Jerry no sabe apuntar, su fusil se desvía sin cesar y falla sistemáticamente su objetivo a dos metros. Oona poda los rosales blancos del parque con unas tijeras rojas. Jerry cava un foso en el barro bajo la lluvia helada. Oona pierde un partido de tenis por 6-1 en falda blanca en la pista del jardín. Jerry se echa de lado sobre una roca para poder dormir una hora escasa sobre un soporte no húmedo. Oona vuelve a notar pataditas en su barriga redondeada. A Jerry le cuesta cargar el fusil con los dedos congelados. Oona encarga fresas y frambuesas, y también helado de vainilla, en la tienda de comida para llevar. Jerry comprueba la presencia del tubo de morfina con la aguja hipodérmica en el bolsillo de su guerrera. Oona juega al bádminton en la playa. Jerry oye cómo explota bomba tras bomba y piensa una y otra vez que la siguiente le toca a él. Oona escucha en la radio californiana que la guerra terminará pronto. Jerry escribe El guardián entre el centeno mientras escucha el Lucky Strike Program (Frank Sinatra, Glenn Miller). Charlie encarga riñones en Ciro’s. A veces Jerry envidia a los que mueren: es más agradable estar muerto que vivo. Oona y Charlie cenan en el Trocadero, el Parisien, el Allah’s Garden. Jerry comparte una botella de calvados con tres camaradas, dos de los cuales morirán en combate ese mismo día. Oona aspira el aroma de los eucaliptos. Jerry recibe un paquete postal de su madre con calcetines de lana tricotados por ella misma: «A partir de ese momento fui el único soldado, que yo supiera, con los pies secos.»