CAPÍTULO IV
La cena transcurría en un ambiente soso y de total aburrición para Cinthya, se había sentado en un extremo de la mesa rectangular, misma que era capaz de albergar a veinte comensales. Siempre le pareció excesivo el gusto de su madre por los muebles clásicos y elegantes, aun así, se había acostumbrado a ello mientras vivió allí, pero después de tener en su apartamento un entorno sencillo y acogedor, aquellos lujos le parecían fríos e impersonales.
Su padre, como siempre, estaba sentado a la cabecera, su madre lo acompañaba del lado derecho. Ella se había sentado junto a los tortolitos, lo más lejos posible de Laura; Alex y Karla se encontraban al frente.
Los hombres conversaban sobre el trabajo, mientras que su madre, Lizzy y Karla no dejaban de hablar sobre vestidos de novia, pasteles, flores y damas de honor.
—¡Cielos, Cinthya! ¿Tienes idea de la cantidad de calorías que tiene eso que te estás comiendo? —la cuestionó Karla con cara de espanto, sacándola de esta forma de sus funestos pensamientos sobre la mejor manera de escabullirse de semejante suplicio.
—¿Y? —La reacción de Karla le pareció de lo más gracioso e irritante al mismo tiempo—. ¡Está delicioso! Es más, creo que me serviré otro tanto —comentó al tiempo que tomaba otra porción de la tarta de manzana que Gertru había preparado. Por fortuna, su cuerpo era agradecido y no la metía en aprietos con su peso. Claro, que lo ayudaba a mantenerse en buena forma nadando al menos tres veces por semana.
—¡No puedo creerlo! —expresó Karla con los ojos como platos.
El dark side de Cinthya se apoderó de ella, comenzó a comer el rico postre de forma provocativa, gimiendo de placer y lamiendo la cuchara de forma sugerente, buscando con ello molestarla, y lo consiguió con bastante éxito, pues la cara de indignación de Karla era todo un poema.
Ajena a que su maliciosa travesura era sufrida al dos por uno, siguió disfrutando de ese delicioso pecado sin sospechar que la masculinidad de Alex, una vez más, la ovacionaba de pie y clamaba para sí las atenciones que ella amablemente dedicaba a la fría cuchara de plata.
Como si de un imán se tratara, la mirada oscurecida de Alex la llamó. Por un instante se perdió en el profundo índigo que de pronto se tornó salvaje, primitivo. Consternada, fue testigo de que su jueguito para molestar a Karla había tenido daño colateral en él. Durante años anheló la atención de Alex, deseó con fuerza que él la mirara como mujer, y ahora que lo había conseguido, no sabía qué hacer con toda esa llameante pasión azul que asomaba por sus ojos.
Nerviosa dejó a un lado la cuchara y sacó el celular, necesitaba ayuda urgente, y quién mejor que Bárbara para auxiliarla.
Hoy
Cinthya
S.O.S. 8:17 p.m.
Bárbara
¡Hi, honey! ¿Problemas? Apenas tienes unas horas lejos y ya clamas por mis consejos. 8:19 p.m.
Cinthya
Estoy a punto de asesinar a doña Flauta, la muy… no deja de hablar sobre velos, encajes, flores, el pastel. Así que si cedo a la tentación de ahorcarla, promete que me conseguirás un buen abogado. X3 8:20 p.m.
Uno de esos que alegue demencia post traumática causada por la tortura psicológica de tener que soportar su odiosa conversación sobre bodas durante toda la cena. En verdad, esto es para volverse loca. X3 8:21 p.m.
Bárbara
Así que Karla ya no es la mujer hielo, ahora es doña Flauta. Me pregunto qué habrá hecho para merecer ese apodo 8:23 p.m.
Cinthya
Deberías verla, entonces comprenderías. No está flaca, ¡está esquelética! Larga, larga, sin curvas, así como una flauta. 8:26 p.m.
Bárbara
Really? Y como a ti curvas es lo que te sobra, te sientes calificada para hablar del tema. 8:29 p.m.
Cinthya
¡Ja! ¡Que chistosita! En verdad, amiga, parece conejo, solo come lechuga y verduras crudas. ¡Está loca! Es una maniática obsesiva cuenta calorías. ¿Puedes creer lo que me preguntó hace un momento?: «¿Tienes idea de la cantidad de calorías que tiene eso que te estás comiendo?» 8:30 p.m.
Bárbara
¿Y qué te estabas comiendo? XD 8:31 p.m.
