28. Sueños de arrepentimiento

Dos horas más tarde, Náyade estaba arreglada, con el cabello suelto, y un vestido rosa que dulcificaba sus facciones aún más. Debby le comentó sonriente:

—Lo cierto es que no pareces mayor, pero estás preciosa. Me encanta este vestido de Lucy.

—Es muy generosa, dice que puedo quedármelo.

—Sí que lo es. De todos modos, como te ha dicho ella, puedes coger lo que quieras de nuestros armarios. Estamos tan acostumbradas a vivir juntas que siempre nos hemos intercambiado la ropa. Será divertido sumar una más al grupo.

Náyade sonrió, se sentía cálidamente acogida en aquella Hermandad. En casa de su tía, siempre había sido el huésped indeseado, y en el instituto no había llegado a formar parte de ningún grupo. Pero allí, con Debby, se sentía como en casa. Por ello, se atrevió a decir:

—Andrew sigue sin cogerme el teléfono, creo que está enfadado conmigo o le pasa algo.

—¿Por qué iba a estarlo?

—No lo sé, pero no me gusta hacer suposiciones, así que iré en persona a preguntárselo.

Debby torció el gesto y se apresuró a decir:

—No quiero que vayas a la Hermandad de las Águilas.

—Estuve allí anoche, no me pareció peligrosa.

—No lo es con Andrew ni con Carl, pero hay algunos tipos indeseables allí.

Náyade la miró sin comprender y Debby supo que tenía que ser sincera si quería que su nueva amiga comprendiera el peligro:

—En mi primera semana aquí, unos chicos me atacaron, ambos humanos de la Hermandad de las Águilas.

—¿Qué paso?

La voz de Debby tembló al recordar:

—Uno de ellos me golpeó e intentó abusar de mí mientras el otro retenía a Eleanor. Por suerte, Huck y Jimmy llegaron antes de que pasara nada más grave. Uno de los atacantes fue expulsado, Carl y Andrew lo consiguieron. Pero el otro sigue allí.

—¿Por qué no lo expulsaron también? —preguntó Náyade, extrañada.

—Porque para echar a Jack, que fue quien me atacó, Carl tuvo que hacer algo ilegal y nos garantizó que tendría al otro chico controlado, como parece que ha sido. Pero igualmente no me fío de ellos y no quiero que vayas allí, por si acaso. Estoy segura de que Andrew te diría lo mismo.

Náyade hizo una mueca y comentó:

—Si es así, no volveré a pisar esa Hermandad. No obstante, intuyo que Andrew tampoco está allí ahora mismo. Pero creo saber dónde está.

—No sé si es buena idea que salgas, Benjamin aún no ha creado tu nueva identidad.

—No te preocupes, no iré por la Universidad.

—Te acompañaré —propuso Debby.

—No, necesito hablar con él en privado, sobre todo si está enfadado conmigo —insistió Náyade.

—Náyade, no puedo dejarte salir sola.

—Te aseguro que no correré ningún peligro. Te lo prometo.

Debby la miró, sintiendo sus ojos suplicantes clavándose en ella. Por eso concedió:

—Está bien, pero al menos dime dónde vas.

—Si te lo digo, tendrás que decírselo a Joshua. Pero si no lo sabes, no será una mentira —repuso Náyade.

Debby sonrió y corroboró:

—Eso tiene sentido. Pero llévate mi móvil, por si acaso.

—Está bien. Muchas gracias por todo, Debby.

—Para eso están las amigas. Anda, miraré que no haya nadie en las escaleras para que puedas salir sin ser vista.

Náyade sonrió y Debby la vio marcharse silenciosamente, sin poder saber si estaba haciendo lo correcto. Su parte romántica le decía que a Náyade le brillaban los ojos cada vez que hablaba de Andrew y que tenía derecho a saber por qué él no le cogía las llamadas. Pero su parte práctica le hacía pensar que Joshua no pensaría igual. Por suerte, Eleanor y Amanda la sacaron de sus cavilaciones, ya que con la franqueza que las caracterizaba aparecieron en su habitación para explicarle que Huck había ido a ver a su padre y que comenzaban a estar preocupadas de que aún no hubiera vuelto.

Cuando finalmente este llegó a la Hermandad, todos sus amigos le esperaban en la sala común. Estaba lloviendo, así que al entrar se quitó el traje de moto, quedándose con los jeans y la camiseta seca. En cuanto le vio Debby se lanzó a sus brazos y, mientras él enterraba su cabeza en sus cabellos, le dijo cariñosamente:

—Estábamos muy preocupados. Has tardado mucho.

