Capítulo 45
James Black
Último día de rodaje

 

1976

 

Las últimas dos semanas de rodaje fueron las más duras. James estaba completamente absorbido por la película y el genio le había cambiado tanto que Paula y Jeff habían comenzado a evitarlo. Durante los últimos días, Paula no tuvo más remedio que dejar a los niños con Alisson más tiempo del que ella quería. El tiempo corría, el verano llegaba a su fin y James estaba cada vez más desesperado por acabar. Había que rodar la última secuencia de la película. Los días previos habían consistido en filmar muchos momentos de apenas una fracción de segundo. La preparación de cada uno de ellos requería varias horas, y tanto Paula como Jeff tenían la sensación de que estaban perdiendo el tiempo con aquello.

Según el guion, solo quedaba la huida de Paula de casa con los niños en el asiento de atrás del coche, y su suicidio haciendo caer el vehículo por un barranco de una carretera de montaña. Era la secuencia más intensa de la película, el giro final y el que haría que toda la historia cobrase una nueva dimensión, y era ese el motivo por el que James estaba especialmente tenso. Aún no había amanecido. Por petición de James, estaban todos en casa para aprovechar al máximo el día y coordinar cómo tenía que suceder todo.

—Tiene que ser con ellos en el coche —aseveró James, discutiendo con Paula—. Ellos tienen que subirse contigo. Yo me pongo de copiloto y te filmo desde dentro del coche.

—Ni hablar, James —protestó Jeff—. Esos planos los hacemos aquí, con el coche parado, y mientras ellos duermen. ¿No se supone que están muertos? Ruedas los planos aquí y se quedan en casa con Alisson.

—No me vas a decir cómo voy a dirigir mi película.

—Ni tú me vas a decir a mí en qué participan mis hijos, James —protestó Paula, enfadada.

—¡Así nunca haremos historia!

—James, mis hijos ya han rodado suficiente.

—Además, se puede falsear, por el amor de Dios. Todos los directores hacen estas cosas. Aparta ese realismo que buscas. Abandónalo. No vamos a montar a los niños, tumbados en un coche sin cinturón, circulando por una carretera de montaña para que tú tengas ese plano. Es peligroso, James. No es buena idea —insistió Jeff.

—No entendéis nada, ¿verdad? ¿Creéis que lo hago porque quiero? ¿Creéis que a mí me apetece poner a los niños en riesgo?

—A ti te dan igual los niños. A ti te damos igual todos —protestó Paula—. Te estás obsesionando. Te estás volviendo neurótico. Se suponía que esto sería algo especial, ¿no? ¿Dónde diablos está el James Black que conocí?

—James, relájate, ¿vale? —añadió Jeff, calmando los ánimos.

—Estáis en contra de todo lo que propongo. ¿Por qué queréis dilapidar la película? ¿Por qué?

—He puesto mi coche —dijo Paula, visiblemente enfadada—. Vamos a tirar mi coche por un barranco para esta película. Soy yo quien se está jugando más que nadie en ella. ¿Qué más quieres que ponga? ¿Mi vida? ¿Qué más? Pide otra maldita cosa, pero no pienso conducir con ellos atrás a toda velocidad.

—¿Qué pasa, mamá? —dijo Anne de repente, con voz somnolienta y frotándose los ojos.

—Anne..., cariño, sigue durmiendo. Es muy temprano para que te despiertes —susurró Paula.

Paula dirigió una última mirada enfadada a James, que se había quedado en silencio sin saber qué responder. Jeff se dirigió con rapidez hacia Anne y la levantó con un abrazo. Paula se acercó y le dio un beso en la frente.

—No pasa nada, cariño. ¿Quieres que te acompañe a la cama?

James se fijó en algo que había pasado inadvertido para él hasta aquel entonces. Jeff le había pasado la mano a Paula por la espalda, casi de una manera imperceptible. No fue más que un gesto inocente que podría haber pasado como una muestra de complicidad por todo el tiempo que habían estado juntos. Fue tan sutil, tan insignificante, que tal vez si no hubiese estado tan ofuscado en la película se hubiese dado cuenta antes, o precisamente por ese mismo motivo le afectó tanto cuando fue consciente del gesto. Jeff y Paula dejaron a la pequeña Anne en su cuarto y en cuanto volvieron al salón, James, que se había quedado inmóvil en el mismo lugar pensando en cuándo había perdido lo que él pensaba que era suyo, dijo:

—¿Cuánto lleváis acostándoos?

Paula cerró los ojos y suspiró, lamentando que llegase ese momento. Pensaba que podrían abordar la situación cuando terminasen la película, o también creía que al terminarla, aquella complicidad con Jeff desaparecería y volverían a ser alumno y profesora como hasta entonces.

—James... —dijo Jeff.

—No es eso...

—¿Me vais a mentir en mi propia cara? Paula, ¿crees que no me he dado cuenta de que llevas días evitándome?

—No te evito... es solo que...

—¿Cuánto? —insistió, enfadado.

—Dos semanas —sentenció Jeff.

James asintió y permaneció en silencio mientras pensaba qué decir.

—¿Cuándo pensabais contármelo?

—Al terminar la película —exhaló Jeff, tenso.

Dirigió una última mirada a Jeff, para después continuar:

—Pues terminemos de una vez —aseveró James.

 

 

James estuvo revisando una y otra vez lo que ya habían rodado. Se había sumergido entre las imágenes y estaba más dubitativo que nunca. De vez en cuando susurraba algo imperceptible, admirando algún encuadre que lograba identificar del film, o chasqueando la lengua cuando encontraba algo que no era de su agrado. Jeff lo miraba preocupado y Paula evitaba iniciar ninguna conversación durante el rato que esperaron a que los niños se despertasen. Cuando por fin lo hicieron, Jeff los preparó para su última secuencia.

Hizo una especie de mejunje rojo con miel y colorante alimentario, y salpicó sus ropas con él. Anne y Jeremie no paraban de reír a carcajadas y James se fue enfadando progresivamente según los niños se iban divirtiendo más.

—¿Rodamos su parte de una vez? —gritó James.

—James, recuerda lo que te he dicho —rechistó Paula—. Trata bien a mis hijos. Compórtate como el hombre que parecía que eras. No digo que demuestres que eres uno de los mejores directores del mundo. Me vale con que no seas una persona mediocre.

—¿Y si es que lo soy?

—Habrás sido uno de los grandes errores de mi vida.

James apretó la mandíbula, molesto.

Jeff bajó con los niños al coche y les indicó que se hiciesen los dormidos para filmar la última escena en la que ellos participarían. Le costó un buen rato que Jeremie imitase a su hermana Anne, quien había captado lo que había que hacer a la primera, pero pronto ambos niños estuvieron tumbados en el asiento de atrás el tiempo suficiente como para que James, con la Arriflex preparada sobre el hombro, filmase algunos planos de los pequeños para intercalarlos con la escena que rodarían por la tarde.

Hizo un plano corto de la mano de Jeremie, manchada de sangre, y de los ojos cerrados de Anne. También de cómo caía su pelo sobre el asiento trasero y de cómo el pie de Jeremie permanecía inmóvil con el pijama puesto.

—Vale. Lo tengo —dijo James, cuando terminó de rodar—. ¿Se quedan aquí los niños entonces? Lo he pensado mejor. Hay un cambio de planes.

—¿Qué cambio?

—Creo que hay un sitio mejor que al que pensábamos ir. Es una zona de montaña al este de aquí. No está lejos. A un par de horas máximo.

—Tengo que esperar a que llegue Alisson para que se quede con ellos y decirle que tardaré en volver.

—Genial —dijo James—. Nos vemos esta tarde en la gasolinera a la entrada de la nacional 2. El rodaje tiene que ser cuando esté atardeciendo, y no hace falta que vayamos tan pronto.

—¿Cuál es ese sitio?

—Hidden Springs.