9. Sueños de reconciliación
Tumbado en la cama, Carl abrió los ojos lentamente, intentando discernir donde se encontraba. Joshua estaba a su lado y, a pesar de tener el semblante tranquilo, le preguntó en un tono preocupado:
—¿Cómo te encuentras?
Carl le miró. Le había echado mucho de menos aquellas semanas, primero cuando se marchó con Huck y después cuando tuvo que enfrentarse solo a su búsqueda. Tenía ganas de abrazarle, pero, después de haberle ignorado durante tantos meses, solo pudo recurrir a la familiar técnica de la ironía:
—Pues me siento como si un montón de brujos me hubieran traído a través de un portal. Por cierto, gracias por eso y también por dejarme dormir en tu habitación. ¿Dónde has dormido tú?
—Estaba preocupado por ti, así que me quedé contigo para vigilar tu sueño. Has dormido un montón de horas.
—¿Te has pasado la noche en vela? —le preguntó Carl, estupefacto.
—Debo reconocer que me dormí a ratos —confesó Joshua con una sonrisa.
Carl le miró, algo nervioso, y comentó:
—No me puedo creer que haya dormido en la «Hermandad de la Luz». Un hito en la historia de los cambiantes.
—Digamos que las normas se han relajado desde que os fuisteis —aclaró Joshua.
—Es verdad, ahora hacéis los conjuros con chicas…
—Sí, Eleanor y Debby son brujas, y Lucy, la novia de Jimmy, es una bruja de sanación. De hecho, hacemos algo más que magia con ellas. Ahora viven aquí.
—¿El Círculo de las sombras os lo permite? —se apresuró a preguntar Carl, incrédulo.
Joshua dudó, sabía que lo último que quería Benjamin era que la historia de su fortuna se extendiera por el campus, así que generalizó diciendo:
—Digamos que hemos encontrado a un benefactor, así que nos hemos librado de ellos.
—Genial… ¿No querría ese benefactor encargarse de mi Hermandad también? Así podría echar a todos los que no me gustan —comentó Carl con ironía.
Joshua rio y, al hacerlo, movió la mano, que mantenía sobre la de Carl. Este le miró al darse cuenta y Joshua hizo ademán de retirarla, mientras retomando su semblante serio decía:
—Lo siento, parecía que te relajaba mientras dormías.
Sin embargo, Carl se la retuvo, apretándola con fuerza. Era la misma mano que tantas veces había acariciado, la mano que siempre sabía que estaba allí para sanarle. Después de lo vivido los últimos días, se veía incapaz de seguir fingiendo, así que le suplicó:
—No me sueltes. Quédate conmigo, por favor.
Joshua esbozó una sonrisa y confirmó dulcemente:
—Por supuesto. Me encargaré de cuidarte hasta que te recobres. Los demás están de acuerdo en que permanezcas aquí hasta entonces.
—No me refería a eso.
Joshua le miró directamente a los ojos, por primera vez en mucho tiempo. Seguían siendo verdes, seguían siendo preciosos y, sobre todo, seguían mirándolo con un amor que tenía el poder de hacer que su corazón se detuviera por unos instantes. Temblando musitó:
—No sé si te comprendo…
—Sí que lo haces, siempre lo has hecho, solo necesitas seguir mirándome.
Joshua hizo lo que le pedía, se perdió en sus ojos, mientras Carl continuaba estrechándole con fuerza la mano. Joshua le preguntó:
—¿Qué ha cambiado? Yo… te perdoné desde el mismo momento del accidente porque no fue culpa tuya, pero tú jamás te perdonaste a ti mismo, por eso te alejaste.
Carl se sintió estremecer y contestó:
—Yo he cambiado. No me perdonaré nunca haberte hecho daño, aunque fuera un accidente, pero ahora sé que puedo controlar perfectamente mis instintos, que puedo cambiar sin ser un peligro para nadie. Todos estos días, con Huck, intentando que él no perdiera el sentido, me dieron más fuerza de la que jamás he tenido. Sé que me alejé de ti, que quizás tú no…
Antes de que pudiera terminar de hablar, los labios de Joshua se habían posado sobre los suyos, interrumpiéndolo. Como siempre, sus besos eran suaves, delicados, llenos de amor. Cuando se separaron, Carl le acarició la mejilla mientras le decía:
—Anoche, antes de que me trajerais de vuelta, estaba pensando en ti, en Huck, en nosotros tres juntos, y comprendí que ambos te necesitamos, más de lo que nunca hemos podido entender. Somos como los tres elementos: Huck es el fuego, yo soy el agua cambiante y tú eres la tierra a la que los dos siempre volvemos, porque es la que nos da la vida. Tenemos que traerle de vuelta. Sé que tú podrás arreglar lo que esté mal en su interior, lo sé.
