36. Sueños de posesión

Sentadas en la banqueta del piano, Eleanor disfrutaba del recital que Amanda le estaba dando. Cuando terminó le dijo:

—No puedo creer que haya pasado tanto tiempo sin disfrutar de tu música… Además, cada día tocas mejor.

Su novia le sonrió y, tomándola de las manos le comentó:

—Estos meses de paz me están yendo muy bien, ahora tengo tiempo de practicar.

Eleanor sonrió. Habían pasado dos meses desde la llegada de Náyade y, de algún modo, es como si todo lo que había sucedido anteriormente se hubiera quedado en un segundo plano. No había vuelto a haber rastro de la bruja, así que Huck y Debby parecían estar viviendo por fin el noviazgo que se merecían, libres de la presión que aquella les había impuesto. De hecho Huck parecía un nuevo chico, menos atormentado y más preocupado por disfrutar de la vida que de la magia. Joshua y Carl también parecían haber dejado atrás los miedos e incluso este último se quedaba con frecuencia a dormir en la Hermandad. Lucy y Jimmy seguían en su particular luna de miel que parecía no terminar nunca y, respecto a ella y a Amanda; cada día estaban más unidas. Sonriente, besó delicadamente a su novia y le dijo:

—Sí, por fin estamos tranquilas.

Mientras lo decía, Debby entró en la sala como una exhalación acompañada por Lucy y les espetó:

—Chicas, tenemos que hablar urgentemente sobre Huck y yo.

Eleanor y Amanda las miraron interrogativamente, y Lucy declaró:

—A mí no me miréis, me ha sacado de la habitación con esa misma frase.

—Ahora es cuando hemos hablado demasiado pronto… —masculló Eleanor, intuyendo que algo malo volvía a suceder.

Su novia la miró, preocupada y luego preguntó a Debby:

—¿Qué ocurre? ¿Te has peleado con él?

—No, aunque no garantizo que no lo hagamos —contestó Debby enigmáticamente mientras miraba alrededor para asegurarse que no había nadie más en la sala común.

—¿Qué ha hecho Huck esta vez? ¿Vuelve al juego del atormentando «tengo que estar lejos de ti porque te quiero»? Creía que teníamos superada esa fase —recordó Eleanor, irónica.

Debby no pudo evitar esbozar una sonrisa, pero aclaró amargamente:

—Esta vez soy yo la que la ha liado. Creo que me equivoqué con el conjuro.

—¿Qué conjuro? —preguntaron las tres amigas al unísono.

Debby les enseñó un test de embarazo con el símbolo positivo mientras decía:

—El conjuro protector.

—Pero, técnicamente es infalible, quiero decir, que es el que yo uso —se apresuró a contestar Lucy.

—Es infalible. Somos brujas, buenas, de alto nivel. No nos equivocamos en ese tipo de conjuros. —Rebatió Eleanor.

—Entonces, debí confundir algo —musitó Debby.

—¿Qué ha dicho Huck? —preguntó Amanda, solícita, mientras le tomaba de la mano.

—No lo sabe. Creía que la prueba saldría negativa, o al menos eso quería, así que cuando he visto el signo positivo he entrado en pánico y he venido a buscaros.

—Tienes que decírselo —le aconsejó Lucy—. Quiero decir, que es lo lógico.

—Ya, pero es que no puedo ir a Huck y decirle «estoy embarazada porque debí equivocarme con el conjuro protector».

—¿Estás embarazada?

La voz incrédula y nerviosa de Huck se dejó oír desde la puerta de la cocina. Debby enmudeció y Eleanor comentó:

—Me temo que ya no has de preocupar por cómo decírselo. Y nosotras tenemos que ir a algún sitio que no es aquí.

Debby las miró enfadada mientras las veía escabullirse y no pudo evitar susurrar a Lucy:

—Seréis traidoras… dejarme aquí sola.

—Tranquila, estaremos detrás de la puerta escuchando —repuso su amiga.

—Y eso me resulta muy reconfortante —protestó Debby irónicamente mientras sus ojos evitaban a Huck, que seguía mirándola fijamente.

Sin saber qué hacer, se sentó en el sofá, mientras lanzaba la prueba de embarazo en la papelera. Huck se sentó a su lado y le preguntó nerviosamente:

—¿De verdad estás embarazada?

—Eso dice el test que acabo de tirar —se limitó a responder Debby, acongojada.

Huck no dijo nada sino que la tomó de la mano mientras buscaba las palabras más adecuadas. Debby se adelantó diciendo:

—Lo siento mucho, creo que me equivoqué en el conjuro de protección. Es terrible.

Él la miró y observó que su semblante estaba entristecido. Entonces, recordó que sus padres se habían encontrado en su misma situación, y que para su padre aquello había sido un error del que nunca había dejado arrepentirse, y de cómo había culpado a su madre, que siempre había recibido sus críticas por haberse quedado embarazada. Volvió a mirar a su novia y, sin vacilar, se arrodilló delante de ella y apoyó sus manos sobre las suyas. Entonces le dijo:

—Te amo, Debby, siempre lo haré. Y sé que tú me amas a mí, así que nada que surja de nosotros dos puede ser terrible. Complicado o difícil puede, pero no terrible.

Una lágrima resbaló desde la mejilla de ella hasta sus manos, mientras ella le besaba suavemente y le decía:

—Siento no habértelo dicho a ti primero. Estaba asustada. Tenía miedo de que te enfadaras y te alejaras de mí.

Huck le declaró dulcemente:

—Nada puede hacer que me aleje de ti. Ya te lo dije aquella noche en el observatorio, voy a estar contigo siempre. Además, esto solo hará que esté más cerca de ti, nunca más lejos.

Debby suspiró aliviada y Huck la besó en los labios y luego le dijo:

Tenemos que hablar con Joshua.

—¿No sería mejor con un ginecólogo? —propuso Debby.

—Eso también, pero somos dos brujos con los poderes activados, así que es mejor que un brujo sanador compruebe que todo este «mágicamente hablando» bien.

Ella le miró asustada de nuevo y Huck le abrazó mientras le decía:

—No te preocupes, estoy contigo.

Debby le abrazó, sintiéndose reconfortada por las palabras de Huck. Cerró los ojos y lo estrechó más fuerte contra ella, y así permanecieron durante largo rato.

Media hora más tarde, Debby estaba tumbada en la cama de su dormitorio, preparada para que Joshua le hiciera un reconocimiento. Este la miró sonriente y le dijo:

—Debby, por tu bien y el de la Hermandad, espero que no tengas un pequeño Huck. Créeme, somos amigos desde niños. Era como un terremoto.

—Gracias, amigo —protestó el aludido—. Aunque para ser sincero, yo también prefiero una pequeña Debby.

Ella rio y Lucy comentó:

—No me puedo creer que vaya a ser tía.

—Pues si te sirve de consuelo, yo no puedo creerme que vaya a ser madre —corroboró Debby nerviosa.

Huck se sintió estremecer al oír esta palabra, recordando a su propia madre, sintiendo como todo aquello que durante años había estado guardando en su interior pugnaba por salir al exterior al encontrarse en la misma situación que estaban sus padres. No, se dijo, no era la misma, porque él no era como Lucius. Él cuidaría y protegería tanto a Debby como al bebé y jamás dejaría que nadie, ni ellos mismos, se hicieran daño. Apretó la mano de su novia con cuidado y entonces Joshua le pidió con una sonrisa:

—Será mejor que la sueltes, para que pueda hacer mi trabajo. De hecho, os quiero a todos fuera de la habitación menos a Lucy.

—Me encanta ser bruja sanadora, siempre me puedo quedar —rio ella.

Huck esbozó una mueca de enfado y Joshua bromeó:

—Tranquilo, enseguida salgo.

Sin embargo, tardó mucho más de lo que él mismo había creído en reconocer a Debby. Sus manos recorrían su vientre, las apartaba, fruncía el ceño y volvía a intentarlo. Lucy lo advirtió y preguntó:

—¿Qué sucede?

—Dile a Huck y a las chicas que entren. Quiero que oigan esto.

Lucy intercambió una mirada preocupada con Debby, pero hizo lo que Joshua le pedía sin preguntar. Cuando todos estuvieron en la habitación Joshua comentó:

—Hay algo que está mal.

—¿El bebé? —se apresuró a preguntar Debby, mientras Huck esgrimía un gesto de preocupación.

