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21 DE NOVIEMBRE
BITÁCORA DE SUEÑOS
En la arboleda de piedra, la niña con los ojos vendados y el vestido turquesa escucha, de pie. Su gemela de ojos desvendados vigila desde una distancia corta. Estaban jugando al escondite cuando el hombre repulsivo atrapó a la hermana que se escondía y una mano ruda le cazó al vuelo un grito de su boca. Ninguno de los tres osa emitir otro sonido. El bosque entero está en silencio.
La buscadora ojivendada se ha dado cuenta. Ya está alerta. Torpemente merodea hacia ellos, o en la dirección general en que se encuentran, no en línea recta, sino dibujando un amplio arco, lejos de su hermana al principio, virando, rotando, brazos radareando el entorno, vestido turquesa danzando a su alrededor. Sus pisadas son el único sonido del mundo. Y ahora se acerca.
Orbita alrededor de ellos como un planeta silencioso.
El hombre repulsivo está paralizado. La hermana que se esconde no atenta un solo ruido.
Ni la que busca.
Sus dedos extendidos pasan a apenas cinco centímetros de ellos.
El hombre repulsivo desearía dejar de emitir olor, o calor, o lo que sea.
De pronto la buscadora se detiene. No encarada a ellos, sino en un ángulo ligeramente desviado.
Se arrodilla. Coge una piedra. Tan grande como su puño. La tira y le rompe la nariz al hombre repulsivo.
El vagabundo del parque noquea a los policías.
Un hotel explota entre las azoteas desvencijadas más allá de la mano blanca estrechando la negra.
El tanque de gasolina en el desierto estalla.
Zapatillas Puma golpean la isla, quebrando el cemento.
La granada palpita en mi mano. La gente huye. La lanzo por encima de los coches, fuera del puente. Al río. Y todo acaba en un pluf.
Coloco una palabra larga en el tablero de Scrabble. Letras griegas en las fichas.
Me arranco los tubos del brazo.
Beso a la pelirroja bajo la manta.
Sus labios acarician la amapola.
Y veo cómo terminar el cubo de Rubik en cinco movimientos. Ejecuto esa visión. La cara blanca está resuelta. Todo está resuelto. Miro a la chica en lencería y colorete magenta, y me sonríe.
EXTRACTO DE «DE LO QUE ESTÁN HECHOS LOS SUEÑOS», DE UMBERTO BIANCHI. MIND & BEYOND, JUNIO DE 1968
[…] Fue Camillo Golgi, premio Nobel en 1906, quien sin proponérselo dirigió el interés científico hacia un campo anteriormente labrado solo por ocultistas (Jacques Sandoz, Conversation des âmes, 1728) o médiums (Salomon Percevaux, supuestamente fallecido por un derrame cerebral durante una exhibición pública de telequinesis en 1846). La teoría reticular de Golgi, que contempla el cerebro como una red continua de células que se comunican mediante impulsos eléctricos, reavivó la curiosidad por la noción de la transmisión del pensamiento, no entre médicos, sino entre ingenieros y físicos: el experimento de 1922 de Tesla con focas es un buen ejemplo. Incluso después de que la teoría de Golgi perdiera favor ante la doctrina neuronal de Ramón y Cajal, aún inspiró algunos logros en el estudio de las conexiones cerebro-cuerpo (Furshban y Potter, 1957). Sin embargo, esos estudios no tienen ningún interés para una nueva escuela de científicos alemanes que busca algo aún más ambicioso: la conexión cerebro-mente; o, como decía Humphrey Bogart, «el material del que están hechos los sueños».
A pesar de sus connotaciones místicas, el problema que intentan resolver estos investigadores es puramente fisiológico. Bergemaier, Kuttner, Dänemarr son todos neurólogos, no psicólogos. Los contenidos de la mente los dejan para los sucesores de Jung; lo que estos hombres y mujeres buscan es el soporte físico de esos contenidos.
