Introducción

Kerrassel (Morbihan), 1992

Estaba echado en la cama cuando sonó el timbre. Al principio, me sorprendió. No esperaba a nadie. El despertador marcaba las ocho y media de la noche. Me levanté en la penumbra y miré por la ventana. Un hombre moreno bien vestido, de unos cuarenta años o más, esperaba frente a la puerta. Su rostro no me sonaba de nada. Un comercial, sin duda. Me puse una chaqueta a toda prisa y me dirigí a la entrada. Al abrir la puerta, me encontré cara a cara con aquel sonriente individuo.

—Buenas tardes, señor Vertune —dijo el hombre con acento español.

—Buenas tardes. ¿Puedo ayudarlo en algo?

—Sí —respondió mirándome directamente a los ojos.

—Lo escucho…

—Quería darle las gracias.

—¿Cómo?

—Gracias de todo corazón —dijo rompiendo a llorar.