Cinthya
Un pedazo de la deliciosa tarta de manzana que hace Gertru. 8:32 p.m.
Bárbara
Oh my Good! Debe ser terrible no poder disfrutar de uno de los más grandes placeres de esta vida. Claro que después del sexo, comer es lo máximo. ¿Has pensado que quizá sea anoréxica? Ese miedo irracional a la comida no me parece normal. You know. 8:34 p.m.
Cinthya
Estoy de acuerdo que hay que cuidar la línea, pero ella se pasa. La verdad, si es o no anoréxica, eso es asunto suyo, ya está bastante crecidita para saber lo que hace, ¿no crees? 8:35 p.m.
Bárbara
It’s is true. 8:36 p.m.
Cinthya
¡¡¡¡Demonios!!!! 8:36 p.m.
Bárbara
???? 8:37 p.m.
Cinthya
Estaba escribiéndote de contrabando, pero doña Flauta me ha delatado y mi madre está sermoneándome por mi evidente falta de modales en la cena. Incluso ha amenazado con quitarme el celular… 8:37 p.m.
La muy #$%&/ de la Flauta se burla de mí, aunque lo disimula solo porque su alta escuela no le permite exteriorizar sus emociones, si no, te aseguro que la señorita perfección y refinamiento estaría riéndose a carcajadas por haber conseguido fastidiarme. 8:38 p.m.
¡La odio! Por favor, márcame y dame la excusa para levantarme de la mesa con el pretexto de atender una llamada importante. Ten piedad, estoy al borde del colapso. Help me!!! X3 8:39 p.m.
Bárbara
OK 8:42 p.m.
En ese momento, su móvil comenzó a sonar, y Dante la cuestionó molestó:
—No será otro de tus amiguitos, ¿verdad?
—Déjala en paz, Dante —intervino Lizzy
—¿Qué? ¿Acaso ya se te olvidó la sarta de tipos que desfilaron por su puerta mientras estuvimos de visita? —alegó irritado.
—Ya te expliqué que solo son mis amigos. —Cinthya puso los ojos en blanco—. Por mi trabajo tengo que ser una mujer muy sociable —se defendió con gesto inocente.
—Sí, claro, ¿acaso crees que nací ayer?
—Vaya, hermanito, eres peor que un perro guardián. —Se puso de pie agradecida con su amiga por la excusa. Con una amplia sonrisa se disculpó y salió del comedor rumbo a la sala de estar para poder hablar con total libertad.
Sin perder tiempo, Bárbara la cuestionó sobre todos los detalles, comenzando por su llegada, hasta la cena.
—¿En verdad hiciste eso? Why? —preguntó incrédula ante el relato de cómo Cinthya había escupido, con total deliberación, su bebida sobre Karla.
—La verdad es que el truco de vaciar la bebida accidentalmente sobre su ropa está ya tan devaluado y sobreactuado que fue lo único que se me ocurrió para sacar mi frustración.
—Oh, honey, you´re evil! —expresó con una carcajada—. Me habría encantado estar ahí para ver la cara de esa mujer.
—Parecía un pollo remojado. –Rio.
—No sientes el más mínimo remordimiento, ¿verdad?
—No. «Una de cal por las que van de arena». Ya lo ves, no perdió oportunidad de desquitarse durante la cena al echarme encima a mi madre. —Se levantó del incómodo sillón y caminó hacia el gran ventanal—. ¡Dios!, no tienes idea de la falta que me hacía hablar contigo —soltó aliviada.
—Yea, sure! Necesitas a alguien con quien descargar tu sucia consciencia, confiésalo, bad girl. —la acusó, evidenciando su diversión.
—Creo que sí, y hablando de confesiones, la verdad es que estoy a punto de morir a causa de tanta aburrición, me urge que llegues.
—¡Wow! Entonces es más grave de lo que pensé, debes extrañarme como una loca, honey.
—Por supuesto que te extraño, no tienes idea de cuánto. Hace falta un poco de acción en medio de toda esta calma —comentó en tono travieso.
Un ronco carraspeo le avisó que no estaba sola, se giró para encarar al intruso y casi le da un infarto al ver el ceño fruncido y la fría mirada con la que Alex la fulminaba. «¡Rayos! ¿Qué he hecho o dicho para enfadarlo tanto?», se preguntó intrigada, la actitud de él era igual a la de aquellos tiempos de su adolescencia en que solía reprenderla por su errático comportamiento.
—¿Podrías aguardar un segundo? —pidió a Bárbara, y lo miró esperando que él dijera el motivo de su interrupción.
—Tu madre me ha enviado para decirte que espera que te reúnas con nosotros en la terraza para tomar el café. Claro, si a tu enamorado no le importa dejar para después su melosa conversación —expuso él con semblante serio.
¿Enamorado? ¿Melosa conversación? Con extrema rapidez hizo una retrospectiva de la charla y captó al instante por qué el molesto hombre supuso semejante desatino. No pudo más que celebrar su buena suerte. «¡Que me cuelguen! ¡Está celoso!», pensó al borde de la histeria; si hubiera podido, habría dado saltos por toda la estancia.
—Gracias, Alex. ¿Podrías decirle que en un momento me reuniré con ustedes? —Esperó que él se retirara, pero hizo todo lo contrario, se recargó en el marco de la puerta dejando claro que no pensaba marcharse sin ella. Resignada, soltó el aire—. ¿Te puedo llamar más tarde? Al parecer, mi madre me ha echado en falta y ha mandado a uno de sus guardias para asegurarse de que se cumpla su voluntad.
—I said, honey, you´re evil!, y no finjas demencia, escuché todo, sé lo que ha entendido Alex, y tú no has hecho nada para sacarlo de su error. Good for you! ¡Soy tu fan! —Cortó la comunicación.
Cinthya no pudo evitar inquietarse ante las acusaciones de su amiga, quizá Bárbara tenía razón y después de todo sí era una mujer perversa, pues no podía negar que estaba disfrutando de la situación a lo grande.
Alex apretó la mandíbula para tragarse las palabras que pugnaban por salir de su boca. Para él no pasó desapercibido el irresistible aspecto de culpabilidad de Cinthya. Ajeno a la verdad, se preguntó qué le diría su enamorado para inquietarla de esa manera. Las miles de respuestas que acudieron a su cabeza solo acrecentaron su rabia.
—No era necesario que me esperaras, aún recuerdo la distribución de esta casa y puedo arreglármelas sola. Créeme, no voy a perderme —lo atacó, mientras guardaba el celular en la bolsa trasera de su pantalón.
—Y yo que pensé que mi gesto de caballerosidad sería bien recibido —alegó él con exagerado sarcasmo—. Como buen súbdito, solo quería asegurarme, como bien dijiste, que cumplieras las órdenes de su majestad, Laura I.
—No lo dudo, pero resulta que no me da la gana obedecer. ¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Acaso vas a llevarme a rastras ante la corte? —lo retó con una cínica sonrisa.
—No creo que lleguemos a ese punto, pero si fuera necesario…
Ella soltó una carcajada.
—No te atreverías.
—¿Estás segura?
Alex la miró de tal forma que Cinthya fue víctima de una terrible descarga eléctrica que la atravesó con fuerza posándose en el centro de su femineidad.
—Por supuesto que sí. —Se volvió y dio unos pasos con la intensión de alejarse para que él no pudiera ver como la había afectado—. Eres demasiado civilizado para rebajarte de esa manera. Un comportamiento de macho salvaje, tan arcaico e indignante no va contigo. —Sonrío para ocular su nerviosismo cuando él le dio alcance.
—Quizá podría sorprenderte —le advirtió alzando una ceja, y la tomó del brazo impidiéndole dar un paso más.
—Eso me gustaría verlo. —«Ataque antes que sumisión», se dijo Cinthya al borde de la histeria, moría de ganas por colgarse de su cuello y lanzarse a devorar sus labios.
—Yo lo único que veo es que si usaras conmigo esa lengua afilada que tienes del mismo modo que lo hiciste con la cuchara… —Sin perder tiempo, silenció con sus labios cualquier intento de réplica por parte de ella.
Tal y como le había advertido, Alex la sorprendió, jamás esperó un estallido de fuegos artificiales como ese. Él, con lengua exigente, saqueaba su boca jugueteando con el piercing de plata.
Ella sintió como si un rayo la partiese en dos. Una descarga mortal recorrió sus venas causando estragos demoledores, abriendo sus sentidos a sensaciones que, aunque desconocidas, no la aterraban, al contrario, nunca fue tan consciente del templo de su femineidad como lo era en ese momento. Varios años atrás, cuando se colocó el arete en la lengua, jamás se imaginó que pudiera resultar algo tan eróticamente enloquecedor y sexi.
¡A ella no le interesaba el sexo! Y aunque Bárbara se empeñara en decirle que no siempre era horrible, que su renuencia se debía a la inexperiencia y egoísmo de su compañero de cama, ella no se fiaba. ¿Entonces?, ¿qué le pasaba ahora? ¿Por qué no oponía resistencia alguna? Al contrario, su cuerpo parecía tener vida propia y se pegaba exigente al de él.
No tenía respuestas a las miles de preguntas que surcaban su cabeza, solo sabía que el Alex del presente, un hombre adulto y seguro en sí mismo, la tentaba con experta maestría, revelándole un mundo de posibilidades que desconocía que existieran.
Un solo beso bastó para que él la llevara a punto de ebullición, logrando con eso poner su mundo de cabeza. Borró de plumazo todas sus creencias en relación al sexo y la hizo cuestionarse si todo ese tiempo había estado equivocada respecto a lo que una mujer podría esperar de un hombre en la intimidad.
Alex, desconcertado por su propio comportamiento, libraba una terrible lucha interna. «¿Qué rayos me pasa? Yo jamás he actuado de esta forma tan impulsiva», pensó consternado. En un rincón de su mente, la cordura trataba de frenar el torrente de deseo que se apoderó de él y que le nublaba la razón, aunque todos sus esfuerzos parecían ser inútiles, ese mar descontrolado que llevaba demasiado tiempo reprimido, solo esperando el ansiado momento de la liberación, una vez que vio la luz, no estaba dispuesto a volver a la oscuridad de su confinamiento.
Se recordó que, en efecto, él era enemigo acérrimo de seguir impulsos. En su vida todo era calculado, siempre meditado, y, por ende, aburrido. Se sorprendió por el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. Haciendo acopio de la poca voluntad que le quedaba, se apartó de esa trampa mortal con cuerpo de mujer, labios rojos, altos tacones y terciopelo negro.
—¡Vaya! Sí que me has sorprendido. ¿Qué pasó con el Alex controlado e inalterable? —lo cuestionó mientras se pasaba el dedo índice por los labios—. La verdad es que nunca imaginé que bajo ese aspecto de hombre frío y recto existiera semejante fuego. ¿Debo felicitar a Karla por el cambio obrado en ti? Lo que no entiendo es por qué desperdicias tu talento conmigo. —El ataque era su mejor arma contra la vulnerabilidad que sintió cuando él la soltó.
Alex apretó la mandíbula con evidente ira y le lanzó una mirada de advertencia, misma que ella ignoró y siguió con su retahíla:
—¡Ah!, ya entiendo, como te provoqué, querías demostrarme que eres capaz de sorprender, de actuar de forma impulsiva, ¿no es así? ¡Felicidades, lo lograste! ¡Buen trabajo, amigo! —Levantó el pulgar y pasó junto a él con la intención de marcharse.
—Miente todo lo que quieras, bruja farsante. Sé que este beso te alteró tanto como a mí; tu cuerpo, tus reacciones te delatan. —La tomó por la cintura para impedir que se alejara.
—No voy a negarlo. —Sonrió con lo que esperaba que fuera indiferencia—. Pero en mi defensa, señor juez, he de alegar que me dejé llevar por la curiosidad, quería ver hasta dónde eres capaz de llegar. Siempre creí que eras un frígido. —«Mentirosa, arderás en las llamas del averno por los siglos de los siglos», sentenció su voz interna.
—¿¡Frígido!? —Alex explotó indignado hasta las entrañas—. ¡Te voy a demostrar lo frígido que puedo llegar a ser! —Volvió a asaltar su boca de manera sedienta, salvaje. La acorraló con su cuerpo contra la pared más cercana para tener un punto de apoyo y comenzó a vagar por esas curvas que eran más letales que el colesterol y los triglicéridos altos.
El sonido de pasos acercándose por el pasillo, que podían asegurar que era de alguien con tacones, los devolvió a la realidad. Alex se apartó deprisa; lleno de frustración, se pasó la mano por el cabello color trigo que ella había revuelto con sus dedos. Cinthya se colocó frente a la ventana y fingió hablar por teléfono.
—Siento interrumpir, pero como estaban tardando demasiado, Laura me ha enviado a buscarlos —«Por no decir vigilarlos», pensó Lizzy; sus ojos verdes mostraron una mirada suspicaz llena de curiosidad.
—Adelántense ustedes, en seguida voy —fue lo único que se le ocurrió decir a Cinthya y fingió seguir con la conversación telefónica.
Alex no se movió, y ella le suplicó con la mirada que se marchara, necesitaba estar sola para recuperarse del arranque de pasión del cual habían sido presas.