Huck la abrazó más fuerte y por toda respuesta musitó:

—He hecho algo horrible.

Al oírlo, Debby se separó inmediatamente y le preguntó:

—¿Cómo de horrible?

—Primer grado —respondió Huck.

—¿Has estado con otra chica? —le gritó Debby, furiosa.

—No, por supuesto que no, yo nunca haría eso. Creí que confiabas en mí —protestó Huck, herido.

—Y lo hago, pero has dicho que era horrible en primer grado —se defendió Debby.

—No es por meterme en vuestra discusión de pareja, pero ¿tu novio es un brujo súperpoderoso y lo más horrible que crees que puede hacer es enrollarse con otra? —puntualizó Carl.

—Es muy fácil hablar cuando tu novio no es perseguido por medio campus —se defendió Debby.

—En eso tienes razón. Podéis seguir discutiendo —concedió Carl.

—Sí, de hecho, estoy por hacer palomitas, esto es de lo más interesante.

Debby fulminó a Chris con la mirada, pero antes de que este pudiera decir nada más Eleanor masculló:

—Sí, y eso sería una buena idea sino fuera porque yo sí quiero saber qué es lo que has hecho, Huck. Básicamente porque me prometiste que no harías nada de lo que arrepentirte.

Huck, que había vuelvo a abrazar a Debby, necesitado de consuelo, confesó:

—Me arrepentiré toda la vida de esto.

Su novia le miró preocupada y, tomándole de la mano le propuso:

—Será mejor que nos sentemos.

Él la siguió, con la mirada baja y el rostro avergonzado. Nadie hizo ningún comentario, intuyendo que necesitaba su tiempo. Después, comenzó a hablar:

—Como ya imagino que Amanda y Eleanor os han dicho, he ido a ver a mi padre.

La voz le tembló, y todos observaron que había vuelto a decir «mi padre» en lugar de Lucius.

—¿Os habéis peleado de nuevo? —preguntó Debby, conciliadora—. Si ha sido por mi culpa…

—No, ni siquiera has salido en la conversación. Digamos que una idea horrible pasó por mi cabeza y fui hasta allí hasta averiguar si era cierta.

—La paciencia no está entre mis virtudes de cambiante, así que cuéntanoslo ya —le ordenó Carl—. Me estás poniendo de los nervios.

Huck les miró, deteniéndose en Joshua:

—Fui a hablar con él sobre Náyade. No podía entender porque la había dejado libre. Nos contaste que ella había sufrido mucho en su encierro, incluso se quedó en el bosque por miedo a volver al castillo. Por ello pensé que quizás mi padre la había dejado quedar aquí a cambio de su silencio.

—¿De qué silencio estás hablando? —se apresuró a preguntar Joshua.

Huck le miró, sintiendo asco de sí mismo por lo que había pensado, por lo que le había preguntado a su padre, por lo que iba a confesar a sus amigos. Por ello bajó los ojos y contestó:

—Creí que él había abusado de ella.

Un silencio sepulcral se hizo en la sala, que Joshua rompió con un tono helado:

—¿Creíste que tu padre había abusado de mi hermana y no me lo dijiste?

—Solo era una sospecha, no quería preocuparte —susurró Huck, sabiendo lo mal que sonaba aquello delante de su amigo.

Joshua se levantó y con tono cansado le dijo:

—Estoy harto de que te consideres un Dios que debe decidir por todos nosotros, velarnos, cuidarnos como si fuéramos niños pequeños. Huck, es mi hermana de quien estamos hablando. ¿Qué demonios ha sucedido?

Huck le miró, sintiendo el dolor por las palabras certeras de su amigo. Buscó consuelo en los ojos de Debby, pero leyó en ellos que estaba de acuerdo con Joshua. Por eso se apresuró a decir:

—Lo siento, debí hablar contigo. Pero era demasiado horrible, necesitaba estar seguro y, maldita sea, cometí el error de mi vida porque os aseguro que mi padre jamás le ha podido poner un dedo encima a Náyade, no después de cómo reaccionó, no después de lo que vi en su mirada.

Al oír esto último, todos suspiraron aliviados, pero Huck añadió:

—Le repugnó tanto que yo lo pensara que me echó del castillo y me dijo que ya no soy su hijo.

