El diablo de hierro

Después de abandonar Zambuía, Conan se dirige hacia el oeste, con la Estrella de Khorala en la bolsa, hasta llegar a las praderas de Shem. Nunca se supo si llegó a Ofir con la joya y reclamó la habitación llena de oro, o si la perdió a manos de algún ladrón o de una dama ligera de cascos. De todos modos, los benejicios no le duraron mucho. Vuelve de visita a su Cimmeria natal, donde descubre que algunos de sus amigos han muerto y que su antigua forma de vida es terriblemente aburrida. Cuando se entera de que los kozakos han recuperado su antigua fuerza y que le hacen la vida imposible al rey Tezdigerd, Conan toma su caballo y su espada y regresa a Turan.

Aunque el bárbaro llega con las manos vacías, allí tiene viejos amigos, tanto entre los kozakos como entre la Hermandad Roja del mar de Vilayet. Finalmente, grandes contingentes de ambos grupos de proscritos se ponen a sus órdenes, mejorando más que nunca el resultado de sus correrías.