Capítulo 21

 

Riley luchó contra el tráfico mientras intentaba mantener a Marie en la línea. Condujo a través de un cruce después de que una luz amarilla se cambiara a roja; estaba conduciendo peligrosamente y lo sabía. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Estaba en su propio coche, no en un vehículo de agencia, así que no tenía luces, ni sirenas.

“Voy a colgar, Riley”, dijo Marie por quinta vez.

“¡No!” Riley gritó una vez más, reprimiendo una oleada de desesperación. “Quédate en el teléfono, Marie”.

La voz de Marie sonaba cansada ahora.

“Ya no puedo hacer esto más”, dijo. “Sálvate a ti misma si puedes, pero yo realmente no puedo hacer esto. Me cansé de esto. Lo detendré todo ahora mismo”.

Riley se sentía lista para explotar de pánico. ¿Qué quería decir Marie? ¿Qué iba a hacer?

“Sí puedes hacerlo, Marie”, dijo Riley.

“Adiós, Riley”.

“¡No!” Riley gritó. “Sólo espera. ¡Espera! Eso es todo lo que tienes que hacer. Ya voy a llegar”.

Estaba conduciendo mucho más rápido que el flujo de tráfico, moviéndose entre las calles como una loca. Otros conductores le tocaron la bocina.

“No cuelgues”, Riley exigió ferozmente. “¿Me escuchas?”

Marie no dijo nada. Pero Riley podía escuchar sus llantos.

Los sonidos eran perversamente tranquilizadores. Al menos Marie todavía estaba allí. Por lo menos todavía estaba en el teléfono. ¿Pero podría Riley mantenerla allí? Sabía que la pobre mujer estaba cayendo en un abismo de terror puro. Marie ya no tenía un pensamiento racional en su cabeza; parecía estar casi loca de miedo.

Los propios recuerdos de Riley invadieron su mente. Días terribles en un estado bestial en el que el mundo de la humanidad simplemente no existía. Oscuridad total, la sensación de la existencia de un mundo afuera de la oscuridad escabullirse y una pérdida completa del sentido del paso del tiempo.

Tengo que luchar contra ellos, se dijo a sí misma.

Los recuerdos la envolvieron...

 

Con nada que escuchar o ver, Riley intentó mantener sus otros sentidos ocupados. Sintió el amargo sabor del miedo en su garganta, subiendo hasta convertirse en un cosquilleo eléctrico en la punta de su lengua. Rasguñó el piso de tierra en el que estaba sentada, explorando su humedad. Olía el moho que la rodeaba.

Esas sensaciones eran lo único que la mantenía en el mundo de los vivos.

En medio de la oscuridad, llegó una luz cegadora y el rugido de la antorcha de propano de Peterson.

 

Un golpe fuerte sacudió a Riley de su horrible ensoñación. Le llevó un segundo darse cuenta de que había golpeado su carro contra un encintado y que estaba en peligro de virar en el tráfico que se aproximaba. Bocinas sonaban.

Riley recuperó el control de su carro y miró a su alrededor. No estaba muy lejos de Georgetown.

“Marie”, gritó. “¿Sigues ahí?”

De nuevo, sólo oyó un sollozo ahogado. Y eso era bueno. ¿Pero qué podría hacer Riley ahora? Vaciló. Podría pedir ayuda del FBI en D.C., pero mientras que les daba la dirección y esperaba que los agentes llegaran a la escena, sólo Dios sabía lo que podía suceder. Además, eso significaría terminar la llamada con Marie.

Tenía que mantenerla en el teléfono, pero, ¿cómo?

¿Cómo iba a sacar a Marie de ese abismo? Ella misma casi había caído en él.

Riley recordó algo. Hace mucho tiempo, ella había sido entrenada en cómo mantener llamadas de crisis en la línea. Nunca había tenido que usar ese entrenamiento hasta ahora. Luchó para recordar lo que debía hacer. Había recibido esas clases hace mucho tiempo.

Parte de una lección volvió a ella. Fue enseñada a hacer cualquier cosa, decir cualquier cosa, para mantener a la persona que llamaba hablando. No importaba cuán sin sentido o irrelevante fuera. Lo que importaba era que el llamador siguiera oyendo una voz humana preocupada.

“Marie, hay algo que necesitas hacer para mí”, dijo Riley.

“¿Qué?”

El cerebro de Riley estaba corriendo frenéticamente, inventando qué decir.

“Necesito que vayas a la cocina”, dijo. “Y quiero que me digas exactamente las hierbas y especias que tienes en tu estante”.

Marie no respondió por un momento. Riley estaba preocupada. ¿Marie estaba lo suficiente bien cómo para seguir esta distracción irrelevante?

“Está bien”, dijo Marie. “Voy allí ahora”.

Riley dio un suspiro de alivio. Tal vez esto le daría un poco de tiempo. Podía oír el tintineo de los tarros de especias por teléfono. La voz de Marie sonaba realmente extraña ahora, histérica y robótica al mismo tiempo.

“Tengo orégano seco. Y pimiento rojo picado. Y nuez moscada”.

“Excelente”, dijo Riley. “¿Qué más tienes?”

“Tomillo seco. Y jengibre molido. Y pimienta negra”.

Marie hizo una pausa. ¿Cómo podría Riley seguir con esto?

“¿Tienes polvo de curry?” preguntó Riley.

Después de un tintineo de botellas, Marie dijo: “No”.

Riley habló lentamente, como si estuviera dando instrucciones de vida o muerte porque, en realidad, estaba haciendo exactamente eso.

“Bien, busca una libreta de papel y un lápiz”, dijo Riley. “Escribe eso. Necesitarás comprarlo a lo que vayas al supermercado”.

Riley escuchó el sonido de Marie escribiendo.

“¿Qué más tienes?” preguntó Riley.

Luego vino una pausa.

“Esto no es bueno, Riley”, dijo Marie en un tono de desesperación adormecida.

Riley tartamudeó sin poder hacer nada. “Sólo—hazlo, ¿sí?”

Otra pausa.

“Está aquí, Riley”.

Riley sintió un nudo en la garganta.

“¿Está en dónde?” preguntó.

“Está en la casa. Lo entiendo ahora. Ha estado aquí todo el tiempo. No hay nada que puedas hacer”.

Riley no dejaba de pensar mientras trataba de darle sentido a lo que estaba sucediendo. Marie podría haber caído en ilusiones paranoicas falsas. Riley lo entendía muy bien de sus propias luchas con TEPT.

Por otra parte, Marie podría estar diciendo la verdad.

“¿Cómo lo sabes, Marie?” Riley le preguntó, buscando una oportunidad de pasarse a un camión de mudanza lento.

“Lo escucho”, dijo Marie. “Oigo sus pasos. Está arriba. No, está en el pasillo delantero. No, está en el sótano”.

¿Está alucinando? Riley se preguntó.

Era bastante posible. Riley había escuchado muchos ruidos inexistentes en los días después de su secuestro. A veces, no podía confiar en sus cinco sentidos. El trauma engañaba la imaginación.

“Está en todas partes en la casa”, dijo Marie.

“No”, respondió Riley firmemente. “No puede estar en todas partes”.

Riley logró pasarse un camión de reparto lento. Se sentía inútil. Era una sensación terrible, casi como si se estuviera ahogando.

Cuando Marie habló de nuevo, ya no estaba sollozando. Sonaba resignada ahora, incluso misteriosamente tranquila.

“Tal vez es como un fantasma, Riley. Quizás eso fue lo que pasó durante la explosión. Mataste su cuerpo pero no mataste su maldad. Ahora puede estar en un montón de lugares a la vez. Ahora no hay forma de detenerlo, nunca. No puedes combatir a un fantasma. Ríndete, Riley. No puedes hacer nada. Yo tampoco puedo. Todo lo que puedo hacer es no dejar que lo mismo me suceda otra vez”.

“¡No cuelgues! Necesito que hagas otra cosa por mí”.

Hubo una pausa. Luego Marie dijo: “¿Qué? ¿Ahora qué, Riley?”

