CAPÍTULO VIII

Karla notó de inmediato la ausencia de Cinthya, se preguntaba qué estaría haciendo cuando la vio pasar por el gran ventanal del salón, tomada del brazo de Jake. Su cuerpo de inmediato se tensó y no quiso reconocer que le desagradó bastante el verlos juntos, eso sería tanto como admitir que estaba celosa, y eso no podía ser, aunque su cerebro no estaba del todo de acuerdo, pues la saturó con el recuerdo de esa sensual y profunda voz llamándola, así como de cuando él la llevó en sus fuertes brazos hasta su cama.

De pronto sintió que hacía mucho calor en la habitación, el pensar en el duro pecho de Jake, y en cómo deseó abrirle la camisa floreada para poder tocar la majestuosa águila con la lengua, le hizo sentirse avergonzada de sus culposas ambiciones.

—Karla, las hermanas López ya se van, ¿me acompañas a despedirlas?

La suave voz de Laura la sacó de sus pensamientos, volviéndola a la realidad y recordándole el papel que tenía que desempeñar.

—Por supuesto, querida, te sigo —concedió, agradecida por la distracción.

—Cinthya, Assez! Ahora no hay nadie observándonos así que no sigas hablando de tonterías vanas y sin sentido —la interrumpió Jake mientras ella hablaba de lo hermoso que era el campo de golf—. ¿Qué pretendes en realidad con Alex? Estás dispuesta a desbaratar su boda a solo unas semanas de que suceda, y después, ¿qué?

—Yo… yo no pretendo eso —expresó con incredulidad.

—¿Segura?

Reconoció que ni ella misma sabía lo que quería. Muy a su pesar, seguía enamorada de Alex, y la idea de verlo casado con otra la estaba matando, pero al mismo tiempo le aterraba la posibilidad de que él dejara todo por ella; su madre la crucificaría, después la quemaría viva y esparciría sus cenizas como abono, antes que permitir un escándalo como ese.

—¿Qué pasa, bébé?, ¿Acaso no confías en mí?

—No es eso, Jake, es solo que… —Tomó aire—. Son demasiadas cosas las que nos separan. Para empezar, mi madre jamás me perdonaría si me interpongo entre Alex y Karla, lleva años preparando ese matrimonio. Tú lo has visto, adora a Alex, es como un hijo para ella, y es obvio que ha decidido que Karla es la nuera perfecta, la prefiere a ella antes que a mí. —Resopló—. ¡Dios, Jake! ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado?

—Así son los asuntos del amour, bébé. Sé que es complejo, pero a mi forma de ver las cosas, Alex está más que dispuesto, solo basta que chasquees el dedo y listo, es más, creo que mi presencia aquí ya no es necesaria.

—¡No! No digas eso, yo no pienso hacer nada para impedir esa boda, ¡lo juro! Si Alex ha decidido casarse con ella, por algo será, y yo no soy quién para intervenir —declaró con determinación—. Te pido que me ayudes a mantenerme firme, por favor, Jake, no me dejes sola en esto, te necesito. —Suplicó con ojos brillantes por las lágrimas que luchaba por contener.

—¿Te puedo hacer una pregunta, ma belle?

—Adelante, dispara…

—¿Por qué es tan importante para ti la opinión de tu madre?

—¡Maldicion, Jake! ¡Has dado justo en el centro de la diana! —expresó con una mueca de dolor—. Desde que era niña, nunca me he sentido querida por ella, pero al menos me toleraba. Todo empeoró cuando Karla regresó de aquel internado en Europa, mi madre comenzó a compararme con la señorita perfección y encanto, y, para su regocijo personal, voluntaria e involuntariamente, yo le he demostrado una y otra vez que tiene razón al preferirla por encima de su propia hija. —Se sorprendió por la facilidad con la que admitió algo que no le había confesado a nadie, ni siquiera a Bárbara. Reconoció que era fácil hablar con Jake, él sabía escuchar e inspiraba confianza.

—No puedes torturarte con eso, ma belle. Eres una magnifica persona, quizá un poco loca y algo estrafalaria, pero, bueno, cada quién es cómo es y punto.

—Gracias por los ánimos.

—Eres una buena persona, Cinthya, aunque tratas de esconderte bajo esa fachada de chica rebelde, en el fondo eres tan vulnerable como cualquier simple mortal.

—Sé que quizá te parezca inmadura mi necedad por pretender, al menos una vez, superar a Karla en algo y agradar a mi madre, pero es algo más fuerte que yo, no puedo evitarlo. —Se detuvo un momento y lo miró de frente—. Me siento frustrada, fuera de lugar, sé que desde que llegué me he comportado como una adolescente y, créeme, me he preguntado cientos de veces: ¿qué estoy haciendo? ¿Dónde está la mujer madura e independiente que se supone que soy?

—Es comprensible, a fin de cuentas, es tu madre, y todos tenemos necesidad del afecto materno.

—Por favor, no trates de justificarme.

—No lo hago, ma belle.

—¿Sabes? Nunca he sentido aprobación por parte de mi madre hacia lo que soy o hago. —Tragó saliva—. Por eso resulta increíble que a mi edad siga con eso atravesado, ¿no crees?

—Yo creo…

—No digas más. ¿Podríamos cambiar de tema? Por favor.

—Está bien, ¿de qué quieres hablar, bébé?

—Gracias, Jake, eres un buen tipo y es tan fácil hablar contigo. Me has ayudado a dar voz a cosas que llevaba años callando.

Una hora y treinta minutos después estaban de regreso, las mujeres de la reunión se habían marchado y todo parecía estar en calma; se dirigieron a la terraza y disfrutaron de un buen café mientras conversaban y reían por tonterías. Jake tenía la cualidad de divertir hasta al más amargado.

Ian y Bárbara, se reunieron con ellos. Él comenzó a hablar de un nuevo pub, y a Bárbara la emocionó tanto la idea de ir a conocerlo que en minutos ya tenían el plan organizado para esa noche. Jake también se mostró entusiasmado, por lo que Cinthya no pudo negarse a ir. Quedaron en partir después de la cena.

—¿Qué voy a ponerme? You´re very bad, friend. Debiste advertirme que Ian era un hombre guapísimo, y así me hubiera venido preparada —reclamó Bárbara mientras revolvía su armario—. Tú con ese vestido estás impresionante, you know, así que a tu lado nadie reparará en mí.

—No exageres, me lo he puesto solo para fastidiar a mi madre y a doña Flauta. No pienso ir al pub vestida así.

Excellent! No sabes lo mal que me sentiría al ser opacada por semejante tigresa, tendría que retarte a una pelea en lodo para defender a mi hombre —bromeó.

—¿Quién podría imaginar que cupido te flecharía de esa manera?, jamás te había visto tan entusiasmada por un hombre —Se acostó en la cama y, divertida, observó como las prendas volaban del armario hacía ella.

You’re right, aunque al principio lo creí soberbio y arrogante, en el fondo es un buen chico.

—Eso sin contar con que está forrado en dinero, ¿verdad? —se mofó, pues Bárbara siempre decía que un hombre sin dinero era como una flor sin perfume.

—Sé que no vas a creerme, pero en esta ocasión no me importaría que no tuviera ni en qué caerse muerto. ¿Es así como se dice?

Cinthya asintió con la cabeza.

—¡Dios! Esta vez cupido te ha pegado con tubo en vez de flecha, amiga. Nunca imaginé escucharte decir eso, en verdad debe gustarte.

—¿Gustarme? This man fascinates me! —Cinthya silbó con incredulidad y alzó las cejas ante tal afirmación—. No te burles, que no estoy para bromas. En verdad no sé qué ponerme, quiero lucir espectacular para él. —Siguió lanzado prendas a diestra y siniestra sobre la cama, esperanzada en encontrar algo que llenara sus expectativas.

—En lo que te decides, iré a ducharme y a quitarme esta piel de mujer fatal —dijo con poco entusiasmo.

El baño logró relajarla y la revitalizó de nuevos bríos. A diferencia de Bárbara, optó por no complicarse la vida con elegir su atuendo, se decidió por un leggin de cuero negro, cintura alta y sexis transparencias de encaje en los costados. Para acompañar, seleccionó una blusa de manga tres cuartos y ajustado encaje de grandes flores en color rojo sangre, con una cruz negra de cuero en el centro, que apenas cubría sus senos. No llevaba sostén, su pálida piel del torso y espalda se visualizaba a través de las finas transparencias. Se calzó unas altísimas zapatillas de tacón de aguja, de un lustroso charol rojo, con una ligera abertura al frente que mostraba un par de dedos con las uñas pintadas de negro. Se recogió el cabello en una coleta y la adornó con un broche de flor, del mismo color de la blusa.

Mon Dieu! ¡Cinthya, ten piedad de mí! —expresó Jake en cuanto la vio aparecer en el comedor, se puso de pie y la recibió con un sonoro beso.

—Es el colmo contigo, Cinthya —comenzó a reprenderla con severidad su madre—. Primero eres, ¿qué? ¿Una leona en celo? ¿Y ahora esto? Nada más te falta el látigo y las esposas para parecer una…

—No exageres, Laura, es la moda en las jovencitas de ahora, además, se ve preciosa —intervino su padre, rescatándola de un aburrido sermón.

Fuera de ese incidente, la cena transcurrió en aparente calma. Cinthya miraba de reojo a Alex, que no le quitaba la vista de encima. Notó que él parecía cansado, como si no hubiese dormido en días, ¿sería cosa de su imaginación? Quizá no, unas marcadas ojeras ensombrecían los ojos índigo tormentoso, evidenciándolo.

Estaba al borde del colapso, no sabía qué más hacer para sacarlo de su letargo. Ese no era él, ese hombre solo vivía para el trabajo, carecía de vida social y, por lo visto, de gustos. Era una triste sombra de aquel joven lleno de bríos y ganas de comerse al mundo que ella recordaba. ¿Qué le habría pasado para amargarse de esa manera? Una vez más, esa pregunta rondó su mente llenándola de incertidumbre.

Gertru colocó el postre justo frente a ellos, ambos miraron sorprendidos la deliciosa tarta de manzana, alzaron la vista y, una vez más, esa inexplicable comunicación entre ellos habló sin palabras.

Cinthya se pasó la lengua alrededor de los labios de forma descarada, recordándole con ello aquella noche en la sala que ahora parecía tan lejana, casi inexistente.

Alex se retorció en su asiento, frustrado por el irrefrenable deseo que ella le provocaba. No soportaba más, tenía que poseerla o se volvería loco. «¡Al diablo Karla, la boda y todo lo demás!», pensó. Sí condenaba su alma al infierno solo por satisfacer su lujuria, ardería gustoso por toda la eternidad.

Como leyéndole el pensamiento, Cinthya se levantó de la mesa con el pretexto de ir al tocador, y de manera desvergonzada lo retó con la mirada a seguirla.

Él no tardó en aparecer junto a ella, la arrastró al interior del cuarto de baño que estaba cerca de la entrada principal de la casa. Sin perder tiempo ni decir palabra, la besó y aprisionó su cuerpo contra la fría pared de azulejos marmoleados en gris con flores turquesa. Con una mano le acariciaba los senos, con la otra recorría ese contorno lleno de curvas asfaltadas en cuero negro. Invadió su santuario de venus, saqueando con los dedos el preciado néctar agridulce que la sensual diosa solo regala en exclusiva a aquel amante aguerrido que se atreve a llegar hasta tan remotos confines.

Cinthya se retorcía sin dominio alguno de su cuerpo, los dedos de Alex le provocaban sacudidas como si una enorme anguila eléctrica viajara por sus entrañas, dejando mortales descargas de placer a su paso. Entonces el universo se refractó en miles de cristales nacarados que irradiaban luminosos y cegadores colores. Era su primer viaje al Paraíso orgasmo y… ¡era maravilloso!

Nunca se imaginó que su cuerpo fuera capaz de sentir así, de provocar y encender a un hombre de esa manera. Alex bebía de su boca con desesperación, así era como ella lo quería ver: caliente, fogoso, pasional, vivo.