Tras sus palabras, se hizo un silencio sepulcral y todos, incluso Joshua, le miraron horrorizados. Carl fue el primero en hablar:

—Huck, tu padre siempre ha sido así. Es dictador y homófobo, nos pone en listas negras, nos grita y luego estoy seguro de que llega al castillo y se le pasa. Y después vuelve de visita porque sin nosotros se aburre soberanamente.

—Le acusé de haber violado a Náyade mientras estuvo encerrada y de amenazarla luego para que no lo contara. No creo que eso se le pase —replicó Huck, avergonzado.

—Tienes que hablar con él, arreglarlo —le propuso Debby.

—Ya no hay nada que arreglar, y supongo que da igual. Nunca me quiso, y yo también le dije hace tiempo que no quería que fuera mi padre, así que estamos en paz.

Mientras hablaba, sintió las miradas reprobadoras de sus amigos, pero fue Lucy la que habló:

—Tu padre no me cae bien, pero estoy segura de que te quiere.

—No puedo creerme que seas tú la que me digas eso. Deberías entenderme —protestó Huck.

—Si te refieres a mis padres, nuestra situación es completamente diferente —refutó Lucy.

—No tienes por qué explicar nada —le dijo Jimmy, mientras tomaba de la mano a su novia. Sabía que el tema de sus padres era bastante tabú, apenas hacía unos meses que Lucy parecía estar superando la distancia que les separaba. Sin embargo, ella insistió:

—Quiero hacerlo, necesito que Huck comprenda la diferencia. Mis padres no me quieren, nunca lo han hecho. Hace tanto tiempo que no les veo que a veces temo que un día ni siquiera nos reconoceremos. Su única manera de hablar conmigo es mediante transferencias bancarias, me mantienen igual que a cualquiera de sus casas; pero nunca me llaman ni se preocupan por mí.

—Mi padre solo se interesa por fastidiarme e intentar quitarme todo lo que me importa —refutó Huck.

—Puede, pero si realmente no quisiera verte, no estaría aquí cada dos por tres, enviaría a otra persona del Círculo en su lugar.

—¿Quieres decir que la demostración de que su padre le quiere es que viene aquí a incordiarle? —le preguntó Chris, sin comprender nada.

—Lo que quiero decir es que al menos ellos tienen una relación. Complicada, llena de odio y de ira, y seguramente también de un montón de problemas no resueltos; pero si después de todo este tiempo siguen encontrando el modo de verse es porque los dos quieren mantener el contacto.

Huck la miró y supo que tenía razón. La voz suave de Debby se dejó oír entre el murmullo:

—Náyade me dijo que el motivo por el que tu padre siempre discutía contigo es porque tenía miedo de perderte definitivamente, por algo que ella no sabe y yo tampoco puedo intuir. Y que eso era también lo que hacía que nos odiara a todos, porque estamos cerca de ti y él no. Y, de algún modo, creo que eso tiene sentido.

Su novio la miró incrédulo y ella añadió:

—Pero ahora, lo más importante es que estuve con ella, hablando largo rato, y os puedo asegurar que es imposible que tu padre le hiciera nada. Náyade tiene un recuerdo horrible del castillo, ¿quién no lo tendría habiendo estado encerrada en él? Pero la forma en la que habla de tu padre, es como si supiera que él se equivocó al encerrarla, pero de algún modo ha encontrado la forma de perdonarle. Sé cómo me sentí cuando fui atacada, y Náyade no actúa como alguien del que han abusado. Créeme, Huck, no está amenazada por tu padre, simplemente le comprende.

Huck bajó los ojos, sintiéndose aún más culpable:

—Tendría que haber hablado primero contigo y con Náyade. Joshua tiene razón, no debí ir al castillo sin pedir vuestra opinión. He sido un imbécil.

Joshua le miró. Estaba en contra de su naturaleza castigar a nadie por algo por lo que estaba arrepentido, así que le dijo:

—Ahora ya no importa. Pero, Huck, tienes que confiar en nosotros, somos tus hermanos, tu familia.

Su amigo asintió y Joshua añadió mirando a todos:

—Os agradecería que ninguno de vosotros comentara nada de esto a Náyade. Aunque estoy con Debby en que me parece imposible lo que Huck ha sugerido, quiero hablar con ella de esto; asegurarme. Sin embargo, ella se sentiría muy incómoda si supiera que todos lo sabéis. Apenas os conoce. Será mejor que hagamos como si nada hubiera pasado esta tarde.

El grupo asintió, y se fueron dispersando en silencio por la casa, mientras Carl, Joshua, Huck y Debby permanecían en el salón. Joshua comentó:

—Iré a hablar con Náyade. Me dijiste que estaba en su habitación descansando, espero que no esté dormida.

