XXXVII
En el reino del carbón

Dormir es difícil cuando el cuerpo no tiene más punto de apoyo que un duro banco, y cuando a uno le estremece la idea de apoyar la cabeza en el hombro de semejantes acompañantes. Jacques, sin embargo, aislándose en medio de ese alboroto ensordecedor, consiguió adormecerse apoyando la cabeza en su sombrerera; de vez en cuando se despertaba con los riñones destrozados, con calambres en las piernas, y apartaba a la mole que le había tocado al lado y le aplastaba con su masa; se sentía llevado a una velocidad espantosa por ese tren que ninguna estación detenía entre Edimburgo y Londres; el ferrocarril se dirigía hacia la costa, y atravesó la frontera escocesa en Berwick para entrar en el condado de Northumberland; en Newcastle, Jonathan, que no dormía, vislumbró por una ventana entreabierta un rincón de la imponente campiña en la noche oscura; ese reino del carbón de piedra está literalmente en llamas; penachos de flamas tremolan sobre las altas chimeneas de las fábricas: son los árboles de esa comarca sucia y negra, y su conjunto forma un bosque inmenso, iluminado por reflejos rojizos; esa tierra minada exhala un gemido sordo y continuo; el trabajo subterráneo se prosigue sin tregua en las entrañas de esas cuencas mineras, y las minas se prolongan hasta bajo el mar, desafiando a sus impotentes olas; Newcastle, la ciudad del carbón, se basta para alimentar al mundo entero con las doscientas mil toneladas de sus barcos mercantes.

El tren prosiguió su fantástica marcha, y pronto esa tierra de fuego desapareció en las tinieblas; las horas de la noche transcurrieron sin aplacar ni adormecer a esos insoportables ingleses.

Jacques intentaba descansar como podía, cuando, al pasar por York, el viajero a su lado lo despertó con un violento golpe, diciéndole:

It is York-city.

Jacques, furioso, se encolerizó terriblemente y acalló con disparates franceses al inoportuno gentleman; agotó su vocabulario, mientras que el inglés recibía la avalancha con una sonrisa beatífica; nunca se arrepintió tanto de no saber inglés; quiso incluso obligar a Jonathan a decirle disparates al insular en su lengua materna; pero el músico se negó rotundamente a ello; como verdadero filósofo, aceptaba esa situación desagradable y sólo se preocupaba por su pasaporte, encerrado en el desaparecido baúl.

Unas horas más tarde, el sol salía sobre el ducado de Leicester: algunos restos antiguos, algunas viejas ruinas medio sajonas, medio romanas, fueron encontrados en ese suelo fértil, cubierto de extensas y verdes praderas; aquí y allá yacen, aspirando el rocío matutino, esos grandes bueyes que son la gloria y el consuelo de los estómagos ingleses. La campiña es acogedora, los cottages se multiplican, y unas largas hileras de casitas todas iguales, todas parejas, se extienden a lo largo de las carreteras bien cuidadas; una ligera neblina difumina esos paisajes poco variados, dándoles un aspecto particular.

Con el día, el ruido redobló en el compartimento; unos comestibles demasiado aromatizados fueron extraídos de unas profundidades desconocidas; las botellas de viaje fueron destapadas, y una mezcla de joven aguardiente y de cerdo viejo incensó el recalentado ambiente. Jacques encontraba esas emanaciones tanto más desagradables cuanto que tenía hambre y sed, sin perspectivas de calmar una ni otra; quiso abrir una de las ventanas, pero tuvo que renunciar ante la oposición de los otros viajeros; esas gentes podrían viajar en un baño de vapor, y se sentirían tan cómodos.

El interminable trayecto pareció muy largo en esas molestas circunstancias; hubiese sido insoportable si mil escenas familiares, mil detalles de costumbres no hubiesen captado las observadoras miradas; tras esa noche de ruido y de insomnio, las caras aparecían por fin con sus variadas expresiones; algunos de los viajeros habían visitado Edimburgo por placer; pero la mayoría, aprovechando lo económico del viaje, en realidad emigraban con su familia casi miserable y toda su fortuna, contenida en algunos tartanes agujereados, o en unos paquetes envueltos en pañuelos: ¡unos cuantos desgraciados más para la gran ciudad!

Finalmente, la campiña se transformó poco a poco, los senderos se convirtieron en calles, los pueblos en barrios; la atmósfera, más espesa, se cargó de brumas oscuras; las chimeneas de fábrica se multiplicaron, prodigando al maculado cielo su contingente de humo y de hollín; la vía del ferrocarril ora atravesaba calles enteras, ora se sumía en tenebrosos túneles. Por fin el tren se detuvo. Jonathan se precipitó a la estación y corrió a informarse; necesitaba a toda costa su baúl; un montón de paquetes, una montaña de equipajes se ofreció a su vista; todo estaba revuelto, aplastado, volcado, y en razón de una ley de la gravedad muy particular, los paquetes grandes se encontraban encima de los pequeños, y los objetos pesados encima de los estuches y cajas de cartón. No existe ningún orden para la distribución de los equipajes; quien quiere coge el que le conviene. Por fin, Jonathan consiguió recuperar su pertenencia bastante deformada, y sin pedir más explicaciones, seguido de Jacques, subió a un cab, de los que estacionaban en gran número en la misma estación. Al cabo de unos instantes, tras un viaje de trescientas noventa y cinco millas realizado en quince horas, los dos amigos atravesaron New Road, alejándose de la Northern Railway Station.

Viaje maldito por Inglaterra y Escocia
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml