CAPÍTULO XII
Alex no quería escuchar la charla entre amigas, no era su costumbre andar fisgoneando detrás de las puertas, aunque desde que Cinthya regresó parecía ser algo cotidiano en él. Tenía la intención de entrar en la cocina y pedirle a Maricela que lo dejara a solas con ella, pero al comprender la profundidad de la conversación, no pudo hacerlo, se quedó inmóvil y permaneció en absoluto silencio.
Recordó que, en efecto, los días siguientes a la fiesta de cumpleaños de Cinthya, ella, alegando estar enferma, no había salido de su habitación, y cuando lo hizo, ya no era la misma de siempre, una nube de tristeza oscurecía sus hermosos ojos tapatíos.
—Eso que acabas de contarme es monstruoso, pero… ¿Qué tiene que ver con el presente? —preguntó Maricela consternada y ajena al polizón que escuchaba atento la conversación.
—Desde entonces, nunca más tuve intimidad con nadie…
—¿Qué? ¿Y todos esos novios que has tenido? —la interrumpió asombrada.
—No ha habido alguien especial, solo citas casuales y muchos amigos.
—No entiendo.
—Piénsalo un poco, ¿por qué crees que aquello nunca funcionó?
—Porque te negaste a tener sexo…
—¡Elemental, mi querido Watson! —trató de bromear para disipar un poco la tensión—. Incluso hubo uno que se atrevió a pegarme. Fue muy traumático y humillante.
—¿Supongo que hiciste algo al respecto?
—Por supuesto, lo demandé y tiene orden de restricción, no puede acercarse a mí por ningún motivo.
Alex no podía escuchar más, era demasiado doloroso, reconoció que, en cierto modo, Cinthya tenía razón en culparlo. Aquella trágica noche él la rechazó, pero no por lo que ella creía, sus motivos fueron muy diferentes.
Primero: Ella era menor de edad, y él no, por lo que su relación sería considerada como estupro.
Segundo: Él creía que al decepcionarla la estaba protegiendo de sí mismo y de los demás jovencitos calenturientos que solo buscaban un acostón. Nunca se imaginó que su proceder la colocaría en la posición de presa fácil para un malnacido como Rodrigo Chávez.
Pensó en que, por fortuna, ese tipo ya no podría hacer más daño, el muy imbécil se había matado en su auto años atrás al conducir bajo los efectos del alcohol y las drogas, de lo contrario, en ese momento correría a buscarlo para asesinarlo con sus propias manos.
Si lo que Cinthya acababa de contar era verdad, eso significaba que ella no había estado con otro, y quitando su horrible experiencia con Rodrigo, podría decirse que él fue su primer amante, el que le provocó su primer orgasmo y le mostró el verdadero paraíso del éxtasis sexual. Eso le llenó el alma de una mezcla entre dolor y gozo.
Reflexionó que, a pesar de la pasión arrasadora con la que Cinthya había respondido a sus caricias, había notado en ella cierta inexperiencia, ahora sabía por qué; con él había aprendido a ser mujer.
Se sintió el más vil de los hombres al caer en la cuenta de que cuando le hizo el amor recargada en la pared, él también había sido brusco. Al creerla con más experiencia, no se había contenido y quizá la había lastimado…
—Entonces tú y Jake…
Las palabras de Maricela lo devolvieron al presente, se pasó la mano por el cabello deseando ser él quien consolara a Cinthya y, con sus besos, reconfortarla.
—No, nunca hemos intimado, él es un gran hombre y… —Estaba por contarle la verdad, pero, como siempre, su impaciente amiga la interrumpió.
—No puedo creer que con semejante bombón no hayas… bueno… —Se sonrojó ante sus propias palabras. Ella mejor que nadie sabía que no era fácil dar ese paso después de una gran decepción.
—Jake es muy comprensivo, es un sol, pero ese no es el verdadero problema, el asunto es que… —Tragó saliva, apenada—. Yo… ¡Demonios! ¿Por qué es tan difícil decirlo? —respiró hondo—. Rompiendo con todo y a pesar de mis traumas, me acosté con un hombre prohibido.
