I
Cómo se emprendió el viaje a Inglaterra y a Escocia

Charles Nodier, en Fantaisies du dériseur sense1 da este consejo a las futuras generaciones: «A alguien en Francia que no hubiera hecho, o no pudiese hacer el viaje a Escocia, yo le aconsejaría que visitase el Alto Franco Condado, donde encontraría con qué resarcirse. Su cielo es tal vez menos vaporoso, y la silueta móvil y arbitraria de sus nubes menos pintoresca y bizarra que en el brumoso reino de Fingal; pero excepto ese detalle, la semejanza entre los dos países poco deja que desear.»

Jacques Lavaret había meditado largamente estas palabras del ameno narrador: le causaron primero una estupefacción profunda; su mayor deseo era visitar la patria de Walter Scott, abrir su oído a los rudos acentos de la lengua gaélica, inhalar las brumas saludables de la vieja Caledonia, aspirar, en una palabra, por todos sus sentidos, el elemento poético de ese país encantado. Y he aquí que un hombre inteligente, un escritor concienzudo, un legítimo académico, venía a decirle con su mejor estilo: ¡no se moleste! ¡Lons-le-Saunier le traducirá las maravillas de Edimburgo, y las montañas del Jura rivalizan con las cimas brumosas del Ben Lomond!

Pero tras el estupor vino la reflexión. Jacques reconoció el punto gracioso del consejo de Charles Nodier; comprendió, en efecto, que era mucho más fácil ir a Escocia que al Franco Condado; pues hace falta un pretexto serio, un poderoso motivo para desplazarse a Vesoul, mientras que el buen humor, la necesidad de vivir algo diferente, una feliz idea al levantarse por la mañana, la fantasía, la deliciosa fantasía, bastan para atraerle a uno hasta más allá del Clyde y del Tweed.

Jacques sonrió, pues, al cerrar el ingenioso volumen; ya que sus numerosas ocupaciones no le permitían visitar el Franco Condado, resolvió partir a Escocia. Fue así como este viaje se realizó, y sobre todo cómo estuvo a punto de no realizarse.

En el mes de julio de 185..., el más íntimo amigo de Jacques, Jonathan Savournon, compositor muy distinguido, le dijo a bocajarro:

—Querido Jacques, una compañía inglesa pone a mi disposición uno de los vapores que realiza un servicio de mercancías entre Saint-Nazaire y Liverpool; puedo llevar a un amigo conmigo, ¿quieres venir?

Jacques apenas pudo contener su emoción; su respuesta expiró en sus labios.

—Desde Liverpool, iremos a Escocia —prosiguió Jonathan.

—¡A Escocia! —exclamó Jacques, recuperando el habla— ¡A Escocia! ¿Cuándo salimos? ¿Me da tiempo a terminar el cigarro?

—¡Calma, calma! —respondió Jonathan, cuyo carácter más moderado contrastaba con el temperamento entusiasta de su amigo—. ¡Aún no estamos calentando máquinas!

—Pero bueno, ¿cuándo partimos?

—Dentro de un mes, entre el treinta de julio y el dos de agosto.

Jacques sintió la necesidad de arrojarse en los brazos de Jonathan, que aguantó el choque como hombre acostumbrado a arrostrar la artillería de las orquestas.

—Y ahora, amigo Jonathan, ¿puedes decirme de dónde nos viene tan buena fortuna?

—¡Nada más sencillo!

—¡Sí! ¡Sencillo como todo lo sublime!

—Mi hermano —dijo Jonathan— tiene relaciones comerciales con esta compañía, a la que regularmente fleta sus navios para transportar mercancías a Inglaterra; antaño estos barcos recibían pasajeros; están concebidos para tal uso; actualmente se destinan sólo al comercio, y seremos los únicos a bordo.

—¡Los únicos! —replicó Jacques— ¿Cómo si fuéramos príncipes? Viajaremos de incógnito con nombres falsos, tal y como se acostumbra en el mundo de las testas coronadas; yo ostentaré el título de Conde del Norte, como Pablo Primero, y tú, Jonathan, te llamarás monsieur Corby, como Luis Felipe.

—Como desees —respondió el músico.

—¿Y conoces el nombre de los vapores en cuestión? —preguntó Jacques, que ya se imaginaba a bordo.

—¡Sí! La compañía posee tres: el Beaver, el Hamburg y el Saint-Elmot.

—¡Qué nombres! ¡Qué magníficos nombres! ¿Y son de hélice? Si son de hélice, ¿qué más puedo pedirle al cielo?

—Lo ignoro, pero ¿qué importancia tiene?

—¡Que qué importancia tiene! Pero, ¿no lo entiendes?

—Francamente, no.

—¡No! Pues, amigo mío, ¡no te lo voy a decir! ¡Esas cosas se entienden por sí solas!

Fue así como se inició el famoso viaje a Escocia. Se entenderá el entusiasmo de Jacques Lavaret, sabiendo que hasta entonces jamás había salido de París, de ese desagradable agujero. A partir de aquel día, ¡su existencia entera se encerró en el dulce nombre de Escocia! Por lo demás, no perdió un solo instante; ignoraba la lengua inglesa; puso todo su empeño en no aprenderla, ya que no quería, como dice Balzac, pertrecharse de dos palabras a cambio de una idea; pero volvió a leer en francés a su Walter Scott; penetró del brazo de El Anticuario en el interior de las familias lowlandesas; el caballo de Rob Roy le transportó al seno de los clanes sublevados de Highlands, y la voz del duque de Argyle no pudo arrancarle de la prisión de Edimburgo. Fue un mes bien empleado aquel mes de julio, cuyas horas le parecieron largas como días, los minutos largos como horas. Afortunadamente, su amigo Charles Dickens le confió al cuidado del buen Nickleby y del buen señor Pickwick, que es pariente cercano del filósofo Shandy; por ellos fue iniciado a las costumbres íntimas de las diversas castas de la sociedad inglesa; por decirlo todo, los señores Louis Enault y Francis Wey publicaron, con el fin exclusivo de agradarle, sus obras sobre Inglaterra; Jacques, como vemos, estaba bien aconsejado; ante esas amables páginas su mente se encendió, y se preguntó si no debería hacerse miembro de la Sociedad Geográfica; ni que decir tiene que el mapa de Escocia de su atlas de Malte-Brun está para cambiarlo, acribillado como ha quedado por las puntas de su frenético compás.

Viaje maldito por Inglaterra y Escocia
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml