5 DE DICIEMBRE

UNA ENTREVISTA EN NEUE WISSENSCHAFT,
MAYO DE 1981 — PRIMERA PARTE

NEUE WISSENSCHAFT: ¿Y por qué bolas de cristal?

ISAAK DÄNEMARR: ¿Por qué no?

NW: Parece suscitar conexiones indeseables.

ID: Entiendo. No lo sé; no le he dado demasiadas vueltas al diseño. Estoy todavía demasiado centrado en los aspectos funcionales para prestar atención a los estéticos. La bola solo es una unidad de contención.

NW: Como un rollo de película.

ID: Más bien como un disco de ordenador.

NW: ¿Cuál es la diferencia?

ID: La película en realidad contiene las imágenes en miniatura. Tanto si usas un proyector como si las miras directamente, se ven. El disco contiene información digitalizada, unos y ceros. Sin un ordenador para procesarlos, no sirve de nada.

NW: ¿Y qué tipo de ordenador necesitamos para leer esto?

ID: Un cerebro humano.

NW: Por favor, explíquese. ¿Qué hay dentro de la bola?

ID: Sin entrar en detalles, es un modelo a escala de una red neural. Por supuesto, «a escala» quiere decir más grande que una real. Contiene una especie de protoplasma sintético rudimentario basado en el colágeno de Opfstau y Hannemann; yo lo llamo neuroplasma. Es un compuesto coagulado formando una especie de tejido espumoso con poros microscópicos, que actúa como el cerebro según lo concibe la teoría reticular.

NW: Solo para clarificar; ¿estamos hablando de tejido vivo?

ID: Bueno… orgánico.

NW: ¿Vivo?

ID: Algo así.

GRABACIÓN DE AUDIO

[Contra un fondo de conversaciones y removedores de café.]

A.: Buenos días, doctora.

DRA. BELKNAP: Buenos días. Buenos días. Gracias por venir desde tan lejos.

A.: No hay problema. A Niamh le gusta conducir. Y a mí me gusta el sitio.

DRA. BELKNAP: A Ambrose también le gustaba. ¿Seguro que no quiere subir arriba?

A.: No. Ya no necesito terapia. Se lo dije, la tengo a ella.

[Una ligera demora.]

DRA. BELKNAP: Muy bien. Vayamos al grano. He leído la bibliografía que me recomendasteis. Suena un poco a… taumaturgia, a falta de una palabra mejor.

A.: No sé lo que significa taumaturgia, así que me parece una palabra perfecta.

CAMARERO: Buenos días, doctora.

DRA. BELKNAP: Hola, Justin. Café, por favor.

A.: ¿Sabía usted que esas cosas existían?

DRA. BELKNAP: ¿Bolas de cristal? ¿Que contienen sueños? No estoy segura de que existan ni siquiera ahora.

A.: Pero ha leído el artículo de Bianchi.

DRA. BELKNAP: No he visto el artefacto. ¿Lo habéis traído?

A.: No.

DRA. BELKNAP: ¿Lo tenéis?

A.: Sí. En una caja, dentro de una caja, dentro de una caja, en el sótano. Con otras cajas. Nunca entendí esa manía entre guardianes de tesoros y civilizaciones antiguas de poner el ídolo de oro en un altar en una habitación vacía. Es como decirle a Indiana Jones: «Hola, he aquí nuestra posesión más preciada, lista para que la robes.»

DRA. BELKNAP: ¿Como el sitio donde la guardaba Ambrose?

A.: Donde guardaba esta. Hay otras.

DRA. BELKNAP: ¿Dónde?

A.: En una cámara acorazada. La encontramos la semana pasada.

CÁMARA DOMÉSTICA[9]

La cámara sigue a A. con el mapa, entre el eco de pisadas y los rayos de sol occidental que se escurren por los altos tragaluces. Rodean la bodega, de madera relativamente nueva, donde barriles de roble digieren sus contenidos y jirones de telarañas cuelgan tristemente de las botellas de vino, y avanzan hacia la nave más oscura del sótano, adonde vienen a vivir los trastos viejos. Y un charco de agua de una fuga al fondo refleja la luz solar y dibuja líneas ondulantes en el techo, y el sótano es verdiazul y frío como una piscina cubierta profanada a medianoche.