La electricidad parecía una solución elegante: una forma de energía impalpable y efímera, como los pensamientos. Konrad Bergemaier (n. Maguncia, 1899), uno de los primeros defensores de esta escuela, estaba aparentemente en el buen camino cuando, en 1927, consiguió transmitir las sensaciones de calor y frío entre dos individuos. Desgraciadamente, la simplificación de este principio en manos de los científicos nazis condujo al callejón sin salida de la telepatía por cable, que culminó con experimentos humanos en los cuarenta que trajeron la ignominia a la disciplina. Y aun así, el trabajo de la doctora Eva Ruff con prisioneros de Dachau muestra cómo una teoría equivocada puede desembocar en logros atroces.
No obstante, los verdaderos discípulos de Bergemaier están lejos del desánimo, y todavía hoy aplican nuevos métodos a viejas ideas con resultados notables. El trabajo de Jan Kuttner con animales está asimilando rápidamente las técnicas de la neurología establecida. En sus palabras, «la naturaleza eléctrica del pensamiento parece ser el principio correcto, pero nuestros predecesores omitieron el soporte bioquímico». Esta omisión se está enmendando ahora mismo. En la Alemania Oriental, Karl Hannemann empezó a reemplazar el arcaico alambre de cobre, primero con colágeno animal, y más tarde con el sofisticado gel desarrollado por W. Opfstau que generó el gran avance de 1967, en el que dos individuos compartieron una imagen mental (un caballo rampante). Isaak Dänemarr (irónicamente, uno de los sometidos a los experimentos de Ruff) espera poder «proyectar» pensamientos en papel fotográfico. Si estos investigadores triunfan, no solo limpiarán el nombre de una ciencia desacreditada. Serán capaces de «transmitir ideas, fantasías o sueños, no por mediación de la palabra o el dibujo, lo cual es una mera sugestión, sino manteniendo la sustancia de la que están hechas las ideas» (Bergemaier, Nachwirkungen, 1955). Podrán implantar o eliminar ideas. Podrán grabar sueños. Será el amanecer de las memorias electrónicas.
DIARIO DE A.
Creo que hemos descubierto el lugar que inspiró a Wells y su Sociedad su peculiar manifiesto estético. Tiene que ser Midburg, Virginia.
La ciudad queda a dos horas en coche de Point Bless, pero el paisaje es tan diferente como una costa lo es de la otra. Point Bless tiene un aire sureño; Midburg es norte puro, antiguo, al estilo de Nueva Inglaterra. Las calles estrechas parecen aún más estrechas gracias a los árboles cuyas copas se reconcilian sobre nuestras cabezas y extienden una elegante alfombra de hojas de otoño sobre los adoquines. Edificios de ladrillo rojo nos ven pasar, desinteresados, tras las barandillas de hierro forjado. Los motores no eclipsan a los pájaros. Todo el mundo parece un bibliotecario y nadie presta atención a nuestro conspicuo coche.
Está claro por qué Ambrose eligió a una psicoterapeuta tan lejos de Axton House: aquí se sentía como en casa, entre otros hombres con sombreros y palomas civilizadas. Apenas hemos conducido un centenar de kilómetros, pero a juzgar por el paisaje urbano podríamos haber cruzado varios estados.
Quizá haya pasado, de hecho. Según Niamh, dormí casi todo el camino.
Localizamos la consulta de la doctora Belknap por el café de abajo referido en la carta de Ambrose: toldos verde oscuro y una manada de mesitas redondas tras las ventanas salpicadas de lluvia. Tenía que ser aquí.
Eran las dos y cuarenta y cinco de la tarde; puntual para mi primera sesión de psicoterapia.
GRABACIÓN DE SONIDO
A.: Bueno, no lo sé.
[Sonido continuado de apuntes de fondo.]
Supongo que todo empezó cuando jugaba a fútbol. Fútbol normal, no americano, quiero decir. Había un niño. Tampoco era demasiado bueno, pero le ponía ganas; no se sentía patoso como yo. Supongo que quería ser como él. Una tarde, el entrenador se enfadó con nosotros por no sé qué, tal vez porque él me saludó con la mano desde el lateral y yo le devolví el saludo mientras se suponía que teníamos que estar defendiendo. Nos tuvieron dando vueltas al campo durante horas. Y estoy casi seguro de que él bajó el ritmo por mí. Total, que cuando llegamos al vestuario todo el mundo se había ido. Y… había estado lloviendo, así que estábamos mojados. Así que nos quitamos la ropa. Y… nos miramos el uno al otro. Y recuerdo el sonido de la lluvia. Y el silencio de los corderos. Recuerdo esos corderos.
