El mejor relato de detectives

EL MEJOR RELATO DE DETECTIVES

En cumplimiento de la lúgubre amenaza escrita hace poco en estas páginas, trataré ahora de responder al corresponsal que me preguntaba por el mejor y más brillante relato de detectives del mundo. Por supuesto, no le daré lo que me pide: no tendré el valor moral de escoger un cadáver y aferrarme a él para siempre; y me quedaré perplejo ante el embarras de richesse y la enorme y elegante selección de cadáveres extendida ante mí por la ficción detectivesca de este siglo y el anterior. Además, el problema antes citado sigue estando presente en cierto modo. No sólo hay muchos géneros de literatura diferentes, sino muchos géneros diferentes de literatura detectivesca. Lo más que podría hacer sería, en mi opinión, dar cuatro o cinco premios a cuatro o cinco asuntos o temas diferentes. En primer lugar, permítaseme decir que no creo que América haya perdido nunca la copa ganada hace mucho tiempo por uno de sus mejores campeones literarios; o más bien diseñada por él con una pericia enteramente original. Algunos dirán que las copas hechas por aquel gran artista no eran precisamente muy alegres. Tal vez la copa estuviese tallada en forma de cráneo y estuviese orlada de hojas de ciprés y mortífera belladona, puede que contuviera una pequeña cantidad de veneno, sangre de víbora o qué sé yo. Pero era una copa triunfal, y no creo que nadie haya vuelto a ganarla. En otras palabras, no creo que el nivel establecido por un tal señor Edgar A. Poe en un relato llamado Los crímenes de la calle Morgue haya sido indubitable e indiscutiblemente superado. Las dos cosas básicas de una historia semejante son que su lógica sea clara y que aun así el clímax sea inesperado. La lógica de Poe es superior a la de Sherlock Holmes y otros escritores posteriores, precisamente porque estaban un poco confusos por la idea moderna de que eso tiene algo que ver con la «ciencia», lo que equivale a decir el materialismo. La lógica de Poe es superior, precisamente porque no es la lógica de un científico, es decir, de un especialista. Es la lógica de un filósofo y un poeta; y nunca estuvo más acertado que cuando subrayó el poder lógico del poeta. Y en cuanto a emoción, hay momentos en la lectura que el lector nunca olvida. Quienes disfrutan con el humor recuerdan cuando leyeron las palabras: «Me gustaría mucho ver qué entiende la señora Toger por una pierna de madera». Quienes prefieren el horror recuerdan cuando leyeron: «Dupin, este cabello no es humano». La obra maestra también tenía sus limitaciones: un relato de misterio debería ser centrípeto más que centrífugo y cargar el crimen sobre una figura familiar aunque insospechada, y lo cierto es que al lector le resultaba difícil intimar con un orangután. Por lo que se refiere al segundo premio, mencionaré, entre los libros escritos al estilo más elaborado de la novela policíaca francesa, The Widow Lerouge [El caso Lerouge], de Gaboriau;[4] entre los de mi propia época no conozco nada mejor que El último caso de Trent, de E. C. Bentley, aunque hay varios casi igual de buenos. Pero, puesto que soy el presidente de un club integrado sólo por escritores ingleses de novelas policíacas, me abstendré prudentemente de elegir a mis preferidos.