14
—Es un sitio bonito —comentó Chris Bronson cuando Angela aparcó su Mini en la puerta de Carfax Hall a la mañana siguiente.
A pesar de estar divorciados, Angela y él seguían siendo grandes amigos, hablaban por teléfono todos los días y confiaban el uno en el otro, tal vez más que algunas parejas casadas. Bronson esperaba que pudieran volver a estar juntos como marido y mujer, pero Angela seguía siendo cauta con el tema de comprometerse a eso, ya que el doloroso recuerdo de la separación y el divorcio aún seguía fresco en su memoria. Él estaba haciendo todo lo que podía para hacerle cambiar de opinión.
Se había tomado un par de días libres y había conducido hasta allí la noche anterior, después de que Angela le hubiera contado lo del posible intruso en Carfax Hall. Le había dicho que se sentiría mucho más tranquila si lo tenía cerca y él había accedido a ir de inmediato, esperando que eso significara que estaba dispuesta a superar el pasado reciente.
—Me temo que la casa se está viniendo abajo. Todos esos trozos de piedra han caído del tejado y de la parte alta de las paredes. Por eso no podemos aparcar más cerca. El edificio está perdiendo ladrillos y mampostería como una serpiente cambiando de piel. Calculamos que lo echarán abajo en un año.
—Es una pena. Supongo que está demasiado deteriorada como para poder evitarlo.
—Eso, además del hecho de que el desagradecido pariente que ha heredado este sitio, el nieto de un primo segundo o algo así, según Richard Mayhew, ya ha solicitado un permiso de obras para construir varias viviendas en las tierras.
Ya que la puerta principal estaba cerrada con llave, Angela llamó al timbre.
—Es por precaución, hasta que sepamos, o mejor dicho, hasta que nos digas, si nos estamos imaginando cosas.
La robusta puerta se abrió y Richard Mayhew se asomó y los miró; sin duda tenía toda la pinta de un conservador de museo.
—Ah, eres tú, Angela —dijo malhumoradamente—: Hola, Chris. Esto es totalmente innecesario. Angela está viendo cosas donde no las hay.
—Si no te importa, Richard, seré yo el que juzgue eso. Por lo que sé, Angela no tiene tendencia a exagerar.
Mayhew gruñó, abrió la puerta del todo y se hizo a un lado para dejarlos pasar.
—Gracias —dijo Angela que, seguida por Bronson, bordeó la escalera principal y avanzó por un pasillo hacia la parte trasera de la casa—. Gracias por haberme apoyado. Richard es una de esas personas insoportables que se piensan que siempre tienen razón.
Bronson le sonrió.
—Si tú dices que pasa algo, es que pasa algo, y yo estoy aquí para solucionarlo. O, al menos, para intentarlo.
Angela abrió la puerta al final del corto pasillo y entró en la cocina.
—Aquí es donde he estado trabajando —dijo señalando la vieja mesa parcialmente cubierta por distintas piezas de porcelana y cerámica.
—¿Así que aquí es donde les preparas el café y el té a los chicos, verdad? —preguntó Bronson.
—Ya les gustaría. —Angela dejó su bolsa en un extremo de la mesa—. Si quieren beber algo, ellos se lo preparan. Pero a ti sí que te haré un café, si te apetece.
Bronson asintió.
—Pues mientras lo haces, iré a echar un vistazo a esa ventana.
Angela enchufó el hervidor de agua y señaló hacia una puerta situada a un lado de la cocina.
—Por ahí. Ese pasillo recorre la parte trasera de la casa. La ventana que encontramos abierta está al final.
Bronson salió de la habitación y no tardó mucho en volver. Angela acababa de terminar de preparar dos tazas de café cuando él entraba por la cocina.
—¿Alguno de vosotros ha atascado el pestillo con un destornillador?
—Sí, fui yo. Parecía que estaba muy suelto, así que pensé que era una buena idea.
—He encontrado algo que parecen marcas recientes en ese pestillo. Creo que son recientes porque aún hay desconchones de pintura pegados a una de las marcas. Parece que alguien ha intentado forzarlo con una ganzúa o algo así.
Angela se mostró alarmada.
