A LAURE BATAILLOY
BUENOS Aires, 22 de diciembre de 1959
Querida Laure:
Aquí nos tienes, metidos hasta el cuello en este pegajoso verano porteño, con calores de 35 grados (te escribo en el comedor de casa, con un pantalón de baño por única vestimenta) y una humedad que nos hace sentir como peces en un acuario. Pero un acuario con agua tibia. Realmente Colón estaba loco. Qué idea, venirse por estos lados, con lo fácil que le hubiera sido ir a Tahití, por ejemplo. Uno comprende que lo metieran preso, y que terminara tristemente su vida. Nos metió a todos en un lío padre.
Nuestro viaje en el Comet fue bastante espectacular, después de un comienzo un tanto tartamudeante, pues nos llevaron de París a Madrid en otro avión, y ahí tomamos el Comet. Pero las cosas anduvieron bien a partir de ese momento, y llegamos a Buenos Aires 17 horas después de haber salido de Orly. Créeme que cuesta aceptar la evidencia; los primeros dos o tres días, al abrir la ventana de mi cuarto tenía la impresión de que iba a encontrarme con los gloriosos caracoles que decoran la casa de enfrente en la rué Pierre Leroux. Después, poco a poco, empezamos a bajar por los círculos de este modesto infierno bonaerense, donde todo está mal, donde la vida se ha convertido en una protesta continua por el precio de las cosas, los golpes de estado, el petróleo... En fin, ustedes saben algo de eso. No vale la pena insistir.
Entre tanto ya ha pasado más de un mes de nuestra llegada. (Se rompió la máquina de escribir. Es española, ¡tú comprendes! Sigo a mano.) Tanto Aurora como yo no vemos la hora de volvernos a París. Para ella el problema es bastante penoso porque su madre no esta bien, y completamente sola. Empiezo a preguntarme si no será necesario que yo me vuelva a trabajar a París y Aurora se quede aquí unos meses cuidando a su madre. La idea nos parece abominable a los dos, pero enfrentamos hechos concretos y habrá que resolverlos lo mejor posible. En fin, no seamos pesimistas. Por lo pronto hemos reservado pasaje en el Río Belgrano, un carguero de la Flota Mercante del Estado. Ocho mil toneladas... y solamente doce pasajeros. ¡El paraíso! Un mes de mar, escalas imprevistas... Sería magnífico. Pero no sé si todo saldrá tan bien. En el mejor de los casos, llegaremos a Génova hacia el 15 de febrero, y subiremos inmediatamente a París (no sin antes comer pizza en la Via della Maddalena).
Aquí en B.A. me encontré con ese raro monstruo llamado celebridad. Una celebridad restringida y de minoría —gracias a Dios —pero no por eso menos palpable y sorprendente. Las armas secretas y Bestiario se venden enormemente, mis editores se frotan las manos (¡en un gesto inequívoco!) y me piden originales. Todos los días me entero de como se me lee, se me sigue y se me cita. Rechacé una interview en la TV (se quedaron estupefactos, porque parece que los autores se mueren por esas propagandas) y me negué a dar conferencias. Entre tanto leí todo lo que ha aparecido en el país, pensando también en ti (para posibles traducciones). En general encuentro que todo es muy flojo, demasiado "neorrealista" (pero sin verdadera fuerza). Ya te pasaré libros y hablaremos de todo eso. ¡Ojo!: mis editores se ofrecieron a "representar mis intereses" (?) en Francia, Alemania, etc. Les dije que estaba de acuerdo pero que en lo referente a Francia tú eras mi traductora, y que los editores franceses deberían publicar tus versiones en caso de que se decidieran a publicar algo. Les pareció muy bien. ¿Sabes que a Aurora y a mí nos dejó tristísimos la muerte de Gérard Philipe? Yo creo que encarnamos en él todo nuestro cariño por Francia. Y además, esa estúpida injusticia de eso que llaman Destino... Laure, esta carta es muy tonta, perdóname pero hace demasiado calor. Tengo tantas ganas de charlar pronto con Philippe y contigo. Si tienes ganas manda dos líneas a General Artigas 3246, Dto. 7. Si no puedes no te preocupes. Yo estaré allá en febrero, y hablaremos hasta la extinción total de la voz.
Aurora los saluda con todo cariño. Un abrazo para Philippe y otro para ti de
Julio