Joshua esbozó una dulce sonrisa y afirmó:
—Juntos lo encontraremos, estoy seguro. Al fin y al cabo, te he encontrado a ti.
Volvieron a besarse y Carl le preguntó:
—¿Por qué siento que nunca perdiste la esperanza sobre nosotros?
—Porque nunca lo hice. Eres mi alma gemela, Carl, siempre lo has sido, y por eso te esperé, siempre te he esperado y siempre lo haré, no importa lo que suceda —le declaró Joshua sin vacilar.
Carl clavó su mirada en la suya y, lentamente, comenzó a quitarle la camiseta mientras le decía:
—Necesito ver cómo quedó.
—No… —Rechazó Joshua, intentando apartar su mano.
Sin embargo, Carl continuó subiéndosela y le rogó:
—Por favor, lo necesito.
Al oír su voz suplicante, Joshua se quitó él mismo la camiseta, dejando su torso al descubierto. Carl le miró con una tristeza infinita, mientras pasaba la mano por la cicatriz que iba del hombro hasta el centro del pecho; la misma que él le había infringido.
—¿Todavía te duele? —le preguntó con la voz rota.
Joshua sonrió dulcemente y contestó con sinceridad:
—Hace tiempo que no. Y jamás me dolió tanto como a ti hacérmela.
Carl bajó los ojos, pero antes de que pudiera apartarse, Joshua le retuvo la mano contra su pecho y le explicó:
—Aquella noche, cuando Andrew me contó que estabas gravemente herido, en la cabaña, me sentí morir. Por eso me descuidé, olvidé que en tu forma animal y herido no podías controlar tus instintos de defensa cuando me acerqué para sanarte.
—Y yo te clavé mi garra.
—Sí, pero al hacerlo tu cordura volvió y te convertiste de nuevo en un ser humano, así que pude ayudarte.
—Me sanaste, incluso antes de ocuparte de ti mismo.
Joshua sintió que todo su cuerpo se estremecía al oír esas palabras. Recordaba la sangre brotando de su pecho, a Carl medio inconsciente y aun así sollozando que le perdonara mientras veía la herida que le había generado. Había necesitado la ayuda de Andrew, Huck y Chris para calmarlo, para que se dejara sanar. Después, él mismo había caído exhausto, y había dejado que sus compañeros le llevaran hasta la Hermandad para sanarse a sí mismo, con la ayuda de Chris, que había aplicado con una suavidad extraordinaria todos los ungüentos que él le había pedido. Con sus poderes de sanación y el uso de plantas medicinales, tanto él como Carl habían curado completamente sus heridas físicas, pero no las emocionales, ya que desde aquel día Carl le dejó muy claro que no podían volver a estar juntos. Al recordar todo aquello, con la voz rota, Joshua reconoció:
—Han pasado tantos meses desde aquello… Te he echado mucho de menos, me dolía tanto tu ausencia…
—Yo también, pero necesitaba estar seguro de que no soy un peligro para ti —insistió Carl.
—No lo eres —volvió a decirle Joshua.
Sus labios se juntaron de nuevo, y entonces la puerta se abrió para dejar paso a un Chris boquiabierto.
Joshua se separó de Carl y se puso la camiseta mientras Chris les saludaba diciendo:
—Estábamos preocupados por Carl. Pero veo que está mejor.
—Sí, Joshua me ha sanado de nuevo —comentó el aludido.
—Es el mejor. Aunque a mí cuando me sana nunca me besa… —se burló Chris.
Su amigo esbozó una sonrisa de fingida paciencia y replicó:
—No creo que ninguno de los dos nos sintiéramos cómodos con eso. Y, dado que Jimmy te mata si te acercas a Lucy, me temo que de momento te quedas sin besos de sanación.
—Entendido, pero como ya dije, la próxima bruja que entre por aquí espero que esté soltera.
