A Mercedes Arias
MUY gentil amiga:
Ya ve que no había olvidado mi promesa de escribirle; sólo las dos semanas se convirtieron en un mes. Mi trashumante existencia —cuatro días aquí y tres en casa —me dispersan de una manera tan deplorable como encantadora. Una correspondencia regular es la primera en resentirse, y concluye por pasar a la categoría de los ideales inalcanzables. Pero usted me conoce, y no tengo necesidad de excusarme más... (¿Cuántas cartas más empiezan, con pequeñas variantes, de la misma manera? ¡Interesante censo! Envíeme las cifras...) Decidí quedarme en Chivilcoy a pasar el "week-end". Hay buen cine, que aprovecharé; tengo dos novelas de Ellery Queen (The American Gun Mystery y The Román Hat Case); poemas de Salinas y de León-Felipe; la fascinante historia del Renacimiento, de John Aldingtan Symonds; una bella edición de Virgilio, Le Grand Meaulnes, y mis gramáticas alemanas. Se puede pasar un rato con todo eso, ¿no?
Me hubiera agradado poder charlar con usted en estos días en que todos los miembros del "apostolado" andan revueltos con la cuestión de los concursos; le hubiera preguntado, por ejemplo, si tales concursos no le ofrecen alguna posibilidad de traslado —aunque adivino la respuesta—; o, por lo menos, de mejora...
A mí me perjudicaron hasta ahora, porque, en previsión de que el concurso diera por resultado algún nombramiento insólito, el generalísimo" local se adelantó a los hechos en forma de un nombramiento provisorio en la persona de una joven y simpática parienta; me refiero a 4 horas de Historia que yo dictaba interinamente. Claro que, por razones de simple dignidad profesional, yo me presenté lo mismo, bien que descuento el resultado. En verdad, no crea que ello me afecta mucho; bien sabemos lo que son esos nombramientos interinos; y además, por suerte, la profesora nombrada superpone a su apellido todopoderoso la idoneidad de un título; basta eso para que yo no sienta rencor alguno, bien al contrario.
A Mercedes Arias Chivilcoy, 22 de mayo de 1943 |
¿Qué hace usted, cómo le va, qué lee, dónde pasea, a qué se dedica? El tiempo ha logrado que ya no me resulte fácil imaginarme la existencia en Bolívar, ¿es siempre la misma? Chivilcoy, inmutable, enfrenta las estrellas y las estaciones con invariable firmeza, cuidando de no mover un solo músculo de su severo rostro, ni desordenar en lo más mínimo los pliegues de su vestido. Así, de una manera un tanto homérica, permanece el apacible pueblo con sus numerosos ganados circunvecinos, sus preclaras gentes que comercian y dan vueltas a la plaza (debí decir "ágora", perdón), y el majestuoso despoblado de sus calles que la sombra de venerables plátanos flanquea y ornamenta. Yérguense en sus márgenes las estructuras imponentes del Colegio Nacional y de la Escuela Normal, en la cual última (como diría Cervantes) pasea éste su amigo la majestad de su toga profesional y el aburrimiento de varios cursos de historia y geografía, ciencias malignas y retóricas.
(¿No le resulta divertido, a veces, escribir imitando estilos arcaicos? Pienso en el placer que sentiría Gogol cuando escribió Taras Bulba que, supongo, usted habrá leído. En verdad es un admirable "pastiche" de Homero... Ahora me acuerdo de que una vez le escribí una carta en verso a un amigo; me había propuesto yo imitar cabalmente el kilometraje olímpico de don Arturo Capdevila, y lo cómico es que —de una manera totalmente seria —recibí calurosas felicitaciones por la tal epístola. Felicitaciones menos merecidas que las merecidas por Míster Count Basie, que en este mismo momento está tocando "Woogie" por la onda de L.R.9.)
Ya que salté a la música, creo recordar que usted había comprado o iba a comprar una radio para su pueblecito. Si tiene onda corta, siga cuidadosamente este consejo: los viernes, a las 22.30 en punto, busque K.G.E.I., Frisco, en la gama de los 25 metros. Le llegará, muy claramente, un programa titulado "Jubilee". Tras nombre tan promisor, escóndese el arte prodigioso de Louis Armstrong, que está más grande que nunca; anoche le escuché Shine, y un Lazy River como hacía mucho no oía. Y luego, sus charlas en el micrófono, con esa dulce (¡tan dulce, sin embargo!) voz que le dio Georgia... Sume a eso un conjunto de "spiritual singers" llamado bellamente The Charloteen, y tendrá usted una idea de lo que es esa media hora inolvidable. So now you know!
Pero, si en verdad no tiene la radio, mil perdones: sé que mi descripción la hará sufrir, y lo siento.
Van los poemas prometidos, y una prosa que me gusta mucho porque fue escrita a lo largo de mi viaje por Chile, a razón de unas pocas frases por día, en los trenes, las galerías de los hoteles o el alto de los cerros. No le envío más cosas para no aburrirla; en otra carta, si usted quiere... De paso, las copias son para usted.
Hasta pronto, entonces, hágame saber de usted y recuerde que su franca opinión sobre mis poemas tiene para mí un valor inapreciable.
Julio Denis