2. Sueños de preocupación

William observó a Lucius contraer el gesto ante sus palabras, adivinando que aquello era el comienzo de una larga y pesada discusión. Suspiró pacientemente, al fin y al cabo aquella vez había acudido por iniciativa propia al castillo del Círculo de las sombras. Aunque tal y como estaba reaccionando su cuñado, comenzaba a arrepentirse de ello.

—¿Qué dices que Huck se ha convertido en un cambiante? Mi hijo definitivamente está peor de la cabeza de lo que pensaba —gritó al oír su explicación.

—Lucius, deja de preocuparte tanto, Carl está con él.

—Y eso me deja mucho más tranquilo… Fue idea de él…

—No, Carl le dijo a Huck que iba a buscar a la bruja. Y tiene razón, los cambiantes podemos detectar mejor su rastro, si ha hecho un conjuro para evitar que lo hagan los brujos. Pero fue Huck quien insistió en ir con él, y estoy seguro de que Carl lo aprueba tan poco como nosotros —recalcó William.

—¿Y por qué no me llamó para pedir mi opinión?

William esbozó una mueca irónica y le recordó:

—La última vez que hablaste con él le dijiste que su novia estaba muerta, que no ibas a hacer nada para intentar averiguar si eso era cierto, y de paso le dijiste que era culpa suya. ¿De verdad crees que te iba a llamar para pedir tu opinión?

Lucius sintió como una herida se reabría en su interior. Aunque una parte de él creía que la única manera de evitar que Huck se fuera al lado oscuro era con disciplina y dureza, la otra parte de él, la que Náyade había intuido, no podía dejar de pensar en la mirada perdida de su hijo la última vez que le vio.

William advirtió la brecha que se abría en su cuñado e insistió:

—Lucius, cada vez que hablas con él discutís, le humillas y él reacciona como un animal herido. Por eso se ha ido sin avisarte, por eso jamás confía en ti para nada.

Su cuñado le miró furioso y rebatió:

—¿O sea que la culpa es mía que él sea incapaz de perdonarme?

—Tú tampoco te perdonas a ti mismo. Además, tienes demasiado miedo a que Huck sea como Lorraine, le juzgas como a ella sin que haya hecho nada, y eso te aleja cada día más de él.

Lucius se dejó caer sobre la silla mientras decía:

—Son iguales: inestables y emocionales. Y ambas cosas combinadas con poder son un peligro para ellos mismos y para el resto de personas.

William le miró tristemente y le recordó:

—Pero Huck también tiene una capacidad increíble de amar a los demás, de preocuparse por todo el mundo. Carl me ha contado que es el defensor de los débiles en el campus, como evita que cualquier matón pueda atacar a nadie. Y, de algún modo, sé que también te quiere a ti, pero estáis tan acostumbrados a hablaros como si fuerais enemigos mortales que lo ha olvidado.

—¿Por qué me estás diciendo todo esto hoy? —susurró Lucius, visiblemente tocado por sus palabras.

—Porque yo también estoy preocupado por el hecho de que Huck se haya convertido en un cambiante; pero aún más porque cada vez que se pelea contigo se acerca más a la oscuridad. Es comprendiéndole que le mantendrás sereno, no provocándole.

Lucius bajó los ojos y William continuó diciendo aquello que le había costado tanto callar:

—Huck no se ha ido en busca de esa bruja, arriesgando su vida, porque está descontrolado, sino para proteger a su novia.

—Novia que no debería tener —masculló Lucius.

—No puedes elegir la mujer de la que él se enamora, solo confiar en que ella sea la adecuada. Y, antes de que lo digas, la culpa de que Huck se haya marchado no es de ella, sino tuya.

—¿Mía? —le preguntó Lucius furioso.

—Le dijiste que era por su causa que la bruja hubiera intentando matar a su novia. ¿Qué esperabas que hiciera? Está enamorado de ella, ¿no lo hubieras hecho tú por Lorraine?

Lucius bajó la guardia definitivamente y, con la voz rota, admitió:

—Hubiera ido al fin del mundo si con eso hubiera conseguido salvarla.

—Entonces, ya tienes la respuesta —resolvió William mientras, en un gesto que no había hecho durante años, apoyaba la mano sobre la espalda de su cuñado.

Al sentir el contacto con su antiguo amigo, Lucius sintió un escalofrío. Hacía años que nadie, ni siquiera su hijo, se acercaba a él de un modo cariñoso. Creía que lo había superado, que no lo necesitaba pero, tan preocupado como estaba por Huck, por un momento, dejó sacar a su antiguo yo y apoyó la mano sobre la de su cuñado, sintiendo toda la amistad que él le brindaba. Estuvieron así largo rato, hasta que William se separó diciendo:

—Sé que no puedes rastrear a Huck ni a Carl en forma animal, así que te avisaré en cuanto sepa algo. Y llámame si algún día necesitas algo, aunque sea hablar. Se nos daba bien.

—Gracias —respondió Lucius en un tono muy diferente al que solía utilizar.

William salió lentamente de la habitación, mirando a su cuñado que, concentrado en sus recuerdos, veía el crepitar del fuego dejándose llevar por la nostalgia. Cuando cerró la puerta tras de sí, William sonrió esperanzado y pensó que, quizás, solo quizás, aún existía una oportunidad de poder recuperar a su amigo, al que hacía demasiados años que había perdido.