Carl rio, Chris siempre le había hecho para un buen rato de adolescentes; aunque ya en la Universidad, siguiendo la regla no escrita de que cambiantes y brujos estuvieran separados, apenas si habían hablado. Joshua interrumpió sus pensamientos al comentar:
—Me gustaría ir a preparar algunas infusiones para Carl. ¿Podrías quedarte tú con él?
—¿Yo de enfermera? Me parece bien, pero sin besitos.
Carl esbozó una mueca irónica y Joshua le dio por imposible con un «No sé qué haríamos sin tus comentarios en off todo el día». No se despidió de Carl, le bastó una mirada para saber que estaría allí cuando regresara, que ya no volvería a irse.
Cuando se quedaron solos, Chris tomó asiento en una silla cercana e inquirió con voz más seria de la que era habitual en él:
—¿De verdad te encuentras bien?
—Estoy mejor —respondió Carl con cautela.
—¿Suficiente bien como para hablar? —preguntó Chris sin rodeos.
Carl, intuyendo lo que quería decirle, preguntó a su vez con desgana:
—¿Es sobre Joshua y yo besándonos?
—Más bien sobre tú y Joshua en general.
Carl suspiró y Chris, vaciló, buscando las palabras adecuadas. Después, comenzó a decir:
—Joshua es… Tú sabes perfectamente como es, lo que se merece.
—Lo sé, y también sé lo que estás pensando. Tú estabas allí cuando le ataqué. Créeme, si no estuviera seguro de que…
—Carl, para un momento. Como bien has dicho, yo estaba allí y sé que fue un accidente. Tú fuiste el único que no lo vio así. Lo que trato de decirte no es que te mantengas alejado de Joshua porque tenga miedo de que le hieras, al contrario, es que, ¡maldita sea!, no vuelvas a dejarle; porque eso sí que le destrozaría.
Carl le miró asombrado y Chris añadió:
—Yo también estaba la primera vez que os conocisteis. Desde entonces, sé que Joshua nunca miró a nadie más y algo me dice que tú tampoco. Ni siquiera el hecho de que nuestras Hermandades deban estar separadas fue capaz de impedir vuestra relación. Sé por qué le dejaste y también sé que es fuerte y te ha estado esperando; pero ha sufrido más de lo que nunca nos reconocerá a ninguno. Y no quiero que vuelva a pasar por lo mismo.
—Yo tampoco, te lo aseguro. Pero ¿de verdad te parece bien que estemos juntos?
Chris esbozó una sonrisa y contestó:
—Joshua te eligió, y confío en su criterio. Además, a diferencia del «Círculo de las sombras», mi único problema es con los humanos de tu Hermandad, no con los cambiantes en general, ni mucho menos contigo. Y, por cierto, te estoy muy agradecido por lo que has hecho por Huck, aunque no esté de acuerdo en que os marcharais —declaró Chris.
—No tienes por qué dármelas —repuso Carl—. Huck es mi primo, en realidad, es como un hermano para mí. Que hayamos estado separados tanto tiempo no fue decisión nuestra, nosotros acatamos lo que nos pidieron nuestros padres.
—Sí, supongo que todos lo hicimos.
Ambos se miraron, leyendo uno en los ojos del otro la ausencia de la ironía con la que solían hablarse. Chris sonrió y comentó:
—Supongo que Joshua ya te lo ha dicho, pero puedes quedarte en nuestra Hermandad todo el tiempo que necesites…
—Sí, gracias por eso.
—No hay que darlas —aseguró Chris mientras le estrechaba la mano.
Joshua entró en ese momento, portando una infusión, y Chris retomó su tono burlón diciendo:
—Ya ves, me dejas cinco minutos con él y ya estamos haciendo manitas. Tienes un novio irresistible.
—Lárgate, Chris —respondió Joshua por toda respuesta, aunque con una sonrisa.
Su amigo se marchó riendo y, cuando cerró la puerta tras de sí, Joshua se apresuró a preguntar:
—¿De qué habéis hablado?
—De ti… Chris quería asegurarse de que esta vez no voy a dejarte —le explicó Carl.
Joshua le miró, temiendo pronunciar las palabras, pero el brillo en los ojos de él le hizo preguntar:
—¿Qué le has contestado?
—Que quiero estar siempre contigo —confesó Carl mientras alargaba la mano hacia él.
Joshua se la tomó y, mientras le abrazaba, afirmó:
—Ídem.
Y con un beso ambos supieron que la pesadilla de su separación había terminado.