—Está claro que alguien ha estado usando algo así para intentar abrir esa ventana. Ha colado una herramienta de acero entre las dos secciones de la ventana de guillotina para intentar soltar el pestillo. Las marcas son inconfundibles. La buena noticia es que el destornillador que insertaste en el mecanismo ha evitado que lo logre. La mala noticia es que he encontrado marcas similares en todas las ventanas de ese pasillo, así que está claro que ha habido un intento muy claro de allanamiento.
—¿Estás seguro? Quiero decir, ¿no podrían ser marcas de otro momento?
Bronson cogió su taza de café.
—La verdad es que no. Creo que tu intruso intentó con mucho ahínco abrir la ventana del pestillo suelto porque hay más marcas en esa que en cualquiera de las otras. No logró nada porque tú lo habías atascado, así que probó con las otras ventanas de la parte trasera de la casa hasta que desistió.
Angela tembló y se frotó los brazos.
—Ven a ver esto —dijo Bronson yendo hacia la ventana de la cocina.
Como las demás de la casa, era una ventana de guillotina con acristalamiento sencillo y marco de madera. El único pestillo era un simple tensor colocado en la parte alta del marco inferior que bloqueaba las dos mitades de la ventana cuando se giraba a noventa grados.
Bronson señaló tres o cuatro marcas verticales en un lado del pestillo.
—Por ahí es por donde intentó colarlo y, si miras aquí abajo, en el hueco entre los dos cristales, también hay marcas donde intentó meter la herramienta para llegar al pestillo.
—¿Pero no entró en la casa?
—Es posible que lograra abrir una de las ventanas, pero si lo hizo debió de cerrarla después desde dentro y salir por alguna puerta. ¿Es posible?
Angela sacudió la cabeza con decisión.
—Imposible. La puerta trasera tiene el pestillo echado por dentro; es más, ni siquiera la hemos abierto desde que estamos aquí. Y la delantera tiene una cerradura de seguridad. Creo que incluso Richard Mayhew habría sospechado si la hubiera encontrado abierta.
—De acuerdo —dijo Bronson echándole un brazo sobre los hombros. Sabía que seguía nerviosa—. Entonces, quitando el primer día, cuando es posible que entrara por la ventana abierta o, incluso, que hubiera entrado por la puerta principal, si es que tuvo huevos para hacerlo, no ha podido volver a entrar.
—¿Y qué podemos hacer para asegurarnos de que no vuelva a hacerlo? ¿Acudir a la policía local?
Bronson se rio.
—A menos que la policía de Suffolk sea muy distinta a la policía para la que yo trabajo en Kent, sería una pérdida de tiempo absoluta. Estarán muy ocupados intentando resolver crímenes que ya se han cometido y no tendrán tiempo para evitar que se cometa uno en un futuro próximo.
—¿Entonces qué hacemos?
Bronson miró a su alrededor y después la miró a ella. Su gesto se suavizó.
—Yo creo que tenéis tres opciones. La primera, no hacer nada. Dejad todas las puertas y ventanas bien cerradas y confiad en que sea suficiente para que ese chorizo no entre. La segunda es dejar lo que estáis haciendo aquí y trasladar todo el contenido de la casa directamente al museo Británico para hacer la selección y la clasificación allí. Puede que esa sea la mejor opción.
Angela sacudió la cabeza.
—La mayoría de estos objetos no son de interés para el museo, y no queremos empantanarlo todo con cosas que se pueden encontrar en una tienda de antigüedades de provincia. Seleccionaremos cuidadosamente lo mejor de lo mejor y, probablemente, venderemos el resto a una casa de subastas local. ¿Cuál es la tercera opción?
Bronson le sonrió.
—Está claro. Que contratéis a un vigilante nocturno. Alguien que vigile la casa y se asegure de que nadie entra.
Angela se quedó mirándolo unos segundos.
—No podemos permitirnos hacer eso, no con nuestro presupuesto. ¿Tienes idea de cuánto costaría?
—Eso depende de a quién contratéis. Hay gente mucho más barata que otra.
—Has pensado en alguien, ¿verdad?
Bronson sonrió ampliamente.
—Claro que sí. En mí.