—Un momento, ya me perdí; ¿primero me dices que no soportas tener intimidad con un hombre y luego me sueltas de plomazo que te acostaste con un casado?
—¿De dónde sacas eso? Él no está casado, al menos no todavía.
—Ok, si no es casado, ¿entonces por qué dices que está prohibido?
—Déjalo así, amiga, confórmate con saber que alguien, con sus besos y caricias, me mostró lo equivocada que estaba respecto a las relaciones sexuales, me hizo desearlo al grado que no me importó nada más y caí, me liberó de los demonios.
Maricela la miró contrariada.
—Ouuo, oh, ¿tuviste sexo con Alex? —gritó sorprendida del giro tan brusco de la conversación.
—Procura gritar más fuerte, quizá me ahorres la pena de tener que confesárselo a mi madre —la reprendió.
—Lo siento, me dejé llevar por las emociones.
—Soy una chica mala, no merezco consideraciones, Karla tiene todo el derecho de repudiarme, me he acostado con su casi esposo, y lo peor de todo es que no me arrepiento en lo más mínimo. —Sin poder evitarlo, lloró desconsolada.
Alex no podía más, las culpas y remordimientos lo estaban carcomiendo, se dirigió al bar del salón principal y se sirvió un par de tragos. Unos minutos después contempló, amparado por la oscuridad, como las dos amigas subían las escaleras hasta perderse en el largo pasillo que conducía al ala de las habitaciones.
Esperó un tiempo prudente, y luego se dirigió a la recamara de Cinthya. No podía dejar las cosas entre ellos así, tenía que disculparse y compensarla por el daño que sin querer le había causado, así como por lo mal que se había portado con ella desde que regresó.
Cinthya estaba agotada, el desahogarse hablando con su amiga liberó un poco de la tensión cargada durante años. El sueño comenzaba a invadirla cuando sintió que el colchón de su cama se vencía y, después, unos fuertes brazos la aprisionaron pegándola a un cuerpo duro y tibio. No necesitó volverse para saber que era Alex, reconocería su olor aún en otro planeta.
—Shhh, no digas nada, preciosa. No destruyamos este maravilloso momento hablando. —Alex le besó el lóbulo de la oreja mientras con las manos recorría su cuerpo.
—Alex, no… Esto no está bien, Karla y tú… —Él la silenció colocando un dedo sobre sus labios.
—Mañana lo solucionaremos, ahora quiero compensarte por lo mal que me he portado contigo. Reconozco que he sido un maldito cretino, un estúpido que cegado por sus celos no piensa lo que dice. Aunque en mi defensa he de decir que el solo pensar que alguien más que yo pueda tocarte me desquicia por completo, no puedo soportarlo, y tú, pequeña bruja de cabello azul nocturno, contribuyes demasiado a dar rienda suelta a mi enferma imaginación, revelándote contra mí, no aceptando que lo que sentimos el uno por el otro es inevitable.
Con deliberada lentitud, la besó. Esta vez no fue salvaje ni exigente, se tomó su tiempo para despertar el cuerpo femenino, le acarició cada rincón, provocó en ella un par de orgasmos con las manos, labios, lengua y dientes. No paró de adorarla hasta que descargó en el húmedo y cálido interior de su diosa gótica, junto con su semilla, todos esos años de frustración, sentimientos de culpa por desear de forma inapropiada a una menor de edad, noches de insomnio, largas duchas frías, pleitos y malos entendidos.
El canto de las aves la despertó; por un momento, Cinthya temió que la maravillosa noche vivida con Alex hubiese sido un sueño. De no ser porque un brazo fuerte descansaba en su pecho, habría jurado que todo había sido cosa de su imaginación.
Alex la sintió moverse y la atrajo contra él, aun no estaba preparado para dejarla marchar, una noche no compensaba los largos años de espera. Sin perder tiempo, la besó y, una vez más, la llevó al multicolorido universo del gozo sexual.
***
—¿Qué tal les fue anoche? —preguntó Laura durante el almuerzo. Estaban todos, a excepción de Alex que tenía una cita de negocios, reunidos en la mesa, incluidos los padres de Karla que no dejaban de hablar de su último viaje por Europa.