[El lápiz araña el papel como un gato estresado.]
¿Estás escribiendo todo esto?
[Se detiene el lápiz.]
Qué… qué cojones; ¿se supone que ese soy yo? [Alguien se palmea la rodilla.] Estoy vaciando mi alma ante ti, y tú estás aquí dibujando un… ¿Por qué tengo alas? Espera, ¿eso son mis orejas?
[La puerta se abre.]
DRA. BELKNAP: ¿Señor Wells?
A.: ¡Ah! Hola.
DRA. BELKNAP: [Unos tacones altos se aproximan.] Soy la doctora Vanessa Belknap. Lamento mucho su pérdida.
A.: Gracias. Ehm, esta es mi amiga, Niamh Connell. Estábamos…
DRA. BELKNAP: ¿Haciendo el payaso en mi diván?
A.: Er… sí. Guao, es usted buena. Ya me siento como si me estuviera radiografiando.
DRA. BELKNAP: [Los tacones se acercan más.] Me lo tomaré como un cumplido. ¿Esto es suyo?
A.: Niamh, tu walkman está en la mesa de la doctora.
[Una mano toquetea el micrófono. STOP.]
*
[REC. El siguiente fragmento suena amortiguado.]
DRA. BELKNAP: —versión, que por supuesto no estoy autorizada a discutir.
A.: ¿Por qué no?
DRA. BELKNAP: Ética profesional. Me debo a la confidencialidad médica.
A.: Ya, pero Ambrose Wells está muerto. ¿Esto no es como en la ley masónica?
DRA. BELKNAP: ¿Perdón?
A.: Ya sabe, uno no está autorizado a decir que otro es un masón hasta que el otro ha muerto.
[Un blanco incómodo.]
DRA. BELKNAP: Sabe, da la casualidad de que soy francmasona y es la primera vez que oigo esa norma.
A.: [A su debido tiempo.] Oh. Bueno, pues… ¿no puede usted contarme de qué hablaban, en general?
DRA. BELKNAP: De lo que se habla con un psicoterapeuta.
A.: Ni siquiera estoy seguro de qué hace un psicoterapeuta, a decir verdad.
DRA. BELKNAP: Lo que puede. [Recostándose en una silla de cuero.] No estoy segura de que Ambrose necesitara uno, de hecho. Supongo que agradecía que alguien le escuchara.
A.: La apreciaba a usted mucho. Esto lo sé.
DRA. BELKNAP: Me alegro. El sentimiento era mutuo.
A.: ¿Había algo entre ustedes?
DR. BELKNAP: [Inclinándose hacia adelante.] Señor Wells, no parece usted confiar en mi profesionalidad.
A.: Con todos los respetos, he venido a visitarla cuando el único paciente suyo que conozco se tiró por una ventana. Eso es un gran voto de confianza.
[Silencio.]
Vale, ya que no puedo arrancarle nada, presionaré: ¿le habló sobre su investigación? ¿Sobre quién era Leónidas? ¿Sobre sus sueños?
[Lapso más largo.]
¿Le contó cómo le arrancaban un ojo cada noche?
DRA. BELKNAP: ¿Cómo sabe eso?
A.: No lo sé; ¿cómo podría saberlo?
DRA. BELKNAP: ¿Llevaba un diario?
A.: No sé; ¿lo llevaba?
DRA. BELKNAP: ¿De qué otra manera iba usted a saber lo que él soñaba?
A.: Quizá lo soñé yo mismo.
DRA. BELKNAP: ¿Insinúa que usted y un hombre al que nunca conoció comparten sueños?
A.: ¿Es lo más loco que se ha dicho en esta habitación?
[Más despacio.]
DRA. BELKNAP: Es curioso que lo sugiera. Su tío solía hablar de ello.
