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—De acuerdo —dijo Chris Bronson recostándose en la silla. Estaban sentados en un pequeño restaurante italiano situado a unas calles del apartamento de Angela en Ealing, tomándose un café después de haber cenado—. Vamos a verlo como si fuera una investigación policial. ¿Qué pruebas tienes?

Angela se inclinó hacia delante con los ojos brillantes.

—Sabemos lo de la Locura de Bartholomew, al menos lo que está escrito en la guía de Carfax Hall y lo que nos contó Jonathan Carfax. También te dije que reconocí la referencia al «tesoro del mundo» del pergamino que encontró el viejo Bartholomew y tenía razón: es la misma expresión utilizada en el fragmento de Hillel. Es más, ambas parecían ser copias del mismo documento fuente. La única diferencia era que el pergamino que encontró Bartholomew está escrito en persa y la pieza de Hillel está en hebreo, pero el texto es prácticamente idéntico en ambos.

Bronson asintió, feliz de ver a Angela tan emocionada.

—¿Qué más has encontrado?

—He consultado un grimorio del siglo XIII… un grimorio es un libro de hechizos y encantamientos de los antiguos magos…, y he encontrado la misma expresión. Incluso parece indicar que el tesoro está oculto en el «barranco de las flores», que se parece lo suficiente a «el valle de las flores» como para suponer que se refiere al mismo tesoro, oculto en el mismo sitio.

—¿Pero aún no sabes de qué país se trata?

Angela puso la mano sobre la de él.

—No. Eso es lo malo. Pero me he dedicado a fondo y he consultado todos los escritos antiguos que he podido encontrar pensando que podría haber documentos fuente que otros autores hubieran copiado a lo largo de los siglos, y que si daba con ello era posible que nos dijeran por dónde empezar a buscar. —Se detuvo y, al ver que Chris enarcó las cejas, continuó.

»He empezado con De Administrando Imperio. Es una carta larguísima escrita en griego en el siglo X por el emperador bizantino Constantino VII y dirigida a su hijo, el futuro emperador Romano II, en la que le cuenta cómo dirigir un imperio. Por lo que sabemos, nunca hubo intención de publicarla, solo era una carta privada. He encontrado una única referencia en ese texto sobre un importante tesoro supuestamente «oculto en el valle», que admito no es una correlación exacta con las otras referencias. También he consultado la traducción de un libro de geografía del siglo X escrito en persa y llamado Hudud al alam, que se traduce por «Los Límites del Mundo». —Miró a Bronson—. ¿Me sigues?

—Más o menos —respondió él—. Aunque no me preguntes demasiado después sobre el tema, y espero que no pretendas que recuerde nada de esto —murmuró.

Angela se rio.

—Entendido. El Hudud al alam describía lo que por entonces se sabía sobre el mundo. Su autor lo dividía en tres áreas: Asia, Europa y Libia, y con esta última se refería prácticamente a toda África, y describía la geografía, la gente, las lenguas, la comida y demás. En la sección que trata sobre Asia he encontrado una frase muy similar a las que había visto antes. Una sección se refería al «tesoro del mundo» y decía que estaba oculto en un lugar de piedra ubicado en un alto valle.

—¿Pero sigue sin haber mención de dónde cojones está ese lugar? —preguntó Bronson frustrado.

—Así es, y probablemente sea porque el autor tampoco lo sabía. Se acepta de manera general que solo estaba regurgitando información que había recogido de obras anteriores. Y he encontrado referencias similares en otros libros que datan del siglo X. Después he retrocedido hasta el siglo VI y un hombre llamado Procopio de Cesarea. Dejó un manuscrito conocido como Anécdota, que significa «cosas no publicadas», y al que hoy se suele hacer referencia como la Historia secreta. En él se hace una mención al tesoro escondido en el valle de las flores. Pero, al igual que los otros autores, no da detalles útiles como, por ejemplo, en qué país está ubicado.

—Entonces, ¿eso es todo?

Angela sonrió enigmáticamente y dio otro trago de café.

—No del todo, porque han surgido dos cosas interesantes. Te he hablado del grimorio, del Liber Juratus. Hay una teoría escrita por un pequeño grupo de magos y alquimistas que habían decidido reunir todo su conocimiento en un mismo volumen. Es un libro grande, de noventa y tres capítulos en total, que cubre un enorme abanico de temas. Pero una sección está dedicada al descubrimiento del tesoro y el que lo escribió insistía en que ese tesoro en particular tenía algún tipo de poder mágico.

