CAPÍTULO VEINTISIETE
Sanatorio Waverly Hills, Louisville, Kentucky , 12 de Marzo de 2013
Los ojos enloquecidos del Doctor Moore me recorren todo el cuerpo antes de que comience a avanzar hacia mí con paso decidido y una expresión que destila las peores intenciones. Reacciono por puro instinto al retroceder mientras mi mente traza una salida con la que ganar algo de tiempo.
─¿Cómo lográsteis fingir mi muerte? ─inquiero, logrando así que su avance se detenga.
Me dedica una sonrisa jactanciosa antes de responder.
─Eso fue más sencillo de lo que parece, querida Pamela. Supongo que ya está de más llamarte Rebeca, aunque te aseguro que echarás de menos los días en los que te llamaba con aquel nombre y traté de ser amable contigo ─se lame los labios, como si estuviera anticipando en su mente lo que va a hacerme─. Uno de nuestros hombres te golpeó la cabeza mientras el estúpido de tu marido suplicaba tu perdón. Tras sacarte por la puerta de atrás, incendiamos la casa y con ella todas las pruebas incriminatorias.
Dios mío, mi pequeño Fígaro. Mi casa... mi hogar...
¿Las pruebas? Por suerte, en un ataque de lucidez las dejé en el coche.
Siento deseos de estamparle un puñetazo, pero logro contenerme mientras trato de buscar con la mirada algo con lo que defenderme.
─Las circunstancias siempre estuvieron de nuestra parte. Jessica hubiera corrido peor suerte que el resto de las chicas, y de hecho íbamos a matarla. Pero tu hermana se nos adelantó. Sinceramente nos hizo un favor. Con David en la cárcel, y Logan y Jessica muertos, no teníamos de qué preocuparnos ─entonces clava los ojos en mi cara, rezumando desprecio ─. Hasta que llegaste tú. Decidiste tomarte la defensa de David O´connor demasiado en serio, y no podíamos permitirlo. Fue así como decidimos utilizar a Olivia. Nos consiguió la llave de tu casa para entrar sin que saltara la alarma, y luego la obligamos a reconocer un cadáver que no era el tuyo. Deberías haber visto al pobre Jack, arrastrando los restos de un cadáver carbonizado por el que lo condenaron. Por si te apetece saberlo, Olivia no puso demasiados impedimentos en ayudarnos. Estaba aterrada de que tú o nosotros decidiéramos descubrirla, así que prefirió traicionar a su propia hermana.
─Mataste a Veronica... ella... ella no se lo merecía.
─Ah... la dulce Veronica. Me gustaba esa chica, pero cometió el error de meter las narices donde no la llamaban. Fue tu culpa, Pamela. De no haberla convencido, no me habría visto en la obligación de matarla.
─Eres un sádico asesino... un maldito hijo de puta...
─Sufrió, pero no será nada comparado con lo que tú sufrirás. O con lo que sufrieron el resto de mujeres que conseguí para Giovanni. Aquí soy el rey. Mi palabra es la ley, y tú serás otra de esas mujeres desaparecidas por las que nadie hace preguntas. ─recorre mi cuerpo antes de asir mi cuello con ambas manos─. Cuando me canse de ti te mataré con mis propias manos. Lamentarás el día que desechaste mis atenciones....
Los dedos de Michael Moore se cierran en torno a la piel de mi cuello, alzándome con facilidad hasta que mis pies no logran tocar el suelo. Pataleo hasta que me faltan las fuerzas, e intento clavarle las uñas en el rostro, pero el cuerpo me pesa debido a la falta de oxígeno. A lo lejos, logro visualizar la silueta difusa de una mujer. No sé si es fruto de mi imaginación, hasta que un golpe derriba a Michael Moore, que suelta un grito quejumbroso.
Respirando con dificultad, contemplo a la mujer que apalea al Doctor Moore con todas sus fuerzas mientras lo insulta. Entonces, Anne se gira hacia mí visiblemente exaltada.
