A Mercedes Arias

MENDOZA, 29 de julio de 1944

My dear friend:

We are both guilty about this cold, long and contemptible silence. Let me take the bow and send you a first arrow with news pierced in it. A friendly arrow, of course, not in the Robin Hood's way. Haow84 are you? Why didn't you write some lines to me? After all, women are supposed to be more gentle than men! I think you´ve been busy enough with your pupils, so I let drop the subject and, among others things, come back to old, sweet spanish.85

Imagino lo que se ha de reír usted cuando lee mi monstruosa sintaxis y mis ingenuas construcciones en el avisado idioma de Aldous Huxley; es curioso, sin embargo, que me cueste iniciar una carta para usted sin algunas frases en inglés; la impaciencia se posesiona de mí a las cuatro líneas, cuando advierto la imposibilidad de expresarme, y renuncio. Quizá, si tuviera costumbre de hacer prolijos borradores... «Pero estas cartas deben ser como una charla.

"Los vientos de la fama quizá le hayan llevado a Bolívar la noticia de mi venida a Mendoza. Quiero, sin embargo, ponerla en justo conocimiento de las cosas, ya que vivimos en un tiempo de malentendidos y hasta a los buenos amigos es menester explicarles las actitudes que se asumen. Le pido, con todo, extrema reserva sobre esto; aún no me considero seguro ni mucho menos, y alguna palabra impensada podría crearme un nuevo y tal vez grave problema.

Mis últimas semanas en Chivilcoy (hasta el 4 de julio, también para mí día de independencia) fueron harto penosas. Los grumos nacionalistas locales me lanzaron una bruloteada salvaje, y cierta vez que volvía yo inocentemente como de costumbre a hacerme cargó de mis cursos, amigos fieles me avisaron que se me acusaba ("vox Populi") de los siguientes graves delitos: a) escaso fervor gubernista; b) comunismo; c) ateísmo. ¿Fundamentos? De a): que mis clases alusivas a la revolución (tuve que dictar tres) habían sido altamente frías llenas de reticencias y reservas; de b): quien incurre en a) entonces es b); de c): en ocasión de la visita del obispo de Mercedes a la Escuela Normal, yo había sido el único profesor —sobre 25 más o menos —que no besé el anillo de Monseñor (¡prueba irrefutable!). Juntando ahora los términos a), b), c), John Dillinger resultaba un ángel al lado mío.

Cierto que los colegas que me conocen, rompían lanzas violentamente en mi favor, y fueron ellos quienes vinieron a prevenirme. Pero la marea crecía, y por fin se llegó a cosas como éstas: que en un café se preguntara en voz alta, de mesa a mesa "si ya lo habían echado a Cortázar, y qué estaban esperando para hacerlo". Comprenderá usted, que de ahí a la denuncia formal no había mucho trecho. Deduzca que mi estado de ánimo no habrá sido precisamente jocundo; agravado, en este caso, por la total imposibilidad de defenderme, ya que las acusaciones eran tan ridículas o canallescas que toda defensa suponía un descenso moral hacia el pantano de mis dulces "prosecutors".

Usted me conoce un poco; de estar yo solo, sé bien que en Buenos Aires encuentro trescientos pesos mensuales con sólo chasquear los dedos. Pero está mi gente, por la cual vengo soportando ya cerca de ocho años de destierro; esa gente indefensa en absoluto, por ancianidad o por deficiencia física, que dependen en un todo de mi cheque mensual. En fin, preví la tragedia y volví a casa para mi "weekend" con la seguridad de que la bomba explotaría en cualquier momento.

Al llegar me dijeron que toda la tarde habían estado llamándome de la secretaría privada del Ministerio. Debo haberme puesto bellamente verde al oír eso. Llamé a mi vez, y oigo la voz de un muchacho a quien había conocido yo en Filosofía y Letras pero de quien estaba enteramente desvinculado. Quería hablar conmigo urgentemente, y allí salí yo en un taxi, seguro de que la denuncia había llegado y que este amigo intentaba prevenirme, acaso defenderme. (By the way: un mes atrás, yo lo había encontrado en Viau y entre otras cosas supe que había desempeñado cátedras en Cuyo pero que acababa de renunciar por cuestiones internas; y —lo que es moralmente más importante —esa misma mañana le manifesté terminantemente cuál era mi criterio con respecto al gobierno de Farrell86 y cuáles debían ser las legítimas medidas a adoptar en pro del país. Observe usted que mi posición estaba deslindada; ese mismo hombre era quien me llamaba ahora desde el mismo Ministerio.)

