A Eduardo A. Castagnino
MENDOZA, 9 de noviembre de 1944
Mi querido Eduardo:
Me has dado un mal rato con tu carta, pues yo entreveo en ella que tu surmenage ha sido —quizá lo es aún —serio. Trabajas como un bárbaro (y trabajas en esas faenas mezquinas de la docencia menor, que agotan y disgustan) tanto que muchas veces me he preguntado cómo podías resistir esos constantes desplazamientos por Buenos Aires, esos complicados horarios que te alejan largamente de tu casa, te dispersan y extenúan. Tienes que prometerte unas vacaciones absolutamente tranquilas, en o fuera de tu casa villaparquense, pero tran-qui-las. Mira que de lo contrario la receta de cavar pozos y los comprimidos de pasiflora resultarán ineficaces. Déjate de macanas y a encarar el futuro con vistas a un relativo sosiego. Porque tú, aparte del trabajo mismo, lees como un salvaje y hasta te queda tiempo para escaparte de cuando en cuando al cine. Y todas ésas son actividades paralelas que inciden en los nervios y los pulverizan.
(Presumo tu sonrisa sardónica y tu ponzoñoso: "¡Bueno eres tú para dar consejos de esa índole!".) Pero yo, por lo menos, estoy desde hace tres meses en la línea de mi propia vida, de mis intereses más caros. Enseño aquello por lo cual vivo, y si la coincidencia no es total —pues esto es docencia, al fin y al cabo, con todo lo pedestre que tienen nuestras docencias —por lo menos la fricción entre el querer y el poder no son tan hondas. Me agoto, pero sin ese encolerizamiento interior que traen los agotamientos cuando obedecen a menesteres que no nos complacen. Tanto que, luego de cinco días de descanso, ya estoy de cabeza en la revisión de mi famosa novela (¡600 páginas de máquina, ay!) y me dispongo a re-escribirla, tarea que terminaré allá por 1946 a juzgar por la lentitud con que procedo.
Apenas abrí el sobre donde me enviabas La otra orilla comprendí que tú o yo habíamos hecho una gran macana. Empiezo a creer que soy yo. Lo que preciso es el total de mis cuentos, que como recordarás llevan el mismo título que los enlaza y se hallan en una coqueta carpetita con broches de presión. Pero creo recordar que me los devolviste (pues tú tenías mi única copia) de modo que escribiré a casa para que me los busquen. Si por casualidad no fuera así, y estuvieran aun en tu poder, mándamelos. Ya sabes: una carpeta chica con tapas de cartulina, donde aparte de estos dos que me envías, está aquel con referencias a Le Horla, los prolegómenos a la astronomía, "Bruja", etc. Pero pienso que me los has devuelto —creo que un día nos encontramos en el centro, y tú me los llevaste a mi requerimiento... Sea como sea, gracias; estos que me envías te serán devueltos, pues te pertenecen y no es justo que te prives de obras tan excelsas. Joven profesor: su neura será grande, pero de ahí a olvidar lo prometido hay un paso mayor. ¿Dónde cuernos está tu Martín Fierro? ¿Tendré que buscar cierta carta y copiar letra por letra algún párrafo donde dicho ensayo me es prometido? Déjate de macanas y mándalo; salvo que prefieras esperarme, ya que apenas falta un mes para mi y dármelo en persona. Pero no te olvides.
Sí, me acuerdo muy bien de La fin du jour. Ese viejo y antipático individuo que se roba la película, es nada menos que MlCHEL, el mismo viejo que casi se robaba "El muelle de las brumas", acuerdo contigo: es lo mejor del film, que por cierto es una película espléndida. También de acuerdo sobre la monocordia de Francen. Pero Jouvet está admirable, ¿eh?
Aquí hay muchos cines, y todos emplean sus carteleras en la loable tarea de perpetrar cine mejicano. Es sencillamente infame. Mis tareas no me permitieron ir a ver Bernadette, pero en cambio tuve el gusto de ver Si yo tuviera un millón (¿te acuerdas?) que todavía conserva su sabor en algunas partes. Esta noche dan aquí —hay una especie de Cine-Arte—Bajo el puente, iré, me acuerdo bien de esa película. ¿Quieres un buen tratamiento para tu surmenage? Anda a ver a Danny Kaye en Amando despierta, te reirás inmensamente, creo que es la mejor película musical de estos tiempos. El tipo es sencillamente fantástico.
Me entero en este mismo instante del ya indiscutible triunfo de Franklin D. Me alegro muchísimo; contra la opinión de toda Mendoza, temía yo al siniestro señor Dewey y su derrota me prueba la sensatez de nuestros hermanitos rubios. ¿Qué te pareció el último "speech" de Pepe?95
Releo —en plan de desintoxicación—San Michele. Hay mucha truculencia buscada, pero es un bello libro que resiste la crítica insidiosa de nosotros los profesionales. Leo cuentos del loco William Saroyan; algunos son espléndidos y quisiera tener tiempo y ganas para traducir dos o tres. Me alegro de que te gustara mi traducción de Keats. La sigo creyendo buena —porque acaso la mido aún por las fatigas que me ocasionó—, Chau, amigo, mis afectos a los tuyos, DISPONTE A DESCANSAR y no escribas si no tienes ganas. Ya nos veremos en diciembre.
Un abrazo fuerte,
Julio
¿Cómo van las cosas "chez" Atalira?