Nota del autor

Este libro es indudablemente una obra de ficción, pero he intentado basarlo todo lo posible en datos reales.

La historia aceptada de la vida de Jesús está llena de inconsistencias, ninguna de las cuales es del todo sorprendente en vista del paso del tiempo y de la necesidad que parece tener la Iglesia católica, en particular, de generar un relato aceptable de la vida del responsable de fundar la religión cristiana. Dejad que os enumere tres de estas ideas erróneas más comunes:

Jesús nació el 25 de diciembre. Si verdaderamente hubo pastores atendiendo sus rebaños en los campos cuando Jesús nació, como dice el Evangelio de Lucas, entonces lo más probable es que el mes fuera junio. Era el primer mes del año en que se permitía a las ovejas pastar en los restos de la cosecha de trigo. Es más, es casi seguro que la fecha del 25 de diciembre la eligiera la Iglesia como la principal festividad cristiana porque era importante subyugar al resto de religiones, incluyendo al paganismo, y una de las celebraciones paganas más importantes era el festival del Invencible Sol celebrado cada año el 25 de diciembre. Se sabe que la «nueva» festividad se estableció en el siglo IV d. C. porque en el 334 de la era cristiana el 25 de diciembre apareció por primera vez en un calendario romano como la fecha del nacimiento de Cristo.

Se llamaba Jesucristo. El nombre Jesús es en realidad una invención británica. Su nombre original en hebreo era Yehoshua, que más tarde pasó a ser Yeshua o Joshua. El nombre Yehoshua se tradujo del hebreo al griego y después al latín, donde quedó como Iesvs o Iesous, que después se cambió a Jesus, en inglés. En aquellos días la gente no tenía apellido. Por el contrario, a Jesús se le habría conocido como Yeshua bar Yahosef bar Yaqub o «Joshua hijo de José, hijo de Jacob». Lo que es seguro es que mientras vivió nunca se le conoció como Jesucristo. Algunos pensaban que Jesús era el mesías, que en hebreo significa «el ungido». El aceite empleado para la unción se llama khrisma en griego y de ahí que a una persona ungida se la llamara Khristos, que pasó a traducirse como Christus en latín y después Cristo. Además, ser ungido no era un privilegio especial reservado para el mesías; toda clase de personas eran ungidas, incluyendo reyes, altos sacerdotes y profetas, e incluso gente que sufría de algún tipo de enfermedad.

Jesús vivió en Nazaret. En realidad es casi seguro que Nazaret no existiera como asentamiento cuando Jesús vivió, y «Jesús de Nazaret» es en realidad un error de traducción de un fragmento del Antiguo Testamento por parte de quien escribiera el Evangelio de Mateo. El nombre Iesous Nazarene o Nazareneus significa que Jesús fue un nazareno, no que procediera de un lugar llamado Nazaret. Si el autor hubiera querido decir que venía de Nazaret, la palabra correcta habría sido o «Nazarethenos» o «Nazarethaios». Un nazareno era un asceta, una persona devota que pasaba mucho tiempo rezando y que vivía de manera sencilla con muy pocas posesiones o ninguna. Eran una importante secta del norte de Palestina y puede que también se los hubiera conocido como los mandeos.

Existe también una gran laguna en la historia de la vida de Jesucristo que la Iglesia cristiana nunca menciona. Se habla de su nacimiento, de su presencia en el templo a la edad de doce o trece años, de su oficio y, por supuesto, de su muerte y aparente resurrección, pero ¿dónde estuvo Jesús entre los trece años y los treinta?

Hay pruebas de que Cristo pasó mucho tiempo de su vida temprana fuera de Judea, y parece bastante posible que en realidad viviera en India durante, al menos, parte de ese tiempo. Esos viajes no se conocían en el siglo I d. C. Lo que más tarde se conoció como la Ruta de la Seda ya estaba bien establecida y existía un tráfico frecuente entre los países alrededor del Mediterráneo, sobre todo el Mediterráneo este y China.

En el invierno de 1887 un hombre llamado Nicolai Notovitch estaba recorriendo la India como corresponsal para el periódico ruso Novaya Vremiya. En noviembre se encontraba en la región de Cachemira, cerca de Ladakh, cuando se cayó del caballo y se rompió una pierna. Lo trasladaron al monasterio de Hemis Gompa para darle tratamiento médico y, mientras estuvo allí, le contaron una historia que lo dejó asombrado.

Le sorprendía que los residentes del monasterio le hubieran ofrecido un trato tan excelente, y uno de los lamas le contó que, como europeo, consideraban que prácticamente compartía con ellos su fe, que era casi un budista. Notovitch dijo que él era cristiano, no budista, pero el lama le dijo que el más grande de los profetas budistas, un hombre llamado Issa, era también el fundador de la religión cristiana. El lama sacó dos volúmenes de hojas sueltas de las que le leyó la historia de Issa mientras Notovitch tomaba notas y dejaba registrado todo lo que pudo.