Y ahí ocurrió lo inesperado e inesperable: mi amigo, encargado del reajuste de la Universidad de Cuyo, me llamaba para ofrecerme el interinato de tres cátedras en Filosofía y Letras, aquí en Mendoza. Dos de Literatura Francesa, y una de Europa Septentrional. Yo vi la mano del Destino; si me negaba y volvía a Chivilcoy, ¿no era desafiar un impulso que me mostraba una puerta de escape? Apenas lo pensé; dije inmediatamente que sí, seis días más tarde gestionaba mi licencia y me venía a Mendoza donde estoy desde el 8 de julio.

En suma: libre de todo compromiso (porque eso hubiera sido el obstáculo infranqueable) y provisoriamente a salvo de ataques —ya que el nombramiento, por parte del Ministerio, cierra la boca de los jóvenes "recuperadores" de Chivilcoy—, No sé lo que ocurrirá; hacia Octubre deberé presentarme a concurso si intento ganar las cátedras. ¿Serán concursos legítimos, o mediará un compromiso de colaboración política? Hasta ahora no puedo saberlo, un silencio total rodea la Universidad, e incluso su Interventor (el gordo Ramón Doll) se conduce con una mesura que pasma. Yo tengo licencia en Chivilcoy hasta el 31 de diciembre; ergo, si esto me plantea una situación incompatible con mi sentir y mi querer, pues en marzo vuelvo a mis cátedras secundarias, seguro de que el rumoreo habrá decrecido o cesado. Es —una aventura, como usted ve, pero una aventura en la que parte de las cartas la juega Míster Fate y yo apenas actúo con las otras.

De esta nueva vida apenas puedo decirle algunas cosas. He pagado el mes buscando solucionar el problema de la vivienda, que no es fácil por cierto; pero desde hace dos días habito en casa de una excelente familia, el pintor Abraham Vigo, su esposa y sus hijos. Es gente culta y tienen una casita en un barrio de Mendoza que se llama Godoy Cruz, donde hay un silencio admirable, grandes árboles, y yo tengo una habitación llena de luz y comodidad. Aún no conozco a Vigo, que está haciendo exposiciones en Rosario y Buenos Aires, pero su esposa es una mujer excelente en cuanto a mi condición de pensionista se refiere. Creo que aquí estaré bien. Las clases las principié el miércoles pasado, y puede figurarse la diferencia que significa dictar seis horas por semana (dos por cada cátedra) y no dieciséis. Lo mismo en cuanto al número de alumnos; en tercer año me encontré con una multitud compuesta por dos señoritas. Luego, el trabajo universitario hermoso ¡por fin puedo yo enseñar lo que me gusta! He organizado programas breves (apenas hay tres meses de clase) sobre la base de la Poesía; ya cuando nos veamos en las vacaciones le mostraré en detalle la forma en que he cumplido esta tarea.

Mendoza —que creo usted conoce —es una bella ciudad, rumorosa de acequias y de altos árboles, con la montaña a tan poca distancia que uno puede ir a estudiar a los cerros; yo lo haré apenas haya organizado algo más mi vida y mi trabajo. No le negaré que siento —casi físicamente —los 1.000 kilómetros que me separan de Buenos Aires; pero de algo ha de servirme ahora mi prolijo, minucioso entrenamiento para la soledad.

Espero una carta suya con noticias. Hábleme de todo, ya sabe que me gusta leer sus cartas, le prometo fiel y rápida contestación (stop laughing, please!).87

¿Tiene usted las cartas de Keats a Fanny Brawne, cualquier obra de crítica concerniente a Keats o Shelley —no manual, sino libro especializado—? Biografía, papeles, correspondencia... Si tiene algo, ¿me lo envía hasta fin de año? God will bless you and fix for you a nice corner in Heaven, just like in "Cabin in the sky", with black querubs sitting upon white marble columns. (And Ethel Waters singing "Little Joe".)88

Amiga, escríbame; cartas de allá me hacen falta. Mis afectos a los suyos, hasta pronto, y si quiere un título universitario véngase a Mendoza e inscríbase en mi Facultad; será un placer tomarle examen y, naturalmente, aprobarla. Con afecto

Julio Cortázar

P.D.: ¡Los mendocinos me han sorprendido! La Facultad tiene un club universitario hermosamente decorado, que ocupa varias habitaciones de un subsuelo. Hay allí bar, discoteca con abundante "boogie-woogie", banderines de todas las universidades de América, y tanto profesores como alumnos van allá a charlar, seguir una clase inconclusa, beber e incluso bailar. ¿Cree usted posible eso en Mendoza? A mí me pareció, cuando me llevaron que entraba en Harvard, o Cornell; todo menos aquí. Y sin embargo es realidad: alegrémonos de ello.

Vivo en Las Heras 282, Godoy Cruz, Mendoza.

Cartas 1937-1963
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