NEUE MYSTIK

o pequeño panorama de las condiciones utópicas

después de la, por ahora, última revolución cultural

Cuando nuestros cuestionarios mostraron espacios en blanco

y los poderes establecidos se acercaron perplejos,

comenzó la fusión de todos los sistemas con la telepatía.

Mientras los escépticos se mantenían aún apartados,

se volcaron ya mesas nacionalizadas,

se invocaron espíritus, alimentándolos

con Hegel y otros místicos,

hasta que se oyeron golpes y hubo una respuesta legible.

En aquella asamblea de espiritistas leninistas en Lourdes

cuyos grupos de trabajo se ocuparon del Tibet progresista

y de los logros de Therese von Konnersreuth

con ayuda del método de Schrenck-Notzing,

se llamó al orden a los representantes de la decadencia ilustrada:

en adelante, Pentecostés cayó siempre en el primero de mayo.

Al año siguiente,

durante la Semana Santa telepática,

pioneros zen,

guiados por socialjesuitas cuatridimensionales,

seguidos por vacas indias

y por el gran Sensible de sociedades hindúes astrales,

llevaron el céreo cadáver de Stalin a Roma, por etapas.

Cuando, siguiendo instrucciones paladinas

(Eusapia Paladino, nacida en 1854 en Nápoles,

médium y precursora de la Nueva Mística)

se había encontrado en la ventosa isla de Gotland

una médium de cabello rubio,

fue proclamada heroína del misticismo socialista

y, poco después de aquel trágico accidente de automóvil

—socialdemócratas dispersos

y revisionistas marxistas

confesaron luego el atentado—,

canonizada.

Los contrarrevolucionarios concentrados

en Texas y la Mongolia exterior,

para ser reeducados en las mesas de campos de protección

irán disminuyendo en adelante

de reunión en reunión.

Nuestro círculo plenario de psicocinesis dialéctica está en sesión permanente.

Porque todavía responde la Santa.

El mundo se sienta en torno a una mesa y le pide consejo.

Ella, la irracional, nos desarma,

ella, la telecinética, nos ayuda a cumplir la norma,

ella, la oculta, nos alimenta y administra,

sólo ella, la partidista e infalible,

ella, la bienaventurada y dolorosa,

ella, la sensible encantadora,

llena nuestros cuestionarios,

da nombres a nuestras calles,

nos limpia a fondo,

nos libra de nuestras dudas

y nos quita el dolor de cabeza.

En adelante no debemos ya pensar

sino limitarnos a escuchar

e interpretar sus señales.