XXIII
Una reunión de familia

A su regreso, los visitantes encontraron en el salón a mister B... y al reverendo mister S... Mister B... les recibió con una cordial gravedad, y les habló en su lengua materna, que utilizaba con una comedida lentitud; parecía ser la mejor persona del mundo, con sus ademanes distinguidos y sosegados. En vano esperaba Jacques ver el gabán y el kilt escocés: mister B... lucía simplemente un traje negro.

El reverendo mister S..., sacerdote católico, parecía íntimo de la casa; su rostro afable y bondadoso, sus ojos profundos y cálidos, su porte discreto y modesto, revelaban en él al modelo perfecto del eclesiástico inglés; ¡qué diferencia con esos ministros presbiterianos, mitad sacerdotes y mitad comerciantes, dedicados a las especulaciones del comercio y a la salvación de las almas, cuyo tipo más detestable es el misionero inglés de las colonias!

Mister S... había viajado mucho por Europa; visitante de paso en Roma, Viena, París, poseía amplios conocimientos, y hablaba admirablemente francés, sin el menor acento; dirigía entonces en el condado de Fife una pequeña parroquia.

La cena estaba servida, y bajaron al comedor situado en la primera planta. Al penetrar en él, Jacques quedó sorprendido por su aspecto severo e imponente: le parecía estar viendo una de esas amplias salas de la Edad Media donde se reunía a comer la familia bajo la solemne presidencia del padre; reinaba allí un silencio casi religioso; los colores oscuros de las tapicerías y muebles reforzaban aún más esa impresión.

Jonathan ocupó su sitio entre mistress B... y el reverendo mister S..., y Jacques a la derecha de mistress B... y a la izquierda de miss Amelia. Antes de sentarse, todos permanecieron en pie unos instantes, recitando mentalmente el benedícite.

Sirvieron una sopa compuesta de carne y de caldo, y miss Amelia participó a sus invitados que se trataba del hotchpotch nacional; consumieron, pues, aquel potaje rindiéndole los honores que merecía.

—Hemos querido, señores —dijo mister B...—, no cambiar nada de nuestras costumbres escocesas.

—Se lo agradecemos de todo corazón —respondió Jonathan—. Mi amigo ha asistido a menudo en su imaginación a las comidas de los héroes de Walter Scott, ¡y en estos momentos cree ser el convidado de Fergus Mac Ivor Vich Ian Vohr!

—Sólo hay una cosa que monsieur Jacques echa de menos —intervino miss Amelia— ¡y es que no luzcamos todos el traje de las Highlands!

—Estos señores quedarán plenamente complacidos, si quieren penetrar más hacia el norte —dijo el reverendo S...—; en los campos, junto a los lagos, en los valles, en las montañas, los habitantes conservan aún algunas huellas de tiempos pasados, el atuendo y el orgullo escocés.

—¿Tienen sin duda el propósito de subir hacia las tierras altas? —preguntó mister B...

—En realidad —respondió Jacques— pensamos pedirle su parecer al respecto. Pretendo no partir de Escocia sin haber gozado de ella algo más.

—¿Y qué le parece nuestro país? —prosiguió miss Amelia—. Responda con la franqueza de nuestra tierra.

—Es un magnífico país —respondió Jacques—, y además extraordinariamente interesante de visitar; puede decirse, de forma general, que en él nada se hace, se dice, se piensa, se entiende o se ve como en Francia; de modo que cada palabra, cada acción, cada mirada, se presta al asombro o al estudio. Sólo hemos podido juzgar superficialmente, y sin embargo estamos maravillados; en lo que a mí respecta, en ningún momento he encontrado la realidad inferior a lo que había soñado de la vieja tierra caledonia.

—Yo comparto totalmente la opinión de mi amigo —prosiguió Jonathan— y estoy seguro de que aún nos sentiremos más fuertemente impresionados si podemos hacer alguna excursión a las montañas.

—Tienen razón —respondió el reverendo mister S...—, y nada más fácil: si quieren complacerme visitándome en el castillo de mi hermano, en O..., en el Fife, será para ustedes el punto de partida de una excursión verdaderamente interesante. Allí podrán comprobar la existencia de esos tres amores que nada podría arrancar del corazón de un escocés: el amor a su patria, por la que demuestra un ardiente patriotismo; el amor a su clan, por el que profesa un apego sin límites, y, finalmente, el amor a su propia familia, de la que honra a sus parientes y primos hasta la novena generación; es ese un vestigio de la Edad Media y del feudalismo que no tengo el valor de combatir. ¿Vendrán ustedes, señores?

—Acepten, acepten —intervino con viveza miss Amelia—; verán el castillo más bonito de Escocia en un parque encantador, donde les recibirán con la más pródiga hospitalidad.

—No nos resulta difícil creerla, miss Amelia —respondió Jonathan.

—Siento —prosiguió mister S...— que mi hermano y mi cuñada no estén presentes para hacerles los honores de su castillo; pero haré cuanto pueda para sustituirles.

—Se lo agradecemos sinceramente —respondió Jacques—. Pero esa excursión, ¿durará mucho tiempo? Estamos un poco apremiados por el tiempo.

—Disponen de más tiempo del que necesitan, ténganlo por cierto; sólo tendrán que remontar el Firth of Forth en un barco de vapor, y estarán a una hora de distancia de O...

—De ahí —intervino mister B...— nada más fácil que atravesar Escocia por Stirling hasta Glasgow, y regresarán a Edimburgo por el lago Lomond, el lago Katrine, y las montañas.

—Ya está decidido —añadió miss Amelia—; ningún turista deja de hacer esa excursión; es magnífica, y basta con dos días para contemplar cosas admirables. Yo me encargo de prepararles un itinerario, y no perderán una sola hora ni una sola vista.

—Aceptado —exclamaron los dos parisinos—. ¿Y cuándo partiremos?

—El lunes por la mañana —dijo mister B...—; no olviden que el domingo estaré a su disposición para visitar Edimburgo, y que mañana volverán a comer con nosotros. Por cierto que nosotros también partiremos el mismo lunes, y probablemente no podremos volvernos a ver a su regreso de los lagos.

Jacques y Jonathan dieron efusivamente las gracias a su anfitrión, y se remitieron a él para que determinase todo de la manera más satisfactoria.

Viaje maldito por Inglaterra y Escocia
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml