Mirando a la política internacional
El panorama europeo resultaba sombrío. Ante la creciente alarma francesa, Hitler rearmaba a Alemania e incrementaba sus exigencias internacionales. En marzo de 1938, se anexionó Austria y, después, comenzó a presionar al gobierno checo a propósito de los Sudetes, una región poblada por alemanes de origen.
Tarde o temprano, París debería frenar el expansionismo nazi y estallaría la guerra europea.
Cuando comenzaran las hostilidades europeas, la República española declararía la guerra a Alemania y las democracias deberían admitirla como una aliada, aunque se les hubiera colado sin pedir permiso. Los ejércitos franceses se verían obligados a penetrar en España para impedir el triunfo de Franco, aliado de Hitler. Hasta que llegara ese momento, era preciso resistir, como fuera, y prolongar el conflicto armado.
La guerra larga parecía convenir, con distintas finalidades, tanto a Franco como a Negrín, que aprobó desencadenar una ofensiva a través del Ebro. Según un plan del general Rojo, aprobado a principios de junio, el Ejército Popular cruzaría el río por sorpresa para establecer una cabeza de puente en torno a Gandesa. De momento, la operación sólo pretendía asegurar este territorio y, posteriormente, alcanzar la antigua línea fortificada republicana en el límite de Cataluña, frente a Batea, Calaceite y Arnés.
También se pensó en la posibilidad de prolongar la maniobra con nuevos ataques, destinados a cortar las comunicaciones entre Zaragoza y la provincia de Castellón, que servía como punto de partida para el ataque contra Valencia. Si las cosas salían bien en el Ebro, hasta podría pensarse en una ofensiva que rodeara el Maestrazgo y se combinara con gran ataque a cargo del Ejército de Levante, enlazando en Catí, con el fin de romper el aislamiento de Cataluña.
Sólo eran especulaciones para un incierto futuro. Cortar las comunicaciones entre Aragón y Castellón requería conquistar Alcañiz, distante 50 kilómetros de Gandesa. Aunque los republicanos lo ocuparan, todavía los nacionales podrían comunicar Zaragoza con el Levante por la carretera de Teruel.
Las tropas republicanas defendían Valencia con tesón. Sin embargo, el avance de Franco parecía imparable y amenazaba con tomar la ciudad aquel mismo verano. El gobierno Negrín decidió adelantar el plan del Ebro, aunque no se había acumulado junto al río todos los materiales necesarios y, por si fueran pocas las desgracias, el 12 de junio quedó nuevamente clausurada la frontera francesa y los suministros llegados de la Unión Soviética quedaron retenidos, en espera del permiso para pasar.