Según esos registros antiguos, Issa nació en Israel y llegó a la India cuando tenía unos catorce años en compañía de un grupo de mercaderes. Durante los siguientes quince años aproximadamente, viajó por el subcontinente e incluso pasó un periodo de seis años en Nepal aprendiendo los postulados del budismo y forjándose una reputación como predicador y profeta. Después volvió a Israel para intentar combatir la opresión de los judíos. Estos textos, según le dijeron a Notovitch, formaban parte de una colección de antiguas escrituras tibetanas compiladas en Pali, una vieja lengua india, unos diecinueve siglos antes.

Los paralelismos entre las vidas de Issa y Jesús eran claros, y a su regreso a Europa, Notovitch intentó publicar su hallazgo, pero muchos cargos de la Iglesia, incluyendo uno del Vaticano, le advirtieron de la forma más extrema posible que no intentara publicar nada sobre esa extraña historia. Y el poder de la Iglesia al final del siglo XIX era suficiente para asegurarse de que cuando finalmente Notovitch logró publicar La Vie Inconnue de Jésus Christ, en 1895, no solo su obra quedara ignorada, sino que el propio Notovitch fue arrestado en San Petersburgo y encarcelado en la fortaleza de San Pedro y San Pablo, y acusado de «actividad literaria peligrosa para el estado y la sociedad». Lo exiliaron a Siberia sin que se celebrara juicio, pero se le permitió volver en 1897. Se desconoce qué le deparó el destino después, aunque es probable que viviera hasta 1916.

Desde entonces se han producido varios intentos de desacreditar a Notovitch, pero sin éxito. Una mirada imparcial a las pruebas indica que sí que visitó Ladakh y el monasterio de Hemis Gompa (ya que la base de uno de esos intentos fue que nunca estuvo allí), y a otros viajantes que han pasado por la zona se les han contado historias similares procedentes de libros que se encuentran en Hemis Gompa y que tenían registros de la vida de Jesús en India.

Es una historia interesante, pero que no se puede demostrar sin tener los documentos originales del monasterio. Sin embargo hay otras pruebas que apuntan a que Jesús e Issa podrían haber sido una misma persona.

En primer lugar, cuando Jesús reaparece en Judea como adulto, ya es un todo un profeta, lo que sugiere que debió de haber aprendido en algún sitio.

En segundo lugar, existen muchas similitudes entre lo que Jesús supuestamente predicaba y la religión budista, así que si fue a India durante los años en los que se formó, es posible, como poco, que cuando volviera a Judea fuera básicamente un budista. Por ejemplo, ambas religiones citan exactamente la misma historia de la pobre viuda que entregó dos monedas, lo único que tenía, en un encuentro religioso y cómo ese diminuto obsequio fue honrado por el sacerdote como la más valiosa de todas las aportaciones. Ya que el budismo data del 460 a. C., no es descabellado decir que el cristianismo, el mensaje religioso transportado hasta Judea por Jesús, que después quedó consagrado por la religión cristiana, es una secta budista.

La tercera prueba circunstancial es que cuando las primeras misiones cristianas llegaron a Ladakh, descubrieron que los lugareños ya conocían la historia de Jesús/Issa, y que llevaban y usaban rosarios.

¿Y qué pasó después de la crucifixión de Jesús? La historia aceptada de la muerte de Jesús es tal vez la parte más polémica de su vida, ya que no tiene sentido por muchas razones, demasiadas para tratarlas aquí. Pero una de las anomalías más claras era que al parecer Jesús murió a las tres o cuatro horas de ser crucificado y que su cuerpo se bajó de la cruz.

El propósito de la crucifixión era que fuera una forma de ejecución lenta, prolongada y muy pública. Por eso la empleaban los romanos, para asustar e intimidar a sus siervos. Las víctimas podían sobrevivir como mucho cuatro o cinco días en la cruz si no se les partían las piernas para acelerar su muerte. Y los cuerpos de las víctimas nunca se bajaban de la cruz después de la muerte. De nuevo, con el fin de intimidar, se dejaban ahí para que se pudrieran y había guardias apostados en los lugares de crucifixión para asegurarse de que los parientes no lograban robar los cuerpos y enterrarlos en secreto después del fallecimiento.

Si ese episodio no fue completamente apócrifo (una crucificción, de hecho) y la ejecución sí que tuvo lugar tal cual se describe en la Biblia, debió de haber una confabulación entre los judíos y las autoridades romanas, porque ninguna otra cosa tiene sentido. La explicación más probable es que Jesús estaba vivo cuando lo bajaron de la cruz y eso, por supuesto, aporta la explicación más lógica y sencilla para la resurrección: que sencillamente no murió.

Dando eso por hecho, sería obvio que Jesús no hubiera podido quedarse en Israel, ya que habría sido inaceptable para los romanos que un hombre condenado y crucificado pudiera moverse por allí, de modo que habría tenido que abandonar el país. Y si había pasado la mayor parte de su vida en India, ese habría sido el lugar más obvio al que regresar. Lo cual nos lleva al Rozabal.

Como dice Angela en la novela, en Srinagar hay una construcción conocida como Rozabal, una abreviatura de Rauza Bal, y la palabra rauza significa «la tumba del profeta», que contiene dos tumbas. Una de ellas es la del santo islámico Mir Sayyid Naseeruddin, y apunta al norte y al sur, según la costumbre musulmana. La otra tumba está situada de este a oeste, una costumbre judía, y lleva el nombre de Yuz Asaf.

Esta tumba también es única porque tiene talladas un par de huellas de pies, que es en realidad una costumbre común en las tumbas de los santos, pero esa talla muestra lo que parecen ser las marcas de una crucifixión, un castigo desconocido en India. Los documentos dicen que esa tumba data de, al menos, el año 112 d. C.

Según el Farhang-i-Asafia, un antiguo texto que describe la historia de Persia, el profeta Jesús, que por entonces era conocido como Hazrat Issa, sanó a un grupo de leprosos a los que más tarde se refirieron como Asaf, que significa «los purificados», porque se habían curado de su enfermedad. Jesús o Issa pasó a tener el nombre adicional Yus Asaf, que significaba «líder de los purificados».

Es bastante seguro que esa tumba contenga el cuerpo de Yus Asaf, un hombre que también era conocido como Issa, y probablemente también como Jesús, y esa es la suposición sobre la que he basado esta novela. Debería recalcar que no hay pruebas de que el cuerpo se sacara de esa tumba y se llevara a los altos valles de Ladakh; eso es puramente una ficción que he ideado para este libro. Por lo que sé, el cuerpo de Yus Asaf, fuera quien fuera, aún yace en la tumba de Srinagar.

Los lectores interesados en saber más sobre este aspecto de la vida de Jesús pueden consultar Jesus lived in India, de Holger Kersten (Penguin, ISBN 978-0-14-302829-1).

¿Qué aspecto tenía Jesús? De nuevo, tal como se deja constancia en la novela, las descripciones de él como un hombre alto, de porte noble, con el pelo y la barba largos, no tiene ninguna base histórica. En el siglo I d. C., la estatura media de un hombre adulto en Judea era aproximadamente de un metro cincuenta.

La descripción completa del Rey de los Judíos de la copia eslava de La Caída de Jerusalén de Josefo dice que era «un hombre de aspecto simple, de edad madura, piel oscura, baja estatura, jorobado, con un rostro largo, nariz larga y cejas juntas… con pelo escaso y la raya en medio, siguiendo la costumbre de los nazarenos, e imberbe». Esta descripción es muy similar a una encontrada en los Hechos de Pablo y Tecla, según el cual era «un hombre de estatura baja, calvo […] con las cejas juntas y nariz aguileña».

Otras fuentes insisten en que Jesús no era nada atractivo físicamente. En los Hechos de Pedro un profeta lo describía como «carente de belleza o donaire» y en los Hechos de Juan como «un hombre pequeño y desgarbado». Celso lo describía como «pequeño y feo y mediocre». Tertuliano dijo que «si no hubiera sido tan feo los soldados romanos no le habrían escupido en la cara».

Las primeras descripciones de Jesús lo mostraban como un hombre pequeño, imberbe y con el pelo corto. En el siglo VI, lo describían con el pelo largo y barba, y ligeramente más alto. Alrededor del siglo VIII emergió la que es ahora la imagen de Jesús. Es probable que la imagen del Sudario de Turín, que hoy en día se cree que es una falsificación medieval extremadamente lograda, simplemente sirviera como refuerzo para el aspecto físico de ese nuevo Jesús.

Para terminar, en la novela he mencionado la «anomalía de Baigdandu». Es real. Cada ciertas generaciones nace un niño en la aldea de Baigdandu con el pelo rojizo y ojos azules. Una leyenda local dice que hace siglos llegó una tribu de griegos a la zona buscando, por extraño que parezca, la tumba de Jesucristo, y que terminaron asentándose allí y por eso son sus genes los causantes de esa anomalía. No soy genetista, pero he visto a muchos griegos y la mayoría tienen los ojos marrones y el pelo negro o muy oscuro. La idea de que la actual anomalía estuviera causada por esos matrimonios en particular no es algo a lo que encuentre sentido.

Pero algunas de las descripciones de Issa se refieren a él como un hombre de pelo claro y ojos azules, y la lógica apunta a que esta puede ser una explicación más probable para la anomalía. Así que es posible que la línea de sangre del hombre que conocemos como Jesucristo siga presente en la Tierra después de dos milenios, y que sus genes aún se puedan encontrar entre los habitantes de una diminuta aldea montañosa en uno de los lugares más remotos de Cachemira.

JAMES BECKER

Principado de Andorra, febrero de 2010.