JUAN, EL SUBVERSIVO
Cuando Jesús y María volvieron a Palestina,
tuvieron que enfrentar un viejo peligro: Anás. Si bien había sido
destituido de su puesto, jamás perdió su gran influencia. Seguía
moviendo los tentáculos del poder a través de su yerno Caifás,
quien había sido nombrado sumo sacerdote por Valerio Grato. De modo
que el choque entre ambas familias solo era una cuestión de
tiempo.
Pero, ¿por qué se expuso esta vez Jesús y no
volvió a huir? Para saberlo hablemos un poco de Juan Bautista, su
primo (según Lucas 1:36 su madre Elizabeth y María eran parientas
muy probablemente primas).
Como era hijo de Zacarías, un antiguo sumo
pontífice del tem plo, Juan también debía ejercer el mismo cargo.
Pero no lo hizo, contrariando así las leyes de Moisés. Esto ya nos
dice bastante de su carácter, quien resultó ser un libre pensador y
todo un maestro revolucionario en cuanto a la mística de su pueblo.
Otra cosa que hay que subrayar es que la prédica pública no era una
disciplina consentida entre los esenios, quienes despreciaban a
todos los que no eran de su filosofía.
No obstante tenemos a Juan, criado en el
meollo de la secta esenia, desafiando a sus líderes y hablando en
el desierto a todo el que quisiera oírle. Lo que nos hace pensar
que Juan se había enemistado abiertamente no solo con los fariseos
sino también con los esenios. A los primeros los consideraba que no
tenían la menor autoridad espiritual mientras que a los segundos
los veía como una tira de egoístas sin un ápice de caridad al
prójimo.
Por otro lado, se vestía igual que el profeta
Elías, en claro gesto provocador a los levitas (sacerdotes
conservadores). Vestido de pelo de camello y un cinturón de cuero y
se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Ello puede deberse a
tres cosas: o Juan quería representar así el retorno a la pureza de
los esenios o él se creía la reencarnación de Elías, o las dos
cosas.