A.: ¿De qué? ¿De compartir sueños?
DRA. BELKNAP: Algo así.
A.: ¿Esto también está sujeto a la confidencialidad médica?
[Un suspiro de resignación.]
DRA. BELKNAP: El señor Wells a veces mostraba interés en la telepatía conducida. Oh, es… ¿Cómo decirlo con suavidad? Es una ciencia obsoleta, como la frenología; una aproximación supuestamente científica a la telepatía. Fue ampliamente desprestigiada en el siglo diecinueve, hasta que algunos doctores cuestionables en Alemania, interpretando muy libremente a Golgi, entendieron que ya que los pensamientos no son sino impulsos eléctricos, y la electricidad se puede conducir por cables, los pensamientos pueden conducirse por cables.
A.: Sí, he leído algo del tema. Experimentos nazis y eso.
DRA. BELKNAP: Sí, bueno, algunos de ellos retomaron el trabajo después de los nazis, espero que usando métodos más éticos. Hay gente que asegura haber obtenido resultados en Alemania Oriental.
A.: ¿Un tipo llamado Dänemarr? ¿Con doble erre?
DRA. BELKNAP: [Admirada.] Muy bien. Dänemarr trataba de grabar sueños. Ya, suena bien, ¿verdad? Por lo que sé, aún lo intenta.
A.: Hábleme de los sueños de Ambrose.
DRA. BELKNAP: No puedo. Confidencialidad médica.
A.: Vale, entonces hábleme de los míos; parece que son los mismos.
DRA. BELKNAP: ¿Está usted solicitando una sesión de terapia, señor Wells? Porque en ese caso, podría usted empezar por compartir su nombre real.
[Nada.]
A.: Niamh, ¿por qué no vas a la cafetería de abajo a por un trozo de tarta?
[…]
Por favor, ve. Yo vengo en un rato. Ey. No olvides tu walkman.
APUNTES DE LA DRA. VANESSA BELKNAP[6]
Paciente n.º 0262
Nombre: #############
Sexo: Varón
FdN: 25/6/1972
FdL: 21/11/1995 (23 años)
Dirección: Axton House, Axton Rd., Point Bless, VA 26969
Teléfono: (755) 963-4000
PRIMERA IMPRESIÓN: El paciente es un recién llegado a Estados Unidos después de heredar una enorme finca de su tío abuelo tercero Ambrose G. Wells de Point Bless (no hay luto). Evita hablar de su pasado. No menciona a su familia, excepto a una tal tía Liza. Probable hijo único, o el menor por mucho. Ahora vive con una «amiga íntima» o «socia» (mujer, unos 17, irlandesa, muda, no de nacimiento) con la que comparte una casa donde cabrían seis familias. Su relación es complicada: el lenguaje corporal revela interés mutuo, sin sexo. Probablemente él se siente culpable o indigno, lo compensa con paternalismo. Ella se siente rechazada y no puede expresar sus sentimientos (por su discapacidad); él se aprovecha de ello. (Nota: No he entendido si Liza es la tía de él o de ella.)
Su primer contacto fue para informarme de que Ambrose G. Wells de Point Bless (paciente n.º 0178) se «defenestró» en septiembre de este año. Pese a la ausencia de luto, manifestó profundo interés por el perfil de su antecesor. En el curso de la conversación mencionó un sueño recurrente de Ambrose W., al que afirma no haber conocido. (Después, en la sesión, dijo que era su propio sueño.)
SESIÓN 1
21 DE NOVIEMBRE DE 1995, 15:30 A 16
Preguntas para romper hielo sobre antecedentes y relación con amiga Niamh. Admite dependencia. Ella conduce y cuida del perro. Evita hablar de su país. Visión idealizada de EE. UU. por películas y TV. Fan de Expediente X.
En su segunda noche en Axton H. se levanta, va al baño, ve «una sombra tras la cortina de la ducha». Las bombillas brillan cada vez más fuerte, hasta que explotan. No recuerda cómo volvió a la cama. Por la mañana tenía hemorragia subconjuntival grave. (Nota: El ojo derecho no está curado). Se rumorea que la casa es el hogar del fantasma de una esclava muerta en la Guerra Civil. (Nota: Ambrose G. Wells vivía en la misma casa y confirmó la historia del fantasma. Dijo haber visto una sombra en el baño en su última sesión, abril del 95.)
