20 DE NOVIEMBRE (TARDE)

BITÁCORA DE SUEÑOS

Estoy durmiendo en el parque y los policías vienen y me hablan y me palpan con sus porras. No puedo entenderles. De pronto detengo una porra que iba a por mi brazo. Preveo la trayectoria de la otra. Me adelanto y le doy una patada al poli.

Les noqueo a los dos en menos de cinco segundos. Contemplo sus cuerpos en la nieve, asombrado. Me miro las manos.

Me miro la mano. Tengo un cubo de Rubik.

Me miro la mano. Tengo una granada, y le falta la anilla.

Me miro la mano. Tengo dos cincos.

Me miro la mano, y esta se alarga hacia la ventana, los dedos se aferran a los rayos de sol, pero fallan. Me caigo. Y el monstruo me clava la horca y me despierto con el sonido de mis costillas astillándose.

FRAGMENTO DE FANTASMAS DE FANTASMAS, DE JOHN LEEK

El principal reto al que nos enfrentamos los parapsicólogos si hemos de hacer tábula rasa en nuestro campo es no repetir los mismos errores. Hemos convenido en una nueva herramienta: el método científico. Pero este flamante cemento no tardará en degradarse si se mezcla con dos de los agentes más nocivos para la ciencia: el egotismo y el antropocentrismo. […] Citando otra vez a Ernest Bach (10), «las preguntas legítimas que la parapsicología debe plantearse son: ¿Existen los fantasmas?, que supondrá un desafío para cualquier mente abierta, y ¿Qué son?, lo cual ha de interesar a cualquier científico auténtico. La pregunta incorrecta es ¿Qué quieren los fantasmas de mí? […]».

Ni siquiera yo me veo en posición de negar que me tomo mi trabajo como algo personal. He aquí el porqué: durante el largo proceso de escribir este libro, muchos colegas se han ofrecido amablemente a leer el manuscrito y compartir sus impresiones. Una gran mayoría se quejaba de que mis diez puntos sobre lo que sabemos de los fantasmas eran demasiado vagos, el resultado de una purga demasiado estricta. Sin embargo, una de las opiniones más valiosas vino de un buen amigo mío, ya fallecido, a quien llamaremos Jonathan; un psicólogo puro, sin el «para», que se interesaba por lo sobrenatural solo a un nivel amateur. Al leer esos diez axiomas fundamentales, este genuino hombre de ciencia inmediatamente señaló el quinto ítem («[los fantasmas] pueden hablar y, por lo tanto, se les asume inteligencia humana»), y observó: «Esto es una falacia lógica. Los loros hablan, y no tienen inteligencia humana.»

¡Qué elegante manera de ejemplificar cómo el antropocentrismo nos lleva a la especulación! No sabemos qué son los fantasmas, pero si se nos da un lienzo en blanco, lo primero que hacemos es compararlos con nosotros mismos. Oímos voces, y asumimos que son humanas. Vemos formas, y pugnamos por distinguir la silueta de una persona. (Por supuesto, la silueta se parece más a una mancha, y es por eso que hemos inventado lo de que los fantasmas visten sudarios.) Sin duda, el uso de terminología aséptica como fenómeno paranormal pretende deshumanizar a los fantasmas, pero tan pronto como bajamos la guardia, los humanizamos otra vez. Nos corrompe la vieja noción de los fantasmas como almas perdidas, exiliados del infierno, pero esto no es lo que se colige de nuestra evidencia científica selecta: es folclore y religión, un corpus distinto de conocimiento que los parapsicólogos debemos apartar.

Otros valorarán la aportación de Jonathan como destructiva. Personalmente, yo le estoy muy agradecido. Le debo mi creciente escepticismo y perplejidad, que no son mala cosa; la credulidad lo es. Jonathan no tenía prejuicios, y el conocimiento acabó por encontrarle: nunca persiguió fantasmas, pero hacia el final de su vida vio uno. Me lo contó al día siguiente, y estaba perfectamente en paz con ello. Una semana después murió de un paro cardíaco causado por un cáncer pancreático.