—Eres una bruja del sexo, me provocas con descaro frente a todos, incluido tu noviecito ese. ¿Qué pasó con la virginal chica que un día me ofreció que yo fuera el primero? —expresó con resentimiento, no soportaba imaginarla en esa misma situación con otro, u otros, el solo pensarlo lo mataba de rabia.

—¿Qué? ¿Acaso pensaste que esperaría por ti eternamente?

—Obvio, no. Las evidencias hablan por sí solas, y si la insinuación que hizo Dante se acerca a la realidad, es probable que la sarta de tipos que desfilan por tu puerta también lo hagan por tu cama…

—¿Estás insinuando que me acuesto con cualquiera? —estalló furiosa—. ¡Eres un majadero! Esas cosas no se le dicen jamás a una mujer. ¿Sabes qué?, no me da la gana seguir este jueguito contigo. Eres patético, Alejandro Salazar, rompiste la magia. —Lo señaló con el dedo e intentó liberarse.

—No lo creo, basta que te toque o bese para que estallen los fuegos artificiales. —Sonrió con amargura.

—Te equivocas, no volveré a permitir que me toques.

—¿Quieres apostar? —la retó con una sonrisa arrogante que a ella le recordó al Alex de antaño.

—No será necesario, ya lo verás. —Salió echa una fiera, no le importó dejarlo con su dolorosa e insatisfecha erección.

—¡Cinthya! ¿Has visto a Alex? —preguntó Karla mirándola de una forma que ella no supo cómo interpretar.

—¿A don Amargueitor? No, la verdad es que no, pero hace un momento escuché a alguien salir, quizá fue a su automóvil, ¿por qué no te asomas? —Sin darle oportunidad de reacción, la sacó fuera de la casa, le cerró la puerta en la nariz e inmediatamente se dirigió al cuarto de baño.

—Más te vale que salgas de ahí, Alex, doña Flauta te está buscando y parece disgustada —le advirtió con mofa, y sin esperar a que él saliera, se dirigió al salón principal.

Alex la siguió.

—¿Don Amargueitor? ¿Doña Flauta? —Sonrió de medio lado—. No cabe duda que tienes un Don especial para molestar al prójimo. ¿Me pregunto qué opinaría Karla si supiera de su nuevo apodo?

—Ya lo sabe. Sí, lo que oyes, se lo dije en su cara, así que no pongas esa expresión de incredulidad. Cuando lo escuchó, no tuvo nada que refutar, al igual que tú. —Sonrió ante la perplejidad que reveló el bello rostro masculino—. No sé por qué te sorprendes, no soy hipócrita, nunca he sido de las que esconden lo que piensan.

—¿En verdad crees que soy un amargado? —preguntó levantando una ceja.

—¿Tu qué crees? —Sonrió de forma provocativa.

En ese momento, Karla entró, su rostro estaba contraído por la rabia que sentía, «Cinthya es el colmo de la mala educación y falta de modales, me saca de quicio», pensó mientras se erguía, respiró hondo y contó hasta diez para calmarse. Se recordó lo que su madre siempre le decía: «Una niña bien jamás pierde la compostura».

—¿Dónde estabas, cariño? —Miró a Alex e ignoró por completo a Cinthya—. Los chicos quieren que vayamos a un lugar lindo a bailar. ¿Qué dices? Hace mucho tiempo que no salimos a divertirnos —expresó con un autocontrol tan impresionante que Cinthya no pudo menos que admirarla.

«¡Cielos! Esta mujer es más imperturbable que un monje tibetano en plena meditación», pensó Cinthya conteniendo la risa.

—¿Quieres ir? —preguntó Alex atento, Karla asintió haciendo cara de puchero, como si fuera una niña—. Entonces ponte guapa y paso a recogerte en un rato más.

—¡Eres maravilloso! —expresó Karla y besó a Alex en la boca, una actitud de total provocación para Cinthya, después, a ella le sonrió de forma burlona y se marchó feliz, como una cría que consigue lo que quería.