─Lo he escuchado... mató a mi hijita.
Coloco una mano en el hombro para detenerla, pero Anne no atiende a razones. Su rostro exaltado por la emoción de encontrar al asesino de su hija me dice que no es una mujer con la que razonar.
─Vete... ¡Vete! ─me grita, señalando la portezuela.
Dedico una mirada a Tessa, quien empieza a incorporarse con dificultad.
─¡Márchate, yo cuidaré de ella! Tienes que irte, ahora. El camión está a punto de pasar.
─¿Qué vas a hacer con él? ─inquiero.
Anne aprieta la barra de hierro con sus manos temblorosas.
─Mató a mi hija... mi hijita.
***
Seattle
Lorraine aprieta mi mano antes de que las puertas de la cárcel se abran para dejar en libertad a Jack. Nos miramos y sonreímos, dejando atrás nuestra enemistad manifiesta. Al salir del psiquiátrico en el que estaba encerrada, conseguí contactar con ella desde el teléfono público de una gasolinera. No sé cómo lo consiguió, pero Lorraine dispuso un avión privado para mí que me recogió a las pocas horas en una carretera secundaria mientras me quedaba helada de frío.
Aquella es mi segunda parada. La primera fue la del coche de Jack, desde el que le entregué a la policía las pruebas que inculpaban a todos aquellos sádicos que habían estado a punto de arrebatarme el amor del hombre que más me importa. Tan solo me guardé unas pruebas, las mismas por las que tengo que enfrentarme a mi propia hermana.
─Será mejor que me vaya. Tenéis muchas cosas de las que hablar
Me sorprende que ella se muestre tan benévola teniendo en cuenta las circunstancias, pues no ha podido ver a su hermano desde que fue encarcelado. Lorraine se aleja en dirección al coche, pero sus ojos se humedecen en cuanto se percata de que las puertas de la cárcel de Seattle se abren para dejar salir a Jack.
Su mirada perdida otea el horizonte, y mis labios se curvan en una sonrisa temblorosa antes de echarme a llorar. Me llevo las manos a los labios, y soy incapaz de creer que él está aquí, hasta que sus ojos encuentran los míos, suelta la bolsa en el suelo y pronuncia mi nombre como un susurro roto. Corro hacia él sin pensármelo, y Jack abre los brazos para recibirme. Me lanzo a sus brazos y le beso todo el rostro, mientras el susurra mi nombre con desesperación, hasta que escondo la cabeza sobre su pecho y lloro hasta que logro tranquilizarme. Pero él no está tranquilo, lo sé por el temblor que le sacude todo el cuerpo y lo obliga a apretarme contra él porque es incapaz de creer que estoy viva.
─Me dijeron que me soltaban porque no tenían pruebas... ¿Qué..., Pamela? ─su rostro busca el mío con desesperación. Echo la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos, y me sostiene el rostro entre las manos para observarme con expresión cautelosa, como si creyera que está al borde la locura y nuestro encuentro no fuera más que un espejismo─. Yo sostuve tu cadáver entre mis manos y no quise soltarlo cuando me encarcelaron. No es posible...
Se queda paralizado, por lo que fuerzo una sonrisa mientras le recorro la mejilla con el pulgar. Contiene el aire y me contempla con los ojos muy abiertos.
─Esa no era yo. Mírame, no voy a irme a ningún lado.
─No te voy a dejar ─masculla, todavía tenso por la impresión.
─Estoy aquí y soy real ─le hago ver, dándole un beso en los labios que él captura en algo más caprichoso, largo y urgente. Nos besamos como dos salvajes que acaban de comprender que se necesitan el uno al otro para sobrevivir. Lo separo para mirar dentro de esos ojos en los que logro verme reflejada─. Te amo.
─Has tenido que morirte para decírmelo.
─Jack...
Apoyo la frente sobre la suya y suspiro.