Preguntado por su creencia en fantasmas, declara que «quiere creer». Ha sentido la «presencia» en el baño varias veces. Ayer «la» vio otra vez con «más intensidad». Se encoge de hombros ante mi observación de que solo empezó a distinguir la forma del fantasma después de saber qué aspecto tendría.
Sufre sueños muy vívidos. (Nota: Jamás dice pesadillas.) Relata el del ojo como sigue: él está atado a una mesa de operaciones en un sótano en África con un cirujano en una bata ensangrentada y un militar negro. Le sacan el ojo. Dolor extremo. Luego se libera y mata a ambos. (Nota: ha narrado el sueño combinando primera y tercera persona.) Preguntado, «simplemente sabe» que es África. Interrogado, conoce a alguien que está en África ahora.
Preguntado, no todos los sueños son tan malos; «esos son los menos agradables». Le pido uno agradable: está sentado en un coche en un atasco y está resolviendo un cubo de Rubik. (Nota: primera persona todo el rato.) La conductora es una chica en ropa interior, «guapa nivel escupirte en la cara». Interrogado, «no la toco». Interrogado, tiene otros sueños como ese: está andando por un tejado nevado y se cuela en una habitación, dentro de la cama de una pelirroja, y siente «su aliento en mi cara». Comenta que, en ese sueño, él es una chica también. (Nota: Explorar posible sexualidad reprimida.) Pregunta: «¿No se supone que debo soñar lo que vivo?» Hablamos de los sueños. Le desmitifico a Freud. Buscamos las fuentes de los sueños. Revelación: duerme con Niamh. Nunca se tocan. «Nos hacemos compañía.»
Cambia el tema a Ambrose Wells. Preguntado, niega que Ambrose se suicidara. «Algo le pasó», y teme que lo mismo «pueda pasarle» a él. Niega tener pensamientos oscuros o ser sonámbulo (Nota: Niamh lo sabría.)
Le pregunto por qué adivinó que su tío tenía los mismos sueños: «Parece el tipo de cosa que haría que saltaras por una ventana.»
(Nota: Ambrose G. Wells (n.º 0178) explicó una horripilante pesadilla extremadamente parecida sobre un cirujano que le arrancaba un ojo en su última visita, abril del 95. También mencionaba al militar negro y apuntaba al desenlace violento. Probable caso extraordinario de sugestión subconsciente provocado por algo en la casa. Ambrose mencionó otros sueños en la misma línea: noquear a dos policías y tropezar en una casa oscura escapando de un hombre con una horca. Las notas de esa misma sesión contienen una cita de Ambrose, hablando del suicidio de su padre: «Todo parece estar dispuesto ante ti como un camino a seguir, como cuando ves la solución de un cubo de Rubik.»)
DIAGNÓSTICO PRELIMINAR: Trauma por pérdida inhibido, paranoia, delirios, fantasía patológica. MÁS DE LA MITAD DE SU HISTORIA NO ES CIERTA.
GRABACIÓN DE VÍDEO
BAÑO MIE 22-NOV-1995 01:33:03
Las luces parpadean y SE ENCIENDEN.
[A. se inclina sobre el lavabo, respirando fuerte. No toca el grifo.]
[Entra en plano el hemisferio superior del cráneo semiafeitado de Niamh. Está de pie junto a la puerta.]
A.: No pasa nada, Niamh; siento haberte despertado. Vete a la cama.
[Sus ojos vuelven al agujero del desagüe. Nada se mueve.]
[Sin mirar.] Vete a la cama, Niamh.
[Niamh se retira. La puerta se cierra.]
[A. se quita la camiseta y se gira, tratando de examinarse la espalda. Se vuelve a girar. Presiona tres dedos contra su esternón.]
[La luz de la bombilla zumba y aumenta la intensidad un par de segundos. A. mira hacia la bañera.]
Cállate.