—Fatal —respondió Karla sin dudar.
—No estuvo tan mal, you know, nos divertimos mucho —comentó Bárbara conciliadora.
—Quizá ustedes lo pasaron bien porque no tenían que soportar como esas… mujeres querían robarse a su novio.
—¿De qué rayos estás hablando? —preguntó Cinthya irritada.
—¿Acaso no viste como esas tipas se lo comían con los ojos? Y esas mujerzuelas del tocador de damas hablaban de ligárselo con total descaro, como si yo no estuviera presente. —Dirigió su atención a la madre de Cinthya—: ¡Dios! Fue horrible, Laura. No tienes idea de cuánto —expresó indignada.
—No es para tanto, Flauta. —Cinthya intentó restarle importancia, aunque reconoció que Karla tenía razón, era muy difícil aceptar que Alex nunca pasaría desapercibido. Ella llevaba toda la vida viendo como las mujeres lo miraban y lo deseaban—. Quizá deberías pensar en la posibilidad de guardarlo en un cajón y bajo llave, para que así no te lo roben las viejas lagartonas —se burló.
—¿Viejas lagartonas? —Karla frunció el ceño, confundida.
—¡Sí! Ya sabes, ¿no? Fulanas, cuscas… —Al ver la cara de incredulidad de Karla, agregó—: ¿Chicas fáciles?
—¡Oh! Ya entiendo, te refieres a esa clase de mujeres que no respetan al hombre ajeno y les importa poco que esté casado o prometido. —La miró con una especie de advertencia.
—¿Acaso me estas enviando un mensaje entre líneas? —Hizo una teatral mueca de indignación.
—¿Tendría que hacerlo? —Karla alzó una ceja.
«Demasiado tarde, Flauta», pensó Cinthya con un ligero sentimiento de culpa, pero, aun así, replicó:
—No lo sé, dímelo tú
—Tienes razón, sería una pérdida de tiempo. —La miró con sumo desprecio, como si la sola idea le pareciera inconcebible.
—¿Por qué te resulta tan difícil de creer que Alex pueda dejarte para estar conmigo? —preguntó con una ceja levantada.
—Primero, porque tú no eres su tipo, eres demasiado… —estaba por pronunciar la palabra vulgar, pero se detuvo mientras buscaba una mejor manera de decirlo, aunque su gesto dejó a Cinthya más que claro lo que pensaba—, diferente a él, a nosotros… En definitiva, no hay nadie más adecuada para ser la esposa de Alejandro Salazar que yo.
—No me retes, Flauta. En una de esas te dejo sin novio el día de tu boda solo por el placer de hacerlo, aunque después no sepa qué hacer con él —la amenazó.
—¡Sí, claro! Como si eso fuera posible. Sigue soñando...
—¡Basta ya! ¿Qué pasa con ustedes dos? —arremetió Lizzy enfadada—. Parecen dos gatas en celo disputándose al macho. Recuerden que estamos por celebrar mi boda, así que no quiero problemas.
—Tienes razón, Lizzy, por mí no te preocupes, yo sé comportarme. —Karla se retiró sonriente. La absurda posibilidad de que Alex y Cinthya estuvieran juntos la divertía sobremanera.
La boda de Dante y Lizzy se llevaría a cabo en el rancho ganadero de José De Anda, Las tres ánimas, por lo que después del almuerzo, la comitiva se preparó para el viaje.
Karla apareció enfundada en un elegante pantalón de color marfil con una vaporosa blusa de gruesas franjas azul marino, estilo marinero, sin magas. La suave tela caía sensual dejando al descubierto uno de sus hombros. Todo a juego con un bolso y zapatillas de charol rojo. Como siempre, estaba impecable.
—Mon Dieu! ¿Qué, nadie le dijo que vamos al campo? —preguntó Jake con burla.
—Lo sabe. Recuerda que ella es una auténtica chica de asfalto que prefiere el bullicio de la gran ciudad —comentó Cinthya mientras se dirigía a la motocicleta.
