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Sí que hizo falta una antropóloga para interpretar aquellos huesos. La novia de Moe Reed, la doctora Liz Wilkinson, entregó el informe en el escritorio de Milo al cabo de nueve días. Los esqueletos correspondían a las cuatro víctimas más recientes descritas en el montón de fotos de James Harrie. Los restos de los dientes de dos de ellas confirmaron la identificación y las otras dos se distinguieron por el tamaño de sus fémures.

Wilkinson opinaba que dos de las víctimas probablemente habían dado a luz, dato que no había aparecido en las entrevistas con sus padres.

No había razón para sacar el tema. Milo contribuyó a dar facilidades para entregar los restos y asistió a todos los funerales.

Una excavación más profunda del campo no ha aportado más cuerpos, ni ninguna clase de pruebas.

El lugar donde hayan sido enterrados el doctor Louis Wainright y la enfermera Joanne Morton sigue siendo una incógnita.

Los ojos encontrados en la oficina de Bern Shacker en Beverly Hills estaban demasiado degradados por el formol para los análisis de ADN. La doctora Clarice Jemigan ha opinado que tal vez no pertenecieran a ninguna víctima y que bien podrían ser especímenes de anatomía de los que se venden para uso de optometristas y oftalmólogos.

Es una patóloga experta, dura de cabeza y con todo un mundo de experiencia.

Pero es que a todo el mundo le gustaría que sus deseos coincidieran con la realidad.

Las cajas de pizza encontradas en el túnel coinciden con las que usaba un solo restaurante entre Santa Barbara y Malibu, un lugar de Oxnard, justo al salir de la autopista 1, donde suelen parar muchos conductores. Una jovencita que trabaja allí los fines de semana por la noche está casi segura de que un hombre parecido a James Harrie era cliente ocasional del restaurante.

Es una estudiante de magníficas notas, que lleva un montón de asignaturas adelantadas al curso que le corresponde, y está casi segura de lo que él solía pedir.

Siempre lo mismo: un pastel de queso pequeño, una grande de pepperoni y champiñones.

Grant Huggler está esperando juicio en el hospital estatal de Starkweather para delincuentes desequilibrados. Es un paciente modélico y ha supuesto un desafío para el diagnóstico. Tanto su defensor, abogado de turno, como el ayudante del fiscal del distrito, John Nguyen, han dicho por separado que tienen la intención de convocarme como testigo experto si el caso llega a juicio oral. He manifestado mis reticencias a los dos. No me han presionado. Pero son abogados; tampoco han dado un paso atrás.

Puedo sobrevivir con la inseguridad.

Milo nunca ha mencionado lo que pasó en aquel campo. Me ha preguntado —dos veces, porque está más despistado que de costumbre— si creo que Huggler llegará a entrar en la sala del tribunal, o si se quedará encerrado en su celda de aislamiento.

—O a lo mejor lo envían a otro manicomio. Tal vez a Kansas, ¿no? Se lo debemos.

Las dos veces le he dicho que no estaba para hacer apuestas.

He estado un poco irritable, aunque creo que lo he llevado bastante bien con Robin y Blanche, que he dicho y hecho lo que correspondía y he fingido llevar una vida normal.

Por lo general, los sueños se han terminado. Sí que pienso en los ojos, en las cuatro chicas cuyos cuerpos no han aparecido. Louis Wainright, Joanne Morton.

A Belle Quigg se le ofreció la posibilidad de recuperar a Louie, pero se hizo la remolona y dijo a Milo que bastante tenía con llegar al final de todos los días.

Louie y Ned han terminado adoptados por una familia de Ojai, un clan mormón con doce críos y un historial largo y honroso de preocupación por animales viejos, enfermos, descastados. Me cuentan que los dos perros han engordado y que de vez en cuando Ned consigue reunir la energía suficiente para jugar un poco.

Yo he rechazado algunos parientes que me derivaban otros especialistas, he aumentado el tiempo que dedico a correr, paso más ratos escuchando música, cualquier cosa que vaya de Steve Vai al Concierto de Brandenburgo Número 6 de Bach.

Cada día entro en la oficina, cierro la puerta, hago ver que trabajo. Más que nada, me siento al escritorio a pensar y luego procuro no pensar.

Me he planteado volver a las sesiones de autohipnosis. O aprender alguna forma nueva de meditación que pueda servirme para vaciar la cabeza.

Pienso en reunirme con los padres de las cuatro chicas cuyos cuerpos no han aparecido. Decirle algo a las dos hijas adultas del doctor Wainright.

Nadie ha preguntado por la enfermera de Wainright, Joanne Morton, lo cual me preocupa más de lo que debería.

Me pregunto qué creó a Gran Huggler. James Harrie.

A estas alturas, no estoy seguro de querer saber las respuestas.