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Una chica mala
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Bajo la luna de Siena
de Laimie Scott
1
Siena
—¿No ha llegado el representante de McTavish? —Alessio se quedó de pie con las manos apoyadas en las caderas y el ceño fruncido mientras permanecía atento a la respuesta de Mónica, la asesora jurídica de Modas Rimbalzi. Alessio esperaba que, si no había llegado todavía, al menos le informara de que estaba de camino a las oficinas en ese momento.
—No —fue la escueta respuesta de ella al tiempo que contemplaba a Alessio y percibía como la sorpresa inicial reflejada en su rostro dejaba paso al enojo.
Mónica dedujo que su sorpresa se debía a que pasaban algunos minutos de la hora acordada, lo cual lo había irritado. A ella no le gustaría estar en la piel del representante de McTavish en esos momentos.
Alessio permaneció indeciso por unos segundos. Se limitó a lanzar una mirada a su reloj e inspiró de manera profunda en un claro síntoma de que se estaba controlando, de que si aquella situación se prolongaba por más tiempo, sería capaz de ser él quien rompiera el acuerdo con la casa de modas británica. Le fastidiaba aquel retraso. Se suponía que ya debía estar en las oficinas de su compañía para la reunión programada. ¿Qué sucedía? ¿Se habría echado atrás ese viejo zorro de McTavish y ahora decidía darle plantón? Que él supiera, no habían recibido ningún comunicado por parte de él o de algún representante de la firma diciendo lo contrario.
— ¿Ha habido algún comunicado o llamada en referencia a esta cita?
—Que sepamos, no ha habido nada. Nadie ha llamado o enviado un correo electrónico para cancelarla —le respondió, con total seguridad, ella mientras cruzaba los brazos bajo su pecho y entornaba su mirada hacia Alessio—. ¿Temes que nos den plantón?
Alessio sacudió la cabeza desechando cualquier conjetura sobre lo que podría haber sucedido para que se produjera ese retraso. Sería mejor no dejarse llevar por banas especulaciones. Esperaba que existiera una explicación lógica para tal situación.
—No. Pero espero que se presenten cuanto antes para acabar con esta incertidumbre —le aseguró con una sonrisa, consciente de que Mónica tenía la misma impresión que él.
—Yo también. La colaboración con McTavish es necesaria para el futuro de Modas Rimbalzi —murmuró ella con una mirada de temor por la reacción que pudiera tener Alessio ante aquella inesperada situación.
Y mientras, Alessio, con las manos en los bolsillos, miraba a Mónica con gesto turbado.
***
La chica daba vueltas sin sentido por la habitación del hotel mientras miraba por todas partes, incluso debajo de la cama, como si estuviera buscando algo.
—Llegamos tarde, Claire —exclamó alterada por este hecho mientras recogía sus zapatos negros de tacón de casi diez centímetros y dejaba escapar un grito de triunfo. A continuación, se sentó en la cama para ponérselos, con una pierna cruzada sobre la otra.
— ¿No me digas? ¿Y a quién se debe este retraso? —Había un toque mordaz en la pregunta de Claire, la representante de McTavish—. Tal vez, si no te hubieras empeñado en salir anoche a conocer Siena… —le recordó con sus labios fruncidos en un mohín de desagrado y cogió la chaqueta de su traje para ponérsela en el pasillo del hotel en el que se hospedaban.
—No fue para tanto. Además, debes reconocer que nos lo estábamos pasando bien con aquel par de italianos —le recordó mientras hacía que sus cejas formaran un arco perfecto sobre su frente en clara alusión a ellos y a su atractivo.
Claire se limitó a poner los ojos en blanco ante este comentario y trató de dejarlo pasar e incluso de olvidarse de ello.
—Oh, sí, claro, por supuesto. Si tenemos en cuenta que fuiste tú la que les dio cuerda para que no se despegaran de nosotras en toda la noche —comentó con una mirada acusadora dirigida hacia su amiga, como si ella fuera la única responsable de aquello—. Por favor, Shae, no hemos volado hasta Italia en busca de un romance con un par de apuestos italianos. Ni a hacer turismo por la Toscana, sino, más bien, a cerrar el trato que mi padre dejó a medias y regresar a Londres de inmediato —le recordó, furiosa consigo misma por haber dado pie a aquella situación. Por haberse permitido aquel pequeño capricho.
Lo cierto es que lo estaban pasando bien y que la compañía era agradable, pero no era lo que habían ido a hacer a Siena. Claire hubo de mostrarse fría y algo borde entrada la madrugada para quitárselos de encima, ya que las atenciones e intenciones de ellos no iban por el mismo camino que el de ellas.
—Venga, subamos a ese taxi. ¿Tienes la dirección? —preguntó mientras abría la puerta del coche y se metía dentro, con Shae poco menos que a la carrera.
—Sí, no te preocupes —le aseguró acomodándose en el taxi a empujones y chapurreando italiano para indicarle la dirección al taxista.
***
Alessio y Mónica regresaron al interior del despacho donde los aguardaba Fabio, amigo y socio del primero. Fabio permanecía sentado detrás de la impresionante e impoluta mesa de madera maciza mientras tecleaba en el portátil. Lanzó una mirada por encima de la pantalla a los recién llegados. Al comprobar el semblante de Alessio, dedujo que no estaba contento con la manera en la que se estaban desarrollando los acontecimientos.
—Sospecho por la expresión de tu rostro que el representante de McTavish se retrasa. Y desde que nos conocemos, soy consciente de que odias la impuntualidad en las personas. Sobre todo cuando se trata de reuniones de negocios. ¿Me equivoco? —preguntó, arqueando sus cejas en clara señal de escepticismo y expectación.
Alessio emitió una especie de gruñido mientras daba vueltas cual fiera enjaulada por el amplio despacho con vistas a la hermosísima Torre del Mangia, en la Piazza del Campo. Con el ceño fruncido, la americana de su traje abierta y las manos en el interior de los bolsillos, su semblante reflejaba una mezcla de preocupación, crispación e incluso temor.
— ¿Dónde coño ha quedado ese dicho que habla de la puntualidad británica? —estalló con una pregunta cargada de ironía, mirando a Fabio por primera vez desde que regresara al despacho.
—Bueno… Ya sabes que las reuniones de negocios siempre cuestan al principio —le comentó su colega. Se levantó de la mesa, abrochó su chaqueta y miró a su amigo con escepticismo antes de centrarse en su ayudante Mónica.
—Está cabreado por la impuntualidad de McTavish, y en parte no se lo niego. Teme que al final no se presente. —Aquella aclaración por parte de Mónica disparó las alarmas en la mente de Alessio. Este se había planteado la remota posibilidad de que eso llegara a suceder. Pero no se lo confesaría a su socio y amigo. No cuando necesitaban ese contrato de asociación para sacar adelante Modas Rimbalzi, su empresa de modas en la Toscana.
—No me gusta que me hagan esperar, como bien sabes. Es uno de mis principios en los negocios —le respondió con firmeza—. Aunque se trate del gran magnate de la moda británica —puntualizó alzando su mano para recalcarlo y empleando un tono jocoso y rimbombante para referirse a él.
—Ya, pero debes comprender que en esta operación McTavish es quien manda —le recordó un Fabio lleno de sarcasmo mientras sonreía divertido e intercambiaba una mirada de complicidad con la ayudante de Alessio.
—Dejadme que os te refresque la memoria. Es él quien quiere abrirse camino en Italia, no os confundáis —matizó Alessio agitando su mano delante de los dos para dejar clara cuál era la situación real—. Roger McTavish pretende empezar a expandir su firma de moda en Italia. Y para ser más exactos, aquí, en Siena. Luego es él quien tiene más interés que nosotros en esta transacción. ¿No creéis? —les preguntó alzando una ceja en clara señal de suspicacia.
—Si te soy sincero, Alessio, creo que a ambas firmas nos conviene. No olvides que un acuerdo con McTavish significará un buen impulso a nuestra propia marca de ropa, algo tocada últimamente en lo referente a las ventas. Formar parte de su gran imperio textil es una oportunidad que muchos cogerían a ojos cerrados —le recordó Mónica, frunciendo sus labios en un mohín que no gustó nada a Alessio, quien le lanzó una mirada nada amistosa mientras él emitía una especie de gruñido de desaprobación, aunque en el fondo era consciente de que llevaba toda la razón.
Cuando recibieron la propuesta de MacTavish, hacía ya algunos meses, para abrirse camino en Italia, Alessio lo concibió como una gran oportunidad para afianzar su propia firma de trajes para el hombre y la mujer del siglo actual. Una colaboración que sin duda beneficiaría a ambos.
—Pero ello no quita que se esté retrasando en su primera reunión después de haber concretado el acuerdo —matizó Alessio esgrimiendo un dedo frente a su amigo para recalcar aquella información.
—Dime, ¿crees que el viejo oso saldrá de su caverna y vendrá en persona a supervisar la operación?
—No. No creo que sea él quien venga —respondió Alessio sacudiendo la cabeza muy convencido de ello y restando importancia a este hecho—. Mandará a alguno de sus principales socios. Alguien de plena confianza para cerrar el acuerdo.
—Pues no sé a quién enviará porque Adrian, su primogénito, renunció a dirigir la compañía, como sabrás —le recordó Mónica desde la ventana por la que observaba el paso de la gente
—Lo sé. Vive en Verona con la dueña de una trattoria.
—Hay que tenerlos cuadrados para enfrentarte al viejo McTavish y renunciar a dirigir su gran imperio de la moda, que tiene distribuido por todo el Reino Unido y una gran parte de Europa. Eso y acabar en un trattoria en Verona sirviendo mesas —señaló Fabio emitiendo un silbido—. Apuesto a que al gran McTavish no le hizo nada de gracia.
—Esas son cuestiones familiares que a nosotros no nos atañen. Cada uno es libre de elegir su destino —le comentó de pasada, sin demasiado interés en este asunto. Lanzó una nueva mirada a su reloj y sacudió la cabeza.
—Tengo entendido que muy pronto será su hermana la que sustituya a su padre al frente de la compañía, si no lo ha hecho ya —puntualizó Mónica concentrando la atención de Alessio en ella.
—Claire McTavish —pronunció Fabio, frunciendo sus labios en una mueca de sorpresa y abriendo los ojos como platos.
—Espero liquidar los flecos que quedan pendientes antes de que se produzca el relevo —comentó Alessio preocupado por el devenir que pudiera tomar la compañía.
— ¿Lo dices por ella? —preguntó Mónica alertada por la expresión del rostro de él. Y por el tono empleado para referirse a ella.
—Un cambio en la dirección a estas alturas podría hacer que las condiciones de la operación variaran. ¿Entiendes a qué me refiero? Un punto de vista diferente en los negocios.
—El punto de vista de una mujer —precisó Fabio con ironía, presintiendo que a Alessio no le hacía gracia tal vez tratar con una.
—No es porque sea una mujer. Me preocupa la llegada de alguien nuevo que puede plantear ideas diferentes. ¿Cómo sabemos que no cambiará las directrices ofrecidas por su padre? Ella es más joven, con otra mentalidad y otra perspectiva. Tal vez sea más arriesgada, más moderna, más ambiciosa. En eso tenéis que estar de acuerdo conmigo. —Alessio arqueó las cejas en clara señal de escepticismo mientras su mirada iba de Fabio a Mónica.
—No tiene por qué ser así. Y no lo sabremos hasta que no nos sentemos a negociar. Pero ¿por qué habrían de cambiar? Tenemos un preacuerdo con su padre —le recordó Mónica con un tono que indicaba que tenían las espaldas cubiertas en ese sentido—. Tendrá que avenirse a este.
Alessio emitió un gruñido de desaprobación. No parecía fiarse mucho de esa nueva perspectiva.
—Espero que tengas razón, ya que quiero acabar cuanto antes con ello. La zozobra de los mercados tiene a la compañía pendiente de un hilo. Las exportaciones han bajado, y espero que con la campaña de Otoño-Invierno, que debe estar lista en breve, las ventas suban. Me gustaría que pudiera lanzarse junto con las propuestas de McTavish.
—Bueno, tal vez te equivoques y al final ese cambio pueda resultar beneficioso. No deberías precipitarte antes de saber qué tiene que ofrecer el representante cuando llegue.
—Eso si llega —soltó, irónico, Alessio, mirando su reloj una vez más y abriendo sus ojos al máximo para dar a entender que no parecía empezar con buen pie.
—Por cierto, la tal Claire McTavish no está nada mal, ¿eh? —Fabio empleó un tono bastante explícito sobre la clase de mujer que era.
—No me interesa como mujer, si es eso lo que pretendes hacerme ver —bromeó Alessio ante el comentario de Fabio—. Lo único que me interesa de ella es que nos haga ganar dinero. El suficiente para reflotar nuestra firma de moda.
—En serio, ¿no la has visto en ninguna revista? —Fabio parecía extrañado por este hecho y porque estaba convencido de que en cuanto su amigo la viera, cambiaría de opinión acerca de que su único interés en ella era el dinero. Intercambió una mirada con Mónica, pero ella se limitó a encogerse de hombros.
—No. ¿Por qué? —le preguntó intrigado por la insistencia y el tono de las palabras de su socio.
—Acabas de decir que no te interesa como mujer, así que…
—Te repito que lo único que me interesa de ella es que va a hacerse cargo de la compañía. Y en qué medida va a afectar en su relación comercial con nosotros —le dejó claro. Sacudió la cabeza y lo miró sin comprender a qué diablos venía todo aquello—. Además, estoy seguro de que su aspecto será el de una mujer seria, recta, chapada a la antigua, callada. Se me ocurren muchos calificativos pensando en cómo puede ser. Supongo que será la típica dama inglesa estirada que…
Fabio y Mónica intercambiaron sendas miradas de complicidad. Ambos parecían estar al tanto de quién era Claire McTavish, algo que Alessio parecía desconocer.
El sonido de la puerta abriéndose dejó paso a la secretaria de Alessio seguida de dos mujeres jóvenes. Alessio se volvió, centrando toda su atención en ellas, como cabía esperar.
—Las señoritas Claire McTavish y Shae Glynn —anunció con un tono de voz profesional mirando a Alessio y haciéndose a un lado para que pudiera contemplar a las dos mujeres.
Alessio permaneció de pie en el sitio, con la mirada fija en las dos mujeres, mientras se preguntaba cuál de ellas sería la hija del gran McTavish. Sin duda que la presencia de ambas había trastocado sus ideas preconcebidas con anterioridad. ¿Una mujer chapada a la antigua? ¿Una dama inglesa estirada? ¿Aburrida? Todos los calificativos que había empleado segundos antes para referirse a ella acababan de perder valor. Lanzó una mirada rápida hacia Fabio, quien en ese momento trataba de ocultar la sonrisa al ver el gesto de asombro en su rostro . A eso se refería él cuando le había preguntado si la había visto en las revistas de economía, sociedad y moda. La sensación del año. Alessio controló el gesto de regocijo en el rostro de Mónica. Sin duda que ambos sabían de qué hablaban cuando se había referido a la hija de McTavish.
Claire McTavish estaba a punto de convertirse en una de las mujeres más ricas y poderosas del Reino Unido. Sin obviar que era una mente brillante para los negocios. Su educación en las instituciones más influyentes y caras del mundo habían servido para modelar una mujer que vivía para los negocios. Desde que su hermano había renunciado, ella había tomado las riendas de McTavish junto a su padre. Pero en los círculos de sociedad y economía se comentaba que, desde hacía tiempo, era ella quien manejaba el timón de la nave. Que su padre había quedado como una figura corporativa para grandes eventos, para recibir galardones y asistir a cenas benéficas. Se lo había ganado después de sus años como director de la compañía.
—Disculpen, pero ¿cuál de ustedes dos es Claire McTavish? —preguntó Alessio mientras trataba de recuperar la compostura y miraba a ambas mujeres por igual a la espera de que la interpelada se diera a conocer.
—Yo soy Claire McTavish —le dijo la mujer de cabello corto en un tono semejante al del chocolate negro. Dio un paso con total seguridad, extendiendo la mano para estrechar la de Alessio al tiempo que esbozaba una sonrisa entre lo profesional y lo cordial, sin apartar la mirada del rostro de él. Confiaba en que no se tomara a mal el pequeño retraso sufrido.
Alessio dio un breve apretón a su mano, más por convencionalismos y educación que por cualquier otra cosa. Mantuvo la mirada fija en el rostro de ella para observar su semblante, el cual le transmitió una imagen de seriedad y fiabilidad. El saludo fue firme, pero sin exceder. Alessio percibió un tímido esbozo de sonrisa en aquellos labios que ahora ella humedecía.
—Ella es la señorita Glynn, mi ayudante personal y la responsable financiera de McTavish. —Claire se hizo a un lado para que pudiera fijarse mejor en esta.
Alessio no sabría decir cuál de las dos mujeres le parecía más atractiva, desde un plano profesional. Cuál le había causado un mayor impacto, porque si era franco con él mismo, ambas lo eran. La señorita Glynn tenía la tez pálida, con una lluvia de pecas esparcidas por el puente de su nariz y sus mejillas. Unos ojos azules como el mismísimo cielo y el cabello caoba tirando a rojizo. ¿Irlandesa? Fue el primer pensamiento que se le pasó por la cabeza dado su aspecto.
—Encantado —asintió, estrechando su mano, menos firme y decidida que la de su jefa. En medio de un estado de shock por la situación, Alessio se giró hacia su socio para introducirlo en la conversación—. Él es Fabio. Socio cofundador de Modas Rimbalzi. —Alessio no pudo evitar centrar su atención, algo desmedida, en Claire saludando a Fabio. Estaba descolocado, ya que no esperaba que la hija de McTavish fuera tan… interesante. Y menos que fuera ella en persona quien estuviera allí para supervisar toda la operación de su compañía. Ello le indicaba que estaba dispuesta a implicarse en aquella transacción. Luego se lo tomaba en serio. Y él pensando en cerrar el trato antes de que aquella… atractiva mujer tomara las riendas de la compañía de su padre. Bien, pues, todo indicaba que no le iba a quedar otra que negociar con ella los términos de la operación, ya que todo parecía mostrar que su padre no iba a venir, o esa era la impresión que él tenía en ese momento.
—Ella es Mónica, asesora jurídica de la compañía —les dijo haciéndose a un lado para que las tres se saludaran bajo su atenta y escrutadora mirada. Alessio era de los que estudiaba a su rival desde la distancia. Y ahora lo hacía con Claire McTavish en un claro intento por conocer a su aliada.
—Disculpen el retraso, pero el taxista nos ha dado una vuelta turística por Siena —le dijo fingiendo estar ofuscada por este hecho y porque las hubiera hecho llegar tarde a la reunión. Claire no estaba dispuesta a confesarles el verdadero motivo del retraso. Su vida personal quedaba fuera del ámbito de los negocios. Esperaba que este hecho no creara una mala imagen a la hora de sentarse a negociar el acuerdo entre ambas compañías.
—Sí, bueno, lo cierto es que me extrañaba que tardaran, ¿verdad, Fabio? —comenzó explicándose Alessio con un tono irónico.
Fabio asintió mientras lanzaba una mirada a Mónica. En verdad que Alessio era único al recordarle la impuntualidad. Debería tener un poco de sentido común. Fabio no esperaba que él se la tuviera guardada.
—Sin duda que el taxista ha percibido que no son italianas y se ha aprovechado de esa circunstancia —señaló Mónica saliendo al paso y tratando de quitar hierro al asunto. No era buena idea recrearse en el hecho de que las representantes de McTavish hubieran aparecido algo más tarde de la hora acordada.
—Sí, supongo que se ha debido a ello —apuntó Claire más en clara sintonía con Mónica que con Alessio. No esperaba que él fuera tan meticuloso en ese aspecto. Pero para otra vez, debería tener más cuidado. Por suerte, esperaba cerrar el acuerdo en uno o dos días a lo sumo. Luego se acercarían hasta Verona a visitar a su hermano y a conocer a Chiara.
—Bien, antes de comenzar, ¿desean tomar algo? ¿Un expreso? ¿Capuchino? ¿Agua? ¿Tal vez té, dado que son británicas?
Claire sacudió la cabeza rechazando su invitación. Alessio desvió su atención hacia a Shae.
—No, gracias. Hemos desayunado bien esta mañana —apreció con una tímida sonrisa, sin olvidarse que lo había hecho poco menos que a la carrera. O más bien habían engullido un par de piezas de fruta, café y una tostada que apenas había mordisqueado.
—En ese caso, podemos sentarnos e iniciar la reunión —les pidió señalando una mesa redonda que empleaba para dichas situaciones.
Claire asintió de camino a su asiento. Alessio no pudo evitar intercambiar una mirada con Fabio y Mónica para asegurarse de que todo estaba dispuesto y que la negociación podía comenzar.
—Bien, si están…
—Creo que sería mejor tutearnos —lo interrumpió Claire tomando asiento frente a Alessio, quien asintió sin apartar su atención de ella.
—Como prefieras. ¿Todo bien en Siena? ¿El viaje? ¿La estancia? ¿La ciudad? —les preguntó Alessio a modo de introducción antes de pasar a lo que de verdad interesaba. Tampoco había tanta prisa por entrar a valorar las propuestas. Además, mientras charlaban de temas ajenos al motivo de la reunión, él podría seguir estudiando a Claire para hacerse una idea de la clase de mujer que era. De entrada, su impuntualidad lo había sorprendido y cabreado a la vez. Esperaba que la situación pudiera reconducirse hasta un fin más cordial y llevadero.
—Hasta ahora, todo ha marchado de manera perfecta. Gracias. Llegamos ayer por la tarde Y hemos tenido el tiempo justo para darnos una vuelta por sus calles más emblemáticas. Eso sí, lo poco que hemos podido ver de la ciudad nos ha encantado —le respondió Claire sin perderle la mirada a Alessio ni un solo momento, mientras sonreía y juntaba sus manos sobre la mesa.
—Celebro que haya sido así. Y espero que en el poco tiempo que habéis podido disfrutar de Siena, la ciudad os haya acogido bien —comentó paseando su mirada por los rostros de las dos mujeres. Alessio tuvo la ligera percepción de que ambas se sonrojaban y que sus miradas brillaban más que cuando entraron en el despacho.
—Sí, como ha dicho Claire, las pocas horas que llevamos en la ciudad han sido agradables —respondió Shae intercambiando un gesto de complicidad con esta al ver que Claire parecía haberse quedado callada de repente. ¿No estaría pensando otra vez en el par de italianos que habían conocido la pasada noche?
—Nos ha llamado la atención la decoración de algunas de las calles. Banderas, blasones, escudos y demás adornos —comentó Claire entrecerrando los ojos mientras recordaba esas imágenes.
—Es por las celebraciones. La ciudad comenzará a ser una fiesta en unos días con motivo de la carrera del Palio. Llegáis en un buen momento para presenciarla —apuntó Mónica interviniendo en la conversación al ver que Fabio parecía haberse quedado mudo mientras su atención no se apartaba de Shae. Ya le preguntaría acerca de ese interés si tenía ocasión.
—No creo que estemos para esas fechas, ya que la agenda es algo apretada —intervino Claire mirando a Mónica, que era quien se había dirigido a ellas en ese preciso instante. Claire tenía la ligera impresión de que Alessio era un hombre lleno de magnetismo, ya que desde que le estrechó la mano, no había sido capaz de desprenderse de una extraña sensación que no había tenido hasta entonces. Lo achacó a las pocas horas que había dormido, o a la impetuosa carrera de esa mañana por tratar de no llegar más tarde a la reunión. Pero lo que más le intrigaba era que dejaba llevar la conversación a su ayudante mientras él las estudiaba. No había prestado demasiada atención a los consejos de su padre acerca de Alessio, y ahora ella creía que ya entendía el motivo de estos. Un estratega de los negocios.
— ¿Cuántos días pensáis quedaros en Siena? —siguió preguntando Mónica al sentir el silencio de sus colegas.
Sin duda que la aparición de las dos mujeres había captado toda la atención de Alessio, no iba a negarlo, pero un par de caras bonitas y unos cuerpos llamativos enfundados en trajes caros y elegantes no iban a hacerle perder la cabeza. Aquello eran negocios, y no placer. Quería ver cómo se desenvolvía en ese terreno dado que Claire era la presidenta y dueña de McTavish. ¿Se trataba de una niña mal criada que había llegado arriba por la renuncia de su hermano? ¿O más bien era alguien que sabía en todo momento el terreno que pisaba? Debería haberse informado sobre ella en la prensa. Le recordaría a Fabio que le pasara esas entrevistas de las que antes le había estado hablando. Tenía que conocer a la mujer de negocios que había detrás de aquella fachada sensual.
—Estaremos hasta el lunes —respondió Shae observando de refilón que Claire, parecía estar más interesada en estudiar desde la distancia a Alessio que en las preguntas de sus ayudantes. Shae tenía la impresión de que entre Claire y el italiano se estaba produciendo una especie de partida de ajedrez.
—En ese caso, tenéis cuatro días para recorrer Siena —intervino Alessio después de haber permanecido en silencio durante algunos minutos en los que escuchaba y estudiaba a Claire.
—Sí, aprovecharemos el tiempo libre para perdernos en sus calles y recorrer su centro histórico de una manera más detallada que ayer tarde —comentó Shae con una sonrisa.
—Si os viene bien, tal vez podamos hacer de anfitriones, ya que estáis en nuestra ciudad —comentó Fabio con un ligero interés por Shae. Debía reconocer que la mirada de aquella mujer lo tenía algo descolocado y que hacía verdaderos esfuerzos por mantenerse firme y cuerdo. Era preciosa. La clase de mujer a la que le regalarías una mirada en mitad de la calle si te la cruzaras.
—Tal vez —asintió Claire con gesto neutro. ¿Pasar los cuatro días con aquellos dos italianos pegados a sus faldas? Ummm, no era la idea inicial que tenía para permanecer en Siena. Estaban allí para cerrar el acuerdo de colaboración entre ambas compañías cuanto antes, y no para hacer turismo. Ella tenía un imperio de la moda que dirigir ahora que su padre había formalizado el traspaso de competencias en el momento en que Adrian se marchó a Verona renunciando a su puesto.
—En primer lugar, me gustaría transmitirte, en nombre de mis colaboradores y en el mío propio, las más cordiales y sinceras felicitaciones por tu nombramiento como presidenta de McTavish —comentó Alessio haciendo un inciso mientras miraba a sus dos colegas y luego volvía su atención a Claire, que asentía complacida por el gesto—. Y ahora pasemos a hablar de lo que os ha traído hasta Siena.
Las dos mujeres intercambiaron una mirada y asintieron ante la petición de Alessio. Claire se acomodó en su asiento apoyándose en el respaldo y cruzando las piernas, pero sin dejar que ninguno de los dos hombres pudiera tener una visión de ellas. Claire estaba lista para la batalla. Esperaba que aquel atractivo italiano, vestido con un traje de corte moderno y en el que no se atisbaba ni una sola arruga, fuera algo más que un modelo sacado de un catálogo de trajes para hombre. La verdad es que ambos, él y su socio, podrían quedar perfectos en su nueva colección de otoño. Aquel pensamiento le arrancó una sonrisa pícara a Claire, que borró de sus labios de inmediato para centrarse en lo que de verdad importaba.
—Agradezco tus palabras. Aunque si somos sinceros, deberíamos darle las gracias a mi hermano Adrian por renunciar a su puesto y cederme la presidencia de McTavish. Ese ha sido el verdadero motivo de mi nombramiento, como supongo que sabréis —comentó mientras su mirada recorría los rostros de los tres representantes de Rimbalzi, a la espera de que tanto él como sus colaboradores estuvieran al tanto de este hecho después de las numerosas entrevistas que había concedido desde que se supo la noticia. Por no mencionar las innumerables portadas que había acaparado en la prensa especializada en los negocios, pero también en publicaciones destinadas a la mujer de hoy en día.
—Bien, esperamos que este cambio en la dirección de McTavish no suponga ninguna variación en el acuerdo al que habíamos llegado con tu padre —le recordó Alessio mientras entornaba su mirada con recelo hacia el nuevo rostro de la compañía británica.
Claire sonrió divertida cuando percibió sus temores a un cambio.
— ¿Hay algún motivo que te haga pensar que podría haberlos? —preguntó Claire con un toque de diversión en su voz que alertó a las tres personas sentadas frente a ella. Por lo que Claire sabía por las largas conversaciones mantenidas entre su padre y los representantes de Rimbalzi, y una vez estudiado a fondo dicho preacuerdo, ella no tenía intención de variar ni un solo punto de lo acordado por su padre. Aunque habría que enfatizar algunos aspectos, eso sí.
—Bueno… Siempre que hay un relevo en la directiva de una compañía hay cambios. Nuevas perspectivas de negocio; una visión diferente del mercado —comentó Fabio, dejando que Alessio recapacitara y siguiera contemplando a una de las mujeres más poderosas del Reino Unido, quien escuchaba con atención.
— ¿Insinúas que podría haber cambios por el hecho de que haya sustituido a mi padre? —preguntó, con inusitada curiosidad, Claire. Arqueó sus cejas con una expresión de incredulidad y diversión ante aquella nueva variante.
—Pensamos que tal vez el punto de vista a la hora de hacer negocios pueda haber variado con respecto al de tu padre. Eso es todo. Y queremos saber si las condiciones acordadas con él y sus asesores siguen siendo las mismas pese al relevo generacional —matizó Mónica abordando el tema de manera directa—. Si has pensado en introducir nuevas condiciones, nos gustaría conocerlas cuanto antes. Nos preguntamos si tu punto de vista difiere al de tu padre, entiéndelo.
—Eres una mujer joven, lo cual podría dar que pensar —apuntó Alessio con una sonrisa de lo más afable e intentando ser directo, pero quitando hierro al asunto. Mónica lo había dejado claro de una manera perfecta y coherente.
Shae sacudió la cabeza sin comprender a qué venía aquello. ¿Iban a echarse atrás? ¿Querían sacar ventaja de Claire? Pues no sabían con quién trataban si pensaban que ella lo iba a poner fácil, o a ceder de buenas a primeras sin negociar. Contempló a su jefa, quien permanecía en silencio sopesando aquellas palabras y escrutando el rostro de los dos hombres.
—Ya lo sé —asintió mostrando cierta frialdad ante aquel comentario—. Sin duda que soy más joven que mi padre. Y también que soy una mujer. ¿Son estas dos cuestiones las que preocupan a Modas Rimbalzi? ¿En qué sentido? —preguntó con un tono que denotaba el sentirse molesta por lo que habían dicho. Pero sobre todo por lo que dejaban entrever en sus palabras. No era la primera vez que le planteaban esta situación, y ella comenzaba a estar un poco cansada. Había pensado conceder una entrevista o convocar a los medios para dejar claro que el hecho de que fuera una mujer, y por supuesto más joven que su padre, no tenía por qué ser un impedimento para alcanzar acuerdos—. No iréis a decirme que tenéis reparos porque tal vez consideráis que no poseo la experiencia suficiente para dirigir la compañía. ¿O tiene que ver con que sea una mujer? —preguntó arqueando sus cejas con gesto de diversión e incredulidad al tiempo que se erguía en el asiento.
Alessio y Fabio se miraron con desconcierto ante aquella revelación tan directa. Alessio buscó el consenso con su asesora, Mónica. Esta sacudió la cabeza de manera leve, casi imperceptible, como si le estuviera advirtiendo del sitio en el que se estaba adentrando. Alessio tenía sus dudas. No se fiaba de un rostro bonito.
—Creo que no me has entendido —apreció Alessio mientras sonreía, en un intento de calmar los ánimos.
Una cosa era lo que él pudiera llegar a pensar de Claire; y otra muy distinta que se lo dijera a la cara. El acuerdo entre ambas firmas de moda era beneficioso para él, ya que sus números subirían, como se lo había comunicado a sus dos colegas. De manera que no iba a estropearlo porque la inglesa pusiera morritos, como estaba haciendo en ese instante.
—Pues yo creo que sí te he entendido porque lo has dejado muy claro. Yo no he sido la que he puesto en tela de juicio vuestra profesionalidad. Ni me he planteado en ningún momento si seréis capaces de hacer que Modas McTavish triunfe en Siena y después en toda Italia —les aclaró con total naturalidad, sintiéndose enojada. Claire decidió despejar su mente y no dejarse llevar ni por las apariencias ni por los comentarios desacertados. Aquello eran negocios.
—Tampoco nosotros —terció Alessio adoptando un rictus más serio en esta ocasión, mirando a Claire de manera directa—. No he pretendido faltarte al respeto con mi comentario. Sólo es una cuestión… normal en una transacción de esta trascendencia.
Claire no pudo evitar sentir la extraña sensación que le producía aquella mirada tan directa por parte de él. Pero lo que más la estaba sacando de quicio eran sus comentarios algo machistas. Era normal que tuvieran sus dudas, pero no le había hecho gracia la manera en la que se lo había hecho saber. Tenía una cosa clara: No cedería el nombre de la empresa de su familia a un modelo de Salvatore Ferragamo. Antes, quería saber de qué estaba hecho. Y para saberlo iba a soltarles un hueso. De ese modo sabría si merecía la pena hacer negocios con ellos.
—Bien, en ese caso, tengo que decir que las condiciones son las mismas. No se ha variado ni un solo ápice en lo acordado con mi padre, como puede asegurar mi ayudante y directora de finanzas —aclaró mirando a Shae, quien asintió al ver que se refería a ella.
—Nos complace en cualquier caso que así sea —asintió Fabio, dejando que Alessio prosiguiera con su escrutinio a las dos británicas.
—Sin embargo, hay algo de lo que debo informaros —anunció, captando la atención de Shae por completo—. Y es que ayer mismo, antes de llegar a Siena, recibimos una oferta que mejora de manera considerable la vuestra —concluyó, paladeando las palabras y humedeciéndose los labios para estupor de los allí reunidos, incluida Shae, quien contemplaba a Claire como si acabara de anunciar que lo dejaba. ¿Cómo que había una nueva oferta? ¿Ayer, antes de volar a Siena? ¿Quién la había hecho? ¿Y por qué no se lo había comentado? ¿Qué coño estaba pasando?
Alessio mudó el color del rostro al escuchar aquella confesión. Se limitó a esbozar una tímida sonrisa al mismo tiempo que sentía como todo su cuerpo se tensaba sin poder evitarlo. Miró a sus dos colegas en busca de apoyo, o de una explicación por si alguno de ellos había recibido algún fax o correo electrónico que lo pusiera de manifiesto. Pero ambos parecían igual de perplejos que él.
«¿Una nueva oferta? ¿De qué coño iba aquello?».
La inesperada situación tensó todo su cuerpo y sintió el escalofrío del miedo por perder aquella transacción. Se quedó sin palabras durante unos minutos en los que no consiguió apartar la mirada de Claire.
La dueña de McTavish le devolvía la mirada con total naturalidad. Claire debía admitir que lo había estado pensando el día anterior para someter a una prueba a Modas Rimbalzi. Ni su padre ni Shae sabían nada, puesto que Claire lo había estado considerando los días antes de volar a Siena. Ahora, reconocía que le había molestado, y mucho, que hubieran cuestionado su capacidad de liderazgo, bien por su juventud o por su sexo. Algo que la sorprendió, dado que había una tercera mujer sentada a la mesa de las negociaciones. Pues bien, iba a dejarles claro que podían confiar en ella. No estaba segura de si convenía o no a McTavish respetar lo acordado. El acuerdo de su padre no le parecía malo, a pesar de que ella había sido parte activa del mismo; no así de la toma de decisiones, las cuales habían correspondido a su padre. Pero ahora ella tomaría las riendas. Ahora ella era la dueña de la firma de moda más fuerte del Reino Unido. Ella exigía y decidía.
— ¿Una nueva oferta? —se aventuró a preguntar Mónica con el ceño fruncido viendo que tanto Alessio como Fabio no parecían capaces de reaccionar. Les lanzó una mirada a la espera de que alguno de ellos dijera algo, pero sin duda que aquella noticia les había provocado la misma reacción que un cubo de agua helada arrojado sobre sus cabezas.
—Eso he dicho. Modas McTavish ha recibido una jugosa oferta que mejora considerablemente la que teníamos con Modas Rimbalzi.
Alessio entrecerró los ojos, sacudiendo la cabeza sin poder creer lo que aquella muñequita inglesa acababa de soltar. ¿O tal vez sería mejor calificarla de arpía y bruja? Se incorporó en su asiento mientras la contemplaba de manera fija e intimidatoria. Si aquello era un farol, Alessio juraba que se lo haría pagar.
—Pero se supone que hay un acuerdo previo con tu padre —le recordó mirando a su asesora legal en buscaba apoyo, la cual parecía estar ocupada calibrando la nueva situación.
—No esperábamos un giro de los acontecimientos a estas alturas —dijo Mónica sin poder ocultar su sorpresa e incluso mostrando cierto malestar por el comportamiento de Claire.
—Es verdad que existe un acuerdo con mi padre. Pero no conmigo, la nueva presidenta —le hizo saber, pasando su mirada de Mónica a Alessio. Sin pestañear. Sin mover un solo músculo de su rostro. Sin duda que el tal Alessio podría llegar a ser un rival interesante, pero, para su decepción, parecía haberse tragado el farol que ella acababa de marcarse.
— ¿Significa que no hay acuerdo?
—No he dicho eso. Pero sí admito que debo estudiar la otra oferta. Es un porcentaje muy beneficioso para McTavish —reconoció.
Shae se sentía perdida en ese momento. «¿Qué coño está tramando Claire?», pensó mientras miraba a su amiga y jefa sin poder comprenderla. Si de algo estaba segura ella, era que Claire tenía un as en la manga que ella desconocía.
Alessio se levantó de la silla como un huracán. Se desabrochó la americana y con las manos en las caderas y cara de pocos amigos, volvió su atención a Claire, quien no le perdía la cara a aquel modelo italiano. Se recostó hacia atrás, con un gesto de expectación dibujado en su rostro.
—¿Habéis venido a Siena para decirnos que tenéis una oferta mejor? —le preguntó mirándola con gesto de incredulidad y sintiendo las ganas de decirle cuatro cosas a aquella estirada inglesita. De entrada no se había fiado de ella, y a fe que su intuición no le había defraudado—. Para eso no hacía falta reunirnos. Habría bastado con un fax o un correo electrónico. —Había un toque burlón en su voz y en sus palabras.
—Pero hemos preferido venir en persona a renegociar las condiciones del acuerdo —le confesó mientras sus dedos jugueteaban entre sí y su mirada seguía suspendida en Alessio. Sin duda que no se lo esperaba y que este anuncio lo había superado. Reconocía que ella era dura a la hora de negociar. ¿Lo sería él?
— ¿Cuál es la oferta? —preguntó Fabio dispuesto a reconducir la situación al ver que Alessio parecía haberse quedado sin habla y que Mónica miraba con inusitada atención a Claire. Sin duda que las negociaciones prometían con la nueva dueña del imperio de la moda en el Reino Unido.
—No puedo daros un nombre, como podéis suponer. Es confidencial.
—Entonces, al menos, dinos la cantidad que os han ofrecido para estableceros en Italia y veremos si podemos igualarla o superarla —insistió Fabio mirando a Claire y después a Shae, quien intentaba no perder ningún detalle de aquel inesperado giro que había tomado la reunión.
—Es lo justo —apuntó Mónica, que captaba la atención de las dos mujeres.
«¿A qué coño está jugando Claire?», no dejaba de preguntarse Shae a la vez que estudiaba las reacciones de los tres miembros de Modas Rimbalzi. Todos parecían confusos y expectantes mientras intentaban reconducir la situación a su terreno.
—Tampoco —negó Claire, provocando el enfado en Alessio.
—Vamos, ¿qué clase de broma es esta? ¿Una subasta al mejor postor? No estamos en Christie’s ni Sotheby’s —protestó Alessio mientras captaba la atención de todos los allí presentes agitando su mano en el aire dando a entender que aquello le parecía una farsa.
—No estamos en ninguna casa de subastas, por supuesto que no. Pero no entregaré el nombre de McTavish a cualquier precio. —Claire se mostró fría como el hielo y pétrea como una estatua.
—Tal vez podemos subir la cifra de la oferta —sugirió Mónica mientras esperaba la aprobación de Alessio.
—Ni hablar —respondió este de una manera tajante y que no dejaba lugar a las dudas—. No pienses que voy a vender mi alma al diablo por ti —le espetó Alessio cabreado con Claire al tiempo que la contemplaba como si de un momento a otro fuera a saltar sobre ella.
Claire inspiró ante aquel último comentario. Claro que no quería que la vendiera, pero quería saber hasta dónde podría confiar en él. En el mundo de los negocios había que ir con cautela y estar muy seguro de con quién te asociabas. Y ella no iba a ceder la marca de su familia de buenas a primeras en una asociación que no le reportara beneficios.
—Tranquilo, no tienes que llegar a tanto. No tengo ningún interés en tu alma —le comentó, sonriendo divertida por verlo de aquella guisa—. La única venta que nos interesa aquí es la de la ropa con la firma McTavish —lo corrigió con un deje burlón que encendió más todavía a Alessio.
—La oferta de Modas Rimbalzi sigue en pie hasta pasado mañana a las doce. Si no hay acuerdo, podéis aceptar la otra oferta. Sois libres. —Alessio golpeó la mesa con un dedo para dejar constancia de este hecho, sin apartar la mirada de ella.
Claire sintió la intensidad de aquel par de ojos oscuros y cargados de misterio. Percibía su rabia, su ira y como las aletas de su nariz se abrían. Luego, en un gesto rápido e inesperado, se volvió, dándole la espalda. Se alejó unos pasos de la mesa de negociación.
—Disculpadnos —susurró Fabio a las dos mujeres yendo hacia su amigo y socio. Hizo un gesto hacia Mónica para que se acercara a ellos para debatir la mejor opción. Fabio pensaba que Alessio se estaba precipitando. Que su comportamiento se debía a la frialdad y la seguridad que mostraba ella.
Claire asintió esbozando una sonrisa de cortesía mientras Shae captaba su atención con un gesto de incomprensión por lo que estaba sucediendo. Entornó la mirada hacia Claire buscando una aclaración a su repentino giro en las negociaciones. Ella pensaba que todo estaba atado y que, salvo algunos detalles, bastaría rubricar el acuerdo alcanzado por su padre. Pero de repente…
— ¿Puedes explicarme qué está pasando? —le susurró Shae inclinándose sobre Claire y controlando de refilón a los italianos charlar entre ellos—. ¿Desde cuándo tenemos una nueva oferta y por qué diablos no me lo has dicho? —Shae apretó los dientes y pareció que fuera a acabar con su amiga.
—Sígueme el juego —le comentó guiñándole un ojo a su amiga, quien parecía haberse quedado más preocupada con aquella aclaración.
Bien, le seguiría el juego. Confiaba en ella porque le había demostrado que, para los negocios, Claire poseía un sexto sentido.
— ¿De qué juego hablas? ¿No hay tal oferta?
La sonrisa irónica de Claire y el hecho de que arqueara las cejas de manera lenta y sugestiva fueron la única respuesta que Shae recibiría por el momento.
—Tal podríamos ceder un poco, Alessio —comentó Fabio mientras trataba de parecer cordial. Pretendía sosegarlo a toda costa, ya que, como lo conocía bien, su amigo estaba a un paso de mandar a la inglesa por donde había venido.
Alessio sacudía la cabeza con el ceño fruncido. Estaba cabreado con ella por la manera de conducir la situación.
—Sabía que al final el cambio de dirección nos acarrearía complicaciones —les confesó con los dientes apretados para repeler la furia.
—Son negocios. Y lo sabes tan bien como nosotros —le recordó Mónica.
—Lo sé, pero hay un acuerdo firmado con su padre y tiene que respetarlo —dijo muy seguro de ello mientras se centraba en Mónica.
—Podría echarse atrás, no lo olvides. McTavish tendría que compensarte, pero dudo que le importe mucho hacerlo viendo su volumen de facturación —advirtió Mónica con los labios apretados y los ojos abiertos al máximo, dejando que sus cejas formaran un arco sobre la frente.
Fabio chasqueó la lengua con decepción. En verdad que Mónica tenía razón y que el cambio de dirección podría traer problemas. Al parecer no todo había quedado cerrado durante las reuniones con el padre de ella.
—Eso nos colocaría en una situación que no deseamos. —El tono de advertencia de Mónica enfureció más todavía a Alessio.
—No pienso rebajarme para cerrar el trato —le aseguró mientras se acercaba a Mónica y ella podía percibir cómo se sentía en esos momentos.
Fabio suspiró a la espera de que Mónica tuviera un as legal en la manga, porque su amigo no parecía dispuesto a ceder ante la nueva dueña de McTavish.
Claire permanecía en silencio observando la conversación que Alessio mantenía con sus dos colaboradores. Sin duda que su repentino cambio de estrategia los había sorprendido y de qué manera. Alessio regresaba a la mesa mientras sus dos colegas permanecían algo apartados charlando.
—No rebajaremos nuestro porcentaje ni un ápice —le anunció retándola de una manera directa con su mirada al mismo tiempo que apretaba los dientes en un intento de contener su rabia.
—Si esa es tu respuesta… Necesitamos estudiar si el viable ahora que tenemos una segunda oferta —le dijo sonriendo de manera cortés mientras se levantaba de la mesa de reuniones y Shae hacía lo propio, desconcertada a más no poder por el inesperado giro que habían dado las negociaciones. Se suponía que no les llevaría mucho tiempo, ya que todo lo dejó hecho el padre de Claire—. Estaremos en contacto.
Alessio abrió los ojos como si fueran a salírsele de las órbitas ante aquella mujer que en ese mismo momento encaminaba sus pasos hacia la puerta de su despacho con la firme intención de largarse sin más explicaciones.
— ¿Viable? ¡¿Cómo puedes decir eso ahora cuando fue tu padre quien…?! —explotó Alessio, obligando a las dos mujeres a detener su avance hacia la puerta.
—Mi padre ya no es quien dirige la compañía —le recordó mientras se volvía hacia él de manera inesperada y para asombro de los presentes. Su mirada quedó fija en la de Alessio. Sus ojos oscuros le parecían un pozo del que no se vislumbraba el fondo. Y al cual tenía miedo de asomarse por si se caía—. Ahora yo soy quien cierra los tratos.
—De manera que… que después de llegar casi media hora tarde a la reunión, algo que me parece de mal gusto por tu parte —le lanzó cansado de su prepotencia—, vienes y me sueltas que tienes una oferta que mejora la nuestra.
— ¿Media hora? —repitió, escandalizada, Claire, quedándose con la boca abierta—. Fue culpa del taxista. Ya lo hemos explicado.
—Sí, claro… Yo… —Alessio se quedó dubitativo mientras el perfume de ella lo envolvía. Pero por encima de todo, su presencia tan cercana a él, tanto que podía tocarla con extender de manera ligera su mano. Sin embargo, lo que más impacto le causó fueron sus labios tan cerca de su boca y el irresistible deseo de callarla para que no dijera más incongruencias—. Al menos podías haber avisado. Soy un tipo muy ocupado.
—Oh, sí. Apuesto a que lo eres. Y más que vas a serlo pensando en la manera de conseguir que aceptemos la oferta de Rimbalzi. El acuerdo queda en suspenso hasta una nueva reunión —le espetó mientras entrecerraba sus ojos y lo contemplaba de manera fría e intrigante.
— ¿Estás rompiendo el acuerdo al que llegamos con tu padre? ¿Qué clase de profesionalidad es esta? ¿Igual que tu puntualidad británica? —le preguntó mientras gesticulaba con sus brazos, haciéndole ver que estaba cabreado con ella.
—No estoy rompiendo el trato, solo digo que queda en suspenso hasta que volvamos a sentarnos a negociar. Tienes mi número de teléfono para concertar una nueva reunión con nosotras. Elige el sitio, aunque prefiero que no sea aquí. Ah, y prometo ser más puntual —le aseguró con un toque cargado de ironía.
Tanto Shae como Fabio y Mónica se habían quedado atónitos contemplando la escena. Ninguno de ellos se había atrevido a abrir la boca. Ambos habían preferido observar todo desde la barrera. Al fin y al cabo, ellos dos eran los pesos pesados de aquella negociación
—No creo que…
—Solo tienes cuatro días —le recordó haciendo alusión al tiempo que estarían en Siena. Claire esbozó una media sonrisa irónica que encendió a Alessio más todavía, mientras la veía abrir la puerta del despacho, seguida de la otra mujer. Pero lo curioso fue que antes de salir del todo, Claire le lanzó una última mirada por encima del hombro y le dedicó una sonrisa irónica.
Cuando la puerta se cerró a su espalda, Alessio se volvió sobre sus pasos como si fuera una galerna, arrojando una de las sillas al suelo.
—Si no te tranquilizas, no solucionaremos nada —le advirtió Fabio contemplando las huellas del cabreo de su amigo y socio.
—Ya la has escuchado. Tienen una nueva oferta que mejora la nuestra. ¿Es que no piensa respetar lo que acordamos con su padre? —preguntó mientras señalaba la puerta por la que Claire y Shae habían salido—. Y se permite darnos un ultimátum.
—No todo está perdido. La mantendrá en suspenso hasta una nueva reunión, ya la has escuchado. —Ahora era Mónica la que trataba de apaciguar a Alessio en esos momentos.
— ¿Una nueva reunión? ¿Con ella? ¿Con la nueva Dama de Hierro del Reino Unido? —Alessio se quedó mirando a Fabio, sin salir de su asombro por lo que había sucedido—. Pero ¿quién coño se cree?
— ¿La Dama de Hierro? —repitió Fabio con gesto pensativo antes de echarse a reír; algo que no pareció gustar a su amigo.
— ¿Te hace gracia lo que acaba de suceder aquí?
—No, claro que no. Me estaba riendo del calificativo que acabas de darle. En verdad que le pega después de su actuación. Pero reconoce que es mucho más atractiva que la ex primera ministra británica. Además, no creo que sea para tanto —prosiguió Fabio mientras Alessio fruncía el ceño esperando a que continuara—. Todos aquí sabemos que los negocios son así. Y no es la primera vez que nos enfrentamos a una negociación complicada. Mañana mismo la llamarás y concertaremos una nueva reunión —le dijo, escuchando el gruñido de desaprobación de Alessio.
—Deberíamos tranquilizarnos y ver la situación con perspectiva. Como dice Fabio, Alessio, no todo está perdido. Ella no ha cancelado el acuerdo. Tenemos que valorar nuestras posibilidades antes de ofrecerle una cifra de porcentaje definitiva. Si quiere ganar más, lo entiendo, ella pone el nombre. Y créeme, no nos necesita. No está en dificultades financieras. —Mónica arqueó sus cejas y apretó los labios mientras asentía y miraba a su jefe.
— ¿Sabes lo que me jode darte la razón? Menos mal que eres el cerebro de esta compañía. —Hubo un gesto risueño en las palabras de Alessio hacia su asesora jurídica.
—Solo hago mi trabajo.
—Pues lo haces muy bien, Mónica.
—Eres el impulsivo y arrogante hombre de negocios que gusta avasallar cuando las cosas parecen torcerse —le dijo Fabio mientras lo palmeaba en el hombro.
— ¿Cómo? ¿A qué vienen esos calificativos? —le preguntó mirando a su amigo sin comprenderlo.
—Vamos, Alessio, reconoce que decirle que tenías tus dudas acerca de su dirección de la compañía de su padre no ha sido acertado. —Fabio desvió su atención hacia Mónica en busca de su apoyo. La mujer sonrió de una manera que dejaba a las claras cuál era su punto de vista en todo aquello.
—No he puesto en tela de juicio su capacidad —le advirtió alzando un dedo para matizar sus palabras—. Sólo se lo he comentado por si ella tenía una nueva perspectiva del acuerdo para vender sus diseños en Italia.
—Pues no parece que a ella le haya hecho mucha gracia, a juzgar por su reacción. Es más, creo que ella ha interpretado que le estabas faltando al respeto. Algo así como que dudabas de sus competencias por ser mujer —le aclaró Mónica mientras Alessio se quedaba con la boca abierta, sin capacidad de reacción, hasta que se pensó dos veces lo que iba a decir.
—Porque pienso que una mujer joven como ella no me ofrece garantías. ¿Es por ese motivo por el que se ha comportado como… una ejecutiva agresiva que no acepta una crítica? —resumió Alessio mientras aguardaba a que Mónica respondiera.
—Sin duda. Mira, estoy segura de que no lo ha tenido fácil desde que tomó las riendas de la compañía. Y que se ha tenido que enfrentar a muchos como lo has hecho tú hace un momento. Pero ella ha tenido un plus de dificultad, es mujer —matizó Mónica mientras cruzaba sus brazos sobre el pecho y asentía convencida de que así había sido.
—Vale, admito que puedes tener razón en tus deducciones. Pero esa misma situación la viví yo en un principio y no iba por ahí modificando acuerdos alcanzados con otras firmas o con los distribuidores. No me gustan los cambios de última hora. Y menos si se tratan de una nueva oferta. —Alessio se apoyó contra el canto de su mesa y trató de serenarse, aunque si pensaba en Claire… la cosa se complicaba.
—Sabes que siempre los hay. —El tono conciliador de Fabio no parecía rebajar la tensión en el cuerpo de su amigo, quien se volvió hacia el ventanal con vistas al centro histórico de Siena intentando relajarse durante unos segundos.
—Debes reconocer que no será fácil negociar con ella, pero no podemos echarnos atrás ahora —le recordó Mónica, a pesar de que no le hacía gracia decirle la verdad.
— ¿Y qué sugieres? ¿Qué le envíe flores de disculpa? —le preguntó con sarcasmo, sin apartar la mirada de la Piazza del Campo, centro neurálgico de la vida de Siena.
—No. Pero podríamos empezar por averiguar si es cierto que tienen otra oferta. Y quién la ha hecho —les comentó a ambos, que de inmediato se quedaron callados mientras observaban a Mónica sonreír con ironía.
— ¿Insinúas que va de farol? ¿Por qué? —se aventuró a preguntar Alessio sin encontrar la respuesta a esa pregunta.
—Yo no creo que se haya marcado un farol con algo tan serio como un contrato de colaboración entre las dos casas de modas. Me cuesta creerlo después de ver su puesta en escena —admitió Fabio mientras sacudía la cabeza desechando esa idea.
—Eso es lo que tendremos que averiguar —insistió Mónica convencida.
Alessio sonrió algo más relajado pensando en la posibilidad de que se lo hubiera inventado.
—Pues si tienes razón, ella miente muy bien. ¡Demonio de mujer! —exclamó, sonriendo por primera vez aquella mañana.
— ¿Soy yo o me ha parecido que por momentos tenías un inusitado interés en ella? Te ha faltado poco para lanzarte sobre Claire cuando os habéis quedado el uno frente al otro ahí junto a la puerta. Ella te gusta.
—Ves visiones, amigo.
— ¿Y el repaso que le has dado al girarse e irse? ¿También es una visión mía? —quiso saber, arqueando sus cejas en señal de expectación y de complicidad. Luego volvió la atención hacia Mónica. La abogada levantó las manos como queriendo decir que ella no sabía nada, aunque algo había percibido.
Alessio se quedó callado. Era cierto que Claire era atractiva y que con gusto le enseñaría cuatro cosas. Pero no era el momento idóneo para pensar en ella como un posible revolcón, sino como una mujer de negocios que lo había descolocado. Y que no parecía estar dispuesta a aceptar una asociación empresarial a cualquier precio.
—Que sea una mujer atractiva, no significa que me olvide de sus artimañas a la hora de negociar.
—Bien, pues ya puedes empezar a pensar cómo reconducir la situación. Nos conviene asociarnos con McTavish. Es una oferta muy buena para reflotar los diseños de Rimbalzi —apuntó Fabio entre risas, pero con un toque de cautela, no fuera a ser que todo se viniera abajo.
Alessio se pasó la mano por el rostro como si quisiera despertar de aquella pesadilla.
—Llamaremos a Mantovani, a Cruccio, a Branda, a ver si ellos han hecho una oferta a McTavish para asociarse —le dijo señalando el teléfono mientras él cogía su móvil.
—Oye, tú tenías un ligue en Branda —le recordó Fabio haciendo un gesto con el mentón a su amigo y mostrando su ironía en las palabras.
—Lucía. Sí. La mano de derecha de Vittorio —le respondió sin darle demasiada importancia a este hecho.
—Pues, como mujer, te aconsejo que la invites a comer o a tomar algo. Branda es tal vez el más interesado en asociarse con McTavish. Siempre ha querido estar en lo más alto de la moda italiana —señaló Mónica mientras en sus labios bailaba una sonrisa más que irónica.
—Está bien. Te haré caso, ya que pareces saber más que yo.
— ¿También en invitar a Lucía? —le preguntó sin olvidar su sarcasmo al ver como Alessio parecía estar fuera de juego—. Por cierto, ¿cómo se te ocurrió sacar lo de su impuntualidad?
—Buscaba la manera de cerrarle la boca a esa… —Alessio se mordió la lengua y apretó los dientes.
—Oh, vamos, pensaba que eras más delicado a la hora de cerrarle la boca a una mujer. Reconoce que ella es de armas tomar.
Aquel comentario de Fabio dejó sin capacidad de habla a Alessio por unos segundos.
—Sin duda que lo es.
—Piensa cómo vas a conquistarla en cuatro días, Alessio —le recordó Mónica mientras daba vueltas en su cabeza a la manera en que Alessio debía comportarse.
— ¿Conquistarla? ¿A qué te refieres? —le preguntó un Alessio desconcertado por esas palabras de su colega.
—En el plano de los negocios. ¿A qué te habías creído que me refería? Del otro plano depende de ti —le aseguró guiñándole un ojo antes de dirigirse a su despacho—. Si me necesitas, estaré revisando nuestras cuentas.
Alessio miró a Fabio asentir, como si estuviera dándole la razón a Mónica. ¿Seducirla? La verdad es que lo había considerado al verla. Pero después de lo sucedido… Bastante tenía con reconducir el acuerdo con Modas McTavish como para pensar en ella de otra manera.