CAPÍTULO XIV
Cinthya no supo cuánto tiempo pasó colgando con medio cuerpo fuera de la ventana hasta que Alex apareció.
—¿Qué rayos haces trepada en esa ventana?
—Nada, solo admiraba las hermosas vistas —bufó con sarcasmo—. ¿Tú qué crees, eh? ¡Estoy atorada! ¡Ayúdame...! ¿De qué demonios te estas riendo? Esto sí que es mala suerte, de todas las posibles personas que podrían recatarme, tenías que ser precisamente tú.
—Si no quieres mi ayuda, entonces me voy, yo solo iba a buscar a don Benjamín para decirle que tu padre quiere hablar con él. —Sonrió burlón y dio unos pasos con la intención de irse.
—No te atrevas a largarte y dejarme así —lo amenazó.
—De acuerdo, ¿podrías explicarme cómo es que terminaste en esta penosa situación? —Alex trataba de no reírse, pero una vez más fracasó.
—Estaba en el cuarto de baño, cuando intenté salir, el pomo de la puerta se rompió y me quedé encerrada, mi móvil descansa en las mansas aguas del retrete y nadie escuchó mis gritos. Me pareció viable salir por esta mini ventana, no pensé que me quedaría atorada.
Alex analizó las posibles soluciones.
—Creo que si giramos tu cadera para que quedes de lado, ese suculento trasero que tienes pasará por la ventana.
—Deja de burlarte de mi enorme trasero, por su culpa estoy metida en esto.
Alex rio, y el sonido fue rico, masculino, a ella le encantaba escucharlo. Ayudada por él, giró la cadera hasta quedar de lado, entonces Alex la jaló hacia él y terminaron uno encima del otro. Cinthya quedó de espaldas a él, que rápido la abrazó con fuerza para evitar que se apartara de su cuerpo, después metió una mano debajo del vestido.
—¡Vaya! Tú sí que no pierdes el tiempo.
—¿De qué demonios estás hablando? —preguntó irritada.
—Que no llevas bragas… hay que ir directo al asunto, ¿no es así? —Estaba por preguntar: «¿Tu habitación o la mía?», cuando un fuerte codazo en las costillas le sacó el aire de los pulmones, aun así, no la soltó.
Pensó en que no podía culparla, se la pasaba haciéndole comentarios hirientes sobre su promiscuidad, y aunque en esta ocasión no era así, reconoció que la reacción de ella estaba justificada.
—No tengo por qué contestarte, pero lo haré solo por el placer de verte tragar tus palabras. Por supuesto que llevaba bragas, pero la muy maldita de mi tanga salió defectuosa y se rompió. Mi propósito era ponerme otra, pero dadas las circunstancias, no pude hacerlo. —Comenzó a forcejear para soltarse.
—No deberías hacer eso —le advirtió él con voz pícara en cuanto sintió su hombría despertar ante el insistente frote del precioso trasero femenino.
—¿Por qué? ¡Oh!
Alex la giró para verla a los ojos, con sus manos agarró el redondo trasero, acomodo sus caderas para que el templo de Venus quedara justo en su virilidad.
Ella sonrió al sentir y ver la excitación marcada en el rostro de él.
—¡Eres un maldito pervertido, Alejandro Salazar!
—No puedes culparme por desearte, tú y nadie más que tú eres la causante de esto. —Le restregó su masculinidad para que la sintiera.
Cinthya trago saliva, el muy artero estaba recurriendo a malas jugarretas, y lo peor del caso era que le estaban funcionado, en unos instantes su temperatura corporal estaba al punto de braza y lista para arder en su pasión.
—Siento decepcionarte, pero yo no siento lo mismo —mintió.
—¿Por qué te empeñas en negar lo evidente, preciosa? Tu cuerpo, tus pezones en específico, acaban de traicionarte…
«¡Maldición!», reconoció irritada, Alex tenía razón, su cuerpo estaba más que listo para la acción.
—Te recuerdo que a mí me gustan los hombres de cabello oscuro. —«Patético», pensó sobre su intento absurdo para no hundirse.
Alex soltó una deliciosa carcajada.
—Sí, claro, me consta —expresó con ironía—. Ambos sabemos bien que no todo el pelo que cubre mi cuerpo es dorado. Hay cierta zona en la que crece oscuro, y por la forma como tu lengua se paseó por ahí la otra anoche, deduzco que te fascinó —la provocó con descaro.
Cinthya no pudo evitar pensar en cómo esa madrugada había recorrido, centímetro a centímetro, la piel bronceada de Alex, en especial, cierto atributo masculino, viril, erguido y rodeado por una espesa mata de risos dorado oscurecido esperando impaciente por ella.
Reconoció que fue una experiencia nueva, excitante y maravillosa. Al solo recordarlo, sintió una vez más esa mortal anguila eléctrica recorrer sus entrañas, dejando crueles descargas de tortuoso e insatisfecho placer a su paso.
—Touché! —aceptó su derrota, el muy granuja había anotado, y su orgullo herido tuvo que admitir que fue un gol magnifico. Tenía que hacer algo para recuperar puntos—. ¿Acaso estás insinuándome algo?
«¿Eso es todo lo que tienes, Cinthya?», se reprochó molesta por sus inútiles patadas de ahogado.
—Yo no insinúo, y lo sabes —le advirtió él, y comenzó a devorar su boca impaciente.
Estaban sumidos en medio de ese placer irrefrenable cuando escucharon voces acercándose. En un santiamén y sin saber cómo, Cinthya estaba de pie y Alex a un lado de ella sacudiéndose las hierbitas del pasto.
—Será mejor que por ahora no nos vean juntos. —Le dio un rápido beso en los labios—. Al rato te veo, preciosa, tú y yo tenemos mucho de qué hablar.
Se marchó dejándola con la necesidad, no de una ducha fría, sino de meterse en una tina llena de cubos de hielo y quizá ni eso lograría apagar el horno incandescente que llevaba dentro.
Tal vez era tiempo de pensar que las palabras en doble sentido eran un arma sumamente peligrosa; tal y como acababa de comprobarlo, se había cortado con su propia lengua.
Regresó a la celebración cuando se sintió más tranquila, los mariachis tocaban La morenita, y los meseros repartían los suculentos platillos.
—¿Se puede saber por qué tardaste tanto, honey? —preguntó Bárbara impaciente.
—Resulta que me quedé encerrada en mi propio baño… —Relató a sus amigas la odisea vivida unos minutos atrás, claro, omitiendo lo de los maravillosos besos que se dio con Alex.
—Lo dicho, amiga, eres un auténtico coyote calamidad, sólo a ti te pasan esas cosas tan inexplicables. —Maricela rio.
—Sí, de no ser por Alex, todavía estaría colgando de esa ventana.
El baile del tradicional vals comenzó, y los novios danzaron felices con todos y cada uno de sus invitados, después harían su primer baile como marido y mujer. A Cinthya, por ser la dama de honor principal, le tocaba hacer lo propio con el padrino, a lo que Alex no perdió el tiempo, la apretó a su cuerpo y la deslizó con destreza por toda la pista.
Jake observaba atento el rostro de Karla mientras bailaban, ella no le quitaba la vista de encima a Cinthya y a Alex, pero para su sorpresa, no veía en ella los típicos celos de una mujer enamorada, sino más bien tristeza, quizá temor.
—¿Qué pasa, mon amour? ¿Te estás arrepintiendo de la boda? —la cuestionó con una de sus más letales sonrisas.
Karla no contestó al instante, había evitado mirar a Jake a la cara, aunque su educación le exigía hacerlo mientras le hablaba.
—Yo, no… Es que… tú no entiendes…
—Quizá si me lo explicas pueda hacerlo.
—No sabes cómo me gustaría, pero no puedo.
—¿No puedes? ¿O no quieres?
«¡Dios! No me sonrías así, no me mires así», pensó aturdida.
—¿Estás bien, mon amour? ¿Estás algo pálida? No comiste, ¿verdad? —Frunció el ceño.
—No sé de qué hablas. —Desvió la mirada.
—Claro que lo sabes, mon amour. Te vi, Karla. —Tomó aire para calmarse—. Durante el desayuno, apenas si comiste algo, y hace un rato solo jugaste con la comida en el plato…
—¿Tienes idea de las calorías que tenía ese platillo? —soltó exasperada.
—Malédictión! ¡Deja de contar calorías, Karla! La comida no es tu enemigo, al contrario, es un placer exquisito que nos mantiene sanos…
—¿Quién te crees para estarme vigilando? —Lo fulminó con la mirada.
—Aunque no lo creas, me preocupas. Mon amour, tienes un serio problema. Por favor, flaquita, déjame ayudarte…
—En lugar de estarme molestando, ve a ponerle un freno a tu mujercita, al parecer, se le ha olvidado que tú estás aquí y que Alex está comprometido… —Se apartó de él sin importarle que la pieza aún no terminara y, sin mirar atrás, se encaminó al tocador de damas.
Jake la dejó marchar pensativo, algo en él lo impulsaba a cuidarla, a protegerla incluso de ella misma. En cuanto la pieza terminó, buscó a Cinthya y le pidió hablar con ella, la tomó del brazo y juntos caminaron para alejarse del bullicio.
—Tú dirás… —expresó ella cuando estuvieron lejos de las carpas.
—Es Karla, me preocupa demasiado, en el desayuno apenas si comió unas cuantas hojas de lechuga y un poco de fruta, y ahora en la comida ni siquiera tocó el plato.
—¿Y? ¿Qué sugieres que hagamos? La verdad no creo serte de gran ayuda, como ya lo habrás notado, existe cierta aversión entre nosotras. —«Y cómo no, si he estado a punto de quitarle a su futuro marido», pensó.
—Lo sé, ese es otro tema, ma belle. No creas que te librarás de contarme en qué han quedado el Ken15 y tú.
—No hemos quedado en nada…
—¿Qué? Me va a escuchar, creí que él era un hombre de verdad, no un cobarde. Tiene que dejar de jugar con Karla y contigo, ¿o acaso es de los que le gusta tener dos mujeres al mismo tiempo?
—¡No! ¿Cómo puedes pensar eso? Alex es íntegro y honesto, soy yo la que lo ha estado evitando. No quiero que esto siga adelante, él debe casarse con Karla…
—¿Por qué, ma belle? ¿Acaso ella está…?
—No, al menos eso es lo que ella asegura. —suspiró—. Reconoce que el hecho de que ellos se casen es lo correcto, tienen una relación desde hace años, Karla ha estado siempre ahí para él, yo no puedo competir con eso. Aunque me pese, la Flauta es la más adecuada para ser su esposa, eso sin contar con que mi madre jamás me lo perdonaría y yo… ¡Dios! Solo no puedo, Jake, ¿de acuerdo?
—¡No!, no estoy de acuerdo, ma belle.
—¡Entiende, Jake! —explotó—. Esto es demasiado para mí, estoy deseando que todo acabe para regresar a Nueva York, a mi vida de antes.
—¿Vas a permitir que ese par arruine su vida al casarse sin estar enamorados?
—¿Qué? ¿De qué estás hablando?
—Estoy convencido de que Karla no ama a Alex, es más, podría asegurarte que tú y ella tienen más en común de lo que te imaginas…
—¡No juegues! ¿De dónde sacas eso?
—Las dos le tienen pavor a decepcionar a sus madres, le dan demasiada importancia a la opinión que tengan de ustedes. La diferencia es que tú lo disimulas muy bien y te revelas como arma de defensa ante tu vulnerabilidad, en cambio, ella no es capaz de levantar un solo dedo si su madre no se lo permite.
—Por supuesto que no…. —negó acorralada, Jake tenía la cualidad de llegar a lo más profundo de sus emociones y hurgar en ellas como si fuera su casa.
—Sé lo que intentas hacer, bébé, y no te va a funcionar. —Trató de disimular su enojo—. Siempre reaccionas igual cuando te sientes asediada.
—¿Ah, sí? ¿Y qué se supone que hago?
—¿Salirte por la tangente? ¿Ignorar el tema?
—¡Sí, claro! —ironizó.
—Sé que es difícil para ti, ma belle, pero tenemos que evitar que esos dos comentan el peor error de sus vidas. Estoy seguro que si Karla se casa con Alex, morirá por una descompensación a causa de su enfermedad y él no lo sabrá hasta que sea demasiado tarde.
—¿Por qué te importa tanto la Flauta? ¿Acaso tú…? —No pudo terminar la pregunta—. Jake, ya te dije que ella no es mujer para ti. Karla jamás desafiará a sus padres, y menos por alguien de clase inferior, solo te hará daño.
—¿Cómo puedes estar tan segura, ma belle? Ya la he besado y te puedo asegurar que no le soy indiferente, es más, si no ha pasado a mayores ha sido porque yo lo he detenido a tiempo. Aun es un misterio para mi cómo es que lo he logrado, ella es tan apasionada...
—Ou, ou, ou, no quiero oír eso, ¡es asqueroso! Además de increíble.
—¿Qué te hace pensar que Karla no es toda una tigresa en la cama?
—¡Por Dios! ¿Hablas en serio? Esa mujer es más fría que el hielo.
—Eso es lo que todos creen, pero debajo de ese aspecto remilgado vive toda una fiera esperando ser liberada, y si soy sincero, quiero ser yo quien la rescate de sí misma —expresó Jake convencido.
—Sí, claro, suerte con ello. Nada más que cuando te deje con el corazón roto, no vengas a chillonearme.
—Por favor, Cinthya, no digas tonterías, sé que Alex está loco por ti, así como tú por él, son tal para cual, ¿por qué no podría ser igual para Karla y para mí?
—Porque resulta que ella está a punto de casarse con otro, ¿recuerdas? Y mientras ese compromiso exista, ni tú ni yo debemos hacer nada.
15 Muñeco de un hombre rubio, que es el novio de la famosa muñeca Barbie.