—¡No! —se apresuró a decir Debby—. Será mejor que no vayas.

—¿Por qué?

—Porque, como tú has dicho, igual está dormida —contestó ella bajando los ojos.

Joshua la miró y pregunto:

—¿Qué me estás ocultando?

—Yo… no… Está bien, no sé mentir —confesó Debby, sintiéndose una amiga pésima—. Náyade no está en su habitación.

—¿Y dónde está? —preguntó Carl.

—No lo sé, fue a buscar a Andrew —confesó ella.

—¿Qué tú la dejaste hacer qué? —gritó Joshua, furioso.

—Lo siento, pero no es un bebé al que yo pueda retener. Le llamó varias veces por teléfono, pero como no se quiso poner, ella decidió ir a verle —explicó Debby.

—¿Y tú estuviste de acuerdo? —protestó Joshua.

—Él la salvó y fue muy amable con ella anoche. Náyade necesitaba darle las gracias personalmente. No creí que hubiera nada malo en ello —añadió Debby.

—Pero ¿dejaste que fuera a su Hermandad? —le pregunto Huck, incrédulo.

—Por supuesto que no, incluso le expliqué lo que me pasó para que sepa que no puede fiarse de los humanos de allí. Pero ella me dijo que sabía dónde podía estar. Y también me prometió que volvería pronto, aunque puede que le pillara la tormenta, porque hace rato que se ha ido.

Joshua intercambió una mirada con Carl y este musitó:

—La cabaña…

—¿Qué cabaña? —preguntó Debby.

—Es un lugar que tenemos en el bosque, nos sirve para dejar nuestras ropas antes de convertirnos en animales.

—¿Os preocupa que algún cambiante que no sea Andrew esté allí? —se apresuró a decir Debby, comenzando a pensar que se había equivocado dejando marchar a su nueva amiga.

—Eso no es muy probable. La única persona que va al bosque en mitad de una tormenta es Andrew, le gusta estar allí cuando tiene cosas en las que pensar. Y, dado que Joshua le prohibió ver a Náyade, supongo que estará allí. Lo que no entiendo es como ella lo ha sabido. Parece que la conversación de anoche dio para mucho…

Joshua lo fulminó con la mirada y Debby insistió, más aliviada:

—Pero, si el único cambiante que estará allí es Andrew, no tenemos de qué preocuparnos, anoche quedó demostrado que no es un peligro.

—Sigue siéndolo como chico —expuso Joshua, suspirando pesadamente, como si nadie le comprendiera.

—¿Cómo chico? Estás paranoico —discutió Carl—. Solo estarán hablando y esperando que pase la tormenta.

—¿En la romántica cabaña con el fuego encendido en la chimenea? Es que no te acuerdas…

Su voz se quebró, sonrojándose. La cabaña había sido el lugar en el que Carl y él siempre se habían encontrado cuando querían estar a solas, antes de que las nuevas reglas de la Hermanad les permitieran dormir juntos allí. Inconscientemente, intercambió una mirada cómplice con su novio, recordando. Huck les miró y no pudo evitar comentar irónicamente:

—Carl, yo también estuve contigo en la cabaña y no recuerdo que encendieras ningún romántico fuego para mí.

Su primo esbozó una sonrisa bromista y replicó:

—Quizás no eres tan irresistible como crees.

Debby rio y comentó en voz baja:

—Me están dando ganas de visitar esa cabaña…

Huck pasó la mano por su espalda sensualmente, pero Joshua les miró agobiado mientras insistía:

—No es divertido que mi hermana esté con Andrew allí. Me voy a buscarla.

—Pero, está lloviendo a mares —protestó Carl—. ¿No podemos esperar a que pase?

—¿Qué parte de romántico fuego no has entendido?

Su novio suspiró y con voz agobiada respondió:

—Está bien, pero te acompaño.

—No es necesario.

—Sí que lo es, al menos hasta que recuperes tu cordura de brujo Jedi.

Joshua hizo una mueca, sabía que tenía a todos sorprendidos por su comportamiento tan poco habitual, pero el hecho de que su hermana se hubiera convertido en una bella adolescente le ponía muy nervioso. Cogido de la mano de Carl, salieron bajo la tormenta, mientras Debby comentaba:

—Espero no haber metido en problemas a Náyade. Debería saber mentir mejor.

—No, no deberías —refutó Huck abrazándola—. Eres perfecta tal y como eres.

—Me resulta extraño ver a Joshua tan nervioso. No conozco muy bien a Andrew, pero cuando estabais desaparecidos siempre fue muy amable y sé que es el mejor amigo de Carl. Además, Náyade dice que es encantador.

Huck se mordió el labio y corroboró:

—A mí también me cae bien Andrew, siempre ha sido agradable conmigo, incluso en los peores momentos entre nuestras Hermandades. Y también sé que fue él quien ayudó a Carl a echar a Jack la noche que te atacó. Pero, para serte sincero, a mí también me resulta raro ver a Náyade como una adolescente, para mí siempre fue la encantadora y tranquila hermana pequeña de Joshua.

—A juzgar por el rato que hemos pasado juntas, sigue siendo encantadora y tranquila, pero tendréis que acostumbraros a que también le gusten los chicos —contestó Debby burlonamente.

—Pero ¿de verdad le gusta Andrew? —preguntó Huck.

—Eso me ha parecido. Para serte sincera, cuando habla de Andrew tiene la misma expresión que Lucy cuando habla de Jimmy, o la que me veo yo en el espejo cada día porque me despierto a tu lado. Y por mucho que él sea un cambiante o mayor que ella, no creo que nada de lo que Joshua diga le haga cambiar de opinión.

Huck la besó por toda respuesta y luego comentó:

—Mientras yo pensaba lo peor, tú estabas acercándote a Náyade. Debería haber confiado en ti antes de actuar, Joshua tiene razón. Me hubiera evitado ir al castillo y terminar así con mi padre…

Debby levantó sus ojos hacia él y retomando su semblante serio preguntó:

—¿Vas a hablar con él?

—No tengo el valor de hacerlo, al menos no ahora —contestó Huck con tristeza—. Lo que le dije es horrible. Y aún más horrible es el hecho de que lo pensé. Sé que es duro conmigo y con el resto de persones, pero no sé cómo pude pensar que era capaz de abusar de Náyade. Es repugnante. Tendrías que haber visto su expresión… Él y yo siempre jugamos a herirnos el uno al otro, pero esta vez yo lo hice de verdad.

—Quizás sería el momento de que dejarais de hacerlo —sugirió ella.

—¿Cómo? Después de todo lo que pasó cuando tú y Eleanor fuisteis atacadas, no puedo olvidar que podríais haber muerto si no hubiésemos contradicho sus órdenes de seguir buscándoos. Y hoy mismo, ¿has visto cómo te trató por ser mi novia? Ni siquiera te estrechó la mano. Y a Carl y Joshua siempre les echa en cara su homosexualidad, como si fuera un delito.

—Lo sé y si soy sincera, me hirió como nos trató. Pero Náyade tiene razón cuando dice que quizás solo nos odia porque tú nos amas, porque nos das algo que a él no. Puede que bajo esa capa de dureza exista algo más, algo que parece que solo nuestra pequeña nueva sanadora parece ver.

Huck tembló y confesó:

—Hace años que solo sé odiar a mi padre, parece que él también a mí. Me gustaría verle como hace Náyade, pero yo solo recuerdo peleas y recriminaciones en nuestra relación.

Debby le miró preocupada y, finalmente, se atrevió a preguntar:

—¿Me lo explicarás algún día?

—¿A qué te refieres?

—A lo que fuera que os separó de tal forma.

Huck bajó la cabeza y musitó:

—No quiero hablar de ello. Menos aún hoy.

Conmovida por su triste tono Debby volvió a abrazarle y musitó en su oído:

—Está bien, entonces vamos a la habitación.

Huck la interrogó con la mirada y ella contestó con una dulce sonrisa:

—Voy a abrazarte hasta que te tranquilices. Amor, hubiera preferido que confiaras en mí, pero te quiero y voy a hacer que estés bien. Como dice Eleanor, no me gusta cuando estás atormentado, sufres demasiado, más de lo que deberías. Puede que antes estuvieras solo, pero ahora me tienes a mí, lo que te preocupa me preocupa a mí, y no voy a dejar que te lastimes más a ti mismo.

Huck acarició su mejilla con ternura y afirmó:

—No sé qué haría sin ti, en realidad, no sé qué he hecho para merecerte.

Debby volvió a sonreírle diciendo:

—Tú y yo somos uno, nos merecemos el uno al otro, siempre.

Huck la miró y por toda respuesta la besó apasionadamente para luego subir abrazado a ella hasta la habitación.