GRABACIÓN DE VÍDEO

BAÑO LUN 20-NOV-1995 15:33:03

[Se enciende la luz, y por un momento tiembla, mengua y crece en la bombilla de la izquierda del lavabo, parpadeando como una luciérnaga desorientada. A. alza la vista, espera a que se estabilice. Un suave zumbido eléctrico se asienta.]

[A. abre el grifo y se enjuaga la cara. Deja que su cara mojada gotee, con los brazos a cada lado del lavabo y el agua corriendo. Mira a su izquierda, hacia la bañera. Deja de respirar.]

[El reloj sigue contando segundos vacíos.]

[Con los ojos fijos en un punto entre él y la cortina de la ducha, palpa el grifo y cierra el agua.]

[Comprueba la cámara. Luego vuelve a la nada ante él.]

A.: Ya pasas hasta de esconderte, ¿no?

DIARIO DE A.

La predicción de Niamh se cumplió: después de que la tormenta se retirase, dejó tras de sí un cielo nuevo y una tierra nueva. El primero es de un gris plateado en su máximo esplendor, y grazna; la segunda es simplemente fría. El bosque está petrificado. Abedules altos y medio calvos se alzan, strücknerescos, imitando el estilo gótico de la casa, igual que la casa imitaba el entorno. El terreno aún está limpio de nieve… y de cualquier otra cosa. Desnudo.

Noviembre se ha asentado.

Es curioso cómo mientras cae la noche y Axton House se ensombrece hasta convertirse en una silueta negra e inerte que invitaría a Shaggy y Scooby-Doo a hacerse caca encima y huir despavoridos, a nosotros, desde dentro, nos recibe con su aroma de hogares encendidos y madera amarilla. Es acogedora, protectora y suave, como una dacha rusa o un bungalow en los Alpes. Hay calor en las paredes y en las tupidas alfombras. Hay calor en Niamh sentada frente a la chimenea, con la barbilla apoyada en las rodillas, sus mejillas sonrojándose al fuego, su cuerpo frágil enfundado en una camiseta dentro de una camiseta dentro de una camisa dentro de un jersey fino, quitándose capas poco a poco a medida que el calor penetra, y tú deseas estar siempre allí, entre dos capas, nunca en el núcleo, pero cerca.

GRABACIÓN DE VÍDEO

BIBLIOTECA LUN 20-NOV-1995 17:43:43

[NIAMH y A. en un escritorio asfixiado de papeles. Ella lee por encima una agenda roja. Él examina una larga llave con cuatro caras dentadas.]

A.: Vale, tenemos la llave de los archivos, pero no la cerradura. [Da vueltas a la llave en su mano.] El cerrojo tiene que parecer una cruz. No es fácil pasarlo por alto.

[Se intercambian los objetos.]

A.: [Hojeando la agenda.] Y esto es guay, pero no nos da ninguna información. Tenemos una lista de gente y una lista de nombres en clave, pero no hay manera de relacionarlos. Excepto los tres que ya tenemos. ¿Cuáles eran las iniciales en la carta de Prometeo?

NIAMH: [Apoltronada con los pies en la mesa, garabatea tres letras en un post-it.]

A.: [Lee.] «S.W.L.» [Pasa algunas páginas.] Que es Silas W. Long, de un sitio llamado… [Frunciendo el ceño.] «¿Butt, Montana?» [Perplejo, le enseña la página.]

NIAMH: [Divertida; articula la palabra para él.]

A.: Ah, Butte. Butte, Montana. Gracias. Ah, y ahora sabemos que Curtis Knox es Sócrates. Ya van cuatro resueltos. Cuatro de veinte. Es algo. Creo.

NIAMH: [Empieza a escribir en su propia libreta.]

A.: [Leyendo la carta en sus manos.] «Sócrates no viaja mucho.» ¿Qué significa eso?

NIAMH: [Muestra la libreta.]

A.: [Después de leer, se levanta.] No lo sé. [Busca por el escritorio.] ¿Dónde está la hoja del libro de registro con los nombres en clave?

[Niamh la recupera de entre la maleza de papeles y se la da.]

Gracias. [Repasa. Se apoya en la mesa.] Bueno, no estoy muy versado en los clásicos, pero… Leónidas fue el héroe de la batalla de las Termópilas contra los persas. Y Héctor era el que defendía Troya en La Ilíada. Arquímedes, Sófocles, estos son bastante obvios.

