V

En el centro de mando subterráneo, todo estaba tranquilo. Los papeles estaban extendidos bajo el resplandor de las luces fluorescentes.

—Está bien —dijo Swanbeck—, por fin lo hemos conseguido.

Holden miró el dibujo. El lugar preciso y el ángulo por el que discurrían los aviones, entrando y saliendo de la barrera, y el lugar y ángulo por donde los vehículos volvían a penetrar en ciertas ocasiones, estaban plenamente visibles.

—Será un problema —Holden sacudió la cabeza- lograr que un Naomi haga impacto en la barrera, en este ángulo preciso. Además, tiene que chocar en el momento adecuado, o chocará en cambio con uno de los aviones. Y recuerden que un Naomi se mueve a unas dieciocho mil millas por hora.

—No se preocupe por esto. Gracias a esta calma podemos estar de nuevo en contacto con Denver. Hay media docena de lanzamientos preparados con el nuevo tipo de Raquet. Si el Naomi no lo consigue...

—El Raquet tiene una cabeza de proyectil química.

—No los nuevos.

Holden meditó.

—Philip, acabo de tener una idea.

Swanbeck sonrió.

—No sea modesto. Oigámosla.

—Si esto no marcha...

—En tal caso, no estaremos peor que estamos —replicó Swanbeck—. Volveremos a intentarlo de otra forma.

—Un momento...

—No hay que preocuparse respecto a un fallo, Dick. No hablemos más —Swanbeck hizo acción de marcharse.

—De acuerdo —dijo Holden—, pero ¿y si marcha?

Swanbeck volvió a su lado, frunciendo el ceño.

—Estaremos dentro.

—Y ellos estarán sobre aviso.

Swanbeck parpadeó.

—Ahora nos hallamos demasiado ocupados buscando la forma de que se consiga, para preocuparnos por si marcha o no marcha —contestó Holden—. ¿Pero y si obtenemos éxito? ¿Cuántas oportunidades nos quedan?

—¿Qué piensa?

—Media docena de fallos simultáneos no nos lastimarán. En realidad, estaríamos como estamos. Pero si obtenemos simultáneamente media docena de éxitos...

—Sí, lo entiendo —asintió Swanbeck, lentamente—. Veremos si Denver puede dar la noticia.