─Dímelo otra vez porque no me lo creo.
─Estoy viva.
─Eso no, lo otro.
─Te amo ─vuelvo a repetir, esta vez sobre sus labios.
─Me amas ─dice, como si estuviera haciéndose a la idea.
Su mano desciende hacia mi vientre, por lo que contengo la respiración y trato de apartarlo, todavía demasiado dolida por la pérdida de nuestro hijo. Los ojos de Jack se oscurecen con una violencia que me asusta, pues el comprende lo que eso significa. No logro desprenderme de mi inquietud hasta que sostiene mi barbilla con los dedos para mirarme a los ojos.
─No pude salvarlo ─le confieso, cargada de amargura.
Seca la lágrima que discurre por mi mejilla antes de decir:
─Pero pudiste salvarte a ti misma ─Se detiene, toma aire y añade─: me has salvado a mí.
***
A Helen se le descompone la expresión cuando me ve aparecer en la puerta de su casa. Acto seguido se desmaya. Mamá grita mi nombre y corre hacia mí para acogerme en unos brazos en los que ya no existe rencor. Quizá la muerte se lo llevó cuando volvió a devolverme a la vida.
Desde el umbral de la escalera, Olivia me observa como si hubiera visto un fantasma. Jack coloca una mano sobre mi hombro, pero sabe que esto es algo a lo que debo enfrentarme sola, por lo que retiene a mi familia mientras Olivia me acompaña hacia la planta de arriba sin decir una palabra. Nos dirigimos una mirada silenciosa que quiere decirlo todo, hasta que arrojo las pruebas que la incriminan encima de la cama. Olivia ni siquiera se inmuta, por lo que hablo con una voz tan lejana que no logro reconocer.
─Me traicionaste ─le digo. No suena como un reproche, pues la persona que tengo delante es una completa desconocida.
─Tenía que hacerlo o tú me delatarías. Supe que me habías descubierto aquel día en el jardín ─se encoge de hombros, como si ya todo careciera de importancia.
─Te has arruinado la vida, Olivia.
─Ella fue quien me arruinó la vida al aparecer en mi matrimonio.
Sacudo la cabeza, pues sé que seré incapaz de hacerla entrar en razón. Nunca logré comprender a mi hermana, y este instante no va a suponer una excepción.
─Tengo todas las pruebas que apuntan en tu contra. El coche con el que merodeaste por los alrededores de la casa de Jessica, el pendiente que había en el maletero, tus huellas en el volante y el testimonio de los vecinos.
─¿Vas a delatarme? ─pregunta, con aparente indiferencia.
─Voy a cumplir la promesa que te hice.
Me mira sin entender a lo que me refiero, por lo que sonrío con debilidad y le digo:
─Te dije que defendería a David O´connor, y es lo que voy a hacer.
Olivia se desprende de la máscara impasible y esboza su verdadera cara por primera vez. Una mueca de odio le cruza el rostro al contemplarme.
─Enhorabuena, hermanita. Será un gran salto para tu carrera.
Me saco unas llaves del bolsillo del pantalón y las dejo sobre la mesita de noche. Luego recojo todas las pruebas que incriminan a Olivia ante su mirada impasible y me dirijo hacia la puerta.
─¿Qué haces? ─inquiere exaltada.
─Tienes diez minutos para salir por esa puerta e irte en mi coche. Fingiré que no me he dado cuenta, y tendrás la oportunidad de escapar. Voy a hacer lo que tenía que haber hecho el día en el que descubrí que habías asesinado a Jessica Smith, pero en tus manos está el pagar por tus pecados o escapar sin que yo vaya a impedírtelo.
Olivia grita mi nombre, y esta vez lo hace con una desesperación que no le he escuchado antes, pero no me detengo a escuchar lo que tiene que decirme, pues bajo las escaleras para reunirme con mi familia. La vida me ha dado una segunda oportunidad y estoy deseando aprovecharla.