4. Sueños de amistad
Eran las diez de la noche, pero todos se habían retirado a las habitaciones pronto, ya que la tarde había sido bastante agotadora, al dedicarse a realizar el traslado de las pertenencias de Lucy, Debby y Eleanor a la Hermandad de la Luz.
Tumbados en el suelo de la habitación, con la espalda apoyada en la cama, Zack y Benjamin jugaban a la Play como solían hacer antes de acostarse. Sin embargo, cuando el avatar de Zack ya había muerto diez veces seguidas, Benjamin cerró el juego y comentó:
—No soy el rey ni de las conversaciones ni de captar estados emocionales, así que te lo preguntaré directamente: ¿Qué te pasa?
Zack hizo una mueca, a él tampoco se le daba muy bien hablar de sus sentimientos. Pero Benjamin era su mejor amigo, así que le debía sinceridad.
—Te debo una disculpa.
—¿Por lo de la habitación? Lo hacías por mí. Además, ya está olvidado.
Zack le miró, sintiéndose aún más culpable y confesó:
—No me refería a eso, sino a que yo… no quería hacerlo pero, necesitaba comprenderte… así que he buscado información sobre ti en Google.
Benjamin se quitó las gafas y miró al infinito mientras decía:
—Supongo que todos los harán. Es normal que tengáis curiosidad.
—Pero debería haberte preguntado en lugar de buscar en Internet. Hubiese sido más honesto —reconoció Zack.
—¿Por qué no lo has hecho? —le preguntó Benjamin.
—No quería molestarle, solo entenderte. Pero ahora solo estoy más confundido, toda esa información, todo lo que debiste pasar…, es horrible. Y, después, el hecho de que decidieras estar aquí, con nosotros, como si nada…
Benjamín le miró a los ojos, algo que no hacía casi nunca, y le recordó:
—Eres mi mejor amigo, no hay nadie en el mundo que me conozca mejor que tú. Y lo único que ahora importa sobre mí es lo que vivo aquí, como brujo. Estoy intentando dejar atrás todo aquello, por eso cambié mi nombre, para poder empezar de cero.
—Puedo entender eso, pero sigo sin comprender cosas como lo de este verano. Eres rico, pero dijiste que no tenías a dónde ir —le comentó Zack, intentando explicarse.
—No, lo que te dije fue que no tenía nadie con quien ir; y era cierto. Tú supusiste que no tenía dónde y, sí, me pareció acertado no sacarte de tu error —repuso Benjamin tranquilamente.
—Pero podrías haber ido a cualquier sitio del mundo, a un hotel de lujo, a donde fuera. Y preferiste venirte a ayudar a mis padres en el restaurante. No tienes por qué trabajar, pero montaste todo un sistema informático nuevo para el restaurante de mi padre para ganarte tu alojamiento en una simple casa familiar de costa; incluso en los días de más clientes ayudaste a servir mesas. Y dormías conmigo en el garaje reconvertido en habitación, ya que mis padres tienen alquilada mi habitación para poder llegar a final de mes. No lo entiendo…
Benjamin se levantó, nervioso. No le gustaba hablar ni de sus sentimientos ni de sus motivaciones, pero quería que su amigo comprendiera, para que su relación volviera a ser la de antes de su confesión:
—Zack, tu solo ves una parte de la historia, por eso crees que irme a trabajar con tu familia era un sacrificio, algo extraño para una persona que tiene todo el dinero que quiere, para el resto de su vida. Pero yo veo algo muy diferente. Este verano fue el primero que pasé en familia, rodeado de gente a la que he llegado a apreciar, y con mi mejor amigo. Antes de venir a esta universidad tuve dos etapas en mi vida, igual de malas, aunque por diferentes motivos. Pasé de dormir en la calle y luchar por mi supervivencia a ser perseguido por mi dinero; pero en ninguno de los dos casos importaba realmente a nadie, siempre estuve solo, salvo por una persona, algún día te hablaré de ella. Cuando entré en la Hermandad y te asignaron como mi compañero, fue genial. Compartimos las mismas aficiones y entiendes mis silencios, eres mi mentor en la magia, y cuando no estás en las nubes como hoy eres perfecto para jugar a la Play.
Zack sonrió, comenzando a comprender.
—Cuando me ofreciste ir con tu familia, no me lo podía creer. De estar siempre solo o con gente a la que pagaba en mi empresa, pasé a ser uno más en la familia. Tu madre se preocupaba por si comía y me trataba con dulzura, tu padre me gritaba como si fuera su hijo de verdad cada vez que la pifiaba sirviendo los platos, y tus hermanas pequeñas me hacían rabiar tanto como a ti. Fue genial. Nos pasábamos horas trabajando, pero luego íbamos a la playa y encendíamos hogueras con tus amigos del instituto… Lo creas o no, fue un verano increíble y no hay dinero que pueda darme eso.
Su amigo le miró, entendiendo todo lo que realmente había sucedido:
—Por eso nos hiciste el regalo, cuando dijiste que en aquel boleto te había tocado una cena en el restaurante más lujoso de toda la zona para mi familia y tú, en realidad lo pagaste. Mi madre aún lo recuerda cuando me llama por teléfono…
—Quería daros las gracias, pero no que supierais quién era. La gente me trata diferente cuando sabe quién soy, dejo de saber quién está conmigo por lo que soy y quién por mi dinero. Por eso no quería que nadie lo supiera.
Zack le miró. Lo que había leído sobre él en Internet era increíble, tanto si se fijaba en lo que debía haber sido crecer en uno de los barrios más pobres y con más alto índice de criminalidad de Nueva York, como su nueva vida al vender su gran invento informático. Siempre había sabido que Benjamin era brillante, con una inteligencia muy superior a la media, pero ahora entendía el porqué de su carácter introvertido, casi miedoso, pero siempre amable y bondadoso. Le había caído bien desde que ingresara en la Hermandad y tenía razón, se había convertido en su mejor amigo. Y también supo que no hacía falta decir nada más. Le estrechó la mano y le propuso:
—Entonces, sigamos como siempre. Lo que significa que espero que en las vacaciones de Navidad vuelvas a mi casa, aunque te advierto que las gemelas se ponen insoportables el día de los regalos.
Benjamin rio ante el recuerdo de las hermanas de Zack, dos terremotos iguales de doce años, y comentó:
—Seguro que será genial.
Zack sonrió y ambos supieron que el hielo que la confesión de la verdadera identidad de Benjamin había creado se había disuelto. Con voz risueña Benjamin preguntó:
—¿Echamos una última partida?
—Por supuesto, pero que sepas que voy a machacarte.
—Dirás que vas a intentarlo.
Y entre risas comenzaron de nuevo el juego, esta vez atentos a lo que sucedía en la pantalla… con una victoria aplastante de Zack.