NIAMH: [Se encoge de hombros.]

A.: [Mirándola.] ¿No sabes quién era Arquímedes?

NIAMH: [Garabatea unos segundos, puntúa, luego lo enseña.]

A.: [Leyendo.] «Tío que corrió desnudo gritando Eureka.» Sí, vendría a ser él. Había descubierto algo importante, de ahí el acceso de streaking.

NIAMH: [Se dobla de risa, muda.]

A.: [Distraído.] Total, que era una especie de físico. Y Sófocles era un dramaturgo. Ahora es un tal Edward Cutler, el del telegrama de Ibiza. Luego, Zósimo… A este lo busqué el otro día en la enciclopedia; debe de ser Zósimo de Panópolis, un alquimista, pero es de mucho después del periodo clásico. Sócrates, también llamado Curtis Knox, es un filósofo, evidentemente… Y ahora entramos en un área oscura, porque no sé lo que son estos. Dioscuros, Anquises, Elpénor… Fénix me suena… Este Alejandro podría ser Alejandro Magno… Los últimos vuelven a tener sentido, pero son de la mitología, no de la historia: Cronos, Prometeo… De hecho, esta parte final parece un ranking: Cronos es… bueno, es el tiempo, una noción, una figura primordial; Prometeo es un titán, Hércules es un semidiós y Zeus es un dios. EL dios. El rey de los dioses.

NIAMH: [Escribiendo.]

A.: [Aún con la hoja.] Tiene gracia, porque si están puestos en orden ascendente, Ambrose, que era Leónidas, está abajo de todo.

NIAMH: [Enseña la libreta.]

A.: [Después de leer.] Ya, tengo ese efecto en las mujeres. [Suspira. Se sienta sobre la mesa.] Investigar contigo es cansadísimo, ¿sabes? Yo tengo que decirlo todo y tú eres como el secundario gracioso.

[Devuelve la hoja de registro al caos primigenio.]

Bueno, creo que eso es todo lo que podemos sacar de las cartas, así que… ¿Las mandamos?

NIAMH: [Niega con la cabeza.]

A.: Ya. Me lo esperaba. ¿Qué decíamos de cumplir las voluntades de los muertos?

*

Finalmente decidimos no enviar ninguna. El mensaje cifrado es claramente el más importante, pero su destinatario previsto está ausente y no hay manera de contactarle. Así que no hacemos ningún daño si nos lo quedamos un poquito más.

La carta de Knox podríamos mandarla, supongo, pero no nos cae demasiado bien.

Y luego está el doctor Belknap.

GRABACIÓN DE AUDIO

HOMBRE: Clínica Belknap.

A.: ¿Hola?

HOMBRE: Buenos días, señor.

A.: Ah, hola. Lo siento, no le oía bien. Me gustaría pedir hora.

HOMBRE: ¿Puede darme su nombre, por favor?

A.: Er… Wells.

HOMBRE: ¿Es su primera visita, señor Wells?

A.: Sí, me han recomendado mucho su consulta.

HOMBRE: Eso es bueno. ¿Puede darme su dirección y número de teléfono?

A.: Axton Road, número uno, Point Bless, Ponopah, dos seis nueve seis nueve. Teléfono siete cinco cinco, nueve seis tres, cuatro cero cero cero.

HOMBRE: [Tecleando de fondo.] Muy bien, veamos… ¿El miércoles trece le va bien?

A.: Bueno, es un poco una emergencia. Esperaba poder ver al doctor antes.

HOMBRE: Doctora.

A.: ¿Qué?

HOMBRE: Vanessa Belknap es una mujer, señor.

A.: Oh.

HOMBRE: Sabe, si tiene una emergencia, quizá este no sea el primer sitio al que acudir. ¿Quién se lo recomendó?

A.: Bueno, Wells. Ambrose Wells.

HOMBRE: ¡Ah, el señor Wells! ¿Cómo está?

A.: Muerto.

[Un abrupto silencio.]

Me temo que yo tengo lo mismo. Por eso es una emergencia.

