XXVI
Nueva lección de pronunciación

—Y ahora, señores —dijo mister B...—, sólo nos queda regresar a Inverleith Row, donde debe esperarnos la cena.

—Con mucho gusto —respondió Jacques—, pero si lo permite tomaremos un coche, pues estoy extenuado.

—Nada más fácil, en la estación de la calle del Príncipe; por suerte sólo tenemos que ir cuesta abajo.

Al cabo de unos minutos, habían atravesado los jardines, y un carruaje se dirigía hacia la residencia de mister B... La cena fue servida con el mismo obsequio que el día anterior, y se distinguió por cierto haggis, especie de pudin compuesto de carne y de harina de cebada propio de Escocia, el cual fue dignamente apreciado. Tras las diferentes ceremonias de los postres, miss Amelia se dispuso a componer el programa de la excursión a los lagos; había realizado por sí misma esa gira de artistas, y su memoria fue maravillosamente útil para combinar las horas de salida y los medios de transporte.

Los turistas debían ir directamente a O... por el Forth, de ahí llegar hasta Glasgow en ferrocarril, por Stirling, y regresar por el lago Lomond y el lago Katrine. Dos días bastarían para ese magnífico paseo. Miss Amelia escribió la hoja de ruta de su propio puño, con esa letra fina y alargada, tal vez la única cosa elegante que hayan podido inventar las inglesas. Jacques le pidió el valioso documento, y para hacer gala de su saber, le dijo contorsionando la mandíbula:

Miss, give me, if you please, one document for reading! (pero pronunciando raiding).

Miss Amelia pareció extrañada, y le contestó:

—Eso que pide no es posible, puesto que irá usted por mar.

—Y bien, miss, qué relación...

—Pero no puede ir allí a caballo.

Jonathan, por más que se esforzase, no podía menos que reírse a carcajadas.

—Miss, esa es otra de las jugarretas que le gasta a Jacques su estupenda pronunciación.

—¿Cómo es eso? ¿Qué es lo que le he pedido a miss Amelia?

—¡Le has pedido ese documento para montar a caballo! For raiding!

Miss Amelia compartió la hilaridad de Jonathan. El pobre Jacques había pronunciado raiding en lugar de riding, y se juró a sí mismo no permitir más que esa espantosa lengua volviese a ensuciar sus labios.

A eso de las diez, los viajeros se despidieron de la amable familia; se volverían a ver a la mañana siguiente, de paso hacia Granton Pier, para depositar en la casa los baúles que no se iban a llevar a la excursión, y compartir el té matutino.

Al día siguiente, el tiempo, que había sido hasta entonces magnífico, pareció ensombrecerse; el viento viraba al oeste, amontonando grandes nubarrones en el horizonte.

—¡Diantre! —dijo Jonathan— ¡vamos a tener lluvia!

—Pues bien, veremos lagos y montañas bajo un nuevo aspecto, amigo Jonathan; no nos quejemos, y partamos...

Pidieron un coche; Jonathan abonó la cuenta del hotel Lambret, donde las habitaciones, como en toda Inglaterra, cuestan el precio exorbitante de cinco shillings por noche; a las ocho y media, tomaban el té por última vez con la familia B...

A las nueve, el coche se detenía en el dique de Granton Pier; la lluvia empezaba a caer; se elevó un viento violento, y a punto estuvo Jacques de perder su sombrero; de no ser por un joven gentleman descalzo y con harapos que lo detuvo al borde mismo del abismo, adiós sombrero. Jacques recompensó el servicio mediante la dádiva de one penny, que el muchacho recibió fríamente con gran dignidad.

La primera preocupación de Jacques fue dirigirse a los paquebotes que realizan el servicio entre Edimburgo y Londres, para pagar el viaje de regreso. Se trata de magníficos vapores, acondicionados con el esmero y las comodidades que aportan los ingleses sobre todo a sus construcciones marítimas. Allí, con la ayuda de Jonathan, Jacques se informó de que la travesía se hacía en cuarenta horas como mínimo, al precio de veinte shillings en camarote de primera. La próxima salida tendría lugar el miércoles siguiente con la marea de las dos.

—El precio es correcto, pero la ruta algo larga, y el tiempo muy inseguro.

Jonathan hablaba así considerando las olas bastante fuertes que rompían mar adentro.

—Eso lo decidiremos en camino —repuso Jacques—. Está sonando la campana del barco del Forth, embarquemos, ¡embarquemos!

El vapor, el Prince de Galles, estaba atracado junto al malecón; su chimenea vomitaba torrentes de humo, y su caldera roncaba sordamente. A bordo reinaba una gran actividad, y a la llamada de la campana, los viajeros retrasados acudían apresuradamente. El steamboat comunicaba los principales pueblos o aldeas de las orillas del Forth: siempre va atestado de pasajeros, que se sientan en un rincón y ya no se mueven hasta la llegada. Había allí una multitud de comerciantes, de country-men, de propietarios, de ministros protestantes; éstos, con su larga levita negra y sus calzas cortas, se distinguían por la frescura de su rostro y la gravedad de sus gestos; uno de ellos, un joven de treinta años, de agradables rasgos, apoyado elegantemente en su bastón, recordaba a uno de esos curiosos tipos del Vicario de Wakefield.

A pesar de la lluvia que caía con cierta violencia, ningún viajero buscaba refugio en el salón; los escoceses y los ingleses suelen estar acostumbrados a ese contratiempo y no paran mientes en él; por lo demás, saben viajar, no cargan con equipaje inútil; se abrigan bajo su manta de viaje, y se confortan el ánimo con la ginebra o el whisky de su inseparable botella; entrando así en calor, desafían al viento y a la lluvia; es lo que ellos llaman vestirse por dentro.

En esto, sonó la última campanada; Jacques y Jonathan bajaron a cubierta por una pasarela bastante empinada que le producía vértigo a este último; la cadena fue devuelta a la tierra y el Prince de Galles no tardó en salir de la dársena que le protegía de las olas del mar del Norte.

Viaje maldito por Inglaterra y Escocia
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml