CAPÍTULO VI
—¿Estas segura de que el arribo del vuelo de tus amigos era por esta puerta? —preguntó Maricela impaciente.
—Sí, quizá el vuelo se retrasó un poco, voy a preguntar. —Con paso decidido, Cinthya se encaminó rumbo al mostrador, estaba distraída en sus pensamientos cuando un par de brazos fuertes la levantaron en vilo; un instante después, los cálidos labios de Jake estaban posados sobre los suyos mientras la abrazaba de forma posesiva.
Alex se había ofrecido a llevarlas al aeropuerto, Dante estaba ocupado, y con Ian no se podía contar. En ese momento se arrepintió de haberlo hecho; con rabia contempló como un hombre alto, fornido y de aspecto atractivo besaba a Cinthya con total posesión. No necesito más para comprender que ese tipo era el chico en turno, el tal Jake.
Cuando Jake separó sus bocas, ambos se quedaron estupefactos por lo que sintieron.
—Mon Dieu! Si me hubieras permitido besarte desde el día en que nos conocimos, me habrías ahorrado muchas noches de insomnio y duchas frías —bromeó Jake.
—¿También lo sentiste? —preguntó confundida.
—Oui. Fue como besar a mi hermana, y la verdad no me gustó nada —reconoció desconcertado.
—Lo sé, quizá el afecto que nos une sí es de tipo fraternal después de todo.
—Pues tendrán que ingeniárselas para que los demás no se den cuenta de su afecto fraternal. You know —los interrumpió Bárbara con una sonrisa tensa—. Y más vale que comiencen ahora porque tenemos público. Then starts the function! —comentó señalando con la cabeza hacia Alex y Maricela que los miraban expectantes.
—Creo que ella tiene razón, bébé —aceptó Jake con una sonrisa.
—¿Cuántas veces tengo que repetirte que no me gusta que me digas bébé? —espetó Cinthya frunciendo el ceño.
—I can’t believe it! ¿No me digas que ese tipo vestido de abuelito es Alex? En nada se parece al chico de la foto —comentó Bárbara en voz baja mientras Jake recogía las maletas del piso.
En la fotografía a la cual Bárbara se refería, Alex estaba montado en una motocicleta, llevaba vaqueros desgastados, playera blanca con una enorme cruz marrón con grecas doradas al centro, chamarra de cuero negro y gafas estilo aviador. Su espectacular melena era agitada por el viento mientras el sol le concedía reflejos dorados. Sonreía de forma confiada a la cámara, en una actitud desenfadada; parecía un auténtico modelo de revista.
—Tienes razón, no sé qué le ha pasado, es como si quisiera sabotearse a sí mismo para perder todo atractivo, es muy raro, ¿no crees? Imagínate mi sorpresa cuando lo vi aquí mismo la semana pasada. He tenido que hacer un esfuerzo sobre humano para no delatar lo que pienso al respecto.
—¿Cotilleando a mis espaldas, señoritas? —Jake tomó a Cinthya por la cintura y se encaminó a donde los aludidos aguardaban.
—Tú debes de ser Jake —comentó Maricela con una amistosa sonrisa—. Un gusto conocerte, soy Maricela González, amiga de Cinthya desde la guardería.
—Mon Dieu! Eso es mucho tiempo —respondió Jake con una de sus sonrisas letales—. Jake Toussaint a sus pies, mademoiselle.
—Tenías razón, amiga, es adorable —expresó Maricela con ojos alegres—. ¡Hola, Bárbara! ¿Cómo has estado? ¿Qué tal te fue con el gruñón del profesor, Jenkins?, si es así como se llama ¿no?
—¡Ni lo menciones, honey! Estoy de vacaciones y lo que menos me apetece es hablar de cosas desagradables. You know —expresó con una amplia sonrisa, después miró a Alex—. And you are? —Fingió dos cosas:
Primero: no estar impactada por él. Viéndolo de lejos, se imponía la horrible ropa que usaba, pantalón caqui sin gracia, camisa blanca y un suéter de rombos en varios tonos de azul, haciéndolo parecer un tipo X, pero al tenerlo cerca, su atractivo era innegable. Ahora comprendía por qué Cinthya seguía prendada de él. Aparte de la belleza física, tenía un magnetismo poderoso e irresistible.
Segundo: pensó que al fingir no saber de su existencia, eso le haría creer que no era tan importante en la vida de Cinthya como para haberle hablado de él a su compañera de piso.
—Lo siento, que grosera he sido —se disculpó Cinthya siguiéndole el juego a su amiga. Si alguien lo conocía, aunque fuera a través de una fotografía, era ella—. Alex, ellos son Bárbara y Jake —señaló—. Jake, Bárbara, él es Alex Salazar, primo de Dante y un viejo amigo mío.
Sabía que ese «viejo amigo» dicho con total indiferencia lo sacaría de quicio, y, aun así, no le importó, se aferró a la cintura de Jake y juntos se encaminaron a la salida.
Al llegar a casa de sus padres, todos estaban reunidos en la terraza. Uno a uno fue presentando a los presentes, desde su padre hasta los de Karla y Lizzy.
Jake se comportó como todo un caballero y no se inmutó ante el escrutinio al cual fue sometido por parte de la madre de Cinthya, así como de la joven espigada y alta, de cabello chocolate peinado de forma perfecta, piel canela y ojos de color ámbar, que, enfundada en un sobrio vestido color crudo, era el significado real de la palabra refinamiento.
Laura no se preocupó por disimular su disgusto ante el aspecto del novio de su hija, de inmediato pensó en que el tal Jake era el típico chico problema, justo la especialidad de Cinthya. Desaliñado, de vaqueros desgastados, botas de cuero, playera negra con el logo de una banda de rock, y el cabello castaño, por debajo del hombro, recogido en una cola de caballo.
Reconoció con rabia que, a pesar de sus fachas, el joven era muy varonil y atractivo, eso podía justificar el absurdo interés de Cinthya hacia él. En ese momento agradeció al cielo esa mala maña de su hija de cambiar de novio como se cambia de calcetines, pues eso aseguraba que la estancia en su casa de ese espécimen tan peligroso seria temporal. No se imaginaba a ese vulgar tipo como su yerno. El solo pensarlo le ocasionaba un severo dolor de cabeza.
Karla no puedo evitar observarlo, ese hombre lucía un cuerpo fuerte y atlético, el travieso hoyuelo que se le formaba junto a la boca cuando sonreía le pareció irresistible. Y qué decir de esos labios carnosos y bien formados, acompañados de ese acento tan sensual, conjugado con unos ojos de un verde tan intenso que irradiaban picardía. Todo él la hizo estremecer.
Disfrazó su interés con indignación, quiso convencerse de que era la sorpresa de ver cómo Cinthya se rebajaba al tener una relación con alguien así; a leguas de distancia se notaba la falta de alcurnia y clase del tipo ese. «Aunque, pensándolo bien, son tal para cual, ella nunca se ha comportado como una digna De Anda», reconoció para sí. Estaba por desviar la mirada cuando se percató del tatuaje. Una espeluznante calavera le rodeaba el bíceps izquierdo. Cuando él la miró a los ojos, una fuerte corriente eléctrica la recorrió, atemorizándola, nunca en su vida había experimentado algo así.
Jake, por su parte, consciente de lo que despertó en la joven llamada Karla, sintió un tortuoso placer al intimidarla con la mirada. Esa estirada de aspecto impecable estimuló su lado salvaje y captó su interés a pesar de no ser su tipo; él repelía a las niñas mimadas que, por ser ricas, creían que el mundo no las merecía, aun así, ella logró inquietarlo. Todo indicaba que su visita a México iba a ser más interesante de lo que había anticipado.
Bárbara quedó prendada de Ian, aunque él parecía ignorar que pisaban el mismo planeta, lo cual solo reforzó en ella la determinación de cazarlo.
—Ese estirado con ojos de gato será mío. I swear that, sweetness —auguró Bárbara mientras Cinthya la conducía a la habitación que Laura había destinado para ella.
Jake se metió en la recamara de Cinthya. Con total desfachatez se quitó las botas y , se desparramó en la cama y dejó la puerta entreabierta mientras la esperaba.
—¿Qué haces aquí? Si mi madre te ve, le dará un infarto —advirtió Cinthya angustiada, lo que menos le apetecía era un enfrentamiento con ella.
—Tranquila, bébé, tu madre se fue a dormir después de la cena. Creo que mi imponente presencia le ocasionó un agudo dolor de cabeza. Ese es el efecto que suelo tener en algunas mujeres —bromeó ante la absurda excusa que había empleado la madre de Cinthya para retirarse.
—¡Eres tremendo, Jake! —Le tocó el brazo con afecto y le dedicó una sincera sonrisa.
—Sí, pero así me quieres, ma belle. ¿Que no? —Le acunó el rostro con ambas manos y la besó en la nariz, seguro que el polizón que los espiaba a través de la puerta terminaría convencido de que el beso fue en los labios.
Cinthya lo miró sorprendida, no comprendía qué lo había impulsado a actuar tan cariñoso, para ambos había quedado más que claro que cero química entre ellos. Se suponía que la charada sería solo si tenían público. Entonces leyó con claridad el mensaje que los ojos jade le trasmitían: alguien los estaba observando.
—Será mejor que te vayas, no creo que a mis padres les agrade que durmamos en la misma cama. Créeme, mi madre armará tanto alboroto que lo más probable es que mañana a primera hora estés en un avión de regreso a casa.
—Había escuchado que los padres mexicanos son estrictos, ahora lo compruebo. Está bien, bébé, me voy, pero con una condición, promete que soñarás conmigo.
—¿Qué? ¡Eres un arrogante!, ¡estás loco!
—Sí, pero por ti, ma belle. —Volvió a besarla en la nariz y juntó sus frentes unos minutos. Se puso en pie y se dirigió a la puerta; al comprobar que el espía se había esfumado, la encaró—: Ahora sí, sin mentiras ni tretas, ¿qué hay entre el tal Alex y tú?
—No sé de qué hablas. —Desvió la mirada.
—Sí que lo sabes. Un hombre no se esconde tras las puertas para espiar a una mujer si no se siente con derecho a ello, ma belle.
—¿Qué?
—No te hagas la tonta, Alex no te quitó la vista de encima ni un instante; en cuanto entré en tu habitación, se aprestó a vigilarnos, así que comienza a hablar, bébé.
Cinthya respiró hondo, pensó en que no tenía caso mentirle, Jake era su amigo y quizá podría aconsejarla desde un punto de vista masculino.
—Estoy enamorada de él desde que tengo uso de razón. Entre nosotros han pasado tantas cosas que nos han unido y separado. —Levantó la mano para impedir que la interrumpiera—. Antes de que digas nada, él va a casarse con doña Flauta en dos semanas.
—¿Doña Flauta? —Soltó una carcajada ante las ocurrencias de su amiga.
—Sí, así le digo a Karla. Sí la recuerdas, ¿no?, la señorita perfección y refinamiento.
—Oui! —Su expresión facial fue de lo más sugerente.
—¡Ni lo sueñes, Jake! —le advirtió al adivinar sus libidinosos pensamientos—. No eres su tipo, la mujer hielo jamás se fijaría en alguien que no es de su clase.
—Eso está por verse, ma belle. Esos ojos de gata me mostraron que detrás de esa fría fachada se esconde un verdadero incendio forestal esperando la chispa adecuada para desatarse y arrasar.
La sonora carcajada de Cinthya lo desconcertó.
—Lo dudo, eso que acabas de decir sería como afirmar que tú eres un santo, lo cual, los dos sabemos que es imposible.
—Quizá tengas razón, quizá no. —Sonrió con picardía—. Esa flauta, como tú la llamas, ahora está aletargada, pero recuerda, ma belle, que, en las manos adecuadas, ese suave instrumento produce música exquisita. No lo olvides nunca. —Se alejó dejando a Cinthya perpleja por sus palabras.
¿En verdad Jake creía que dentro de esa mujer había fuego? ¿Sería posible semejante milagro? Y lo que más increíble le parecía, ¿sería su amigo quién lograría crear música con esa insípida flauta? Pensó que el aire contaminado de la gran ciudad tenía que estarlos afectando más de lo que creía para considerar esa posibilidad, ¿Jake y Karla? ¡Absurdo!
Al día siguiente, por la mañana, Cinthya se puso un coqueto bikini estilo La mujer maravilla, original y provocativo. Se miró en el espejo de cuerpo entero, satisfecha con su cuerpo; aunque tarde, su genética la había compensado con creces por esos años que la torturó con la de falta de carnes, como dijera madame víbora años atrás.
Salió de la habitación con rumbo a la piscina interior, no se preocupó por tapar su cuerpo semidesnudo. Aún era temprano, por lo que dedujo que su madre, que sería la única escandalizada por su gran desfachatez, aun no se habría levantado, y conociendo a Jake, dudaba que a esa hora estuviera despierto. Estaba segura de que no corría el peligro de encontrarse con nadie en su camino, pero nada más dar vuelta al pasillo que conducía al gimnasio y a la piscina, se dio cuenta de su error.
Avanzó unos pasos por el amplio corredor que estaba franqueado por dos paredes de cristal, una que daba al jardín exterior y alimentaba de luz el interior del gimnasio que se encontraba del otro lado. La piscina estaba al fondo.
Divisó a Alex dentro del gimnasio, llevaba solo unos bermudas deportivos y con una toalla secaba el sudor de su torso desnudo. Sintió como su cuerpo ardía al contemplar tan magnifico ejemplar de Adán, su temperatura corporal aumentó a tal grado que temió volverse una hoguera humana. Siguió de largo por el pasillo de cristal, fingiendo no haberse percatado de su presencia, y con un estrepitoso clavado, se lanzó al agua esperando calmar el fuego que la consumía.
Después de unos cuantos largos, salió de la piscina con la intención de lanzarse una vez más. Se sintió observada y cayó en la cuenta de que del otro lado de la traslucida división, un par de ojos índigo profundo la observaban. Siguió fingiendo que estaba sola y caminó alrededor, como si buscara el punto exacto donde sumergirse; lo que pretendía con ello era exhibirse para él, que la mirara. Se colocó de espaldas e inclinó un poco el cuerpo dándole para darle un espectacular panorama de su trasero, se zambulló con total elegancia, dio unos cuantos largos más y volvió a salir dispuesta a repetir el procedimiento, pero en esta ocasión, un par de brazos fuertes la tomaron en vilo. Cuando reaccionó, estaba sumergida en el agua con Jake, que se mofaba al verla desorientada y confundida.
Levantó la cabeza y observó desconcertada como esos ojos índigo tormentoso la miraban con desaprobación.
En ese momento, Bárbara se reunió con ellos. Asombrada, miraba todo a su alrededor. La noche anterior, cuando llegaron del aeropuerto, no pudo contemplar la majestuosidad de la residencia de los padres de Cinthya, pero ahora, a la luz del día, tenía una amplia visión de todo el lujo y esplendor de su entorno.
—Wow, honey! Esto es el paraíso —comentó encantada.
La piscina, decorada con azulejo de talavera de coloridos diseños, la enamoró nada más verla. El agua estaba climatizada, ofreciendo una temperatura perfecta. La amplia habitación estaba rodeada por grandes columnas y paredes de cristal ahumado que filtraban los rayos del sol y que permitían contemplar la belleza del majestuoso jardín exterior.
Había varios camastros a la orilla, así como una coqueta salita de mimbre con blancos cojines y unos cuantos cojincillos de vivos colores que complementaban la decoración. Plantas en distintas tonalidades de verde y grandes hojas estaban distribuidas por todas partes, así como una variedad de florecillas de diversos colores para darle vida al entorno.
—¿Cómo puedes vivir lejos de todo esto, darling? —preguntó con la boca abierta.
—Si tuvieras que soportar a mi madre, créeme, no te lo pensarías dos veces —contestó al tiempo que salía del agua para reunirse con su amiga.
Bárbara se quitó el ligero vestido de algodón que llevaba y dejó al descubierto su cuerpo delgado de suaves curvas, largas piernas y piel blanca como la leche. El bonito bikini verde limón le sentaba de maravilla, resaltaba el color esmeralda de sus ojos y las graciosas pecas en su nariz. Estaba conforme con los atributos otorgados por la madre naturaleza. Su cabello rojo cereza de risos rebeldes le caía con total libertad sobre los hombros y espalda. A diferencia de Cinthya, que pretendía lanzarse de cabeza, ella caminó con sutil coquetería rumbo a las escaleras y se metió a la piscina de forma lenta y sensual.
—¿Qué demonios…? —Cinthya no necesito terminar la pregunta para comprender el extraño comportamiento de su amiga. En ese momento vio como Ian, que pasaba por el frente del jardín en dirección al campo de golf, se quedaba petrificado y con la boca abierta al mirar a Bárbara—. ¡Eres una maldita zorra! ¿Sabías? —expresó con picardía ante la cara de satisfacción de la chica.
—Quién dice que la primera impresión es siempre la definitiva se equivoca —comentó feliz de su hazaña—. Point number one, conseguido.
—¿Qué? No me digas que piensas aplicarle tu peculiar lista de: Los diez pasos para atrapar a un hombre escurridizo —la cuestionó Cinthya poniendo los ojos en blanco.
—That´s right, y ahora que he conseguido captar su atención, pasaré al point number two.
—Pauvre homme! ¡Lo hemos perdido! Ahora está bajo el hechizo de la bruja de cabellos de fuego —exclamó Jake divertido, salió del agua, se dirigió a Cinthya, la tomó en brazos y se lanzó una vez más llevándola consigo.