán cuenta de esto en algún momento en el futuro. —Las comisuras de sus ojos se arrugaron por una mínima fracción de segundo, pero Ordo si lo detectó—. Tengo mis sospechas. Sin embargo es difícil demostrarlo.

También en eso Zey estaba en lo correcto.

Vau había estado observando con interés el terso intercambio, y Ordo le había estado observando a él, porque también conocía demasiado bien a aquel hombre.

—Sargento Vau, ¿tiene alguna opinión sobre esta… ah… situación de licencia? —dijo Ordo.

—Oh no, ahora yo sólo soy un civil, —dijo Vau. El strill ronroneo. Vau, aparentemente distraído, acarició su horrible y maloliente cabeza, con los ojos entrecerrados ligeramente, mostrando un afecto cariñoso que nunca pareció compartir de sobra sobre cualquier otro ser vivo—. Sólo estoy dándole vueltas. Cuando los detenidos sean liberados, les voy a ofrecer una habitación por un tiempo y tendré una conversación con ellos. Nada que ver en absoluto con el GER o con el Senado. Simplemente un ciudadano cualquiera haciendo lo que puede para darle a los visitantes la bienvenida a Coruscant.

Jusik estaba viendo el intercambio con una expresión que sugería que estaba a la vez emocionado y consciente de que la apuesta acababa de incrementarse. En cierto sentido, estaban trastocando la democracia, pero también estaban ahorrando a sus amos políticos, el tomar una decisión que nunca se atreverían a tomar, pero tendrán que hacerlo.

—Eso es lo peor de tener a unos chakaare como nosotros a su alrededor, —dijo Skirata—. Acabamos de vagar por la ciudad, encontré un lugar del cual ustedes no conocen, para refugiarnos en él y también para meternos en todo tipo de travesuras, de las cuales ustedes tampoco saben nada. Luego les pasare las facturas por ello. Terrible.

—Terrible, —repitió Zey—. ¿Es esta la clase de cosa que las FSC pueden notificar?

—Teníamos que sacarles un poco las manos de esto, me imagino que los funcionarios de muy alto nivel en las FSC necesitan ser tranquilizados, pero no por usted.

—Terrible, —dijo Zey—. Hipotéticamente hablando.

El idioma era una cosa maravillosa, pensó Ordo. Skirata acababa de decirle a Zey que estaba a punto de irse de bandido, como él decía, ejecutando una operación no autorizada de tirar a matar en una zona civil y simplemente le enviaría a Zey la factura. Vau planeaba interrogar a los prisioneros. El alto mando de las FSC sería aplacado por Skirata si algo salía mal, sin necesidad de que Zey se involucrara. Y sin embargo Zey había autorizado todo.

Y el tema aún no había sido discutido.

—Me pregunto si alguien se dará cuenta de la salida de nuestros comandos, —dijo Jusik, aparentemente captando la idea.

—Probablemente, —dijo Skirata—. ¿Y no sería bueno también extender este despliegue hacia los honestos y normales soldados clones, a muchos de ellos? Eso sería bueno para la moral.

—Y para tranquilizar al público que verán soldados con armadura alrededor de la capital.

—Me pregunto cómo puedo persuadir a los funcionarios del Senado de que esto es una buena idea.

Zey interrumpió.

—¿Conoces a Mar Rugeyan, jefe del Senado en relaciones públicas? Solo pregunto.

Skirata asintió.

—Creo que sí he tenido algún contacto con él.

—Excelente, —dijo Zey—. Sé que ustedes dos se llevaran muy bien.

Y la conversación que nunca se había llevado a cabo termino.

Skirata se puso de pie para irse y Vau dio al strill un suave empujón para persuadirle para que cayera el piso. Quejándose mediante un grave estruendo, pero se conformó quedándose a sus pies, mirando hacia arriba a Skirata con sus ojos dorados enrojecidos. La mano de Skirata todavía tenía forma de copa, con el arma a su lado, de esa manera Ordo sabía que a menudo eso procedía a una pelea.

—Kal, escuche que Atin está de regreso, —dijo Vau.

Skirata salió de la habitación con la cabeza gacha, con Ordo justo detrás de él. Seguido por Jusik.

—Mantente alejado, —dijo Skirata en voz baja—. Voy a reunir a todos los que vienen en el Intrépido. Eso incluye a los Delta. Ya nos están más a tu cargo, ¿recuerdas? Sólo siéntate en el cuartel y espérame para darte la dirección del lugar.

Ordo no se dejó engañar por la falsa cortesía de Vau. Hace siete años Vau se había impuesto sobre él como figura de autoridad, un hombre con su armadura mando de color negro y con un strill pisándole los talones. El nombre del strill era Lord Mirdalan. Ordo, al igual que todos los Nulls, se acordaba claramente de eso; deseando a veces no recordarlo. Pero al menos le dio claridad y sabía que esto había sido el origen de todos sus miedos y ansiedades. Lord Mirdalan-Mird se abalanzó sobre él al escuchar el chasquido de dedos de Vau.

Ordo amago un poco con sacar el blaster que Skirata le había permitido conservar, y habría matado a este animal de no ser porque Kal’buir gritó:

—¡Check! —congelándose junto con el blaster, el cual apuntaba entre los ojos de mird. Vau, recordó Ordo, se había reído, dijo que Ordo era ge’verd «casi un guerrero». Y Skirata también amago con darle una patada a mird para hacerlo retroceder, diciendo que al respecto no era un «casi».

Ordo observó al strill cuidadosamente. La criatura corrió por delante de ellos, aspirando ruidosamente mediante sus grietas nasales, dejando tras de sí una ráfaga de olor acre y un rastro de baba.

—Si esa cosa te va a acompañar en el trabajo, —dijo Skirata—, es mejor que lo mantengas bajo control, o encontrare un uso para una piel de strill.

Saco su brazo y movió la muñeca antes incluso de que Ordo pudiera reaccionar. La hoja de tres lados paso rozando a mird y se ensartó en el piso de madera pulida un paso por delante de él. El cuchillo se mantuvo vibrando.

Mird chilló, saltando hacia un lado. Ordo se interpuso entre Vau y Skirata, dispuestos a defender a Kal’buir en otro enfrentamiento con el hombre al que detestaba.

Pero Skirata solo fijo la vista en Vau, con una mirada que decía que no estaba bromeando. Vau le devolvió la mirada, con la cara larga y dura, convirtiéndose de repente otra vez en un asesino.

—No es culpa del strill, —dijo Skirata. Caminó unos pasos hacia adelante y sacó el cuchillo del suelo. El strill se alejó de él, con los labios curvados hacia atrás mostrando los colmillos.

—Pero ustedes están advertidos, los dos. Tenemos que hacer este trabajo, y esa es la única razón por la que aún no los he destripado. ¿Entendido?

—Seguiré adelante, —dijo Vau—. Y es hora de que tú también lo hagas, antes de llegar a tener que matarte.

A Ordo realmente no le gustó eso. Sacó la vibrocuchilla personalizada de su guante, era mejor tener un arma más cerca que sus blasters.

Skirata le hizo una seña con la palma hacia abajo, déjalo.

—Mantente útil Walon. —Hizo una seña a Jusik y a Ordo para que lo siguieran—. Y espero que Atin también siga adelante, porque ahora no me voy a interponer en su camino.

—¿Qué tan lejos es demasiado lejos, Kal? ¿Puedes responder a eso? ¿Hasta dónde puedes llegar? —Vau dijo después—. Convertí a ese chico en un guerrero. Sin mí, hoy no estaría vivo.

Por él, pensó Ordo, Atin casi no estaría vivo.

—¿Por qué no le dijiste a Zey que también podríamos tener una fuga de información dentro del GER?, —preguntó Ordo.

—Porque, —dijo Skirata—, no puedo asumir que yo sé que hay una fuga. Ni siquiera sabemos si de verdad hay fuga de información. Hasta entonces, sólo el equipo de ataque sabrá lo que estamos buscando.

—¿Qué pasa con Obrim? Es un aliado.

—Espero que sí. Pero al final, ¿quiénes serán las únicas personas en las que realmente podemos confiar?

—En nosotros mismos, Kal’buir.

—Entonces, nos aseguraremos de saber quién está viendo nuestra espalda kar ‘tayli ad meg hukaat’kama.

Ese era un buen consejo para vivir. Ordo sabía quién siempre lo cuidaría.

NAR INTRÉPIDO, AL SECTOR DE CONTROL EN COURUSCANT, 369 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS

—Realmente debería hacer un holo de esto, —dijo el comandante Gett. Metiendo la mano en el conjunto de bolsas sujetas a su cinturón, sacando una pequeña grabadora—. No sucede muy a menudo.

Etain y el comandante de la nave de asalto estaban de pie en el balcón que sobresalía del hangar superior, observaban el espectáculo extraordinario por debajo de ellos en la cubierta. Ella había oído hablar de esto, pero nunca lo había visto. Era el Dha Werda Verda, un canto ritual de batalla mandaloriano.

Los hombres de elite de la cuadragésima primera y algunos otros de las naves de la compañía —cerca de cincuenta en total, sin los cascos— estaban aprendiendo a cantarla con una cierta instrucción de Fi y de Scorch. Sev se diferenciaba fácilmente por las franjas rojas sangre pintadas en su casco, se sentó sobre un cajón de municiones cercano, limpiando sus accesorios de francotirador y mirando como si no estuviera interesado en unirse.

Pero por supuesto que sí lo estaba. Etain podía sentirlo y ni siquiera estaba correctamente sintonizada a la presencia de Sev en la Fuerza.

El Dha Werda parecía temible. El General Bardan Jusik un joven que apenas le llegaba a un comando clon al hombro, dijo que le encantaba verla, extrayendo tanto valor de lo que aprendió a cantar con sus hombres. Era el legado de Kal Skirata, Jusik explicó que el veterano sargento quería que sus hombres conocieran su patrimonio y les enseñó este rito junto con la cultura y el lenguaje mandaloriano.

¡Taung-sa-rang-bro-ka! ¡Je-tii-se-ka-’rta!

Los comandos fueron apilando ritmo sobre ritmo, golpeando primero en su propia armadura y luego giraban para seguir el ritmo en la armadura del hombre a su lado. Con un compás de tiempo preciso, era espectacular, si no había una buena coordinación, un soldado podría romper la mandíbula del hombre que estaba a su lado.

¡Dha-Wer-da-da-Ver-aden-tratu!

¡Cor-u-scan-to-kan-dosii-adu! ¡Duum-mo-tir-ca-’tra-nau-tracinya! ¡Gra-’tua-cuun-Hett-su-dralshy’a!

Era irresistible, antiguo e hipnótico.

El canto se levantó de la cubierta del hangar en una sólida voz común. Reconoció palabras como Coruscanta y jetiise.

Coruscant y Jedi. Eso no pudo haber estado en el canto original mandaloriano. A pesar de que su herencia había sido adaptada para servir a un estado en el que no tenían participación. Así era, Etain recordó algo sobre ser guerreros en las sombras y obligando a los traidores a arrodillarse ante ellos.

Eran guerreros sumamente aptos, mostrando su disciplina y sus reflejos, cualquier enemigo de carne y hueso que hubiera sido debidamente advertido del poder de estas fuerzas les temería.

Pero los droides no conocían la sensación del miedo. Era una lástima, de verdad.

Etain se estremeció. Los golpes parecían reales. Estaban poniendo todo su peso detrás de cada uno.

Sorprendentemente, ninguno de los iniciados había calculado mal los movimientos como para recibir un golpe accidental en la cara. Fi y Scorch demostraban otra secuencia. Chocando las armaduras. Sev abandonó su fingido desinterés, se quitó el casco y se unió al canto. Luego apareció Darman y formaron una línea de cuatro en la parte delantera.

Era extraño ver a Darman realmente disfrutando, ajeno a su entorno, ella no tenía ni idea de que tenía una voz tan potente.

—Jusik siempre habla de esto, —dijo Etain.

—He visto hacerlo a unos pocos escuadrones, —dijo Gett—. Me han dicho que llegó a través de Skirata.

—Sí. —Etain pensaba que ella nunca estaría a la altura de aquel hombre. A la mitad habría sido suficiente—. Él enseñó a todos los comandos a vivir su legado mandaloriano. Ya sabe, costumbres, el idioma, los ideales. —Estaba fascinada por la precisión inconsciente de los hombres que tenían exactamente la misma altura.

—Es muy raro. Es como si tuvieran una compulsión por hacerlo.

—Sí, sí la tenemos, —dijo Gett—. Es muy estimulante.

—Lo siento. Eso fue grosero de mi parte.

—No hay problema, General. Ciertamente no era parte de nuestro entrenamiento en Kamino. Ahora esto se transmite de hombre a hombre. —Parecía inquieto. Ella sabía lo que estaba pensando—. General.

—Deme la grabadora, —dijo y sonrió—. Adelante.

Gett tocó su frente con su guante y salió disparado por la escalera hasta la cubierta, deslizándose los últimos tres metros sobre el pasamanos. Fue maravilloso ver la mezcla de armaduras de color amarillo con franjas de los comandantes y pilotos, las lisas y blancas de los soldados y la mezcla abigarrada de colores de los comandos, haciendo juntos un antiguo ritual mandaloriano, donde cada cara era la misma.

Etain se sintió a la deriva, excluida.

Nunca había sentido un verdadero vínculo a tal grado con su clan Jedi. La conexión en la Fuerza estaba allí, sí, pero… no, la unión real aquí era el apego, la pasión, la identidad, el significado.

Pensó en el Maestro Fulier, el hombre que insistió en que tuviera una segunda oportunidad como padawan, y no ser consignada a construir campos para refugiados porque no tenía control. El hombre que era también un apasionado y con tendencia a asumir causas, el Jedi que perdió la vida porque no pudo mantenerse al margen de una pelea, cuando la milicia de Ghez Hokan le daba una paliza a los lugareños en Qiilura.

Etain pensó que no era malo ser un Jedi de ese tipo. Sin seguir el librito, pero centrado en el juego limpio y la justicia. También los soldados clon valoraban eso.

Pronto se dio cuenta que Darman la miraba, sonriendo, y si no hubiera sido por su armadura y por los alrededores, podría haber sido cualquier joven mostrando su destreza a una mujer. Le devolvió la sonrisa.

Todavía le envidiaba su enfoque y disciplina, especialmente en la manera como se las había arreglado para no perder estas cualidades, después de haber estado expuesto a una galaxia, que no acababa de parecerse al ideal que probablemente le habían enseñado en Kamino.

Pero Kal Skirata había sido en gran parte responsable de su formación. Todavía no había conocido a Skirata, pero una de las cosas de las que si estaba segura de que él, al igual que un Jedi, era un hombre pragmático que trataba con la realidad.

El Dha Werda repitió verso tras verso. Entonces sonó una chicharra y entró el sistema de voceo.

—Acérquense los hombres con responsabilidades en el puente. A las estaciones los de control de daños y de incendios. Prepárense para atracar.

El Comandante Gett salió de las filas y llegó corriendo de nuevo por la escalera, secándose el sudor de la cara con un trozo de tela cuidadosamente doblada.

—General, ¿quieres venir al puente para ver la nave de al lado?

—No voy a ser de mucha ayuda, pero claro que me gustaría.

Era como si estuviera dejando una nave después de una larga relación, como un capitán al llegarse su retiro. Ella era sólo un oficial temporal, pero Gett la había tratado como si realmente tuviera alguna importancia en la tripulación y descubrió ese gesto. Se puso de pie frente a la consola de control y vio como los garfios de atraque y las plataformas se deslizaban más allá de la pantalla y la tripulación maniobraba mediante instrumentos al Intrépido. Gett tenía la encomienda.

—Detener el reactor.

—Detén el reactor, Comandante… el reactor se detuvo.

La propulsión secundaria del Intrépido se estremeció en silencio. La nave se deslizó poco a poco hasta el muelle, mediante la potencia de los remolcadores trayendo a ella al lado de babor, como Etain había aprendido a llamarla. Caminó lentamente por el puente para observar el equipo de atraque dando su consentimiento para que desembarcaran los miembros de la tripulación que serían transferidos, así como para permitir que abordaran los equipos de mantenimiento y reposición de suministros.

Hubo una ligera sensación discordante mientras la nave se posó en contra de las enormes defensas del muelle. El Intrépido volvía a salvo a puerto seguro por el momento.

Etain le tendió la mano a Gett.

—Guantes afuera, mi amigo.

Él se encogió de hombros, sonriendo, quitándose totalmente el guante. Se estrecharon las manos como iguales. Luego ella pulso una tecla en la consola, activando el sistema de voceo que llegaba a todas las cabinas, a cada departamento, a la cubierta y al hangar de esta enorme nave de guerra.

—Caballeros, —dijo—. Ha sido un honor.