A. se detiene junto a un aquelarre de muebles veteranos y cuadros jubilados en la pared sur, consulta el plano otra vez y lo deja caer, y este se enrolla como un pergamino al tocar el suelo. A. aparta un lienzo grande, tumbando otros objetos menores enmarcados que se apoyaban en él, y de detrás del lienzo surge, como la luna tras un eclipse, un círculo de acero inoxidable. Zoom sobre la cerradura startrékea en el centro de la compuerta, un disco minimalista del mismo material bruñido, con un cerrojo cruciforme en el que A. encaja la llave cuadricéfala. La cámara acorazada se abre con un resuello hidráulico; A. tira de la enorme puerta y la abre del todo. Mira a cámara en un primer plano, su ojo aún ligeramente rojo como la niebla antes de una tormenta.

A. penetra en la boca abierta, y la cámara le va a la zaga, mirando por donde pisa, Chucks rebasando el alto peldaño de acero, y la imagen se funde a negro.

Clic de un interruptor. Decenas de bolas de cristal sonríen a cámara, sus superficies sombrías despejadas salvo por una pegatina en cada una, todas ellas anidadas en compartimientos cuadrados de las estanterías que cubren la celda circular, llena de viejos archivadores y cajones de madera en armazones de hierro negro, cada uno marcado por una etiqueta manuscrita en un marco de latón.

Una especie de baño para pájaros plano se erige en el centro como un altar.

GRABACIÓN DE AUDIO

DRA. BELKNAP: ¿Cómo sabíais que había una cámara acorazada?

A.: Estábamos seguros de que Ambrose guardaba archivos en algún lado. Además, teníamos los planos; estos delataban la existencia de la cámara.

[Una cucharilla baila en una taza de café.]

DRA. BELKNAP: Y dices que con quitar esa bola de cristal de la habitación, los sueños se acabaron.

A.: No; sigo soñando lo mismo. Más o menos. Pero ahora son sueños de verdad. Han perdido fuerza. Es como… como si mi mente recrease las mismas escenas. No como si le dieran las escenas hechas.

[Conversaciones de fondo.]

No me cree. Venga. Diga que estoy loco; ya no estamos en la consulta.

DRA. BELKNAP: No, no voy a decir eso. Solo que es… difícil de imaginar.

A.: Bueno, usted es psicóloga—

DRA. BELKNAP: Psicoterapeuta.

A.: Lo que sea; tiene que saber cómo funciona. Un artefacto que contiene… sensaciones puras, imágenes, sonido y dolor en crudo que el cerebro interpreta; ¿es una locura?

DRA. BELKNAP: No. Hace miles de años que existe. Se llama «libro».

UNA ENTREVISTA EN NEUE WISSENSCHAFT,
MAYO DE 1981 — SEGUNDA PARTE

NEUE WISSENSCHAFT: Así que puede grabar sueños en esto.

ISAAK DÄNEMARR: Bueno, está lejos de ser un prototipo refinado; pero sí, he sido capaz de grabar y reproducir. Imágenes vagas, al menos.

NW: ¿Como el caballo rampante de su mentor Karl Hannemann?

ID: Mucho más que el caballo del profesor Hannemann. Nociones más grandes. Ideas complejas. Incluso cadenas de ideas complejas.

NW: ¿Por ejemplo?

ID: Verá, es difícil manejar los pensamientos de la vigilia, porque los monólogos interiores tienden a ser dispersos. Pero, por ejemplo, puedo hacer que alguien escuche música, y grabar qué imágenes evoca en él esa música.

NW: ¿Hablamos solamente de vídeo o audio?

ID: Vídeo, audio, olor, sabor, tacto… [Sonríe.] No hay que pensarlo en términos de pantallas o altavoces. No puedo reproducir esos pensamientos en un televisor. Lo he intentado. Se reproducen en el cerebro.

NW: ¡Esto es mejor que el cine!

ID: Lo es. Aunque solo sirve para cortometrajes, por ahora.

NW: ¿Cuál es la capacidad de una bola de cristal? En horas de sueño.

ID: Segundos. Es difícil de precisar; hasta ahora apenas puedo reproducir nada aparte de los últimos diez segundos grabados. Todo el material previo se pierde. El protoplasma se remodela. Se sobrescribe, en jerga informática.

NW: ¿Quiere decir que el saber sí ocupa lugar?

ID: Sin duda, claro. No obstante, el cerebro humano es un contenedor flexible, hasta cierto punto. No requiere nuevas neuronas para almacenar las nuevas ideas que recibe. Asocia las ideas viejas a las nuevas. Eso la bola no puede hacerlo; no puede organizar la información o seleccionar parte de ella; se queda con la última cosa que ha grabado. Alrededor de diez segundos.

NW: Sin embargo, usted puede grabar los pensamientos de un hombre en una bola.

ID: Sí.

NW: ¿Y transmitir los pensamientos de una bola a otro hombre?

ID: Sí.

NW: ¿Puede copiar el contenido de una bola a otra?

ID: Sí.

NW: Esto es increíble.

ID: Gracias.

GRABACIÓN DE AUDIO

[La Dra. Belknap y A. discutiendo; las voces se solapan.]

DRA. BELKNAP: Cuando digo «elefante», tú recreas un elefante en tu mente; tu cerebro dibuja un elefante, provocado solo por cuatro sílabas.

A.: No, no me vale; debería ver usted el elefante que veo yo, ¿no lo entiende? Si yo le digo: «Me han arrancado el ojo», y se lo imagina, y trata de experimentar el dolor, y se concentra en ese punto infinitesimal detrás del globo ocular, no sentirá ni siquiera la mitad de lo que le hace sentir la bola. Esos telépatas conductivos o lo que fueran rechazaban explícitamente la palabra. Decían que era solo una sugestión. La bola lo contiene todo. El nervio óptico partiéndose, como un cabello arrancado. La velocidad de un cuerpo cayendo a la Tierra desde la estratosfera. La temperatura dentro de la cama de una chica.

DRA. BELKNAP: ¡Duermes en la cama de una chica!

A.: ¡No esta chica, otra!

[Silencio posclímax. Lápiz escribiendo. Un segundo vacío.]

Sí, claro. ¿Camarero? ¿Puede traer otro trozo de tarta de frambuesa? Gracias. [Cambia; ahora más tranquilo.] Esto es real; no es confuso como los sueños. ¿Sabe cuando en un sueño estás hablando con tu abuela y de repente se convierte en el cartero? ¿O cuando intentas leer pero las letras no se están quietas? Pues aquí no pasa. Los bordes no están borrosos; todo está perfectamente definido.

[Llega un plato. Se desliza por la mesa hasta el micrófono.]

DRA. BELKNAP: Aún quiero ver esa bola. Pero… de momento, le creo.

A.: [Muy calmo de pronto.] ¿En serio? Entonces usted es menos escéptica que yo.

DRA. BELKNAP: Bueno, he hecho mi propia investigación sobre Dänemarr. [Rebuscando dentro de un bolso.] Pensé que os interesaría esto. ¿Tenéis acceso a Internet?

A.: Estamos en ello.

DRA. BELKNAP: Esta dirección lleva a una entrevista con Dänemarr en una revista alemana. Formaba parte de una serie de intercambios científicos entre las dos Alemanias en los ochenta. Occidente pareció impresionado.

A.: Guay. Muchísimas gracias.

DRA. BELKNAP: ¿Qué tal lo demás?

A.: Bien. Bien, ya le conté por teléfono. Ni fiebre, ni malas noches…

DRA. BELKNAP: ¿El fantasma?

A.: Sin novedad. Aunque el fantasma era un tema totalmente aparte, creo. No está relacionado con nada de esto.

DRA. BELKNAP: También he repasado el archivo de tu tío. Ya que… ya no soy tu terapeuta, creo que deberías saber que en abril afirmó haber visto un fantasma. En la bañera.

A.: Oh.

DRA. BELKNAP: Una extraña coincidencia.

A.: No crea. La gente que está cerca de morir a menudo los nota.