XII

Maivail vio las luces rojas y verdes. Su cuerpo estaba quemado por completo. Envuelto en llamas, giró como un torbellino en medio de una masa estelar a la deriva. Luego pareció caer, deslizarse, y el cosmos en torno suyo empezó a balancearse como dentro del agua. Una voz le habló y, mientras Maivail trataba de entenderla, las palabras se le escapaban, y únicamente consiguió retener un comentario:

—El albergue de su alma vuelve a estar listo.

Ofuscadamente, Maivail abrió los ojos.

Estaba tendido en un corrector, descansando sobre muelles cojines. Enmarcado en la abertura superior, Angstat le estaba contemplando.

Maivail tragó con dificultad.

—Estuve a punto.

—Ya lo creo.

—¿Qué sucedió?

—Evidentemente, arrojaron un hidrofusor a través de un paso, y luego lo desestabilizaron.

Maivail consideró lo que esto significaba en términos de velocidad y control de trayectoria.

—El objeto —continuó Angstat— arrolló las pantallas secundarias y el exceso de radiación incendió los costados de las naves. Hubiéramos terminado si un técnico no hubiese pensado en aquel instante en maniobrar un interruptor para el exceso de radiación. El interruptor actuó sobre el control potencial del circuito de energía. Las baterías invirtieron la polaridad y absorbieron parte del exceso de energía, a fin de que las pantallas pudieran recuperarse. El calor y la presión, lentamente, surgieron por el paso de salida. Las astronaves se hallan en muy mal estado.

—Bien —suspiró Maivail—. Apártese. Voy a salir.

Se izó fuera del corrector, y brevemente consideró el estado en que debía estar cuando entró en él.

—¿Cuánto llevo aquí?

—Cuatro días.

Maivail recordó que medio día servía para curar cualquier enfermedad ordinaria, un día corregía un caso grave de fatiga acumulada. Dos días podían curar a la víctima de una explosión, si no estaba convertida en fragmentos pequeños. Los soldados que padecían heridas graves tardaban mucho menos. ¡Y él había estado cuatro días! Flexionó los brazos y se agachó para luego erguirse. Se sentía ya bien.

Angstat le entregó un uniforme flamante. Maivail se vistió rápidamente.

—¿Cuántos hombres se salvaron?

—Un tercio, señor —al parpadear Maivail, Angstat añadió—. Me siento dichoso al poder afirmar, señor, que su ayuda de cámara, Ferrard Choisoiel, se cuenta entre ellos. Actuó heroicamente en el momento del desastre, colocándose entre usted y el muro, tan pronto empezó a arder.

—Recompénsele con la Orden del Sol de Cobre con doce rayos —dijo Maivail. Miró en torno suyo—. ¿Dónde nos encontramos?

—En el plano B de la base subterránea, que estaba en construcción en el momento del ataque, señor. Las naves se hallan en reparación. Todas, excepto tres, están agujereadas y todas sin excepción han sufrido daños externos.

—Bien, esto puede arreglarse —Maivail se dijo que, a pesar de sus emociones íntimas, debía mantener un aspecto inconmovible. Pero lo cierto era que experimentaba las mismas sensaciones emocionales de la persona que ha sido atacada por un oso, perdiendo un brazo y una pierna en la primera embestida—. ¿Cuántas bajas entre los nativos en esos días?

Angstat abría la marcha por el corredor. Abrió una puerta adornada con los emblemas del Comandante y el Estado Mayor Ejecutivo.

—¿Bajas entre los nativos, excelencia?

—Mis órdenes —replicó Maivail— fueron de comenzar la Fase Industrial después de un reloj a continuación del regreso de los exploradores.

—Por desgracia, señor, de un total de dieciocho zonas despejadas, protegida cada una por una gruesa pantalla, seis sufrieron la misma suerte que nosotros.

Maivail estaba completamente apabullado.

—¿Fueron muy graves los daños?

—Dos tercios del total.

La voz de Maivail pareció venir de muy lejos:

—Cuando doy una orden espero que sea obedecida. Sin tener en cuenta las pérdidas.

—Sí, señor.

—¿Por qué no se ejecutó, pues, mi orden?

—Porque el mecanismo del mando quedó temporalmente destruido, por encima del plano de los comandantes del Grupo de Invasión. Durante un día y medio, todo el Alto Mando Ejecutivo quedó inerme. Incluso más tarde, hubo cierto retraso debido a que las partes externas del equipo de comunicaciones se habían evaporado. El resultado fue el cese inmediato de las más perfectas funciones de control y coordinación. El resto de los comandantes de grupo no consiguieron restablecer el cuartel. Seis de los dieciocho grupos de Invasión habían, aparentemente, dejado de existir. Nadie sabía lo que acababa de suceder.

—Sí, sí, entiendo —Maivail había vuelto a la realidad. Halló una puerta con su emblema, la empujó, pasó al interior del despacho y se sentó fatigadamente. Deseaba volver al corrector, pero reprimió aquel deseo.

—¿Cuál ha sido el porcentaje total de pérdidas?

Angstat sacó un papel con varias cifras anotadas.

—Un veinticinco por ciento, señor.

Maivail se imaginó lo que sucedería cuando la noticia de esta derrota llegase a oídos del Consejo Supremo. Bien, era inútil lamentarse. Necesitaba realizar algo más positivo.

—Las fotos, los mapas, los datos y las listas clasificadoras de los exploradores... ¿subsiste todo esto?

—Por suerte, señor, los datos archivados no han sufrido apenas daño alguno. El calor y las presiones asociadas crearon una inestabilidad en algunos bancos de memoria. Pero hemos logrado superar el daño.

—Bien. Con estos datos podemos reconstruir los modelos y las listas de clasificación.

—Sí, señor. Nos pondremos al trabajo inmediatamente.

—Perfecto. ¿Podremos volver a estar en comunicación con los comandantes de grupo?

—Sí, señor.

—Magnífico. Que construyan nuevos generadores protectores, y coloquen pantallas exteriores en torno a cada de las ya existentes. Que empleen cierta cantidad de pasos despejados, en estas nuevas pantallas externas, y bloqueen y despejen dichos pasos, haciendo que el tráfico se efectúe por diversos lugares, al azar. He dicho al azar.

—Sí, señor.

—Además, cada grupo de pasos despejados en la capa exterior tendrá que ser cambiado al finalizar la jornada, empleando unos pasos completamente diferentes al día siguiente.

—Sí, excelencia. ¿Debemos mover nuestras fuerzas para equilibrar la fuerza de todos los Grupos?

—No. Los grupos completos, una vez autoprotegidos, llevarán a cabo la Fase Industrial en sus zonas. Los grupos menoscabados volverán a la Fase Militar. Cuando los grupos completos hayan terminado la tarea en sus regiones se unirán a los grupos menoscabados en «sus» regiones y procederán a realizar la Fase Industrial, absolutamente olvidados de los recursos industriales de tales zonas.

Angstat chocó los tacones y saludó.

—Así se ejecutará, Excelencia.