PRÓLOGO
EL ESCRITOR VALENCIANO Pascual Enguídanos Usach (1923-2006), más conocido por su seudónimo George H. White, es uno de los grandes clásicos de la Ciencia Ficción española. Los aficionados lo conocen principalmente por ser el autor de La Saga de los Aznar, una serie de cincuenta y seis novelas escritas entre 1953 y 1978 (publicadas por Editorial Silente) que conforman una historia del futuro a través de las aventuras de una familia de estadistas y militares. Por su estilo, su temática y su estética, la Saga pertenece sin lugar a dudas al género del Space-Opera, la vertiente más aventurera y desenfadada de la CF, en la línea de las producciones de autores como Jack Vance o Edmond Hamilton, por mencionar sólo a dos. Su éxito y su fama han eclipsado de forma absoluta e injusta el resto de la producción de White, privando a los lectores de un buen puñado de buenas novelas.
La trilogía de Heredó un mundo, que se publica íntegra en este tomo, apareció en 1957 en los números 71, 72 y 73 de la colección Luchadores del Espacio de Editora Valenciana, donde George H. White era el escritor estrella —y el mejor pagado, por cierto—. En el número 58, La Bestia capitula, el autor había dejado aparcada de momento la Saga por consejo de los editores que, equivocadamente, creían que el público se estaba cansando de la familia Aznar1. Aprovechó ese respiro para escribir varias novelas independientes y dos series muy interesantes. La primera fue Más allá del Sol, compuesta por Extraño visitante, Más allá del Sol, Marte, el enigmático y ¡Atención!... Platillos volantes, que trata del descubrimiento de una contratierra situada al otro lado del Sol, y a continuación escribió de un tirón Heredó un mundo, Desterrados en Venus y La legión del espacio.
En esta trilogía, White recuperaba el Venus cretácico que ya había aparecido en los primeros títulos de la Saga de los Aznar, ese mundo lujurioso de selvas impenetrables pobladas por enormes dinosaurios y civilizaciones perdidas que la imaginería de la Ciencia Ficción popular había creado con la complicidad inocente de la eterna capa de nubes. Sin embargo, había madurado mucho como escritor y se sentía más dueño de sus recursos por lo que, inevitablemente, creó un Venus mucho más rico en matices y desde luego, más atractivo como escenario. Él mismo tuvo que ser consciente de ello desde un principio; cuando, en 1959, sólo un año después de concluir la primera parte de la Saga, escribió el guion para la versión en cómic de la misma (que dibujaría Matías Alonso, un profesional de la casa), fagocitó su propia obra. Los lectores que conozcan de antemano cualquiera de las tres ediciones del cómic descubrirán que la historia arranca en él como una adaptación de la trilogía (cambiando a Erle Raymer por Miguel Ángel Aznar). Y, en 1974, cuando acomete la tarea de rescribir la primera parte de la serie como paso previo a continuar las aventuras de los Aznar, White realizó una profunda remodelación de los cuatro primeros títulos, suprimiendo uno (La ciudad congelada) y tomando muchos elementos de Heredó un mundo, con lo que el inicio de la Saga adquirió un colorido más netamente pulp y menos deudor de las historias de hazañas bélicas que el propio autor escribía para la colección Comandos de la misma editorial. Los aficionados han discutido largo y tendido sobre esta decisión de White y hay opiniones encontradas, de las que ya nos hemos ocupado en su momento.
Las dos primeras viñetas de la adaptación al cómic de la Saga de tos Aznar de 1980, dibujada por Guerrero.
El lector aficionado al Space-Opera clásico encontrará la historia de Heredó un mundo encantadoramente arquetípica. Williams Peace, un excéntrico multimillonario norteamericano, construye una nave espacial capaz de llegar al planeta Venus en tan sólo dos días. Allí está seguro de encontrar un inmenso territorio en el que fundar una sociedad sin clases sociales en la que reine la justicia y la equidad. Sin embargo, las selvas venusianas son mal lugar para la utopía y en ellas aguardan múltiples peligros. White construye un argumento dinámico, parco en descripciones, en el que prima la acción sobre cualquier otro elemento literario. Y sin embargo, pese a su sencillez, resulta de una plasticidad visual impresionante.
Quien conozca de antemano la obra de George H. White, se encontrará con algunos de sus temas y personajes arquetípicos preferidos. La personalidad visionaria, emprendedora y un poco autoritaria de Williams Peace, el sabor vagamente grecorromano de la civilización uchime, el oro como elemento perturbador, las acciones de comando en la selva impenetrable... Todo ello es White en estado puro. Particularmente grata será la lectura de la trilogía para los aficionados que prefieren la primera parte de la Saga antes que la segunda, escrita en los años 70.
En cualquier caso, las tres novelitas que componen la trilogía de Heredó un mundo constituyen un buen ejemplo de la Ciencia Ficción escrita en nuestro país en el período clásico del género y una buena muestra de la extensa obra de uno de nuestros autores fundamentales.
Mario Moreno Cortina