—Pero estaba escribiendo un libro sobre magia, así que es normal que diga algo así, ¿no? —objetó Bronson.

—Bueno, el texto del grimorio estaba escrito en latín, así que cuando hice la búsqueda tuve que utilizar el término en latín, claro. Primero probé con thesaurus mundi.

—¿Un tesauro? Creía que eso era un listado de palabras.

—Eso es lo que significa hoy, sí, un listado de sinónimos y antónimos, pero por entonces significaba «tesoro» o, posiblemente, «tesorería». Bueno, el caso es que esa búsqueda no ha generado resultados, así que he probado con un nombre distinto en latín, arcarum, y ahí sí que ha salido una referencia.

Bronson parecía interesado.

—Sigue.

—La palabra arcarum es un término más general que thesaurus y para descubrir lo que significa tienes que analizar el contexto, lo que implica estudiar la frase en la que aparece. Uno de los significados era «dinero» y el otro era «caja fuerte», pero había un tercer significado que ni se me había ocurrido hasta entonces.

—¿Y cuál es?

—Arca —respondió Angela sencillamente.

Bronson se la quedó mirando un instante.

—¿Arca, como el Arca de Noé, o como el Arca de la Alianza?

Angela levantó una mano.

Arcarum podría referirse al Arca de Noé, te lo reconozco. Pero no pienso que estemos buscando los restos de un barco de madera sobre lo alto de una montaña, Chris, ¿no crees?

Chris se recostó en la silla y silbó.

—¿Estás aquí sentada en un restaurante italiano intentando decirme que podrías estar buscando el Arca de la Alianza?

—Y hay algo más. Los autores de los grimorios y otros textos mágicos eran muy dados a emplear analogías para oscurecer el significado de ciertos pasajes. Era como una especie de código rudimentario, y tenías que estar instruido en la materia hasta cierto punto antes de poder entender de qué hablaban. Por ejemplo, un código muy simple sería que el escrito incluyera algo como «una caja sin bisagras, cerrojo o tapa, pero que de oro un tesoro guarda».

Angela lo miró expectante, pero Bronson se limitó a negar con la cabeza.

—Ni idea.

—Es un huevo, idiota. ¿Qué otra cosa podría ser? —Sacudió la cabeza—. Bueno, el caso es que alguien mucho más listo que tú vería la rima e identificaría correctamente ese objeto con un huevo, para que cuando el autor de la obra más tarde se refiriera a un huevo, y teniendo en cuenta las palabras utilizadas en la rima, se dieran cuenta de que estaba hablando de un cofre del tesoro. El huevo sería la analogía para el cofre del tesoro.

—Eso sí que lo sigo —dijo Bronson—, por muy claro que esté que soy un estúpido policía. Pero ¿qué tiene eso que ver con el Arca de la Alianza?

Angela suspiró.

—Lo que digo es que había dos referencias en el grimorio que empleaban casi las mismas palabras. Pero en la segunda había lo que parecía un error y el autor había sustituido la segunda «r» de arcarum por la letra «n».

—Así que en lugar de arcarum mundi ponía arcanum mundi —dijo Bronson—. Gutenberg no inventó la imprenta hasta el siglo XV, si no recuerdo mal las lecciones de historia. Así que, si tienes razón sobre lo de la fecha del grimorio, la primera versión debió de escribirse a mano. Esas dos letras son muy similares. ¿Seguro que no escribiría la «r» con una pierna ligeramente alargada?

—No lo creo. Las dos frases eran tan parecidas que estoy segura de que se hizo a propósito. Y no me has hecho la pregunta obvia.

—Lo sé —respondió Bronson—. ¿Qué significa arcanum?

—Había pensado que lo adivinarías porque se parece mucho a una palabra que se utiliza ahora. Arcanum significa «secreto sagrado», un secreto conocido solo por muy pocas personas o un secreto de la naturaleza, una de esas cosas que se dedicaban a descubrir los alquimistas. Se suele encontrar en la forma plural arcana, y es el origen de la palabra «arcano».

—A ver si me aclaro. En el grimorio que encontraste, a este tesoro escondido se le llama tanto arcarum mundi, que significa «tesoro del mundo», como arcanum mundi, el «secreto sagrado del mundo».

—Exacto. No hay muchas reliquias que se pudieran considerar tanto un tesoro como un secreto sagrado, pero sin duda el Arca de la Alianza tiene que ser una de ellas. —Angela le cogió la mano otra vez—. ¿Seguimos con esta conversación en mi piso?