Joshua negó con la cabeza diciendo:

—No es el bebé, ni tampoco tú. El problema es que percibo lo que debería sentir si estuvieras embarazada, pero no siento la energía vital mágica del bebé.

—Aún no ha nacido —subrayó Eleanor—. ¿No es eso lógico?

—Que no haya nacido no significa que no la tenga. Su cuerpo físico se está formando, pero su energía vital, sus poderes, existen desde la concepción. No lo comprendo. Tendría que mirar mis libros… —comenzó a explicar Joshua.

Una voz suave le interrumpió desde la puerta, era Náyade, que les había escuchado desde el pasillo:

—Creo que yo puedo ayudar. ¿Me dejas que lo intente, Debby?

—Por supuesto. Confío en ti.

Náyade se acercó lentamente a ella. Era la primera vez que iba a activar sus poderes de sanadora desde que había llegado a la Hermandad, la primera vez desde que estuviera encerrada en el castillo. Ni siquiera se había atrevido a hacerlo con ella misma, temerosa de lo que pudiera hacer. Pero ahora era su amiga la que estaba en problemas, así que venció su miedo y puso sus manos suavemente sobre el vientre de Debby, más cerca de lo que había hecho Joshua. Permaneció así unos minutos, recorriendo toda la zona, hasta que se separó y, mientras rompía la conexión pasando las manos sobre la vela encendida, le explicó:

—No estás embarazada. Crees que lo estás, tu cuerpo reacciona como si lo estuvieras, pero Joshua tiene razón, no hay ninguna señal de energía vital mágica en tu interior, y por tanto no puede haber ningún bebé en camino.

—Pero el test salió positivo —refutó Debby.

—Esos tests no siempre son fiables.

—¿Y tú cómo lo sabes? —se apresuró a preguntar Joshua.

—Porque he visto a una amiga hacerlo con resultados erróneos —respondió Náyade en tono calmado, el mismo que siempre utilizaba con su hermano, incluso cuando parecía que iban a discutir.

—¿Tus amigas utilizan tests de embarazo? ¿Qué se supone que hacéis en el instituto?

—Es obvio lo que ellas hacen si necesitan tests de embarazos.

El tono tranquilo de Náyade exasperó a Joshua que le dijo:

—Entonces me alegro de que estés fuera del instituto.

—Técnicamente aquí también tengo una amiga que cree estar embarazada.

—Una amiga mayor de edad —recalcó Joshua.

—Esta pelea sin alzar la voz entre hermanos sanadores es de lo más interesante, pero ¿Debby está embarazada o no? —rogó Huck, exasperado.

—Náyade tiene razón —corroboró Joshua—. Parece que lo está, pero es ficticio.

—Y en este momento es cuando deberíais alegraros. ¿O no? —preguntó Eleanor.

Huck miró a Debby y refutó:

—Digamos que tengo bastante más miedo a las cosas extrañas que a un bebé. Si no está embarazada, ¿qué le está pasando?

Joshua y Náyade se intercambiaron una mirada y esta última explicó:

—Es como un embarazo psicológico, parece que está pero no.

—Pero yo no quiero estar embarazada… —declaró Debby.

—En ese caso, deberíamos contemplar la idea de que alguien está detrás de esto —sugirió Amanda.

—¿Estás diciendo que alguien le ha hecho un conjuro para que Debby crea estar embarazada? —le preguntó Huck, incrédulo.

—¿Crees que esa bruja puede estar haciendo todo esto? ¿Qué sentido tendría? ¿Por qué no intentar atacarme de nuevo simplemente? —le consultó a su vez Debby—. Además, llevo el colgante protector.

Mientras lo decía, Huck besó su mano mientras la apretaba contra él y miró angustiado a Eleanor. Esta estuvo pensativa unos instantes y luego explicó:

—El colgante es fuerte, pero la magia de esa bruja puede serlo mucho más. Además, hay algo en todo esto que no me cuadra, es como si tuviera la solución en mi cabeza, pero no logro dar con ella. Si es la misma bruja de siempre, tiene que tener un motivo para hacer todo esto, sino se limitaría a atacarnos, no a crear falsos embarazados.

—Yo también percibo que hay algo oscuro en todo esto —comentó Náyade—. Cuando he puesto mis manos sobre ti, Debby, a parte de la ausencia del bebé he percibido algo más, pero es como si me faltaran piezas de un puzle. Y, mientras no sepamos que es, no podemos correr el riesgo de intentar sanarte, no sin correr el riesgo de lastimarte.

