Decisión discutible
El cuartel general de Franco apuntó como siguiente objetivo Venta de Camposines, un importante nudo de comunicaciones situado en el fondo del valle, dominado por las alturas, sobre todo la sierra de Cavalls, que estaban en manos de las tropas republicanas. Era por tanto una operación muy temeraria y arriesgada, pero, en la obsesión de Franco de tomar Cavalls, la ocupación de todo el valle le permitía atacar la sierra a lo largo de todo el frente de varios kilómetros, cosa que no podía hacer si antes no ocupaba la planicie. Avanzar hasta Camposines, a pesar de ser batidos por el fuego enemigo desde las alturas, les permitiría asaltar posteriormente Cavalls.
Para dilucidar la siguiente maniobra, Franco se reunió con sus generales a tres kilómetros de Alcañiz el 18 de septiembre. Las estimaciones sobre el enemigo consideraban que había sufrido unas 60.000 bajas y un serio quebranto en su moral de combate. Juan Vigón había propuesto sustituir las habituales maniobras frontales por un envolvimiento por el flanco derecho con el fin de dominar Cavalls. Franco prefería atacar la sierra de frente, lo cual provocó duras discusiones entre Yagüe y García-Valiño, cuyos cuerpos de ejército iban a encargarse de la operación. Al parecer, Franco permaneció callado mientras los otros discutían, hasta que decidió un ataque del Cuerpo del Maestrazgo hacia Mora d’Ebre, con el fin de conquistar Cavalls, lo que quedaba por ocupar en Pandols y rodear finalmente la zona de Pinell. El Cuerpo Marroquí fijaría al enemigo y la 74.ª División neutralizaría con su fuego a los republicanos que estaban fortificados en Cavalls.
El asalto tendría dos flechas de avance. La primera avanzando directamente por el llano hacia Camposines, mientras que la segunda seguiría la línea que unía la cota 361 de la sierra de Vall, con el kilómetro 9 de la carretera entre Pinelly Miravet. Es decir: atravesando la sierra de Cavalls por el lugar menos abrupto, con la finalidad de rodear y aislar a sus defensores.
El objetivo final de la operación era alcanzar el cruce de Venta de Camposines, que no se había podido ocupar durante la ofensiva anterior, rebasarlo hasta ocupar la ermita de San Bartolomé, situada a sus espaldas, y cortar la carretera que llevaba a La Fatarella y a Mora. Naturalmente, conquistando todas las lomas y alturas diseminadas en la dirección del avance.
Una vez más, la moral de victoria iba a traicionar a los nacionales. Aunque los republicanos estaban seriamente desgastados, sus mandos y la tropa más politizada no tenían intención de retroceder, con mayor razón cuando ocupaban la fundamental sierra de Cavalls y, todavía, parte de Pandols.
La excesiva confianza en las propias fuerzas y el desprecio hacia el enemigo llevaron a Franco a tomar una decisión muy arriesgada y peligrosa. Sus tropas estaban ganando la batalla y podrían desarrollar otro tipo de maniobra con el fin de ahorrarse muertos. Lo evitó con testarudez, parece que convencido de que los republicanos no podrían aguantar una nueva ofensiva frontal. Aunque aprovechaba a fondo los bombardeos de aviación y artillería, seguía pensando como si fuera un joven oficial legionario, que basaba el éxito de las operaciones en la infantería y su capacidad de atacar al enemigo de frente. Esta táctica basada en el valor y la acometividad podría dar resultado en la guerra de Marruecos, frente a enemigos primitivos, pero costaba ríos de sangre contra las posiciones republicanas, defendidas por trincheras y ametralladoras bien situadas.
Que Franco ganara la guerra y venciera en casi todas las batallas no lo acreditó como un gran general porque, con el enemigo que tenía enfrente, debería haber ganado la guerra en menos tiempo y derramando mucho menos sangre de sus hombres. Han criticado sus decisiones los generales alemanes, algunos de los españoles e importantes estudiosos de este conflicto, que lucharon en las filas nacionales. El coronel Martínez Bande, el mayor estudioso de la Guerra Civil, reconoce, al hablar de esta batalla: «Resulta extraño que se pretendiera continuar esta maniobra, penetrando cada vez más en el terreno enemigo hasta estar bajo el dominio, no sólo de las dos series de observatorios (montañas de Fatarella y sierra de Cavalls), sino también de una tercera: la de los que se encontraran en las sierras de Picosa y el Águila».
«Cuando terminara la operación —caso de que esto tuviera lugar— las fuerzas de Dávila se encontrarían en un entrante peligrosísimo, batidas desde todas partes y sin posibilidades apenas de ocultarse, no ya a los fuegos, sino a las simples vistas del enemigo».