XVI
Maivail contempló atentamente al guardián.
—Veamos si lo entiendo —dijo—. A usted le ordenaron llevar a los prisioneros a presencia del teniente Sarokel para ser interrogados.
El guardián, pálido y tembloroso, estaba militarmente rígido.
—Sí, señor.
—Usted se acercó a la puerta de la celda, sacó la pistola y les ordenó a los presos que se alejaran de la puerta.
—Sí, señor.
—¿Obedecieron?
—Señor, lo ignoro. Algo pareció estallar en mi conducto respiratorio. Sentí una frialdad, una sensación de... como una niebla muy densa, luego... bien, no lo sé. Cuando volví en mí, estaba en el suelo. Los prisioneros habían desaparecido.
—Bien —Maivail frunció el ceño—. Usted recuerda con claridad que, cuando se acercó a la celda, los presos estaban en ella ¿verdad?
—Oh, sí, señor.
—¿Efectuaron algún movimiento amenazador hacia usted?
—No, que yo recuerde, señor.
—¿Vio a alguien más?
—A nadie, señor. A nadie en absoluto.
—¿Oyó algún movimiento a sus espaldas?
—No, señor.
—¿Le duele la cabeza?
—No, señor.
—Cuando volvió en sí, los prisioneros se habían evaporado, pero la puerta seguía completamente cerrada, ¿verdad?
—Sí, señor.
—La puerta de la celda, en otras palabras, estaba exactamente como cuando usted se acercó a ella para dejar salir a los presos, ¿no es así?
—Sí, señor, exactamente.
Maivail miró a Angstat, frunciendo el ceño.
—¿Y sus llaves? —preguntó Angstat—. ¿Se las habían quitado?
—Estaban en el llavero sujeto a mi cinturón, señor. Igual que antes.
—¿A qué distancia se hallaba usted de la puerta cuando perdió el conocimiento? —inquirió Maivail.
—Muy cerca, señor. A punto de abrirla.
Maivail dirigió una mirada inquisitiva a Angstat, el cual meneó la cabeza. Luego volvió a concentrar su atención en el guardián.
—Bien, puede irse.
El guardián saludó rígidamente y salió.
El Facturador de Aviones entró entonces, se detuvo, saludó, y permaneció firmes mientras Maivail y Angstat le miraban atentamente.
—Bueno —dijo Maivail—, según su informe no se ha echado en falta ningún aparato.
—Exactamente, señor— musitó el Facturador.
—Hable más alto —exclamó Maivail, colérico.
El Facturador se envaró, con lo cual su estatura ganó un cuarto de pulgada.
—Lo siento, señor. Correcto, señor. No falta ningún aparato.
—¿Ninguno en absoluto?
—Correcto, señor.
—¿Qué posibilidades existen de que los presos hayan podido penetrar en uno?
—Señor, es posible. Si llegaron a un hangar de mercancías sin ser vistos, y con cautela, es probable que entrasen en un aparato sin grandes molestias. Siempre hay al menos una docena en trance de ser cargados. Los mozos no se muestran excesivamente vigilantes, no tienen motivos para ello, por lo que sería muy sencillo penetrar en un avión. Además, la dotación de vuelo siempre espera al último instante, y sólo sube al aparato cuando el jefe del hangar indica que se ha completado la carga. La dotación no tiene ningún motivo para registrar la sección de mercancías. Cuando llegan a la zona señalada, pulsan el transportador y envían a alguien para que mantenga los fusores en la cinta y corrijan las palancas. Naturalmente, si el transportador se atasca, todos corren hacia atrás para apartar los hidrofusores a punto de lanzamiento, puesto que muchos van graduados, lo cual limita excesivamente el margen de tiempo.
—¿Cuándo serían descubiertos los prisioneros?
—Señor, si se arrastrasen sobre la rueda trasera y no hiciesen ruido, no serían descubiertos.
—Bien. Que tres hombres registren cada uno de los aparatos a medida que vayan regresando.
—Señor... Desde que efectuaron aquel ataque, andamos cortos de personal. La única manera de disponer de tres hombres es pidiéndolos al jefe de hangares, o bien tres individuos de una dotación de vuelo.
—Sáquelos de una dotación. De la otra forma se demoraría todo el procedimiento.
—Sí, señor.
—Quiero a esos presos.
—Sí, señor.
—Bien, nada más.
El Facturador saludó y salió.
—¿Qué opina? —le preguntó Maivail a Angstat.
—Está más allá de mi inteligencia, señor —se disculpó el aludido—. ¿Qué le ocurrió al guardián? Si le hubieran tenido a su lado y le hubiesen golpeado en la cabeza, lo comprendería. Pero no fue así.
—Bien, se ha registrado toda la zona despejada y no se les ha encontrado. Lo cual significa que están fuera. No falta ningún avión, por tanto, no robaron ninguno, ni arrollando a una dotación ni por ningún otro medio. O sea, que se hallan escondidos a bordo de uno o... —Maivail cogió el informe resumido del teniente K. Sarokel y leyó—: «Tan pronto como surja la ocasión, él hará que regresemos».
Maivail estaba exasperado.
—¡Que se presente Sarokel! — ordenó.