Debby les miró angustiada y musitó:

—Estoy con Huck, me preocuparía mucho menos un embarazado que volver a ser blanco de esa bruja, más cuando está atacando directamente a mi cuerpo. Por ello tenemos que encontrar la manera de evitarlo. No quiero nada oscuro dentro de mí. ¿Y si me vuelvo mala?

—Cariño, no va a pasarte nada, no voy a permitirlo. Solo necesitamos algo de tiempo.

—Además, ahora tiene a tres brujos sanadores a tu disposición, haremos que lo que te está afectando desaparezca.

Debby sintió ganas de llorar, pero Huck la abrazó, mientras Eleanor comentaba:

—Será mejor que descanses un poco. Nosotros iremos a la biblioteca a mirar en los libros.

Huck miró con lástima a Debby y le dijo:

—No quiero dejarte sola, pero necesito pensar en algún conjuro.

—Ve, estaré bien.

—Yo me quedaré con ella —propuso Lucy, que estaba muy angustiada.

Huck asintió lastimosamente y, después de besar dulcemente en la frente a Debby, bajó las escaleras seguido del resto de amigos. Amanda fue a explicar la situación a los demás, Joshua y Náyade fueron a consultar sus libros, y Huck salió de la casa unos minutos, necesitando respirar. Eleanor fue tras él y le obligó a sentarse junto a ella en un banco mientras le decía con temor:

—Chico atormentado, ni se te ocurra volver a salir corriendo detrás de esa maldita bruja otra vez.

Huck esbozó una triste sonrisa y comentó:

—Ya aprendí esa lección, no pienso volver a alejarme de Debby. Pero si esa bruja está haciéndole algo, en su interior… Eleanor, no puedo ni pensar en que le haga daño otra vez.

—Si esa bruja intenta atacar a Debby, se las tendrá que ver con una Hermandad de furiosos brujos y brujas. Y, por cierto, se la tengo jurada, así que yo en su lugar me mantendría alejada.

Huck bajó los ojos y musitó:

—Sé que lo haréis, pero aún no puedo dejar de pensar que todo es culpa mía. Sea quien sea, está obsesionada conmigo.

—Ya te lo dije, no creo que sea una chica del campus. Me dejó libre por algo relacionado con mi madre, eso quiere decir que la conocía y que por tanto es mucho mayor que nosotros, ya que murió hace años. Además, veo cuánto amas a Debby, cómo la tratas. No puede salir nada malo de ese amor.

Huck esbozó una sonrisa y refutó:

—Me das más mérito del que merezco.

—Quizás no debería confesarte esto, pero estábamos escuchando cuando hablaste con Debby, sobre el bebé. Estuviste genial.

—No sé por qué imaginaba que lo haríais… De todos modos, eso sigue sin darme mérito. Amo a Debby, ella es lo mejor que me ha pasado en la vida y, si hubiera estado de verdad embarazada, hubiésemos encontrado la manera de hacerlo funcionar.

—Estoy segura de ello —susurró Eleanor, tomándole de la mano.

—No quiero ser como mi padre.

Eleanor no dijo nada, así que Huck continuó:

—Sé que sabes lo que pasó, leíste los diarios de tu madre, así que supongo que en ellos salían mis padres.

—Salía mucha gente, aunque hace mucho tiempo que los leí, antes de venir a la Universidad. Me ponía muy triste recordarla, joven, feliz, viva; y pensar que no volvería a verla; así que los guardé y no he vuelto a mirarlos. Pero sí, recuerdo tu historia, aunque nunca se la he contado a nadie. ¿Has hablado de ello con Debby?

—No, al principio todo fue demasiado complicado, con Allison y las otras chicas. Después, cuando volví y comenzamos a salir de nuevo, solo quería disfrutar de un tiempo de felicidad con ella, sin remover el pasado. No sé, supongo que pido demasiado.

Eleanor pasó su mano por sus hombros y con voz suave le dijo:

—Que ahora no veamos la solución no significa que no esté. Ve al desván y mira en tus libros de conjuros, yo trataré de pensar en esa idea que no se me va de la cabeza de que en algún lugar de mi interior está la respuesta.