MUERTE DE JOSÉ
Narra después el mismo apócrifo que, otra vez
solo con Jesús, José aterrado ve a la muerte acompañada de
incontables demonios (en el sentido persa de espíritus malignos)
dispuestos a llevárselo al infierno, pero Jesús los arroja y
enseguida reza para que sean ángeles (en el sentido persa de
espíritus bondadosos) los que acompañen a su padre al cielo (en la
forma persa de un paraí so espiritual). Ya en paz, José exhala su
último aliento tranquilamente con un beso de Jesús. Luego, con gran
amor su hijastro le cierra los ojos y la boca al difunto y lo
contempla por un rato.
Después comunica la muerte a las personas que
estaban esperando en la otra habitación, poniéndose todos a llorar
con amargura.
Jesús y María también lo hacen.
De inmediato se celebra el luto, viniendo a
la casa toda la gente conocida de Galilea que aún estimaba a la
familia. Pasado todo ese día de dolor, Jesús lava el cuerpo de su
padre adoptivo y lo unge con bálsamo, preparándolo para el
entierro. Así, Jesús bendice el cuerpo ya sin vida de su mentor.
Finalmente, junto con el resto de la familia, llevan a José donde
los enterradores para que sea efectuado el sepelio a la usanza
judía. El cadáver es conducido a una tumba familiar y, antes de que
fuera esta sellada, Jesús lanza un emotivo discurso en homenaje a
quien lo crió con tanta paciencia, luego comenzó a hablar sobre la
muerte y será quizá aquí cuando juraría encontrar la manera de
vencerla para siempre y para ya no necesitar desencarnar.
