VI

Dionnai, conde de Maivail, dejó a un lado los informes del nuevo personal.

—Muy bien, Angstat. Estos son más completos. ¿Cuál es su impresión de la reacción local?

—Rápida y flexible, señor. Debo decir que su recuperación, militarmente hablando, está muy por encima de lo que cabía esperar. Particularmente he observado que procuran no permanecer dispersos. Otro factor de peso es que esquivan todos los esfuerzos vanos. Después de sus iniciales tentativas, abortadas de combatir contra las zonas despejadas, sólo han efectuado ligeros reconocimientos. Pero su organización les está reuniendo con rapidez.

—Podría haber sido un adversario más peligroso.

Angstat asintió.

—Una vez adaptada su fuerza hidrofusora a la interplanetaria, para usos interestelares, habrían resultado altamente peligrosos. Por suerte, su base, sólo este planeta, es demasiado pequeña, y por tanto vulnerable. Su demora en conseguir una base más amplia les ha costado cara. No entiendo sus motivos.

Maivail asintió pensativamente.

—Supongo que jamás los conoceremos. El informe de Lassig muestra una increíble confusión mental por su parte. Posiblemente, restos de alguna religión o alguna filosofía de pequeño planeta, gracias a la cual se volvieron de espaldas a la galaxia, fue la causa de este fallo. ¿Se acuerda de nuestros fanáticos adeptos a la naturaleza?

—¿Quién podría olvidarlos? —dijo Angstat—. Destruyeron su hidrofusor, rompieron los correctores, se metieron desnudos dentro de un agujero infecto, y empezaron a comer carne ahumada, mientras las chinches pululaban a su alrededor en nubes. ¡Y afirmaban que realmente vivían! Esto es lo que la naturaleza quiere, pregonaban. Pero el Gran... —se calló, aclarándose la garganta—. Estaban equivocados. Cuando yo tengo dolor en las rodillas, o un ataque de trombosis galopante, me gusta hallarme donde haya un corrector a mano.

—La única interpretación posible —observó Maivail— de los datos de Lassig parece ser que este planeta está lleno de toda clase de fanáticos, amantes de la naturaleza. Y, claro está, nuestros exploradores nos han traído fotos de ellos en acción. ¡Increíble!

—Sí, no hablan muy alto en favor de su nivel intelectual.

—No. Sin embargo, su reacción militar...

Otra vez sintió Maivail aquella impresión de enfrentarse con algo que se escapaba a su visión.

Angstat se aclaró de nuevo la garganta y se puso más erguido y rígido.

—¿Respecto al principio de la Fase Industrial, Excelencia? — preguntó.

Maivail se irguió también, considerando la pregunta.

—Su recuperación parece haber empezado... Todos los comunicados indican una marcada recuperación de los transportes de superficie y las comunicaciones electromagnéticas sin hilos. Muy bien. A la próxima vuelta del reloj, hay que ordenar a los exploradores que vuelvan, y asegurar los pasos abiertos. La Fase Industrial empezará un reloj más tarde.

El barón Kram Angstat chocó los tacones y saludó.

Dionnai, conde de Maivail, permaneció sentado, muy rígido, y devolvió el saludo.