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Cross se coló por la abertura y Masters lo siguió. Bronson empujó a Angela hacia el hueco que se cerraba rápidamente.

Ahora era tan estrecho que ella tuvo que girarse para poder pasar. En cuanto salió a la cueva exterior extendió el brazo hacia Bronson. Pero antes de poder agarrarlo, una poderosa mano tiró de ella por detrás y la alejó de la entrada.

Masters coló la mano por el hueco y colocó la palanqueta en horizontal y a la altura de su pecho entre la pared de la cueva y la puerta que se movía; de pronto el ruido cesó.

—¡Ahora! —gritó—. ¡Salid ahora! Esto no aguantará mucho.

Bronson no lo dudó, se agachó y se metió por el hueco de cabeza. Mientras iba atravesándolo con su cuerpo podía sentir cómo la puerta vibraba al tiempo que un antiguo mecanismo invisible intentaba cerrarla a pesar de la endeble barra de acero de la palanqueta.

—¡Chris! —Angela estaba cada vez más desesperada en la cueva exterior.

Bronson coló su torso por el hueco y se impulsó con las piernas para pasar.

En la cámara interior, Donovan le dio una patada al cuerpo inconsciente de Killian para apartarlo y se tendió sobre el suelo de piedra. Pero delante tenía a alguien intentando atravesar lo que quedaba de hueco. Le agarró la pierna y tiró de ella lo más fuerte que pudo.

Bronson sintió el tirón y miró atrás. Vio a Donovan justo detrás haciendo todo lo que podía por arrastrarlo hasta la cámara interior. Le dio una patada y la suela de su zapato golpeó el rostro de Donovan, que salió disparado hacia atrás, soltándolo de inmediato y con la nariz rota y la cara cubierta de sangre.

Bronson hizo un último esfuerzo y se impulsó rodando por el suelo para apartarse de la abertura lo más rápido posible.

Al otro lado de la puerta, Donovan se lanzó de cabeza hacia el estrecho espacio.

—¡Nick, ayúdame! —gritó mientras intentaba atravesar el hueco.

Masters dio un paso al frente y se agachó para agarrar su brazo extendido.

Pero entonces la puerta de piedra dio una sacudida y Masters miró arriba. La palanqueta estaba empezando a doblarse bajo la enorme presión de la losa de piedra. Agarró la mano de Donovan y empezó a tirar, aun sabiendo que era demasiado tarde.

Donovan sintió una enorme e insoportable presión sobre el pecho cuando la puerta empezó a moverse de nuevo y a cerrarse. No podía respirar, no podía moverse.

Notó un chasquido cuando la primera de sus costillas se rompió y al momento su pecho se hundió; una repentina y terrible agonía atravesó todo su ser. Y entonces, cuando la palanqueta se partió y la losa de piedra se encajó aplastando los rodillos de piedra y convirtiéndolos en polvo con el impacto, ya no sintió nada. La puerta se había cerrado para toda la eternidad.