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Entonces concebí el valor de los mártires; en aquel momento hubiera podido confesar a Cristo sobre el caballete o en medio de los leones.
Me complazco en recordar aquellas felicidades de mi alma, que precedieron algunos instantes tan solo a las tribulaciones del mundo. Comparando este fervor a los enajenamientos que voy a describir, y reflexionando detenidamente sobre un corazón que ha experimentado, en el intervalo de tres o cuatro años, todo lo que la religión y la inocencia tienen de mas dulce y saludable, y las pasiones de mas seductor y mas funesto, se podrá escoger entre ambos goces, y ver por cual lado es preciso buscar la felicidad, y el reposo principalmente.
Tres semanas después de mi primera comunión salí del colegio de Dol. Todavía conservo recuerdos agradables de aquella casa: nuestra infancia deja siempre algo en los lugares por ella embellecidos, a la manera que una flor comunica su perfume a los objetos que con ella se han rozado. Todavía me enternezco, hoy al pensar en la dispersión de mis primeros maestros y condiscípulos. El abate Leprince, que obtuvo un beneficio en las cercanías de Rouen, vivió poco; al abate Egault le dieron un curato en la diócesis de Rennes, y he visto morir al buen rector y al abate Porcher al principio de la revolución: era instruido, afable y de un corazón sencillo. La memoria de este oscuro Rollin, será siempre querida y venerada por mí.
Vallée-aux-Loups, 31 de diciembre de 1813.
Misión en Combourg.— Colegio de Rennes.— Vuelvo a encontrar a Gesril.— Moreau, Limoëlan.— Casamiento de mi tercera hermana.
En Combourg hallé nuevos motivos para dar pábulo a mi piedad; había misión, y seguí los ejercicios. Recibí la confirmación sobre la gradería del castillo, como una porción de aldeanos y aldeanas, de manos del obispo de Saint-Malo. Después de esto, se erigió en aquel sitio una cruz, y ayudé a sostenerla mientras que la fijaban sobre su base. Esta cruz existe aun y se halla colocada enfrente de la torre, donde murió mi padre: treinta años hace ya que no he visto asomarse a nadie a las ventanas de la torre; y que no la ha saludado ninguno de los muchachos del castillo; todas las primaveras los espera en vano, y únicamente ve venir las golondrinas compañeras de mi infancia, que son mas fieles a su nido que el hombre a su casa. ¡Feliz yo si hubiese vivido siempre al pie de la cruz de la misión, y si mis cabellos hubieran encanecido tan solo por el tiempo que ha cubierto de musgo los brazos de la misma!
A los pocos días de mi permanencia en el castillo partí para Rennes, donde debía continuar mis estudios, terminar mi carrera de matemáticas, para ir en segunda a Brest a sufrir el examen de guardia marino.
El rector del colegio de Rennes era Mr. de Fayolle. En este Juilly de la Bretaña había tres profesores distinguidos; el abate de Chateaugiron, que explicaba el segundo año, el abate Germé para retórica, y el abate Marchand para física. Los colegiales internos y estemos eran numerosos, y las clases de consiguiente muy concurridas. En los últimos tiempos, Gofredo y Ginguené, alumnos de este colegio, hubieran hecho honor a Santa Bárbara y al Plessis. El caballero de Parny había estudiado también en Rennes, y yo heredé su habitación.
Rennes me parecía una Babilonia, y el colegio un mundo. La multitud de maestros y estudiantes, y la extensión del edificio, del jardín y de los patios, me parecían desmesuradas; poco tardé sin embargo en habituarme a esto. Cuando llegaba el cumpleaños del rector, teníamos unos cuantos días de asueto, y cantábamos en alabanza suya versos de nuestra cosecha del tenor siguiente:
O Terpsichore! o Polymnié!
Venez, venez remplir nos voeux;
La raison même voux convie!