“Necesito que te quedes en la línea, pero necesito que llames al 911 desde tu teléfono fijo”.

La voz de Marie se convirtió en un leve gruñido. “Dios, Riley. ¿Cuántas veces tengo que decirte que corté mi fijo?”

En su confusión, a Riley se le había olvidado. Marie realmente sonaba un poco irritada. Y eso era bueno. La ira era mejor que el pánico.

“Además”, Marie continuó, “¿qué de bueno haría llamar al 911? ¿Qué pueden hacer para ayudarme? Nadie puede ayudar. Está en todas partes. Me atrapará tarde o temprano. También te atrapará a ti. Es mejor que ambas nos demos por vencidas”.

Riley se sentía obstaculizada. Los delirios de Marie estaban asumiendo una lógica insuperable. Y no tenía tiempo para convencer a Marie de que Peterson no era un fantasma.

“¿Somos amigas, no es cierto, Marie?” dijo Riley finalmente. “Una vez me dijiste que harías cualquier cosa por mí. ¿Eso fue verdad?”

Marie empezó a llorar otra vez.

“Claro que es cierto”.

“Entonces cuelga y llama al 911. No tiene que haber una razón. No tiene que hacer ningún bien. Sólo hazlo porque yo quiero que lo hagas”.

Cayó una pausa larga. Riley no podía ni oír a Marie respirar.

“Sé que quieres darte por vencida, Marie. Lo entiendo. Es tu decisión. Pero yo no quiero darme por vencida. Quizás es estúpido, pero no quiero hacerlo. Por eso te pido que llames al 911. Porque dijiste que harías cualquier cosa por mí. Y quiero que lo hagas. Necesito que lo hagas. Por mí”.

El silencio continuó. ¿Todavía estaba Marie en la línea?

“¿Lo prometes?” preguntó.

La llamada terminó con un clic. No sabía si Marie iba a pedir ayuda o no, y Riley no podía dejar nada a la suerte. Tomó su teléfono celular y llamó al 911.

“Habla Agente Especial Riley Paige, FBI”, le dijo al operador. “Estoy llamando sobre un posible intruso. Alguien muy peligroso”.

Riley le dio la dirección de Marie al operador.

“Tendremos un equipo allí inmediatamente”, dijo el operador.

“Excelente”, dijo Riley, y finalizó la llamada.

Luego Riley intentó marcar el número de Marie de nuevo, pero no respondió.

Alguien tiene que llegar a tiempo, pensó. Alguien tiene que llegar ahora mismo.

Mientras tanto, luchó contra una invasión renovada de recuerdos oscuros. Sabía que tenía que controlarse. Sin importar lo que fuera a pasar ahora, necesitaba mantener la calma.

Cuando la casa de ladrillos rojos de Marie entró en vista, Riley sintió una oleada de alarma. Ningunos vehículos de emergencia habían llegado todavía. Oyó las sirenas de la policía en la distancia. Iban en camino.

Riley se estacionó y corrió a la puerta frontal, dándose cuenta de que era la primera en responder. Cuando intentó el picaporte, la puerta se abrió. Pero, ¿por qué no estaba cerrada con llave?

Entró y sacó su arma.

“¡Marie!” Riley gritó. “¡Marie!”

No recibió ninguna respuesta.

Riley sabía con certeza que algo terrible había sucedido aquí, o estaba ocurriendo ahora. Caminó más por el pasillo delantero.

“¡Marie!” llamó otra vez. La casa permaneció silenciosa.

Las sirenas de la policía sonaban más fuerte ahora, pero todavía no había llegado ninguna ayuda.

Riley estaba empezando a creer lo peor ahora—que Peterson había estado aquí y que quizás todavía estaba aquí.

Hizo su camino a lo largo del pasillo mal iluminado. Siguió llamando el nombre de Marie mientras estudiaba cada puerta. ¿Podría estar en el armario a la izquierda? ¿O en la puerta del baño a la derecha?

Si encontraba a Peterson, no la secuestraría de nuevo.

Mataría al cabrón de una vez por todas.