Jake y Cinthya harían el viaje en la Harley Davidson de Dante. Tal como lo vaticinara tiempo atrás, él y su hermano simpatizaron al instante y no tardaron en encontrar cosas afines, como el gusto por las pistas y las motocicletas.
Jake estaba muy atractivo, vaqueros desgastados, playera rojo sangre con el logo de la banda Aerosmith; lentes oscuros…
Cinthya se había decidido por unos ajustados vaqueros y una sexy camisa de manga corta negra con miles de lunares blancos y botones en forma de cerezas al frente. Llevaba unas botas altas de cintas que le llegaban debajo de la rodilla. Por supuesto, no podían faltar las gafas oscuras y sus distintivos labios rojos.
Observó como Alex la miraba con los puños apretados y los labios en una fina línea. Sonriéndole de forma provocativa, se montó en el animal metálico, abrazo a Jake por la cintura y con voz alegre dijo:
—Vámonos, Jake, estoy ansiosa por iniciar el viaje.
Bárbara llevaba un sensual vestido verde botella, corto, que se ceñía a su cuerpo como una segunda piel. El cabello lo traía recogido en una coleta alta que dejaba escapar varios rizos rebeldes que se negaban a someterse al imperio. Se había maquillado de forma discreta y muy natural, en pocas palabras, estaba muy guapa.
Ian no podía apartar la vista de ella, y Bárbara lo sabía. Unas cuantas miraditas con un suave abaniqueo de pestañas y el hombre estaba comiendo de su mano.
Llegaron a tiempo para disfrutar del refrigerio que Amelia, hermana de Gertrudis y encargada de la casona junto con don Benjamín, su marido, les había preparado.
Cinthya estaba impaciente por recorrer la finca antes de que cayera la noche. En ese maravilloso lugar había vivido momentos inolvidables en compañía de Dante y, por supuesto, de Alex.
Jake se unió a su entusiasmo y juntos visitaron la cocina de Amelia y todos y cada uno de los rincones favoritos de ella cuando era niña.
—Tienes que conocer a Perséfone, es magnífica —dijo Cinthya emocionada mientras se dirigían a la caballeriza donde la vieja yegua descansaba—. Ella ha sido mi mejor amiga desde los doce años, es una pena que ahora ya no pueda correr como antes; por desgracia, el tiempo a nadie perdona.
—Tienes razón, ma belle, Persephone es hermosa —respondió Jake con una sonrisa mientras acariciaba la crin de la yegua.
Cerca de las siete se reunieron con todos los demás en la capilla del rancho para el ensayo de la boda.
Cinthya, como siempre, se perdió en el impresionante arte sacro y la decoración del recinto que pertenecía a su familia desde tiempos de la conquista. Cuando era niña, le encantaba ese lugar, se sentía transportada a otra época, incluso le gustaba jugar a que vivía en un castillo de la era medieval en espera de su añorado príncipe azul, que, por supuesto, era Alex.
El rancho Las tres ánimas contaba con varias hectáreas de tierra, la casa principal era el casco de una hacienda colonial que había sido remodelada varias veces a lo largo de su historia. Las caballerizas y los graneros estaban cerca de las casitas que pertenecían a los trabajadores, éstas también habían sido reformadas y contaban con todos los servicios.
Cinthya narraba a Jake, en un susurro, la historia de la hacienda, para no llamar la atención de los demás. Como si fuera algo habitual en ellos, él la tomó por la cintura y se acercó hasta que sus cuerpos se rosaban, entonces ella sintió una mirada magnética al otro lado del templo y se encontró con el par de ojos índigo tormentoso que la miraban con desaprobación. Al instante, se perdió en el profundo hechizo azul olvidándose de todo, incluso del hombre que estaba a su lado.
Alex estaba muy guapo con su camisa a cuadros y unos vaqueros negros, ataviado de manera informal, tenía un aspecto más joven y relajado, se parecía más al Alex que ella recordaba, ese chico que se atrevía a usar vaqueros desgastados, playeras ajustadas y botas de cuero.
Después de instalarse, el padre David se fue directo a la capilla, entonces todos tomaron sus posiciones y comenzó el famoso ensayo.