::::SEROSCA CONTEMPORÁNEA::::
— I —
O ES POSIBLE NEGAR LOS PROGRESOS URBANOS DE SEROSCA.
EN 1898 SE DERRIBAN LOS TROZOS DE murallas que aún ceñían los arrabales del Norte. Las calles de la Santa Faz, de Atalajes, del Tinte, de la Lonja y de la Costanilla de la Cochura, desbordan sus edificios recientes en el frescor de las primeras huertas expropiadas.
En 1901 queda aprobado un definitivo plan de ensanche.
El primer kilómetro de la calzada de Murta pasa a las pulidas manos del Municipio, que tala todos los árboles, olmos centenarios, de las orillas o cunetas, porque el camino mide de anchura siete metros, y la nueva calle, que seguramente ha de llamarse «Avenida de Sandalio Mora», alcaide entonces, ha de tener de ancho 7,15.
En 1904, otro corregidor culto, moderno, codicioso de la policía, de la belleza de la ciudad, publica un bando de revoque de fachadas. Y bastan cuatro meses para que Serosca se levante del apagamiento de su vetustez y surja toda clara, envesada de colores.
El yerno de don César elige para su nueva casa un enlucido verde, de un tono tierno de manzana.
Adquirió esta finca en la subasta judicial que promovieron los acreedores de don Arcadio. Es la noble casona de los Fernández-Pons.
Debajo del flamante mirador hay un rótulo, cuyas letras de un ocre intenso parecen de relieve, y no son de relieve, donde se lee:
«La Marina. —Consignaciones y Tránsitos».
Pero en los escritorios de las tenerías y de todas las fábricas de tejidos y fieltros, en las mismas oficinas municipales, todo Serosca, para indicar y referirse a «La Marina», siempre, siempre dice: la casa del abuelo del rey.
Loreto, enlutada, dulce, muy pálida, cuida de una señora devota; labra randas con mundillo, borda ajuares.
Su voz y su sonrisa parecen venir inspiradas de lo lejano.
Nada se sabe del rey.
Y esto es para Serosca la más segura prueba de la verdad de su reinado y de su gloria.
1912.