HOMBRE: ¿Puede esperar un momento, por favor?

[Clic de un botón. Música de cámara.]

A.: ¿Niamh? ¿Niamh, estás al teléfono?

NIAMH: [Silbido corto en fa.]

A.: ¿Estás grabando esto?

NIAMH: [Silbido corto en fa.]

A.: En nombre de los dieciocho minutos perdidos de las cintas de Watergate, ¿puedes decirme por qué?

NIAMH: [Dos notas, cayendo.]

A.: No, claro que no puedes.

*

Al final me han hecho un hueco para mañana a las tres.

FRAGMENTO DE FANTASMAS DE FANTASMAS, DE JOHN LEEK

Aunque suene irónico, si hemos de renunciar a todas las ideas preconcebidas sobre la naturaleza de los fantasmas, puede que el antropocentrismo no sea completamente descartable. Muchos parapsicólogos críticos (una denominación raramente usada que concede a su portador el desdén tanto de los demás parapsicólogos como del resto del mundo) justifican el carácter humano de los espectros, pero difieren de los espiritualistas en un punto crucial: no tratan a los fantasmas como personas antaño vivas, sino como creaciones humanas. […]

Se considera a M. Cassel (16) el adalid de esta teoría, la cual parte de que lo que llamamos fenómenos sobrenaturales podría ser enteramente una percepción errónea, un artificio de nuestra mente, lo cual no los convierte en fenómenos menos reales: también la conciencia, los sueños o los déjà vus son sucesos auténticos cuya objetividad se basa tan solo en la convención de que todos los experimentamos subjetivamente. […] Leon Karnach (17) no descarta las pruebas físicas (tampoco lo hace Cassel), pero favorece el supuesto de los observadores como detonantes. En sus palabras, «asumiendo que los límites de la mente humana están aún por definir, la hipótesis de un hombre que de algún modo provoca que las luces parpadeen, aunque sea inconscientemente, es más plausible que la hipótesis del espíritu de un muerto haciendo lo mismo». Al fin y al cabo, parapsicología deriva de psicología, que a su vez viene de la palabra griega ψυχή (psyche), que significa «alma» o, en los tiempos modernos, «mente». La naturaleza subjetiva de nuestro campo de estudio parece innegable. […]

Teniendo en cuenta todo lo anterior, los fantasmas como experiencia subjetiva —esto es, la percepción humana de fenómenos reales sobrenaturales— pueden resumirse en otro conjunto de unas pocas afirmaciones provisionales. Estas no las numeraré; los números tienden a hacer las afirmaciones falsamente irrevocables.

En primer lugar, las crónicas muestran que los fantasmas han sido percibidos en zonas encantadas por observadores imparciales que eran totalmente ajenos al folclore existente. Su testimonio, como es lógico, se estima más concluyente que el de la gente que conocía la leyenda antes de percibir el fantasma y, por tanto, esperaba percibirlo. La apreciación de los primeros, sin embargo, puede estar desencadenada por la presencia de condicionantes estéticos o topoi, de cuya influencia en la práctica nadie escapa. Por ejemplo, un castillo viejo y solitario predispone al visitante a notar sombras que se mueven.

Por otro lado, la leyenda de una aparición siempre es anterior a la propia aparición. El folclore siempre relaciona los fantasmas con gente concreta que en vida era, cuando menos, excepcional. Esto, según Karnach (17), reafirma la teoría subjetiva: En ausencia de nadie más, somos los vivos quienes juzgamos si alguien fue excepcional o no.[5] Notamos a los fantasmas porque en su día notamos a los vivos.

Parejamente, una vez los notas, ellos notan que los notas. (18, 19) […]

Los efectos sobre la salud no son concluyentes, pero los distintos informes son bastante coherentes entre sí para merecer un párrafo. La exposición a varias zonas encantadas (Heck House, Vine House, Chillingham, Provnorsk) se ha asociado por fuentes independientes con migraña aguda, alucinaciones, epilepsia, hemorragia ocular, nasal o en el conducto auditivo, y al menos dos casos de hemorragia intracraneal. (20, 21)

La gente que está cerca de morir parece más propensa a notarlos. (22, 23)